Capítulo 1
Aunque el mosto fermente de manera impredecible, al final tiene que dar vino.
- William James.
Con un simple cruce de miradas, dejé el maletín encima de la mesa, para luego sentarme en el sofá grande que hacía conjunto con el sillón pequeño, donde se encontraba sentado el Sr Moriarty. Moneypenny nos sirvió a cada uno una taza de té para luego terminar con una reverencia y salir del salón, para que nos dejase a solas y hablar con tranquilidad.
El té negro, aunque es de cortesía, para mí era de agradecer pues no había comido nada antes de salir. Por suerte, estaba acostumbrada y podía aguantar unas horas sin comer.
El Sr Mycroft le entregó los informes al Sr Moriarty y hablar de la situación que ocurrió hace un mes.
- Uno de nuestros agentes infiltrados en Calcuta, enviado por el MI5. El teniente Gillian Harris ha sido asesinado. Estaba tras la pista del suministro de armas y municiones, que previamente estábamos investigando.
- Asesinado, ¿hm..? ¿Podemos afirmar qué ha sido asesinado por un espía enviado por los rusos? - preguntó mientras ojeaba el informe.
- Esa es la misma conclusión que habíamos llegado. - Por un momento puso su atención en el Sr Mycroft y luego en mí, quien permanecía en silencio. Para luego volver en Mycroft, quien abría el maletín, donde contenía un rifle del ejército afgano creado por los rusos. - Estamos seguros de que descubrió algo y, como prueba, nos envió esto por barco justo antes de ser asesinado.
Observó con antelación el rifle. - Parece el típico rifle hecho por los rusos, utilizados por el ejército afgano.
- Así es, pero el teniente Harris no nos enviaría un simple rifle sin ningún motivo alguno y, ahora que está muerto, es la única pista que tenemos.
Mientras tomaba tranquilamente mi taza de té, Mycroft estaba explicando brevemente el conflicto bélico entre la colonia británica asentada en la India y Afganistán, originado por las políticas de expansión del Imperio ruso hacia el sur, tras un intento fallido de conquistar un puerto en el Mar Negro durante la Guerra de Crimea (1853-1856). - Para no cometer los mismos errores del pasado, el Imperio ruso está evitando provocar conflictos contra las grandes potencias. Por lo tanto, ha decidido aliarse con Afganistán para utilizarlos y así controlar directamente el territorio de la India. Es por ello, que nuestro principal objetivo es ponerle punto final con esta guerra, reconociendo Afganistán como estado autónomo y bajo la protección del Imperio británico.
- Por ello, se decidió devolverle el poder a la familia real, que está en el exilio y bajo nuestra influencia. Por eso, dígame el por qué no se ha solucionado aún este asunto.
- El ejercito afgano sigue atacando, por eso decidimos interceptar su ruta de suministros en su siguiente ataque. Si sale exitoso, podemos ponerle fin a esta guerra y es aquí, M, donde entra el MI6, vosotros seréis los encargados de llevar a cabo esta misión.
- De acuerdo. - Aceptó sin ningún problema.
Ya llevaba un tiempo sentado a mi lado en el mismo sofá y le ordenó lo siguiente. - Averiguad la verdad que se esconde tras la muerte de Harris e interceptad la ruta de suministros de armas desde el territorio ruso. Solo así lograremos terminar la guerra contra Afganistán.
Los tres nos levantamos de nuestros asientos, pues la conversación a llegado a su final, o eso pensaba yo.
- Director, si por un casual llegásemos a descubrir que la mente maestra es una persona con gran relevancia, ¿el MI6 tendrá la opción de eliminar a dicho objetivo?
"Lo sabía, a pesar de no haberlo mencionado. Sabe con certeza que la persona que nos enfrentamos es de alguien con extrema relevancia. Sin duda, este hombre es de temer siempre y cuando no esté en nuestra contra".
- Lo último que querríamos es que los rusos se aprovechasen de la situación para atacarnos, es por eso, que el gobierno no tendrá constancia oficial de nada de lo que ocurra en esta misión. Pero no admitiremos ningún fracaso.
- Déjelo todo en mis manos señor.
- Rezaré para que sea un éxito, M. - ¡Ja! Como si alguna vez le haya visto rezar. Cogí mi sombrero y mi abrigo, cuando de pronto volvió a hablar ante mi sorpresa.
- No quiero ser impertinente pero, ¿usted no es esa famosa agente que tanto hablan a quien la apodaban como "Silent maiden"?
Me giré para quedarme cara a cara con el Sr Moriarty, sin mostrar ningún atisbo de sentimientos. - Así es, deduzco que habrá estudiado bien mi historial.
- Bueno, ¿qué puedo decir al respecto? Estaba muy interesado en que hubieses formado parte del equipo, es una lástima que ahora trabajes como secretaria del Sr Holmes, sin ofender.
- No me ofendo, pero tampoco lamento el haberlo dejado.
- Supongo que no estas interesada en dicha propuesta. - Dijo con su carismática sonrisa.
- Lo lamento, pero me temo que debo rechazarla.
- Es una lástima. Aunque, ¿no rechazaría una invitación para tomar el té en mi mansión en Durham? Estaría muy complacido si lo aceptaras.
Me quedé pensativa ante tan sorprendente invitación, pero no veía ningún inconveniente en tomar el té, aunque fuese en Durham. - Acepto encantada a tomar el té con usted y con sus hermanos.
- Yo y mis hermanos estaremos encantados en recibirla en nuestro hogar, esperaremos con paciencia a que llegue ese día. Por supuesto, le enviaré un telegrama para cuando haya concluido con esta misión.
Justo al terminar de hablar, alguien tocó la puerta. Se abrió y entró Moneypenny.
- Señorita Moneypenny, el Sr Holmes y la señorita Smith ya se van. Acompáñelos a la salida. Hasta más ver. - Hice una leve reverencia a modo de despedida y nos marchamos del salón, acompañados por Moneypenny. Nos subimos al coche que nos esperaba y nos dirigimos a un nuevo destino.
- Me sorprende que hayas aceptado su invitación a su mansión en Durham. - Dijo con una sonrisa sarcástica.
- Como dijo Goethe: Para conocer a la gente hay que ir a su casa. Y más si es en alguien que no confías.
- Cierto, pero también te estas metiendo en la boca del lobo. Aunque, yo no me preocuparía sabiendo quien eres. - Dijo totalmente serio.
- Sí, está claro que me ha estudiado con detenimiento, sin olvidar que es consciente de la información que no le has revelado. - Miré seria al Sr Mycroft.
- Cierto, la información de que la persona implicada en el asunto es ni más ni menos que el Duque de Danderdale, pero no lo mencioné por falta de pruebas y para ponerle a prueba de qué tan bueno será su plan. Por supuesto, todo esto no lo habríamos logrado de no ser por tí, Autumn.
- Dejé de ser esa persona hace muchísimo tiempo. - Dije con una mirada llena de frialdad.
- Lo sé, pero debes saber que a pesar de aquella tragedia pudiste obtener valiosísima información, que el agente Gillian Harris pudo guiarse para mandarnos esta pista.
Suspiré. - Reconozco que la pista que nos envió es sin duda de gran ayuda, quien iba a pensar que "alguien" de nuestro país esté recreando armas rusas para las tropas afganas. Fue muy estúpido de su parte el usar materiales ingleses al recrearlas.
- Bueno, ahora es problema de M. - Dijo por último Mycroft. - Me imagino que querrás tomar algo antes de comenzar a trabajar, ya que no comiste nada al salir.
- Si no le resulta ninguna molestia. - Dije un poco avergonzada tras haberme sonado las tripas justo antes de darme la invitación de desayunar en algún sitio del centro de Londres. - Y ni una palabra sobre esto.
- Descuida, a menos que surja alguna situación que me obligue a contar este bochornoso momento suyo. - Sonrió de manera pícara.
- No te atreverás. - Me molesté ante aquel atrevimiento suyo, cosa que es muy capaz de hacerlo.
- Ponme a prueba.
Puede que Mycroft Holmes sea uno de los hombres más inteligentes de toda Inglaterra y trabaje para el mismísimo gobierno británico, por no decir que él es el "gobierno". Pero puede llegar a ser el hombre más pedante e infantil que te puedas encontrar. En fin, lo que tengo que aguantar hasta que encuentre un sitio para vivir, que no sea en el mismo techo de este hombre. Aunque si así es Mycroft, espero que su hermano no sea igual de pedante que él.
El coche se detuvo cerca del salón del té, que a veces visitamos antes de que Mycroft entre en su club, donde yo tengo que entrar sin que nadie se dé cuenta o incluso entrar vestido de hombre, pues una de sus reglas es que las mujeres tienen prohibida la entrada, además de permanecer en absoluto silencio. Sin duda, se puede apreciar que este club fue creado por él mismo para él mismo y para otros hombres que no quieren ser molestados. Por suerte, para mí no es ningún problema el infiltrarme a este club sin que nadie se dé cuenta, mientras permanezca en el despacho de Mycroft.
Entramos en el salón del té y ambos pedimos una taza de té darjeeling, además de unos bollos con mantequilla y mermelada con frutas de temporada. Es curioso, pero no soporto la intensidad del desayuno inglés. ¿Quién es capaz de comerse a las 7 de la mañana unos huevos con salchichas y judías?
En fin, mientras esperábamos. Yo continué leyendo el periódico, aunque no hubiese nada interesante. Pasaron 3 minutos hasta que llegó lo que habíamos pedido. Mycroft endulzó un poco su té, pero yo en cambio me lo tomé tal cual. Me gusta su sabor amargo, sin que ningún endulzante lo modifique, aunque a veces le añado un poco de leche a mis tazas de té. A diferencia de él, que no lo hace. Después de beber un poco de mi té, cogí el pequeño bollo y lo unté de mantequilla y mermelada, y le di una pequeña mordida. Si por mí fuera, le habría dado un enorme mordisco, pero tenía que mostrar apariencia no sólo delante de las personas que hay en el local, sino también por Mycroft. En fin, los inconvenientes de ser una señorita con "clase".
- Por cierto Sr Mycroft. - Llamé su atención sin que me contestase. - ¿Cuándo me presentará a su hermano?
Abrió los ojos de sorpresa, por aquella inesperada pregunta. - ¿Y ese interés por él? ¿No me digas que eres fanática de las novelas sobre los casos resueltos por mi hermano? - Se burló de mí.
- No, es por mera curiosidad. - Intenté no levantar la voz. - Vale, reconozco que me estoy leyendo "Estudio en escarlata", pero eso no quiere decir que sea una fan de él. Sólo quiero conocer a tu hermano, eso es todo.
- Pues de momento, te quedas con las ganas. - Apto seguido volvió con su té.
- Muy bien, ya le haré una visita cuando estés en tu club. - Dije tranquilamente.
Mycroft posó su taza en el platillo discretamente molesto. - Absolutamente, no.
- ¿Por qué no quieres que conozca a tu hermano? - pregunté de forma discreta.
- Ya tendrás la ocasión de conocerlo, pero aún no es el momento.
- ¿Y cuándo será el momento?
- Algún día.
Me quedé mirándole ante la vaga respuesta de Mycroft, así que no tuve más remedio que actuar. - ¿Acaso te preocupa que en el momento que conozca a tu hermano, me vaya con él?
Volvió a bajar su taza. - En absoluto, es más si hubiera una mínima posibilidad de que vivieras con él. Entonces, te pediría que le vigilases por mí.
- Ni que fuese un perro.
- No, pero a veces puede llegar a causar problemas.
- Ya, pero ahora que tiene un compañero. No creo que cause muchos problemas.
- Eso está por ver. Tú no conoces muy bien a mi hermano, Sherly.
- ¿Sherly? - alcé la ceja, al sorprenderme que Mycroft use un apodo "cariñoso" o, probablemente, "burlesco" a su hermano.
- ¿Algún problema?
- Ninguna, sólo que me sorprende que seas de esas personas que le ponen apodos a sus hermanos.
- Pues, ahora lo sabes.
- ¿Eso quiere decir que te puedo llamarte Micky?
Casi se atragantó con su té, lo cual quiere decir que ese es el apodo que le dio su hermano Sherlock. - Definitivamente, no y esta conversación ha terminado. Me cuesta creer que te estés divirtiendo sin mostrar sonrisa alguna.
Aquello me molestó, pues decía la verdad. En ningún momento sonreí o me reí. Es más, tampoco sonreí al aceptar la invitación del Sr Moriarty. Desde la muerte de mi querido Arthur no volví a sonreír o a reír o, inclusive llorar. Es como si una parte de mí hubiese muerto o quedado encerrado en lo más profundo de mi corazón quebrado, no. Mas que quebrado, está congelado, petrificado.
Pude notar que Mycroft me estaba observando y sin previo aviso. - Lamento haber sido tan descortés contigo, no quise ofenderla.
Me sorprendió al escuchar su disculpa, una sincera disculpa. - No pasa nada, no tienes que disculparte. Solo has dicho la verdad. Desde...aquello, no he podido sonreír en ningún momento ni reír y, muchísimo menos llorar. No pude llorar por su muerte y eso es lo que más lamento. Por eso, preferí abandonar el MI5 que seguir en él y convertirme en una asesina sin sentimientos.
Mycroft me escuchaba tranquilamente sin dejar de mirarme, a pesar de mostrar seriedad en su rostro, pude notar en sus ojos una pizca de preocupación e, incluso lástima. - Cuando te conocí, reconozco que me decepcioné bastante al verte, yo tenía en mente a una agente fuerte, decidida, astuta, inteligente, pero lo que me encontré fue a una muchacha perdida, carente de vida y frágil. Al enterarme que ibas a abandonar el MI5, discutí con la organización para que no te eliminasen, debido a tus orígenes. - Lo miré perpleja. - No quería que acabasen tu vida de esa forma y, menos perder a una buena agente.
- Eso es lo que me ves, una buena agente. - Dije de forma desabrida.
- No, lo que quiero decir es que eres libre de escoger el camino que vayas, siempre y cuando te sientas lista para dar ese paso. Pero de momento, permanecerás conmigo como mi mano derecha en el gobierno y vivirás bajo mi mismo techo. ¿De acuerdo?
Me quedé perpleja al escuchar ante aquellas palabras de parte de Mycroft antes de darle una respuesta. Ahora que lo menciona, desde que me encontraron vagabundeando por la calle, lo único que hice fue entrenar, estudiar, actuar y seguir bajo las órdenes del gobierno. Después, conocí a Arthur, quien el me enseñó a cómo volver a vivir como una persona normal, entonces nos enamoramos y nos imaginábamos nuestras vidas con una vida tranquila, normal y con un pequeñín, viviendo en una zona rural lleno de enormes campos infestados de árboles. Entonces, volví a la realidad, fijando mi vista hacia los oscuros ojos de Mycroft para responderle: - De acuerdo.
- Muy bien. Vayámonos de vuelta al trabajo, aun no hemos comenzado el día. - Nos levantamos de nuestros asientos, nos pusimos nuestros abrigos, cogimos nuestros sombreros. Mycroft pagó la cuenta y nos fuimos de vuelta a nuestro atareado trabajo en el gobierno británico.
Mycroft tiene razón, ahora soy libre, pero al mismo tiempo estoy atrapada en mis propias ataduras y, sólo yo puedo liberarme de estas cadenas y ser, finalmente, libre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top