Capítulo 78
Cerré los ojos e intenté buscar algún recuerdo sobre esa llave, ya que sabía que inicialmente la había visto la noche que soñé con nosotras dos. Ese mismo sueño se interrumpió por unos fuertes golpes contra la puerta y aunque en la vida real fue Gwen la que los provocó, nunca llegué a descubrir quién fue en el sueño. Lo que recordaba con claridad era la cara de terror que había visto reflejada tanto en Cassandra, como en mí. En el instante que vi la llave sobre su cuello, tuve la sensación de que era la primera vez que la veía, pero ya no estaba tan segura.
Si manipuló mis recuerdos con tanta facilidad, era muy probable que aquellos que había dejado estuvieran allí por un motivo, al igual que los que iban desbloqueándose con el paso de los días. Quizás pensó que de esa forma podría digerirlos con mayor facilidad, pero se olvidó de que una verdad a medias era peor que una mentira.
Me senté sobre la silla del escritorio y me crucé de brazos. Sin despegar los ojos del dibujo, comencé a ser consciente de que las respuestas a todas mis preguntas estaban justo delante de mí, pero que era incapaz de verlas. Me incliné hacia delante y coloqué ambas manos sobre el folio, estudiándolo en detalle. Mi mirada cayó sobre mis dedos manchados de carboncillo y una sensación extraña sacudió todo mi cuerpo.
Hasta que Jared no colocó el papel y el carboncillo en mis bolsillos y no los tuve delante, no sentí la necesidad de dibujar. Ni si quiera había sido capaz de reconocer mis propios bocetos en mi diario.
El recuerdo de lo que había estado haciendo Cassandra ocupó mi mente. Comprendí que por cada paso que daba, ella iba dos por delante y mis sentimientos estaban divididos. Por extraño que pareciese, me transmitía seguridad, pero a la vez, estaba inquieta. Ella debió trazar un plan perfecto antes de enviarme a la academia y Morgan pensaba que estaba muerta, así que eso era una ventaja. A pesar de que nadie sabía que Jared me estaba ayudando, no podía poner la mano en el fuego por ello.
Un escalofrío recorrió mi columna cuando pensé en la única persona que podía moverse a su antojo por los sueños de los demás.
Phoebe.
Desde el primer día que nos conocimos, no mostró ningún interés en mí porque no me veía como una amenaza. Sin embargo, al superar las primeras pruebas había demostrado que era tan válida como las demás y que cabía la posibilidad de que llegase hasta el final. Todas éramos conscientes de que nuestro destino estaba en manos de Morgan, pero ¿coincidíamos en que ella era la verdadera amenaza?
Gwen, Rina, Lilith, Jared y Cassandra pensaban lo mismo, pero ¿y el resto?
Kai... Kai siempre había tratado de justificar sus acciones y al resto de los chicos no los conocía lo suficiente, pero debían de creer que lo que hacía estaba bien. Además, ellos... necesitaban nuestra energía para poder desarrollar sus poderes y cada vez tenía más clara la línea que nos separaba, pero yo no sería la que lo obligaría a elegir un lado u otro.
Las acciones eran lo que justificaban a las personas, porque las palabras y las promesas se desvanecían con el tiempo hasta desaparecer por completo.
***
—Sólo practicaremos la adivinación una vez.
Era mediodía y estábamos en la biblioteca. Esa sería la última vez que podría entrar a sus recuerdos, ya que al día siguiente tendría que hacerlo con una de mis compañeras. Me sentía nerviosa por todo lo que se avecinada.
—Podemos hacerlo ahora y también por la tarde. Quizás no me canse demasiado.
—No—contesté rotundamente—. No voy a poner en riesgo tu salud.
Me miró durante unos segundos y relajó su expresión. Estaba frente a los grandes ventanales y la suave luz del sol aclaraba el azul de sus ojos.
¿Realmente sabía lo que Morgan estaba haciendo con nosotras y le parecía correcto?
Desde que había descubierto la verdad tras la necesidad de estar tanto tiempo juntos, comencé a pensar que su cercanía se debía a esa razón. Quería confiar en él, pero su fidelidad hacia Morgan me lo impedía.
—No te preocupes por mí. Estaré bien.
Dio un paso hacia mí y reprimí el impulso de retroceder. Tenía que fingir que todo estaba bien y que seguía siendo la misma de siempre. No podía dejarle ver tan claramente que dudaba de él.
—Tu vida tiene tanto valor como la mía—sonreí brevemente—. Prefiero que practiquemos una vez y que después descanses.
—¿Qué harás el resto del día?
Busqué una respuesta que darle y miré a mi alrededor.
—Podría coger prestado un libro. ¿Sabes si está permitido?
—No veo por qué no. Siempre que lo devuelvas—se acercó un poco más y seguí sin moverme—. Morgan no lo notará. A penas viene por aquí.
¿Podría coger ese libro?
No. Era demasiado arriesgado.
—Genial—traté de sonar entusiasmada—. Buscaré uno cuando hayamos terminado.
Asintió y sonrió.
—Gracias por preocuparte por mí.
Cuando volvía a mirarlo, su rostro estaba más serio que antes.
—Tú harías lo mismo—respondí—. ¿Empezamos?
—Cuando quieras.
Entrelacé los dedos, sintiendo los nervios que comenzaban a recorrer todo mi cuerpo y di un paso hacia él.
—Elige una cicatriz.
—Esta vez serás tú quién lo haga.
Me sorprendió su respuesta y abrí los ojos de par en par.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Quizás debía darle la oportunidad de demostrarme que estaba equivocada.
—¿Te importa si toco esa pequeña herida que tienes en la mejilla izquierda?
Parecía reciente y fue la primera que observé a simple vista. Se llevó una mano a la misma y después habló.
—No quiero que llegues a conclusiones precipitadas con lo que vas a ver.
—Yo no...
Levantó la mano y meneó la cabeza.
—Dame la oportunidad de explicártelo después.
Lo miré confundida.
—Prométemelo.
Tendió la mano hacia mí. Llevé mis ojos hacia ella y después de vuelta a él.
—Kai...
—Por favor.
Dudé varios segundos antes de decidir qué debía hacer. No podía negar mi curiosidad, así que finalmente terminé estrechándole la mano, a pesar de que un escalofrío recorrió mi columna cuando lo hice.
—Te lo prometo.
—Gracias—susurró.
—¿Estás listo?
Solté mi mano y lo miré fijamente.
—Sí.
Di un paso hacia él y alcé mi mano. Sus ojos se posaron en ella y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba temblando.
—Tranquila.
Inspiré y espiré con calma. Rocé su cicatriz con la yema de los dedos y cerré los ojos antes de recitar el hechizo.
—"Sicut liber, indica mihi fabulam tuam. Nulla sunt secreta inter nos, nunc mihi crede" (como un libro, cuéntame tu historia. No hay secretos entre nosotros, ahora puedes confiar en mí).
Cuando los abrí de nuevo, él tenía la cabeza inclinada hacia a atrás y sus labios se movían mientras murmuraba. Un segundo después, el mundo a mi alrededor pareció tambalearse y todo se volvió borroso. Comencé a escuchar unas voces en la lejanía, pero no fui capaz de reconocerlas.
—¿Se puede saber adonde vas con tanta prisa?
Giré sobre mis talones y distinguí dos sombras que se acercaban por el pasillo. Parpadeé varias veces y me froté los ojos con la esperanza de que mi visión se aclarase.
—Vuelve a la fiesta.
Ambas figuras pasaron delante de mí y antes de poder verlos, supe a quiénes pertenecían aquellas voces.
—¿Vas tras ella?
—Déjame solo, Ruby—Kai se detuvo y se giró hacia ella—. Por favor.
—Kai—ella avanzó y se colocó justo delante de él. Mi corazón se encogió cuando volví a verla. Vocalicé su nombre, pero de mi boca no salió ningún sonido. Ese recuerdo era el de su última noche—. No tengas en cuenta lo que han dicho. Ya sabes cómo son.
—No quiero hablar de ello.
—Te conozco. Sé que estas cosas te afectan.
Kai apretó los puños, afiló su mirada y negó con la cabeza.
—No hay nada que puedas hacer. Ni tú, ni nadie.
—Kai...—Ruby dio un paso más y cogió su mano—. Sabes que ella no...
—Para—Kai se deshizo de su agarre con un movimiento brusco—. Esto no es asunto tuyo.
Retrocedió y le dio la espalda. Agachó la cabeza y comenzó a andar en dirección a...
La biblioteca.
¡Yo estuve allí esa misma noche!
Colocó su mano sobre el pomo con la intención de abrir la puerta.
—Sabes que no puedes cruzar la línea.
Kai dejó caer la mano y se giró hacia ella.
—No te entrometas.
—Tú no eres así.
Ruby comenzó a acercarse lentamente.
—Tú tampoco.
El silencio se cernió sobre ellos y sentí que estaba ante dos personas que se conocían demasiado. ¿Qué estaba pasando?
De pronto, ella acortó la distancia que los separaba, colocó las manos en sus mejillas y lo besó en los labios.
—Ruby...—Kai posó ambas manos en sus hombros y la apartó con cuidado—. No es necesario que hagas esto.
Ella se inclinó con la intención de volver a besarlo, pero Kai la detuvo antes de tiempo. Sin embargo, al hacerlo, los dedos de Ruby se deslizaron por su mejilla y lo arañó justo en ese punto. Así fue cómo se hizo la cicatriz.
—Lo siento—el rostro de Ruby se contorsionó y apartó la mirada avergonzada—. No sé en qué estaba pensando.
—No vuelvas a intentar hacer eso—su tono era de advertencia. Sus ojos la miraron con atención—. Ellos no son como yo.
Ruby comenzó a gimotear y él frunció los labios.
—Será mejor que descanses. Es tarde y en tu habitación estarás más segura que entre estos pasillos.
Dicho eso, comenzó a alejarse y Ruby se quedó sola. Quise acercarme a ella, pero cuando traté de hacerlo, mis pies me lo impidieron. Parecía que se habían quedado anclados al suelo y cuando alcé la vista, no fui capaz de distinguir nada. Cerré los ojos con fuerza ante el mareo que sentí y al abrirlos, estaba de nuevo en la biblioteca. Aparté la mano que tenía colocada contra la mejilla de Kai y di un paso hacia atrás. En ese momento, él alzó la cabeza, haciendo que nuestros ojos se encontraran.
Sentí que el aire se quedaba atascado en mi garganta. Kai se acercó y yo retrocedí.
—Me prometiste que escucharías mi explicación.
—Así es—me quedé quieta—. Me gustaría que empezaras explicándome por qué nunca me dijiste que fuiste de las últimas personas en verla con vida.
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