Intento de aceptación
—¿Qué pasó esa noche, Izuku? —Una mujer con gafas, sentada en un pequeño sofá, hacía una serie de preguntas—. ¿Cómo llegaste a este punto sin retorno?
Midoriya, quien estaba echado en una pequeña cama, miraba a la nada, algo ya normal en él. No respondía, parecía estar perdido en su mundo abstracto.
—Izuku, sé que te dije que si querías, podías no responder. —Suspiró agotada—. Pero vamos seis sesiones y no hemos avanzado en tu problema.
El silencio no era para nada clandestino. Izuku deseaba seguir así, con que acabase el tiempo de la cita, despedirse y largarse a su habitación, pudriendo su cuerpo y mente debajo de las sábanas.
—Oh, con que otra vez la ley de hielo. —Se burló de la situación—. ¿Sabes algo? Eres mi paciente favorito: me pagan por estar contigo en una tarde tranquila, mientras que finjo que estoy ayudándote.
Ni siquiera su tonta broma funcionó para mutar la soberana postura del pecoso. Es más, se dio cuenta que había sonado mal y le hacía ver como un bicho raro en vez de una profesional que lleva más de cinco años en aquel rubro.
—Mejor empecemos de nuevo. —Fingió toser, le quedaba un recurso por usar—. Yo soy Akemo, tu psiquiatra personal contratada por la familia Yaoyorozu, quienes ahora son tus tutores legales. —Extendió la mano—. Y tú eres Izuku, el mejor amigo de Momo.
—¿Por qué la mencionas? —Giró a verla. Frunció el ceño en señal de molestia.
En cambio, Akemo sonrió, ya obtuvo su atención, ahora tenía que ser cuidadosa en desarrollar la metodología que decidió emplear con Izuku.
—Según el informe acerca de tu intento de suicidio, ella fue la primera en darse cuenta de tu estado. —Leyó el reporte policial que tenía entre sus papeles—. Si hubiera llegado unos minutos tarde, estarías muerto.
—¿Me puedes decir algo que no sepa?
—Será muy poco profesional y ético lo que voy a decir debido a su finalidad en sí, así que espero no recibir un par de demandas en el buzón de mi casa.
El pecoso solo levantó la ceja izquierda. Olía que algo malo iba a pasar, como si la revelación de la psiquiatra fuera a destrozar lo que quedaba de su mundo en esta realidad.
—Yaoyorozu Momo está tomando tratamiento psicológico. —Anotó en su libreta la reacción del chico—. Al parecer, ver que estabas a punto de morir la dejaron con varias preguntas sin respuestas, hasta tal punto de odiarse a sí misma por no haberte ayudado antes.
—¡Miente!
—¿Te has preguntado por qué ya no se ven mucho a pesar de vivir en la misma casa?
—N-no es cierto.
—¿Por qué las cosas se volvieron muy incómodas en casa?
—Cállate.
—Y adivina. —Mostró un papel con la foto de Momo en ella—. Yo soy su psicóloga.
Su objetivo era claro: molestarlo. Sin embargo, no esperó que Izuku fuera más intenso al momento de dar una respuesta. Los cálculos fueron erróneos y como resultado, tenía a un adolescente con la mano ensangrentada y su mesa de vidrio rota.
—No me importa que hables de otros o de mí. —Apretó el puño—. Pero, nunca... Nunca te metas con Momo.
Caminó rápido hacia la puerta, no le importo que a su cita le quedasen algunos minutos para terminar.
—¿Unos últimos consejos antes que vayas donde ella?
Él la miró extrañado, normalmente, a estas alturas, algún guardia lo detendría.
—Asegúrate de no mostrarle esa mano a la señorita Momo y... —Suspiró. Estaba cansada de repetir la misma frase cada vez que se despedían—. Izuku, solo la verdad te hará libre. —Dijo por última vez, justo antes que él azotara la puerta.
—Jódete.
Le mostró el dedo medio y empezó a correr.
Akemo volvió a sonreír. Después de mucho, llegó a la conclusión que era tonto tratar que el cuente la verdad detrás de aquello que lo ató al filo del acantilado. No existía cariño, ni mucho menos algún tipo de confianza entre ellos. Pero... Si metía en la ecuación a la persona que Izuku más aprecia, tal vez, solo tal vez, el chico lograra soltarse de esa cuerda en el cuello.
—¿Cómo quieres ayudarme si tú estás peor?
Lo primero que hizo Momo al ver a Izuku fue darle un buen golpe en la cara, porque, sin mucho esfuerzo, había notado su mano ensangrentada. Con temor de que repitiera la estupidez pasada, quiso de esa forma poco convencional, noquearlo y llamar a sus padres, aunque, al dar el segundo golpe, no esperó que Izuku la atrapara entre sus brazos.
—Momo... —Dijo su nombre aliviado—. Me alegro que estés bien.
—¿Es en serio? Yo no estuve a punto de morir.
—Pero estás en la misma posición que yo. —Era claro el motivo por el cuál vino hacia ella—. Perdón.
—No quiero tus disculpas, solo quiero ayudarte.
—No puedo decirlo.
—Claro que sí. —Apretó más—. Y no pienses en alejarte de mí, otra vez.
—No puedo-.
—¿O no quieres? —Se sentó, conservando el abrazo, mientras Izuku se acomodaba en ella—. Te conozco bien, eres como la palma de mi mano.
—No quiero decirlo.
—Ayúdame a ayudarte, por favor, Izuku.
De pasar a estar abrazándola a forzar la salida de aquel agarre. Frunció el ceño, de nuevo el dolor de cabeza incesante. Mordía sus labios en busca de calmar ese dolor mental. Tal vez si entraba a su habitación podría calmarse, incluso, puede repetir aquel proceso sanguinario, pero con menos riesgo que la vez anterior.
—Digas lo que digas, estaré siempre para ti. —Momo, sintiendo algo perturbador en su pecho cuando miró a su mejor amigo, posicionó su mano sobre la de él.
—¿En serio? —Ella asintió—. Aun si te contara la crónica de un asesino que vive sus días con remordimientos, pero en libertad.
Fue ahí donde recordó el comienzo del abismo. El día que recibió una brutal paliza, el momento que su enojo fue tanto que decidió ser el villano de la vida de alguien. Uno sin escrúpulos.
—Tú lo sabes, ¿no? —Pregunta qué parecía más para el aire que para ella—. La escoria que llamo padre me abandonó cuando se enteró que no tengo Quirk. —Rio, pues, ¿que le quedaba?—. Pensé sobre... Lo peor ya había pasado, sería mi único dolor. —Parecía divagar en el meollo del asunto—. Tenía cinco años, Momo. —Su voz sonaba ronca, aunque quebrada por algunos segundos—. Quería que todo esto terminase, pe-pero, no sabía cómo.
—Suéltalo, Izu.
—Era mi cumpleaños, maldición, se suponía q-que todo iría bien...
—¿Y-Y qué pasó? —Preguntó, temerosa por la respuesta.
Tomó aire. Era ahora o nunca, si lo decía ahora, ya no tendría por que ocultarlo más.
—Maté a Inko. —Confesó—. Sabía de su estado cardíaco... —Se alejaba poco a poco, incluso de la mano de Momo—. Ese día... Yo, ah, estaba tan furioso por su mal trato que-e, demonios...
Empezó a lagrimear sin saber, mirando la pared de al frente, ignorando la presencia de Momo. Se sentía abrumado, como si su cuello estuviera en la horca a punto de ser ejecutado, tal como se sintió aquel día, donde la única solución que encontró fue cortarse las venas de los brazos.
—Cuando ella estaba en el suelo, adolorida a causa de su corazón, yo...
Momo notó la mirada perdida de Izuku, como si todo rastro de vida se haya esfumado. Se asustó, tanto así que quiso ir a pedir ayuda, sin embargo, algo le decía que debía quedarse, que si dejaba un segundo solo a Izuku se arrepentiría por el resto de su existencia. Tenía que ser valiente, no por ella, sino, por Izuku.
—Corrí... La dejé sola. —Mordió sus labios, para darse fuerzas de algún modo, hasta hacerlos sangrar—. No llamé a nadie, ni siquiera a los vecinos para auxiliarla, yo... Y-yo, yo solo, huí.
Aunque estuviera consternada por la crudeza de la narración de tales hechos, pudo entender el dolor que Izuku cargaba, el peso de la culpa por no haber ayudado a la que era su madre. Pero, ¿acaso él tenía la culpa? Era un niño con miedo, alguien que fue abandonado por su padre por el hecho de no tener Quirk, el desprecio por parte de quien era su madre, además, insultos y palizas de sus compañeros de escuela.
—Tenía miedo. —Retenía como podía el tsunami de emociones recientes—. T-tenía mucho miedo... Y-yo n-no quería matarla, so-solo quería que me dejara de maltratar.
No era tonta, hace algún tiempo, mucho en verdad, supuso lo que Izuku guardaba. El constante acoso de Katsuki, junto a lo melancólico que es Izuku al hablar sobre su familia generaron que tenga una idea concreta acerca de ello. Pero, por mucho que quisiera preguntar, juró no meter su nariz, ya que, Izuku podía salir más lastimado de lo que estaba. Sin embargo, entendió tarde que lo que él más necesitaba no era espacio o que se mantuviera en silencio, sino, una persona que lo apoyara en la vida de pesadilla que hacía que cada mañana lamentase su propia existencia.
—Soy un maldito as-.
—No lo eres. —Con su tierna voz en murmullos, calmó en pequeña parte los delirios de Izuku—. Eras un niño con mucho temor, alguien que quería ser salvado.
—Eso no es excusa para tapar lo que hice.
—Izuku, escúchame, sé que... No puedo entender tu dolor, ya que nunca experimenté lo que tú has vivido y deseo jamás sentirlo. —Apretó el agarre con todas sus fuerzas—. Pero, hay cosas que son claras, y el hecho de que estás roto lo puedo notar con solo mirar tu rostro. —Besó su frente, buscando reconfortarlo—. Que tu pasado no defina tu presente, ni mucho menos tu futuro.
—Es fácil decirlo, ¿no? —Siempre fue así de obstinado, Momo lo sabía—. Cuando intenté matarme, me sentí bien, era como si toda mi historia desapareciera y que no importase que no tenga un motivo para seguir viviendo, daba igual.
En otras ocasiones, ella atinaría a darle una oleada de golpes, pero no era el momento. Tenía que hacerle entender que estaba vivo y eso es bueno.
—¿Siempre andas pensando que algo anda mal contigo? Además, ¿quién te dijo que está mal no tener un motivo para vivir? —Se sentó en las piernas de Izuku—. Es mentira, así que, no tengas miedo. ¿Qué es mejor: fijar una meta ahora y vivir únicamente para lograrla o vivir la vida como te guste hasta dar tu último suspiro? —Acarició sus mejillas—. Sé que, ahora, me contradeciré, pero te daré el mejor motivo por el cual seguir. —Izuku la miró, aún con sus ojos rojos, lo que ella dijera sería su ley.
—Dime cualquier cosa. —Respondió, escondiendo la cabeza en su pecho—. De todas formas, eres en la única persona en la que puedo creer.
No importará si Momo le dijera algo estúpido, obvio o fuera del sentido común, tampoco que existieran imposibles en sus palabras, Izuku estaba decidido a romper el ciclo de temor, de odio, que sus padres plantaron en él. Ya no quería darle la espalda al mundo, no devolver la maldad que tanto le causaron, pero, lamentablemente, en su estado de ánimo, no dependía de él.
—Encuentra la felicidad. —Correspondió el abrazo, acurrucando más a Izuku sobre ella—. Y si es posible, a mi lado.
El pecoso cerró los ojos, el día fue largo, más por revivir más diez años en veinte minutos. Sus dudas todavía no se disiparon, seguía con muchas preguntas, pero estaba seguro de algo: amaba a Momo por sobre todas las cosas.
Después de mucho tiempo, al fin surgió un sentimiento muy diferente al odio.
Quiero aclarar algunos puntos de la historia:
– Los traumas de Izuku provienen de los recuerdos de su infancia, tales como el abandono de su padre y los maltratos de su madre. Además de no haberla auxiliado.
– Izuku vive en la casa de los Yaoyorozus.
– Momo supo lo que Izuku escondía, pero lo negaba y se obligaba a ignorarlo, ya que creía que así podía ayudarlo. Y si no fui muy obvio, Momo siempre estuvo pendiente de Izuku, apoyandolo cuando nadie más entendía como se sentía. Es por esto que Izuku se enamora de ella.
– Esta historia de dividirá en 3 partes: Pasado, Presente y Futuro.
– Con este capítulo: Intento de aceptación, termina la primera parte: Pasado.
– Para los que no se dieron cuenta: los título de estos capítulos provienen de las etapas del duelo. Traté de plasmar como Izuku superaba su pérdida a lo largo de los años, hasta el punto de recurrir algo siniestro como el suicidio, aunque lo hice muy implícito.
Con todo esto aclarado,procedo a retirarme.
Sin más que decir...
Soy DekuSama y muchas gracias por leer.
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