Capítulo 53

La reunión en la Sala del Consejo fue a mediodía. No podía saber si Morgan sospechaba de mí y de mi relación con los ángeles de la muerte, así que ir allí era similar a entrar a un campo de minas. Alrededor de las diez de la mañana estaba sentada sobre la cama con las manos apoyadas en mi regazo. Me miré la muñeca derecha y deslicé el dedo índice sobre el tono morado que la cubría.

—¿Por qué no funciona conmigo?

Aunque me parecía injusto, me alegré de haber podido ayudarlo, a pesar de que no pude hacer nada para borrar el rastro de sus heridas más profundas. No podía pasar por alto el hecho de que accedió a mostrármelas. Tuvo que ser muy duro para él y ese fue uno de los tantos motivos por los que no le pregunté sobre cómo llegaron allí. Ambos guardábamos secretos y huíamos de un pasado, que en mi caso, estaba parcialmente oculto por un hechizo.

Deslicé las yemas de mis dedos por mis labios, recordando el beso fugaz que compartimos. ¿Por qué lo hice?, ¿fue porque me salvó o hubo algo más?

Cerré los ojos y recordé la discusión de los niños. Entendí la reacción de ella ante la negativa de su amigo de aceptar la verdad, aunque ninguno de los dos tenía culpa de nada. Nacer con esta condición no implicaba que por nuestra sangre corriese maldad pura. No todas pensábamos igual. Ellas no eran monstruos y tampoco asesinas.

Si lo que presenciaba en mis sueños formaba parte de mis recuerdos, ¿estuve allí realmente o era algo que mi madre compartió conmigo en algún momento y que olvidé tras el accidente?

Eso significaba que los asesinatos y las desapariciones sucedieron en realidad, así que tenía que averiguar qué sucedió y lo más importante, qué relación tenía conmigo.

Me levanté de la cama y comencé a andar por la habitación para tratar de organizar mis pensamientos. Desde que Morgan anunció que las pruebas se adelantarían, comencé a sentirme ansiosa. Puede que simplemente fuese la necesidad de que todo acabase cuanto antes, de que hubiera un final. Si conseguía que la magia fuera mi aliada, ese final... ¿sería feliz?

A Morgan no le gustaba jugar limpio. ¿Realmente cedería su puesto tan fácilmente?

Cuando pensaba en ello, la única respuesta que encontraba era un rotundo no. Tenía miedo de ella y de lo que podría hacernos. Si descubría mi trato con Jared, todo se acabaría y nadie podría salvarme. No sería capaz de salvarlos a todos ni de volver a ver a mi madre. Sería el fin. Sin embargo, no estaba sola y saber que Jared estaría a mi lado me daba fuerzas para no rendirme.

Recordé la forma en la que me abrazó mientras veíamos arder el invernadero y sentí un cosquilleo en el estómago, así que me puse en pie y me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba refrescarme. Quizás eso me ayudara aclarar mis pensamientos. Me lavé la cara y usé una toalla blanca para secármela. Cuando me miré en el espejo, me di cuenta de que mis ojos verdes parecían brillar. Sin ser realmente consciente de lo que hacía, levanté una mano y la dirigí hacia mi reflejo. Cerré los ojos y durante un instante, sentí la frialdad del vidrio, pero entonces, dejé de notarlo. Era como si mis dedos hubiesen atravesado el cristal y cuando abrí los ojos, me encontraba en una habitación donde una niña estaba tumbada sobre una cama.

Su pelo negro caía alrededor de su rostro, alborotado. Parecía inconsciente. Tenía las mejillas sonrojadas, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Esa niña era yo con apenas diez años. Miré a mi alrededor, aturdida y me pregunté qué estaba pasando. ¿Era una especie de sueño o alucinación ?

Entre esas cuatro paredes blancas había una ventana, así que me dirigí hacia ella con la esperanza de que me ayudara a ubicarme, pero lo único que vi fue un inmenso bosque y un cielo encapotado, por lo que me di la vuelta y me acerqué a la cama en la que descansaba. Tenía la respiración acelerada y cuando coloqué mi mano sobre su frente, me percaté de que estaba ardiendo.

En ese instante, mi yo de diez años comenzó a murmurar.

—Vete...—mi pequeño cuerpo tendido sobre la cama se sacudió—no pueden ve...verte—mi rostro se crispó y me agarré con fuerza a las sábanas blancas—conmigo—dos lágrimas rodaron por mis mejillas y entonces, grité—¡Vete o te matarán!

De pronto, dos personas irrumpieron en la habitación.

—¡Nina!—Cassandra colocó sus manos alrededor de mi pequeño cuerpo tembloroso—. Tienes que calmarte, cariño.

Morgana se acercó al borde de la cama y colocó sus manos sobre mi rostro. En cuestión de segundos, mi cuerpo se relajó y dejé de moverme.

—Ya está—susurró Cassandra mientras me acunaba—-. No dejaré que te pase nada.

—Sabes que esto no durará para siempre. Tarde o temprano la encontrará.

—Le juré a su madre que la mantendría a salvo y eso haré, aunque me cueste la vida.

Morgana apartó la mirada. Sabía que Cassandra estaba diciendo la verdad.

—No te recuerda, ¿verdad?

Cassandra colocó mi cuerpo sobre la cama y me arropó con cuidado.

—No recuerda nada—confesó mientras acariciaba mi rostro—. No sabe quién soy ni quién es ella.

Pasaron varios segundos hasta que una de las dos habló.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

—Sobrevivir—dijo Cassandra mientras comenzaba a apartarse—. Volveremos a ocultarnos en otra época y pasaremos desapercibidas entre la gente, como siempre hemos hecho.

—No hemos dejado de huir desde que nos fuimos de la academia.

—No podíamos quedarnos. Nadie estaba a salvo allí.

—Después de lo sucedido, no creo que Morgan...

—Ese no es motivo suficiente para hacer lo que ha hecho, Morgana.

Morgana apartó la mirada un instante y se cruzó de brazos.

Serás su madre a partir de este momento, Cassandra.

No podría...dijo mientras me miraba. No estoy preparada todavía.

Morgana se acercó a ella y colocó una mano sobre su hombro.

Has sido lo más parecido que ha tenido a una madre. Iria lo hubiese querido así.

Cuando pronunció el nombre de mi madre biológica, sentí un nudo en la garganta. Procesar todo lo que había escuchado me llevaría un tiempo. Cassandra dijo que no la recordaba, pero no qué o quién provocó el bloqueo en mi mente. En ese preciso momento, comprendí que mi estado tenía mucho que ver con aquel accidente que supuestamente detonó mi amnesia.

Díselo cuando despierte. Ella te creerá.

—Dejemos atrás esta vida—murmuró Cassandra¿Seguiremos estando juntas?

Morgana acortó la distancia entre ellas y la abrazó.

—Pase lo que pase.

Mi visión se nubló al escuchar sus últimas palabras y salí de esa especie de trance. Mi mano seguía colocada sobre el cristal y mis ojos estaban vidriosos. Había estado llorando, pues las lágrimas salpicaban el lavabo. Retrocedí y me senté en el suelo hasta quedar apoyada contra la puerta. Cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes.

Mi vida...fue una mentira desde el principio.

Yo era la niña de mis sueños, por eso eran mis recuerdos. La tristeza que experimenté cuando el invernadero se quemó, se debía a que allí pasé incontables horas. Me sentía bien en ese bosque porque lo conocía como la palma de mi mano. Ahora me faltaba recordar quién era, qué pasó ese día y qué le sucedió a aquel niño.

¿Seguiría vivo?

¿Se acordaría de mí?

Y Cassandra...¿estaría bien?

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