Capítulo 72

El tiempo pareció congelarse cuando las puertas de la biblioteca se cerraron a mis espaldas, dejándome a solas con Kai. Me sentía tensa ante su presencia y pensé que él acabaría dándose cuenta de todo. 

—¿Estás segura de que te encuentras bien?

Se colocó a mi lado y me miró preocupado. Me costaba creer que la forma en la que me había tratado hasta ese entonces fuese un medio para conseguir mi energía. 

—Sí. Ya te he dicho que ha sido un mareo. No te preocupes.

Mis ojos recorrieron la gran sala y deseé poder pasar el día leyendo en vez de practicando para la tercera prueba. Además, implicaba el contacto físico y saberlo sólo hacía que me sintiera más nerviosa. 

—¿Cómo no voy a preocuparme por ti?

—No es necesario. Estoy mucho mejor. 

Me mordí la lengua por querer preguntarle si realmente le importaba lo que me pasara o si era porque Morgan me necesitaba sana y salva para llevar a cabo su supuesto plan.

—¿De verdad?

Dio un paso más haciendo que su brazo rozase el mío. Estaba cerca, muy cerca, así que cuando retrocedí, casi tropecé de nuevo.

—¿Te importaría ir a la cocina y traerme una taza de té?—dije lo primero que se me ocurrió para poder salir de aquella situación y ponerle orden a mis pensamientos.

—Claro—se alejó unos pasos hacia atrás como si se hubiese dado cuenta de que yo había tratado de apartarme—. Te ayudará a sentir mejor. 

—Gracias.

Sonreí brevemente y él hizo lo mismo. Un instante después, abandonó la biblioteca y por fin pude respirar con calma. Entonces comencé a andar en dirección a la planta superior tratando de calmar el nudo de nervios que se arremolinaba en mi estómago. Cerré los ojos y suspiré con fuerza. Quería dejar a un lado los pensamientos negativos sobre Kai y centrarme en recordar todo lo que había estado hablando con Lilith. Las preguntas que me había hecho y las respuestas que me había dado me habían dejado por una parte confundida, y por otra parte aliviada. Confundida porque me había contado que en el pasado hice un trato con una persona a la que le ofrecí mi vida a cambio de la de otra persona y aliviada porque yo...no había sido la culpable de su muerte. Sin embargo, confirmé uno de mis mayores miedos. Ese niño de mis recuerdos se había ido para siempre.

¿Cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué?, ¿quién lo había apartado de mi lado?

Llegué hasta esa estantería e introduje la mano para alcanzar el libro con la cubierta marrón y con aquella estrella de cinco puntas dibujada en su portada. No podía a esperar al viernes por la noche. Necesitaba alguna respuesta más. No estaba buscando nada en concreto, pero aún así pensé que podría encontrar algo que me resultase útil. Sabía que no tenía mucho tiempo, así que me senté sobre el suelo y coloqué el libro sobre mi regazo. Sin poder evitarlo, mi mano tembló cuando pasé la primera hoja del libro que Lilith escribió. Morgan sabía de su existencia, pero ¿qué secretos quería mantener ocultos de ella para haber tenido que colocar un hechizo sobre el mismo?

Llegué a la mitad del libro y observé el dibujo de aquellos ojos verdes.

—La hija de una bruja y de un demonio. Eso es lo que soy.

Avancé un par de hojas hasta dar con una cuyo título llamó mi atención.

—Demonios y criaturas mágicas—leí en voz alta.

El dibujo de dos dragones entrelazados decoraba el centro e inconscientemente recordé el lugar en el que había visto una imagen similar. Las puntas de mis dedos hormiguearon al recordar cómo habían recorrido las líneas de los tatuajes de la espalda Jared.

—Abbadón.

Era la segunda vez que escuchaba el nombre de aquel demonio. Observé con cuidado su dibujo. Un esqueleto coronado con un águila en una de sus manos y una espada con dos flechas en la otra. En lugar de piernas, tenía una cola de escorpión y dos grandes alas similares a las de un murciélago cubrían su espalda. El texto decía que era uno de los demonios más temidos. La Biblia lo definía como un ser angelical y como el rey de un abismo donde pertenecían los muertos. Para la Torá (texto de las leyes del judaísmo) era el señor de un lugar de destrucción o reino de los muertos, mientras que en libro bíblico de Job aparecía como la muerte personificada. Además, el Cristianismo lo representaba como el máximo líder de los demonios de la séptima jerarquía del abismo.

—Él es el hijo de Lilith.

Cuando traté de deslizar la página observé que, en realidad, habían dos unidas, pero que a simple vista parecían una. Tras varios intentos fallidos, logré separarlas temiendo que pudiera dañarlas al hacerlo. 

Abrí los ojos de par en par cuando observé que alguien había escrito a lápiz en el revés de ambas hojas.

—De los cero a los dieciocho años—comencé a leer en voz baja—no mostró ningún sentimiento que no fuera la ira, el odio y la tristeza—la caligrafía era perfecta—. Creció en un ambiente rodeado de cariño y nunca careció de afecto. Sus hermanas y hermanos lo quisieron tanto como yo, su madre. Las personas se equivocaron cuando dijeron que los demonios no podían sentir. Quizás nunca nos hayan oído llorar. Si nadie escuchó mi llanto cuando Dios me expulsó del Edén por no querer yacer con un hombre que ni si quiera me amaba, ¿por qué me escucharían cuando cada bebé que di a luz nació sin vida? Quizás no nos hayan visto reír o amar y es por eso que jamás podrán comprender cómo me siento cada vez que ellos me dicen que me quieren o cuando acuden a mi porque algo les atormenta. He visto humanos matar demonios por placer. Sentir para ellos está sobrevalorado, por lo que optan por esconder sus emociones creyendo que son su fuente de debilidad. A diferencia de esas personas, mi pequeño Abby nunca fue capaz de fingir algo que no sentía. Cuando cumplió su mayoría de edad entendió el verdadero significado del amor—sentía que estaba leyendo algo demasiado íntimo—. He vivido muchos años y he tenido muchos sueños. Fundar una academia donde todo tipo de criaturas mágicas pudiera vivir en paz y tranquilidad era uno de ellos. Su nombre sería Academia MON, Maestros de la Oscuridad y la Noche. 

Estaba ansiosa por leerlo todo. 

—Los hijos e hijas de demonios y brujas, puros y mixtos, me permitieron hacer mi sueño realidad. Un día de primavera, la Gran Bruja Suprema me visitó para encomendarme la honorable tarea de crear siete pruebas que decidieran quién sustituiría su lugar. Lo más común es que ese poder pase de madres a hijas, pero siempre hay una excepción. Por ese motivo, reuní a todas mis brujas y realicé una prueba inicial en la que tuvieran que hacer frente a sus miedos para demostrarme quién estaría al nivel de ser la próxima suprema. Sólo siete fueron capaces de superarla—terminé de leer una página y pasé a la siguiente, pero a diferencia de la anterior, ésta comenzaba con siete imágenes.

Mi corazón se aceleró cuando reconocí más de un rostro. 

—Flora Turner, Taira Lewis, Cassandra Jones, Morgana Brown, Morgan Wood, Hanon Wood e Iria Smith—mi mano comenzó temblar cuando me di cuenta de dos cosas. Una era que Morgan y Hanon debían de ser hermanas por la cantidad de similitudes entre ellas. Las diferenciaba el color de ojos y que Hanon parecía más risueña, pero a excepción de ese detalle, eran como dos gotas de agua. El otro aspecto que captó mi atención fue la fotografía de la última chica, Iria. Esos ojos verdes y ese pelo negro. Me había acostumbrado demasiado a ellos—. Mamá, soy igual que tú—deslicé mis dedos por su foto sintiendo que las lágrimas comenzaban a nublarme la visión y entonces escuché el crujir de las puertas en el piso inferior.

—¡Ya estoy aquí!

Miré su foto unos segundos más y leí un apunte al pie de la página. 

"La prueba inicial coincidió con el cumpleaños número dieciocho de mi pequeño Abby. Cuando llegó a la academia ese día y la vio, supo que ella se convertiría en su primer y único amor. Sin embargo, el destino consideró que había sido demasiado fácil y envió a un monstruo con apariencia de ángel para perturbar nuestras vidas.  Su objetivo era reducir todo y a todos a cenizas. Temo que ese sea el final que nos aguarde si nuestra única esperanza no es capaz de salvarnos".

—¿Dónde estás?

Cerré el libro de golpe y lo coloqué en la estantería.

—Te encontré—giré sobre mis talones y lo vi subiendo el último escalón con dos tazas humeantes es las manos—. ¿Qué hacías?

—Buscar algo interesante para leer.

—¿Todo va bien?—se colocó justo delante de mi y el olor dulce del cacao me invadió—. Ten, me habías pedido té pero creo que esto te sentará mejor.

Me tendió la taza y yo la cogí con cuidado. Me la llevé a los labios y le di un pequeño sorbo. 

—¿Practicamos abajo?

Asentí y él dio media vuelta. A pesar de que sentía mis manos calientes, el resto de mi cuerpo comenzó a temblar y no era a causa del frío. 

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