Capítulo 80

Eran las once y media de la noche y todavía no había sido capaz de moverme del escritorio. La luz de lámpara creaba sombras sobre el dibujo que tenía ante mis ojos: el retrato de Jared. En un principio había querido traer a mí algún recuerdo del pasado, sin importar cómo podría afectarme. Ese era mi único deseo antes de comenzar a hacerlo. Sin embargo, todo cambió cuando su rostro surgió en el papel.

¿Qué debía hacer?

Mi mente era como una madeja enredada. Mil pensamientos se entrelazaban en mi cabeza, pero ninguno parecía tener un fin. Desconocía el motivo por el que lo había dibujado y pensar en Kai sólo me hacía sentir más frustrada al comprender que hacerle cambiar de opinión sería una tarea muy complicada. Por si no había tenido suficiente, empecé a visualizar la reacción de Rina y Gwen al descubrir que Jared no sólo me había estado ayudando a superar las pruebas, sino que también había hecho un trato con él sin saber lo que me pediría a cambio. Si tenía en cuenta que la pareja de Rina había sido un ángel de la muerte que conocía a Jared, cabía la posibilidad de que su reacción no fuera muy mala, pero Gwen...no podía saberlo con certeza. 

El hecho de que la tercera prueba fuese al día siguiente no hizo más que aumentar los nervios en mi estómago y hacerme sentir inquieta. Todavía no sabía quién sería mi compañera en la prueba de Adivinación y no podía ocultar mis ganas por descubrir qué secretos escondía una de ellas. También cabía la posibilidad de que fuera algo insignificante, pero ¿y si era muy importante?

Puede que me revelase algo que, de alguna forma, me permitiese avanzar

Gwen, Cora, Moira, Cleo, Phoebe. Una de ellas sería mi compañera. Ella me leería a mí y yo a ella. Todas estábamos ocultando secretos y con el tiempo había aprendido que aquellos que parecían cercanos, se podían convertir en desconocidos de la noche a la mañana y a la inversa. Cassandra había pasado de ser mi madre a ser quién lo organizó todo para llevarme a la Academia. Ane pasó de ser mi mejor amiga a una persona que posiblemente se había acercado a mí por obligación. Rina y Gwen dejaron de ser desconocidas para ser las únicas personas que me ayudaban dentro de esas cuatro paredes y Jared... él primero fue un supuesto enemigo que dejó de serlo para convertirse en mi aliado. 

Puede que ese fuera el motivo por el que me negaba a dejarlo ir.

Otra vez...

***

En algún punto de la noche mis ojos habían comenzado a cerrarse y fue entonces cuando decidí que era el momento de ponerle punto y final a ese día. La mañana había sido corta, pero intensa. Estaba agotada y aún así había permanecido con los ojos sobre el dibujo de Jared hasta que sentí que estaba cansada de verlo a través de un papel.

Necesitaba tocarlo. 

Sentir que estaba a mi lado.

Quería asegurarme de que no estaba sola.

Quería saber que cuando cerrase los ojos, él estaría esperándome al otro lado.

No me molesté en mirar la hora del reloj cuando me levanté de la silla y apagué la lámpara. Cogí una camiseta, unos pantalones, un par de botas negras y me senté sobre la cama. Levanté la almohada y observé la piedra que obtuve en la prueba inicial. Coloqué mis dedos sobre la fría y lisa superficie, sintiendo todo el poder que contenía en su interior. Después coloqué el broche de la media luna justo encima de mi corazón y me tumbé. Miré el techo y sentí una opresión en el pecho cuando recordé cómo brillaban las estrellas de mi habitación en una noche como esa. Me tapé hasta arriba y me abrecé a mí misma. Una sensación cálida recorrió todo mi cuerpo cuando mi mente se quedó en blanco y todo a mi alrededor se cubrió de negro. 

El cielo estrellado ocupó toda mi visión y la suave brisa de verano acarició mi rostro. Deseé poder permanecer así todo el tiempo que quisiera. Era el único momento del día en el que podía sentir que era yo la que controlaba la situación y no al revés. Escuché el sonido de unos pasos a mis espaldas y ni si quiera me inmuté, porque antes de que dijese una palabra, sabía que era él.

—¿Te importa si te hago compañía?

Su mera voz abrazó mi alma y ni si quiera me cuestioné el por qué. Simplemente me había cansado de preguntarme lo que pasaba y lo que dejaba de pasar. A veces era mejor dejar que las cosas fluyeran a tu alrededor, así que esa noche, empezaría haciendo eso. 

—Claro. Ven aquí. 

Giré la cabeza hacia él y lo miré, sólo para asegurarme de que sus ojos estaban puestos en mí. Una pequeña sonrisa curvó sus labios y cruzó los brazos sobre su pecho. Ambos sabíamos cómo había terminado la noche anterior, pero aún así, ninguno de los dos dijo nada al respecto. 

—¿Dónde me siento?

Aparté la mirada y la fijé en las estrellas. Sabía que lo estaba haciendo a propósito. Era su forma de romper el hielo y en parte, se lo agradecí.

—En el lugar que quieras.

—Dímelo tú. 

Escuché su risa y cerré los ojos un segundo.

—Aquí.

Mis labios temblaron y el tono de mi voz descendió cuando hablé y palmeé el suelo. Avanzó un par de pasos hasta que el mismo rostro que había dibujado unas horas atrás ocupó todo mi campo de visión.

—¿Aquí dónde?

Capté las motas doradas de sus ojos y quise verlas más de cerca.

—A mi lado.

Sonrió complacido y aparté la mirada sintiendo mis mejillas arder. Jared se tumbó y colocó su brazo detrás de mi cabeza. Alcé las rodillas y él estiró las piernas. Alineó su costado con el mío y el calor de su cuerpo se filtró a través de su camiseta. Aquel olor que lo caracterizaba me invadió y sentí su aliento sobre mi cuello cuando giró su cabeza hacia la mía. Comencé a sentir cosquillas en las puntas de mis dedos y llevé mis manos al centro de mi pecho para tratar de calmar mi acelerado corazón. 

—¿Por qué no dejas de pensar aunque sea por un segundo?

Llevé mis ojos hacia los suyos y casi dejé de respirar al comprender lo cerca que estábamos el uno del otro. No se trataba de una mera atracción. Lo que había comenzado como una ayuda mutua para salir de la Academia había terminado acercándome a él. Tanto que había sobrepasado mis propios límites. Mi regla había sido no hacer nada con nadie por quién no sintiera nada, así que si quería estar cerca de él, no pasaba nada. Si quería besarlo, estaba bien. El único problema era nuestra condición y el futuro incierto que no esperaba a los dos.

Su brazo rodeó mi hombro y me acercó más a él. Coloqué mis rodillas sobre sus piernas y giré mi costado en su dirección. Sus ojos oscuros me miraron y yo sentí que podría leerme fácilmente a través de ellos. 

—Abrázame.

Mi voz fue a penas un susurró y por un momento, pensé que no lo habría escuchado, pero un instante después, enterró mi cabeza en su pecho y colocó sus brazos a mi alrededor. Cerré los ojos y me perdí en el suave sonido de su corazón. Su mano se deslizó por mi espalda y yo agarré el dobladillo de su camiseta con una mano. 

—¿Cómo te encuentras después de...?

Después de lo anoche.

Después de descubrir que Cassandra no era quién pensabas.

—¿Perdida...?

Otra caricia sobre mi espalda me hizo apartarme y mirarlo directamente a los ojos. 

—¿Me ayudarás a encontrarme?

No dejó de mirarme mientras deslizó una de sus manos sobre mi mejilla derecha hasta acabar sobre la comisura de mis labios. Se inclinó hacia delante y cerré los ojos cuando sus labios se posaron sobre los míos, dejando una caricia tan suave como las que había dejado por toda mi espalda. 

—Empecemos por el principio. Te mostraré cómo conocí a Cassandra. 

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