Capítulo 6
En un abrir y cerrar de ojos, mi madre se había ido de casa, dejándome con la palabra en la boca. Puede que ella hubiese olvidado que era el aniversario de la muerte de Poe, pero no era lo mismo para mi. Todavía lo sentía muy reciente.
Miré su taza de café medio llena y me pregunté sobre cuál había sido el motivo que la había hecho reaccionar de esa forma tan extraña, haciéndola salir de casa en cuestión de segundos. Me terminé mi zumo mientras miraba por la ventana, observando las nubes que se deslizaban lentamente en el cielo y después recogí la mesa y fregué los cubiertos.
Era viernes y no tenía ningún plan, ya que Ane me había avisado de que ese fin de semana no iba a poder quedar porque estaba ayudando a su tía a cambiar unos muebles antiguos y pesados, así que me dispuse a limpiar la casa mientras escuchaba la radio con la esperanza de escuchar alguna noticia sobre el incidente del día anterior, pero nadie dijo nada y tampoco encontré ninguna noticia relacionada con el mismo cuando lo busqué en mi móvil.
Cuando terminé de limpiar el salón y la cocina, decidí volver a mi habitación, pero al pasar por el cuarto de mi madre, que se encontraba al otro lado del pasillo, me invadió la curiosidad. Retrocedí unos pasos y me coloqué delante de la puerta. En realidad, eran contadas las ocasiones en las que había entrado allí, pero después de todo, era algo normal. Ella era reservada, y aunque fuera su hija, no estaba bien entrar allí sin su permiso.
Pero...por una vez no pasaría nada. Sin embargo, cuando coloqué mi mano sobre el pomo, éste no cedió. La puerta estaba cerrada con llave.
¿Era una mera coincidencia?
Opté por no insistir, ya que no podía abrirla por arte de magia volví a mi habitación. Cuando llegué, me descalcé y dejé la puerta abierta. Abrí un poco la ventana y agradecí la suave brisa que se colaba y mecía ligeramente las cortinas. Encendí el ordenador portátil que tenía sobre el escritorio y me senté en la cama. Supuse que el día lo pasaría sola, ya que lo más probable era que mi madre volviese a llegar tarde a casa , por lo que debía empezar a buscar alguna película que me mantuviese entretenida, pero antes debía ponerme al día con algunos libros que tenía pendientes por leer.
Amaba leer. Los libros me habían ayudado a calmar y evadir mis pesadillas. Entré a uno de mis blogs favoritos sobre lectura y comencé a husmear entre títulos y autores, entre portadas y reseñas. Cada vez que hacía eso, mi lista de libros pendientes aumentaba.
Después de mirar algunos libros más, decidí que era hora de seguir con La caricia del Infierno, de Jennifer Armentrout, el segundo libro de mi trilogía favorita y cuando fui capaz de despegar los ojos de aquel maravilloso libro, el reloj marcaba casi las dos de la tarde. Tal y como pensé, mi madre no había llegado a casa. Como tampoco tenía demasiado apetito, decidí bajar a la cocina y prepararme algo rápido para comer.
Me tomé un sándwich y un vaso de agua y volví a mi habitación. Era hora de ver una película una de mis películas favoritas: Peter Pan. La gran aventura.
***
Cuando me desperté, hacía rato que había terminado. Recordaba ver la película hasta que Wendy fue golpeada por los niños perdidos que seguían las órdenes del hada Campanilla.
El reloj marcaba las 17:37. Miré por la ventana y comprendí que hacía un día maravilloso para dar un paseo. El cielo era de un azul muy claro y no había rastro de que pudiera formarse una tormenta, por lo que quedarse encerrada en casa el resto del día me parecía un plan totalmente aburrido.
Entonces, se me ocurrió una idea.
Tal y como pensaba, mi madre no había llegado todavía a casa, y seguramente no lo haría hasta tarde, por lo que si salía de casa, aunque fuera por un minuto, no lo sabría. Además, era el aniversario de la muerte de Poe y necesitaba ir a visitar el lugar en el que habíamos lanzado sus cenizas.
Únicamente saldría por una hora de casa, iría a la floristería, lanzaría la rosa al río y volvería. Mi madre no se enteraría y no se enfadaría conmigo. Además, no me había dicho por qué no debía salir de casa, así que me levanté de la cama y fui hacia el armario. Pasar el día entero en pijama era buen plan, pero necesitaba estirar las piernas . Como era verano y hacía calor, decidí ponerme un vestido sencillo de color violeta pálido, cogí mi móvil, algo de dinero y salí de casa.
Eran las 18:00 , así que tendría tiempo de sobra para volver y no ser descubierta. Me gustaba mucho el lugar donde vivíamos, en Salem es una ciudad ubicada en el condado de Essex del estado estadounidense de Massachusetts. ... también llamada Ciudad de las Brujas.
Me encantaba el ambiente de la ciudad, el olor del verano y caminar entre la gente. De pequeña siempre me preguntaba sobre los lugares a los que iban las personas con las que me cruzaba. Unos corrían, otros andaban ligeros y otros parecían que no querían volver a casa.
Ese día tendría que andar más rápido de lo habitual, por lo que me dirigí a toda prisa hacia la floristería que se encontraba a pocas manzanas de allí. La floristería de Tía Alma era una de mis favoritas. Su escaparate estaba cubierto por hermosas flores y plantas que eran cuidadas y mimadas todos los días por la dependienta. Alma era una mujer de unos sesenta años, bastante bajita y delgada, que amaba a sus plantas casi tanto como a su marido, el señor Connor, que rozaba los ochenta años y también el metro ochenta.
Tiré de la puerta al mismo tiempo que el olor a jazmín me daba la bienvenida.
—Buenas tardes, Tía Alma—le sonreí—.¿Cómo estás hoy?
—¡Oh! Nina, buenas tardes cielo. Yo estoy feliz de verte—me dirigió una sonrisa llena de cariño—.¿Cómo estás tú?—preguntó—.Llevaba tiempo sin verte.
—Bien y me alegro mucho—dije mientras me acercaba al mostrador—.Hace nada que terminaron los exámenes finales y por eso casi no he venido, pero ahora ya puedo tomarme un descanso antes de volver a clase.
—Seguro que te aceptarán en la universidad que quieras, eres inteligente y preciosa—su comentario me hizo sentir mejor—.Veamos, por la fecha que es, supongo que querrás una rosa blanca, ¿verdad?- afirmó mientras me miraba por encima de sus gafas.
—Exacto.
—Bueno, veamos cuál es la mejor y la cortaré para ti—dijo mientras se acercaba a un rosal que tenía cerca de la puerta de entrada—.Esta es perfecta—me giré al tiempo que oía el clic. Su pelo blanco y lacio le llegaba hasta los hombros y el delantal rosado envolvía su delgada cintura—.Te la envolveré en un momento.
Se dirigió hacia mí, regalándome una tierna sonrisa y colocó la rosa sobre el mostrador. Con toda la delicadeza del mundo, la envolvió en un plástico y colocó un pequeño lazo dorado.
—Aquí tienes cielo.
—Muchas gracias, Alma—dejé el dinero sobre el mostrador y cogí la rosa—. Volveré pronto.
Empujé la puerta y me alejé del olor tan envolvente de aquella tienda. Para ser esa hora del día, había bastante gente en la calle, pero teniendo en cuenta que era viernes y que la gente solía salir mucho por la noche, era normal el tráfico y el número de personas que se acumulaban en las aceras. Emprendí mi camino y me dirigí hacia South River.
Mientras caminaba por las calles de la ciudad y miraba las tiendas, me fijé en una niña pequeña que tenía una rabieta dentro de una tienda mientras señalaba a algo que claramente quería y que su madre se negaba a comprarle. Recordé los problemas para controlar mi irá de pequeña. Me enfadaba con facilidad y solía gritar cuando algo no me salía bien. Por esa razón, mi madre siempre insistía en que cuando no pudiese controlarme, debía sentarme, contar hasta tres y soltar el aire muy despacio, y así, poco a poco, mis ganas de explotar desaparecían y me calmaba.
Estaba tan absorta en mis pensamientos, que ni siquiera me di cuenta de que una persona venía directamente hacia mí y acabé chocándome con ella, o mejor dicho, con él, haciendo que la rosa que tenía en mis manos se cayera al suelo.
—Oh vaya, perdona—me apresuré a decir mientras me agachaba para recogerla.
—Cuidado—susurró con una suave.
Iba a contestarle, pero no tuve tiempo. Se agachó y puso su mano sobre la rosa. El tiempo volvió a pararse cuando nuestras manos se situaron a pocos milímetros y nuestros ojos se encontraron.
Era él.
Eran esos ojos oscuros.
Era el chico de la playa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top