Capítulo 99

Clavé los dedos en la fría y húmeda tierra bajo mis manos y dejé de respirar por un instante.

—El sospechoso aumento de muertes en la ciudad nos obligó a convocar una reunión de emergencia con Cassandra. Se suponía que estarías en casa de Ane, pero apareciste allí en mitad de la noche—cerré los ojos al tiempo que una multitud de imágenes borrosas trataban de tomar forma en mi mente.

—¿Qué fue lo que vi?

Mi mente recreó la escena de la que me habló. Me vi a mí misma entrar por la puerta principal y ver a varias personas reunidas en el salón.

—Lo importante es a quién viste—dijo lentamente.

—Habían nueve personas—dije con voz temblorosa—. Vosotros siete y las otras dos eran...—traté de visualizar a Cassandra y no pude—. Las otras dos personas—abrí los ojos y lo primero que noté fue su mirada afligida—. Ellos eran...Ellos...

—Eran Cassandra en su verdadera forma y tu padre—terminó por mí—. No reconociste a nadie cuando cruzaste el umbral de la puerta y por eso huiste.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, sacudiéndome y haciendo que todo mi cuerpo temblase.

—¿Por qué no puedo recordar sus caras?

Se movió en silencio y apoyó mi espalda contra su abdomen. Deslizó las yemas de sus dedos por mi brazo derecho como una forma de reconfortarme. Abrí los ojos y los fijé en los árboles que teníamos enfrente. Las lágrimas no tardaron en emborronar mi visión y cuando traté de respirar profundamente, el aire se me quedó atascado en la garganta.

—Porque tu padre no es un simple demonio.

—Él...—su corazón comenzó a latir con fuerza contra mi espalda. Sabía que estaba nervioso aunque tratase de ocultarlo—. Es tu jefe, ¿verdad?

¿Qué otro motivo había para que los ángeles de la muerte trabajasen con Cassandra?

—Sí.

Comencé a girarme para poder mirarlo a los ojos y cuando lo hice, vi dolor y tristeza impregnados en ellos.

—Esa noche hiciste lo mismo que estás haciendo ahora—dije mientras colocaba mis manos sobre sus antebrazos.

Recordé con claridad cómo fue el único que reaccionó cuando huí. Mientras me movía sin rumbo por el bosque, no dejé de escucharlo pronunciar mi nombre con desesperación. Me abrazó con fuerza incluso después de desmayarme y las caricias que dejó sobre mi piel nunca se borraron del todo.

—Y lo haré mil veces más si es necesario—susurró junto a mi oído.

Podría olvidar su voz y su rostro, pero siempre terminaría reconociéndolo. Mi corazón se aceleraría cada vez que nuestros ojos se cruzasen y mi piel se erizaría ante su contacto.

—¿Esa fue la primera vez que nos vimos?

Se tomó su tiempo para responder. Sus ojos parecieron brillar y supe cuál sería su respuesta antes de que dijera nada.

—No.

Jared terminó de confirmar mis sospechas. No importaban las veces que el bloqueo anulase mis recuerdos, pero después de lo que me acababa de decir, habían dos cosas que comenzaban a preocuparme de verdad.

—¿Qué has querido decir con lo de la verdadera forma de Cassandra?

—Eso es algo que ella misma debe contarte. Mereces una explicación de por qué ha estado haciéndote vivir una mentira.

—¿Entonces la única forma de salir de aquí es superando todas las pruebas?

—No—dijo para mi sorpresa—, pero nos permite ganar tiempo y no levantar sospechas. Que Morgan siga pensando que ella está muerta es una ventaja.

—¿Lo es?—pregunté indecisa.

—Sí. Eso significa que cree que nadie te está buscando.

—¿Ni mi padre?

Jared negó lentamente y no dijo nada más. Permanecimos un rato así, en silencio, y ninguno de los dos se movió. Notaba cómo su respiración volvía a la calma mientras la mía se iba adaptando a su ritmo. Pensé en todo lo que habíamos hablado y volví a sentirme perdida. Dejé de preguntarme quién era yo para pasar a preguntarme quiénes eran ellos.

—Protegerte es lo único que me importa—su barbilla rozó mi sien cuando habló—, pero no eres la única que está en peligro. Cassandra ha predicho otra muerte en la academia.

—¡¿Qué?!—exclamé y me giré hacia él—. ¿Cómo puede saber algo así?

—Es su habilidad y nunca falla—me miró con atención. Quería que sus palabras se quedasen grabadas en mi mente—. Jamás.

—¿Cómo puedo impedirlo?—rompí el contacto visual y comencé a frotarme las manos—. ¿Cuándo sucederá?—pregunté con un hilo de voz—. ¿Quién será?

Jared cogió mis manos y deslizó sus pulgares sobre mis nudillos.

—Nina—liberó una mano que colocó sobre mi mejilla derecha—. Hagamos un nuevo trato.

—¿Otro trato?

Asintió y se inclinó hacia delante.

—Tú te encargarás de proteger el mundo y yo me encargaré de protegeré a ti.

Me quedé paralizada ante sus palabras. Quería hacer justo lo que me decía, pero no si eso implicaba que él estaría dispuesto a sacrificarse por mí. Recordé las palabras de Lilith y me puse en pie, alejándome de él. Necesitaba tiempo para pensar. Si tomaba una decisión precipitada y los errores que cometí en el pasado volvían a repetirse, no podría perdonármelo. No sería capaz de continuar con mi vida como si nada de eso hubiese pasado. Sentí que todo ese tiempo no había sido más que una carga para Cassandra. Seguramente Ane permaneció a mi lado por obligación. Rina y Gwen confiaban en mí y aun así les ocultaba lo que hacía cada noche. Los meses pasaban y seguía estancada en el principio. Quedaban pocas horas para la cuarta prueba y yo no había tomado una decisión al respecto.

—No puedo hacerlo—le di la espalda y me abracé a mí misma—. Si vienes conmigo y Morgan te descubre...—cerré los ojos y me lo imaginé todo. No podía permitir que algo así sucediera—. Te hará daño. Te matará al igual que hizo con tu compañero.

—Lo que pueda o no pasarme es problema mío—cuando habló, supe que estaba justo detrás de mí—. Habrán más muertes si no me llevas contigo. Tú podrías ser la siguiente.

—¿No sería lo mejor?—mis piernas flaquearon, pero traté de mantenerme firme—. Eso pondría fin a todas vuestras preocupaciones. Estoy segura de que más de una persona se alegraría. Ruby también se ha ido y la mayoría actúa como si nada hubiera pasado—me zafé de él cuando puso su mano sobre mi hombro—. No voy a arrastrarte conmigo. Tú ya has sufrido suficiente.

—Hice una promesa hace mucho tiempo que me impide alejarme de ti. Aunque huyas—colocó las manos sobre mis brazos y comenzó a girarme hacia él—, siempre terminaré encontrándote.

—No tengo un lugar al que huir.

Acunó mi rostro y sentí que sus dedos rozaban la cicatriz de mi nuca.

—Sí lo tienes. El problema es que no recuerdas cómo volver—entonces, dejó caer sus manos a ambos lados de su cuerpo y dio un paso hacia atrás—. Hagas lo que hagas, seguiré ayudándote.

—¿A pesar de todo?

—Una promesa es una promesa. No voy a dejar que te enfrentes a esto sola por un estúpido trato—se agachó y comenzó a tantear el suelo como si estuviera tratando de encontrar algo que se le había caído—. Si no me llevas a mí, al menos llévate esto.

Se puso en pie y me tendió una bolsa de color negro.

—¿Qué hay aquí dentro?

—Recuerdos.

La abrí con las manos temblorosas y traté de ver lo que contenía.

—Puedes sacarlo si quieres.

—Mis dedos rozaron las hojas de papel, los libros, las estrellas brillantes, los lápices de colores y el marco de una fotografía.

—¿Cómo has...?—fui incapaz de terminar de hablar cuando vi a Poe. Era la fotografía que tenía en la mesilla de mi habitación. Las lágrimas rodaron por mis mejillas con rapidez en ese instante.

—He pensado que verlo cada día te ayudará a sentirte mejor. 

Un famoso dicho popular chino dice que el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del planeta en forma de huracán. Esto se conoce como El efecto mariposa y según el mismo, la existencia de una acción o situación determinada puede provocar una serie de situaciones o acciones sucesivas que terminan causando un efecto considerable que no se corresponde con la situación o el elemento que lo originó. Esta metáfora, aparentemente inofensiva, es uno de los pilares básicos de la Teoría del caos.

Agarré con fuerza el asa de la bolsa y di un paso hacia él. Puede que yo fuera como esa mariposa, pero sentí que la decisión que tomaba era la correcta, así que coloque mis brazos a su alrededor, lo besé rápidamente en los labios y apoyé la cabeza contra su pecho. Tardó varios segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo, no pareció tener intención de volver a soltarme.

—¿Qué tengo que hacer para llevarte conmigo?

Colocó una mano en mi espalda y la otra en mi cabeza. Antes de hablar, se inclinó hacia atrás y dejó un suave y ligero beso sobre mi frente.

—Cierra los ojos y agárrate fuerte—sus labios rozaron mi sien y yo curvé los dedos, aferrándome a su camiseta—. Del resto me encargo yo.

La oscuridad nos absorbió y un viento huracanado me obligó a aferrarme a él como nunca antes había hecho. Su agarre no se aflojó en ningún momento, ni siquiera cuando la tormenta a nuestro alrededor cesó por completo.

Cuando abrí los ojos y traté de moverme, sentí algo frío y pesado sobre mí. Un olor fresco que reconocí al instante me impulsó a levantarme, pero no pude. Ese peso me impedía hacerlo. Mi visión no se había aclarado del todo y la penumbra de la habitación no me estaba ayudando. Moví mis manos y lo primero que sentí fue una piel suave bajo mis dedos.

—¡Jared!

Su pelo me hizo cosquillas en la cara cuando traté de apartarlo. Todo mi cuerpo comenzó a temblar cuando logré tumbarlo boca-arriba y siguió sin responderme. Su corazón no latía. Estaba pálido y no respiraba.

—No puede estar pasando esto—acuné su rostro y coloqué mi frente contra la suya—. Me prometiste que no me abandonarías.

El frío que desprendía su cuerpo atravesó mi piel y se coló en mis huesos. Mis lágrimas cayeron sobre sus mejillas.

—Jared—sollocé—. No me dejes. No sé qué voy a hacer sin ti.

Rocé sus labios esperando encontrarlos tan cálidos como siempre y enterré mi cara en su cuello cuando no fue así.

—¿Nina?—escuché la voz de Rina a mis espaldas y me giré hacia la puerta.

Me levanté rápidamente, abrí la puerta y la hice pasar.

—Ayúdame.

Mi cuerpo se sacudía y mi corazón latía descontrolado.

—¿Qué sucede?—cuando posó sus ojos sobre la cama y comprendió lo que estaba pasando, me lanzó una mirada acusatoria—. ¿Qué es todo esto?

Mi respiración estaba agitada y las palabras se me enredaban en la punta de la lengua. Avanzó lentamente hasta colocar una mano sobre sus ojos y me miró fijamente.

—No podemos dejar que muera.

—Es un ángel de la muerte, Nina. Él ya está muerto—se cruzó de brazos y dio un paso hacia mí—. Habrá usado la magia para ocultar su apariencia real, pero parece que ha agotado todas sus energías.

—¿Se pondrá bien?—pregunté con voz desesperada.

Observé su rostro relajado y tuve que reprimir las ganas de echarme a llorar.

—Será mejor que comiences a prepararte para la cuarta prueba. Yo me encargaré de él.

Acorté la distancia que nos separaba y la abracé.

—Muchas gracias, Rina.

Iba a cumplir mi promesa.

Yo protegería el mundo y él me protegería a mí. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top