Capítulo 62

Todo se convirtió en un caos absoluto. Mis brazos rodearon el cuerpo de Phoebe mientras ésta caía hacia delante, evitando que se precipitase hacia aquel agujero negro sin fondo. Escuché los gritos de las demás chicas a mis espaldas cuando alguien me agarró por los hombros. Phoebe se había desmayado en mis brazos y parecía susurrar palabras que no lograba comprender. Miré hacia el frente y vi los cuerpos de los dos chicos levitando entre las tablas de madera.

—¿Está bien?—varios mechones de pelo rojizo se deslizaron por mi hombro.

—La he visto—dije sin apartar la mirada del cuerpo que tenía entre mis brazos y que parecía tan frágil—. Morgan ha hecho que las tablas de madera se muevan.

—No digas ni una palabra sobre esto—susurró Gwen—. Te ayudaré a levantarla.

—Suéltala—ordenó Morgan, colocándose detrás de nosotras—. Si no es capaz de superar una prueba tan ridícula como esta, no existe motivo por el cual tenga que estar aquí.

Tuve que morderme la lengua para no decirle lo que realmente estaba pensando. Aun así, me negué a colocarla sobre el frío suelo rocoso.

—Lo que ha tenido que hacer no tiene nada que ver con lo que hemos practicado.

—Hacer concilium con una, dos o tres personas a la vez. ¿Cuál es la diferencia?

—Andar sobre una tabla de madera...—notaba que mi corazón cada vez martilleaba contra mi pecho con más fuerza—. Es demasiado arriesgado.

—Deja de decir estupideces y levántate—me agarró del brazo y tiró de mí hacia arriba. Phoebe se deslizó por mi regazo justo en el momento que Gwen la atrapaba—. Son dos vidas las que estaban en juego. ¿Lo comprendes?—mi mirada se cruzó con la de Eric. Ambos estaban a salvo y el resto se aglomeraba a su alrededor. En ese momento, Kai se giró y sus ojos se encontraron con los míos—. Si no eres capaz de mantener a salvo a dos personas—siseó, haciendo más fuerte su agarre— ¿Cómo esperas mantener a salvo a la humanidad?—mi interior era una mezcla de furia y enfado—. Hace un momento me dijiste que no jugarías a ser Dios—afiló su mirada, haciendo que un escalofrío bajase por mi columna—. Entonces, ¿por qué le has salvado la vida?—siseó—. No la conoces de nada. Ni siquiera te trata bien. Ella te hubiese dejado morir.

—Yo no soy ella.

—Te aseguro que actuando de esta forma no vas a ganarte la buena fe de nadie—acercó mi rostro al suyo, tanto que me pareció ver pequeñas llamas de fuego en el interior de sus pupilas—. Todo el mundo espera que te des la vuelta para apuñalarte por la espalda, ¿o es que crees que yo soy la única que se ha dado cuenta de cómo has mejorado de la noche a la mañana?

El perfume dulzón de Morgan me estaba asfixiando y su mano cada vez ejercía más presión sobre mi brazo. No se oía ni una voz a nuestro alrededor y tampoco nadie trató de intervenir. Tal vez todos preferían mantenerse al margen y proteger sus propias vidas. De pronto, Morgan me soltó, me lanzó con fuerza contra el suelo y se giró hacia el resto.

—No vuelvas a hacerle la contraria—dijo Gwen mientras me ayudaba a incorporarme. Me miré las manos y observé que la piel se me había levantado al intentar amortiguar el golpe—. Te lo digo por experiencia.

—Lo tendré en cuenta—me giré hacia ella y miré a Phoebe—¿Se pondrá bien?—asintió en respuesta a mi pregunta.

—Sólo se ha desmayado.

—Kai, llévala a su habitación—le ordenó Morgan—. Mañana me reuniré con ella y aplicaré las sanciones que considere convenientes.

Observé que Gwen lo miraba con recelo, pero él no la miraba a ella, ni tampoco a Phoebe. Sus ojos estaban puestos en mí. El ambiente nublado hacía que sus ojos parecieran más fríos que de costumbre y traté de evitar el recuerdo que cruzó por mi mente cuando una de sus manos se posó en mi hombro.

—¿Estás bien?—preguntó con voz suave.

Su otra mano se dirigió hacia la muñeca de Phoebe y ante mi mirada atónita, le tomó el pulso. Me limité a asentir con la cabeza, ya que cuando mis ojos observaron las dos cicatrices cruzadas de sus delgadas muñecas fui incapaz de volver a articular una palabra. Kai se inclinó hacia delante y colocó a Phoebe entre sus brazos con cuidado.

***

Jared

Un segundo.

Ese fue el tiempo que transcurrió entre el momento en el que mis labios trataban de mantenerse pegados a los suyos temiendo que desapareciera de nuevo, hasta el instante en el que dejé de sentirla contra mi piel.

Un segundo y se esfumó como si nunca hubiese estado.

Me sentí aturdido. Ni siquiera me hizo una pregunta. Apenas la había dejado hablar.

Definitivamente no fueron los efectos del concilium. Cuando la besé por primera vez no quedaba rastro de su poder en mí, pero me moría por escucharla decir esas palabras. Al comprender que el frío también la atormentaba, quise hacerlo desaparecer para siempre.

Todavía era demasiado pronto para contarle la verdad.

Me llevé las manos a las sienes y las froté con suavidad.

—Si no fuera tan complicado—susurré mientras me apoyaba contra la columna de mármol.

No podía quedarme de brazos cruzados viendo que cada noche traía una herida nueva. Por mucho que hubiese tratado de esconderlas, vi las marcas en su cuello mientras exploraba esa zona y en el instante en el que las descubrí, deseé romperle los dedos a la persona que las había causado. No me importaba ni el por qué, ni el cómo, ni el cuándo. Dudé de sus compañeras, por lo que sólo me quedaban esos brujos y Morgan.

La maldita bruja farsante me tenía harto.

Abrí los ojos y observé que la luna incidía directamente sobre el invernadero improvisado en el que había estado trabajando todo el día. Como todo ese lugar formaba parte de sus recuerdos, me llevó una buena parte de la mañana encontrar el mármol, pero tuve la suerte de dar con un pequeño taller artesanal en el pueblo. El trabajo que conllevó construirlo no fue nada comparado a ver su reacción. Si cerraba los ojos podía ver la luz que irradiaba su mirada y cómo las comisuras de sus labios daban paso a una sonrisa que sacudía mi interior.

Me hacía sentir vivo.

Después de dejarla ver mis cicatrices fui consciente de que ya no había vuelta atrás.

¿Cómo había sido capaz de bajar tanto la guardia?

¿Devolverme el favor?

Yo le debía la vida, pero todavía no había reunido el valor suficiente para decírselo. En el fondo, seguía temiendo que reaccionase como aquella noche. Incidente, que por suerte, ella sólo recordaba como haber experimentado un episodio de sonambulismo.

¿Alguna vez pensaste que alguien podría querer a un monstruo como tú?

Cerré los ojos con fuerza cuando esa voz apareció en mi cabeza.

Esto es lo que pasa cuando no haces lo que te digo. No volveré a repetírtelo. No vuelvas a acercarte a ese lugar.

—¡Fuera de mi cabeza!—grité intentando acallarla.

Sentí una opresión en el pecho y me senté en el suelo.

—Esos recuerdos ya no me pertenecen—me recordé—. No volveré a ser un cobarde.

Pasaron minutos, quizás horas hasta que la tormenta en mi interior se calmó. Al día siguiente sería la segunda prueba, así que volvería a verla. Después de lo que había hecho con los cortes en mi espalda, sentí que no la merecía.

¿Por qué se compadecería de mí?

La había dejado acercarse demasiado.

De pronto, un grito me hizo detenerme en seco. ¿De dónde provenía?

—¡Suéltame!

Una voz infantil.

Me dirigí hacia los arbustos que se encontraban a veinte metros de mí, pero estaba tan oscuro que me costaba ver con claridad.

—¡No diré nada!—suplicó—¡Lo juro!

Cuando llegué allí, mi cuerpo se paralizó al ver la escena. Toda la luz de la luna que me había abandonado durante el trayecto parecía recogerse allí, justo en ese rincón.

¿Cómo, en un espacio tan pequeño, podían caber tantos cadáveres?

Reconocí los rostros contorsionados que pertenecían a las caras retratadas en los papeles que cubrían las paredes del pueblo. Por desgracia, no sólo los reconocí a ellos, sino que también lo hice con el niño que trataba de huir desesperado. Me alegré de que Nina no estuviera allí, porque su mejor amigo acababa de firmar su sentencia de muerte al descubrir la identidad del asesino.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top