Capítulo 79

—Sabes que sería incapaz de hacerle daño. Ni a ella, ni a nadie.

Las nubes ocultaron el sol. La estancia se volvió más oscura y el ambiente más tenso. Mi instinto me decía que era inocente, pero no tenía pruebas para corroborarlo, o al menos para confirmar que Morgan no lo había obligado a hacer algo en contra de su voluntad. 

—¿Había algo entre vosotros dos?

Titubeé al hacerle esa pregunta. Sentía que estaba invadiendo su privacidad.

—No—contestó rotundamente—. Estás malinterpretándolo todo.

—¿A qué esperas para explicármelo?—di un paso hacia él.

Kai frunció los labios y después, suspiró con fuerza.

—¿No viste a nadie mientras volvías a la fiesta?

—Creo que sabes de sobra que no tenía pensado hacerlo.

Capté su indirecta y aparté la mirada. 

—Estoy bastante confundida.

Y realmente lo estaba. Ruby nos había dejado de la noche a la mañana y ni si quiera estábamos totalmente seguros de lo que había sucedido, ya que sólo había una versión: la de Morgan. 

—Éramos amigos. Nada más.

—¿A qué te estabas refiriendo cuándo le dijiste que no era necesario que te be...que hiciera eso?

En ese momento, algo hico clic en mi cabeza. Un sólo beso bastaba para absorber nuestra energía. Pero, ¿por qué le había dicho que no era como los demás?, ¿qué lo hacía diferente?

—Un beso es algo especial entre dos personas. ¿Acaso tú se lo darías a cualquiera?

—¿Adónde quieres llegar con todo esto?—no oculté mi irritación—. ¿Por qué le dijiste que ellos no son como tú?

Kai cerró los ojos y usó una de sus manos para retirarse el pelo hacia atrás. 

—No me gustaba. Eso es todo—volvió a fijar sus ojos en mí y comprendí que había algo que trataba de ocultarme tras esas palabras. La verdad de por qué estábamos todo el tiempo juntos—. No iba a darle esperanzas a una chica por la que no sentía nada. 

—¿Y ya está?

Deseé que me dijera la verdad.

—Sí—rompió el contacto visual y recorrió la sala con la mirada—. Esa noche la noté diferente. Nunca antes había actuado así y desconozco el motivo.

Su voz adquirió el tono sosegado de siempre y pensé que era mi oportunidad para saber mejor  lo que sucedió entre los dos.

—Ruby mencionó algo sobre la fiesta. ¿Ellos...te dijeron algo cuando me fui?

Nuestras miradas volvieron a encontrarse y me di cuenta de que estaba pensando antes de hablar. 

—Sus comentarios no me afectan lo más mínimo. Estoy aquí par cumplir una misión y lo que suceda a mi alrededor me es indiferente. 

—¿Y cuál es exactamente esa misión?

—Protegerte y ayudarte a practicar para cada una de las pruebas.

Estuve a punto de decirle que su labor como protector finalizaba en el momento que Morgan entraba en escena. 

—¿Has pensado en lo que sucederá si llego hasta la última prueba?

—Optarás a convertirte en la siguiente Bruja Suprema.

—¿Crees que Morgan cederá su puesto tan fácilmente?

Kai entornó los ojos. Era consciente de que el tema del que estaba hablando era delicado, pero si no me arriesgaba, él nunca se detendría a analizar los actos de Morgan. ¿Por qué tenía una respuesta para todo?, ¿por qué la justificaba?

—¿Por qué haría esto entonces?—se acercó lentamente hasta que se colocó justo delante de mí—. Una de vosotras adquirirá sus poderes, ¿no te emociona pensarlo?

—No...—abrió los ojos cuando escuchó mi respuesta—. ¿Alguna vez te has planteado la posibilidad de que no supere todas las pruebas?—cerró la boca de golpe y su media sonrisa se desvaneció por completo—. Es algo que me acompaña de noche y de día. Mañana podría desaparecer y nunca volverías a verme. 

—Nina...

Movió una de sus manos con la intención de tocarme, pero me aparté antes de que eso sucediera.

—¿Todavía crees que Ruby murió por usar la magia negra?

—Nunca sabes quién puede jugar en tu contra. Por ese motivo estoy aquí. Para proteger...—levanté la mano y lo interrumpí.

—No Kai, tú no puedes protegerme. Nadie de aquí  puede hacerlo.

Sólo yo podía protegerme.

—Yo...—al tiempo que avanzó, retrocedí.

—Tú sólo sigues las órdenes de Morgan. Si en algún momento llego a ser un estorbo para ella, no habrá un mañana para mí.

—¿Por qué dices eso?

—Porque es la verdad—respondí tajantemente—.Sé sincero, ¿si ella te ordenase que acabaras conmigo, podrías negarte?

—Yo jamás...

Lo vi en sus ojos.

No se atrevería a traicionarla.

En ese instante, Kai cerró los ojos y se tambaleó, pero antes de que sus rodillas tocaran el suelo, coloqué mis brazos a su alrededor y lo ayudé a recuperar el equilibrio. 

—Perdona. Sólo estoy cansado...

Rodeó mis hombros y dejó caer su cabeza hacia el interior de mi cuello.

—Te ayudaré a sentarte, ¿vale?

Murmuró algo inteligible y comenzó a dar pequeños pasos hasta que lleguemos a unos de los sofás. Lo senté con cuidado y aunque no abrió los ojos en ningún momento, agarró mi muñeca cuando traté de apartarme.

—Lo siento—observé cómo se aferraba a mí y no pude evitar sentirme culpable por haberle hablado así—. No te pasará nada. No lo permitiré.

—Está bien—me incliné hacia delante y comencé a apartar su mano. A medida que las pruebas avanzaban de nivel, agotábamos más nuestras fuerzas, y en ese momento, era él quién apenas podía abrir los ojos—. Te dejaré descansar.

Coloqué la mano sobre su muñeca y cuando lo miré, observé que sus ojos estaban ligeramente enrojecidos. 

—Yo fui el causante de aquellas marcas en tu cuello, ¿verdad?

***

Estaba de nuevo en mi habitación, sentada sobre la misma silla de madera y mirando la primera página en blanco de "Hechizos para principiantes: Una guía para brujas nacientes", el libro que había tomado prestado de la biblioteca. Por mucho que tratase de evitar pensar en lo que había sucedido hacía unas horas, me resultó imposible. No conseguía hacer salir de mi cabeza ni la voz, ni los ojos atormentados de Kai. 

En realidad, no había sido capaz de darle una respuesta a su pregunta. No estaba segura de si se debía a que él había cerrado los ojos demasiado pronto o porque yo había tardado mucho tiempo en responder. 

Antes de irme, lo tumbé sobre el sofá y observé su respiración calmada. 

¿Podía confiar en él?

Estiré los dedos y fijé mis ojos sobre el papel.

Iba a recordar

—Lo siento—murmuré al colocar el carboncillo sobre la hoja—. Y bien, ¿qué quiero recordar?

Esa misma mañana había dibujado sin pensar si quiera en lo que hacía. Estaba nerviosa, pero no sabía por dónde empezar. Cerré los ojos y respiré despacio. Si me presionaba, no sacaría nada en claro. Dibujar era una forma más de traer de vuelta mis recuerdos, sólo que no me dolía tanto como cuando llegaban sin previo aviso.

Cuando abrí los ojos, miré a mi alrededor y observé los dos pétalos de la rosa en el fondo del jarrón. En menos de veinticuatro horas serían tres. 

Miré la hoja en blanco y mis dedos manchados a causa del carboncillo. En ese momento, sentí que quizás tenía que cambiar mi forma de pensar. Debía tratar de volver a hacerlo como la niña que fui. Algo en mi interior me decía que sólo de esa forma podría volver a encontrarme. 

—¿Podré...encontrarte?

La misma sensación que me había recorrido esa misma mañana pareció despertar y mi mano comenzó a moverse por sí sola. Con cada línea que trazaba, el ritmo de corazón aumentaba y me dejé llevar por las sensaciones que me invadían. El temor y la esperanza bailaban al compás mientras un rostro cobraba vida sobre el papel. 

Mirada afilada y pestañas alargadas, tanto que cuando cerraba los ojos, rozaban sus mejillas. 

Nariz recta y labios gruesos. 

Levanté el carboncillo y deslicé la yema de mis dedos sobre ellos para crear el sombreado. 

El pelo oscuro le caía sobre la frente y mientras lo dibujaba, sentí la necesidad de apartárselo como tantas veces había hecho. 

¿Debía dibujar la cicatriz de su pómulo?

No.

No quería volver a ver marcas sobre su piel.

Las borraría todas. 

Cuando terminé de dibujar el lunar que tenía bajo el labio, solté el carboncillo y pedí un deseo.

Encontrar un lápiz de color dorado que le hiciese justicia a sus ojos. 


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