Capitulo 3: Realidad.

Si soy sincero, no soy sincero.

Keyblade: Fibonacci.

Él rey se encontraba en su despacho leyendo una de las vidas que serán juzgadas.

—¿Majestad Hades?. ¿Puedo entrar?.

Era una voz masculina, por su tono sabia perfectamente quien era.

—Adelante Hipnos.

Un pelirrojo entro. Tomo haciendo y y mirando fijamente a su señor, hablo.

—Las preparaciones de la boda están listos. He venido para saber, si hay algo más que deseé hacer.

El monarca, sin quitar la vista del rollo dijo.

—Hera si que es rápida, no por nada es la diosa del matrimonio. Y dime Hipnos. ¿Cómo va la creación del jardín?.

—Va perfectamente señor, solo falta que la luz pueda entrar, y reciban agua.... ¿Está seguro de que ella no estará molesta?, quiero decir... Después todo, la secuestro majestad.

El juez sabía perfectamente que sus métodos fueron todo menos aceptables.

—¿Sabes, Hipnos?. A veces, tienes que romper las reglas.

—Pero señor, eso no justifica el que la hay raptado... Estoy seguro de que habrá quien mal entienda esto, y invente cosas. Desde que la obligo a casarse con usted... Hasta decir, que no es muy diferente a su hermano menor... A Zeus.

El rey del inframundo detuvo su lectura para levantar sus ojos.

Si las miradas mataran. Hipnos estaba seguro que nunca podría ver a su amada.

—Si quieres seguir aquí. En mis dominios, y no en los elíseos donde te debo mandar... Nunca menciones ese nombre.

Dicho eso, su vista volvió al pergamino. Hipnos sintió un sudor frío bajar por su frente.

Si quiere seguir con esa vida, era mejor no provocarlo.

—Pero señor... ¿Cómo planea que ella se enamore de usted?. Con lo que hizo ella debe tener la impresión de ser egoísta.

... El monarca cerro el pergamino, y finalmente quedo en posición donde se veía fijamente.

—Debo culpar a Afrodita por darme está maldición.

—Señor, ¿de qué está....?... ¿Eso significa que usted?.

No podía ser así, aquel dios oscuro y serio. Aquél ser que solo se centraba en su reino y sus súbditos.

—Así es Hipnos, me he enamorado de ella.

—Pero... ¿Cómo?. Señor usted nunca mostró indicios.

—Lo sé.... Solo puedo decir. Que fue lo mismo que te paso a ti y tu mujer en su anterior vida.

Amor a primera vista. El lo conocía a la perfección.

Después de todo. El dios de los sueños se enamoro de una mujer que pertenecía a la familia rival. Una rivalidad a muerte.

Fue una lastima que el padre de su amada dispara en contra de él, y luego le dispara a ella.

Pero el lado positivo, gracias al padre de las riquezas, seguían juntos.

Aunque sentía un poco de celos. Pues su historia no es tan bella y hermosa como la de aquellos volcanes, aquel volcán hará erupción el mismo día en que la mujer dormida despierte.

Sin decir más, el dios de los sueños se fue.

Y el juez definitivo, tomo aquél rollo y siguió leyendo.

—¿Por qué tienes que interferir Akeno? Se que eres la diosa del amor. Pero no es motivo para hacer que me enamore de la primera mujer que vea.

Tal vez, en otro momento, tendría que hablar con la diosa del amor y del sexo.

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—Vaya, vaya. ¿A qué se debe tu inesperada visita rey de los muerto?.

Como siempre, ella usando un tono coqueto. Aunque debía de admitir que a diferencia de Yasaka, que se acostó con todo hombre en respuesta a las infidelidades de Valí.

Ella solo se limito a su esposo, si fue una loca, lo hizo en el pasado. Cuando era soltera. Pero ahora esta casada.

Aunque. Tampoco era de su incumbencia. Él venia por cosas más importantes.

—¿Por qué estas interfiriendo otra vez?.

—Vaya, vaya. Que directo.

—Responde mi pregunta.

La diosa quien era originalmente la reina del mar. Suspiro. Su amado sobrino siempre fue así.

Era irónico que de todos los hermanos, solo sea él, al único que trata como familiar.

La diosa estaba pensando su respuesta. Sabía que de decir algo mal. Seguramente causaría molestia en él.

Aunque, tampoco es algo que ella no pueda lidiar. Después de todo, lo conoce muy bien. Más que la propia Hécate.

—Bueno. Creí que después de tanto tiempo, no te haría mal algo de compañía. Después de todo, debe ser aburrido estar sólo. Así como no tener a nadie que te diga, "Bienvenido a casa".

El dios estaba molesto. Pero no por los planes de su tía. Sino, porque tenia toda la maldita razón.

Es verdad que desde que Rías murió, él se había sentido solo.

Y había comenzado a salir (acabo de un año) con una ninfa. Pero la dejo en apenas una semana.

¿Por qué?. Ella actuaba imitando a Rías.

Y eso lo molestaba, pues lo consideraba una ofensa a su difunta esposa.

Él quería una mujer, no una interesada o una arrastrada.

El dios, con su voz seria dijo.

—Te recuerdo que lo que YO haga no es de tu incumbencia. Agradezco tu ayuda. Pero no interfieras en esto.

—Eso es imposible. Después de todo, es como si Gaia hubiese dicho: "nacerá una mujer que sea el complemento de Hades".

—Ella y yo no nos complementamos en nada.

El rey del inframundo quería negarlo, pero no podía. Después de todo, era verdad. El guiaba a las almas, y ella creaba vida.

—Vaya, vaya. No puedes negar nada cariño. Sabes perfectamente. Que no puede existir la muerte. Sino existe la vida. Tu eres el rey de los muertos, ella la reina de la vida. Y fueron creador para vivir mutuamente. Recuerdas aquella profecía, ¿verdad?.

—Ella se convertiría en la reina de los muertos. Eso no significa que estará conmigo. Puede ser cualquiera. Tátanos y Ares son ejemplos.

El castaño hacia lo posible para negarlo. Pero no podía. No puedes tapar el sol con un dedo.

—Aún si Tátanos es el dios de la muerte. Él no es un rey, mientras el recoge las almas. Tu decides si irán a los elíseos, asfócelos o al tártaro. Ese, es un poder más grande que el suyo. Y Ares. Él es el dios de la guerra. Nada que ver con la muerte. ¿Quieres más pruebas?.

El padre de las riquezas solo giro y fue a la salida de ese lugar.

—Solo recuerda querido sobrino. Que la muerte, no puede existir sin la vida.

Eran palabras simples. Pero con gran poder, y eso molestaba más. No lo podía negar. Había una emoción por ella. Pero aún creía que no la merecía. Después de todo. ¿A quién le gustaría ser la reina del inframundo?.

Continuará.

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