Capítulo 87
Jared
Era el día de la tercera prueba y como todas las veces anteriores, estaba nervioso. Extremadamente nervioso. No dudaba de Nina, ni de sus habilidades con la magia. La superaría sin problemas y no era el único que estaba totalmente seguro de ello. Por algo ella estaba allí, haciendo lo que hacía y exponiéndose de esa forma. Cassandra no iba a arriesgarse tanto, aunque yo hubiese buscado una alternativa diferente a dejarla sola frente a Morgan y más cuando no recordaba quién era y lo que podía hacer. Sabía que Nina también se sentía así, por eso, cuando estábamos juntos, hacía todo lo posible para que dejase de pensar en todo lo que la perseguía durante el día. Sin embargo, por mucho que tratase de evitarlo, o mejor dicho, de retrasarlo, nos estábamos quedando sin tiempo. Estar tan cerca de ella era peligroso y no solo porque bajaba demasiado la guardia, sino porque cualquier roce o palabra podía traer de vuelta lo que Cassandra había tratado de mantener oculto durante todos esos años.
Logré llevarme aquella maldita hoja de su diario y todavía la llevaba guardada en el bolsillo delantero de mis pantalones. De recordarlo me daban escalofríos, pero no tenía el valor suficiente para deshacerme de ella.
La última vez que vi a Nina, fui muy imprudente y no conseguía hacer desaparecer de mi mente la mirada de dolor en sus ojos cuando le conté lo que Cassandra le había estado haciendo con sus recuerdos. No era mi intención que lo descubriera de esa forma. Supuse mal, pues todavía no sospechaba nada. Nina era demasiado inocente y en la mayoría de ocasiones, jugaba en su contra.
—Recapitulemos, Jared—la voz de Cassandra me sacó del letargo en el que estaba sumido—. Nina ha encontrado su diario.
—Exacto.
Estaba en el salón de su casa. Otra vez. No me gustaba ese lugar porque me hacía revivir aquella noche una y otra vez. Su cuerpo tendido en el suelo. Su piel ardiendo bajo mis manos.
—¿Lo ha leído todo?—preguntó mirándome a los ojos.
Estaba sentada en el sillón que tenía justo enfrente de mí. Llevaba un jersey de lana marrón a juego con sus ojos. Estaba seria y parecía cansada. Yo también lo estaba.
—No—contesté—. Además, arranqué esa hoja de su diario antes de despertarme.
Cassandra asintió y se acomodó los rizos detrás de las orejas. Un silencio incómodo se cernió sobre nosotros.
—¿Qué has hecho con ella?
—Quemarla—mentí—. Ese recuerdo es mejor que permanezca en el olvido.
—Sabes que tarde o temprano...
—Por desgracia, soy plenamente consciente de que su memoria puede volver en cualquier momento—dije en tono seco.
Se inclinó hacia la mesa de cristal, cogió su taza de té verde humeante y le dio un pequeño sorbo.
—¿Qué hay de las muertes en el pueblo?—preguntó, cambiando de tema.
Desvié la mirada hacia la ventana. Era casi mediodía. Los rayos de sol se colaban en la estancia a través de ella, pero no desprendían ningún calor. Al menos no para mí.
—Todavía es verano. Faltan varios meses para que llegue lo peor.
Cassandra se removió en su asiento, incómoda. La miré y me di cuenta de que me observaba atentamente.
—Lo sé y por eso quiero que estés atento a cualquier cosa que te resulte extraña.
—¿Tú todavía no has encontrado nada al respecto?
Negó con la cabeza y cuando habló, noté un deje de decepción en su voz.
—No. Nina fue quién descubrió la identidad de la persona que se encontraba detrás de todo, pero nunca dijo nada. Ni en ese momento, ni años después y no, el bloqueo que yo misma le puse no tiene nada que ver.
Cassandra estaba equivocada. Nina no era la que conocía la identidad del asesino, sino aquel al que consideraba su amigo. Pero él...él ya no estaba, así que decidí guardarme esa información para mí.
—Encontrar un sospechoso en un pueblo donde todos parecen esconder secretos es una tarea muy complicada.
—Sí, pero matar a sangre fría no puede hacerlo cualquiera.
—Eso es inhumano.
—Oh, sí es humano. Ya lo creo que sí—entrelazó los dedos y volvió a mirarme—. Lo que no es humano es no sentir nada.
A pesar de que habían pasado varios años, diez para ser exactos, ni Cassandra, ni las personas que trabajaban con ella habían logrado dar con alguna pista que pudiera revelar su identidad.
—¿Y qué hay de Morgan?
—Morgan no es peligrosa—dijo con total tranquilidad.
Por mi mente cruzó el amargo recuerdo de las marcas en el cuello de Nina. Tragué saliva y me escoció la garganta.
—¿De verdad lo crees?
—Te lo advertí desde un principio. Me preocupan más sus compañeras que la propia Morgan. Recuerda que nosotras nos conocemos desde siempre. Además—carraspeó y rompió el contacto visual durante varios segundos—estudié muy bien las ventajas y desventajas de enviar a mi hija a la academia Mon.
Otro silencio. Ese fue peor que el anterior. Ella sabía que no era su madre biológica, pero no se podía negar la realidad. Cumplió con su papel de madre y seguía haciéndolo.
—Gwen y Rina se están ciñendo al plan acordado.
Y lo estaban haciendo muy bien. Tenía que reconocerlo. Mientras siguieran las órdenes de Cassandra y midieran la información que iban compartiendo con Nina, todo estaría bajo control.
—No esperaba menos de ellas—me miró durante unos segundos, sin decir nada y entonces, su rostro y su voz se suavizaron—. ¿Cómo está?
No pude evitar tensarme al escuchar su pregunta. No me gustaba hablar de ello.
—Estable.
—Me alegra saber que su estado no ha empeorado.
—No empeora, pero tampoco mejora—me froté las manos y noté el sudor frío las recorría—. Por cierto, Nina me contó que Morgan cree que estás muerta. ¿Cómo ha podido tragarse algo así?
Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Su ligero cambio de actitud me hizo pensar que mi presencia cada vez le resultaba menos molesta.
—Morgan es una ingenua y seguirá siéndolo toda su vida.
—No es la Bruja Suprema. Tampoco me contaste que tenía una hermana, ¿por qué?
La sonrisa se esfumó de su rostro y cuando clavó sus ojos en mí, se sintieron como dagas.
—No tengo por qué compartir esa clase de información contigo.
—Deberías hacerlo si esa información en concreto puede llegar a afectarla de alguna forma.
Había normas que incluso ella debía cumplir. Eso era lo que el Jefe nos había dicho. Tenía que haber una balanza en el trato que ambos hicieron y por ese motivo, los ángeles de la muerte estábamos cooperando con ella, aunque mis intenciones no coincidieran exactamente con las suyas.
—Son de los vivos de los que debemos preocuparnos.
Me tensé de nuevo al escuchar sus palabras. ¿Su hermana estaba muerta?
—¿Debo darme por aludido?—traté de sonar sarcástico, pero eso no hizo que me sintiera mejor.
—No habría hecho un trato con vosotros si fuerais un peligro. Aunque no me resulte fácil admitirlo, te necesito—abrí la boca, pero me interrumpió—tanto como tú a mí. Sin mi magia, ni tú podrías verla, no yo sabría cómo está. Si no fuera por ti, nunca la habría dejado ir. Ella estará a salvo si permaneces a su lado.
Sentí un pinchazo en el pecho, justo encima del corazón. Odiaba la sensación del dolor fantasma porque me recordaba que mis latidos eran una ilusión que ni yo mismo había creado. Me llevé la mano a ese lugar vacío como un acto reflejo. ¿Por qué seguía esperando encontrar lo imposible?
—¿Estás bien?
De repente, el aire que estaba respirando pareció quemarme los pulmones. Me puse de pie y aunque me sentía aturdido, traté de andar, pero me tambaleé. No podría llegar muy lejos en ese estado.
—¡Jared!
Los brazos de Cassandra me rodearon y yo me sujeté a ella.
—No...no sé qué me pasa—noté el desagradable sabor de la bilis estallando por toda mi boca.
—Siéntate—percibí la preocupación que teñía sus gestos y sus palabras. Casi sonreí al ser consciente de ello—. Estás sudando—me cogió la cara con cuidado y me obligó a mirarla—.Voy a por agua y a por toallas húmedas.
—Cassandra—dijo una voz a nuestras espaldas.
—¡Ane!—exclamó—. Trae un vaso de agua de la cocina. ¡Rápido!
Giré mi cabeza en su dirección y entonces la vi. Estaba de brazos cruzados y no parecía tener la intención de moverse ni un centímetro.
—¡Ane!
Cassandra se irguió y Ane comenzó a andar hacia nosotros. Lentamente. Sus ojos me fulminaron y un escalofrío me recorrió la columna.
—La tercera prueba ha finalizado—señaló la réplica de la rosa que le entregué a Nina sobre el mueble del fondo—. Su conexión con él se ha vuelto más fuerte, Cassandra. Ha llegado el momento de que Nina cumpla con su parte del trato.
No pude escuchar nada más, pues un fuerte pitido se instaló en mis oídos mientras mi visión se nublaba y la oscuridad lo ocupaba todo.
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