Capítulo 51
Cuando Jared me miró de nuevo, sentí un aleteo justo en el centro del pecho. Mentiría si dijera que, en ese momento, quería alejarme de él. La sensación de frío y soledad que me atormentaba de noche y de día desaparecía en momentos como ese. La forma en la que me sentía me gustaba, pero a la vez me aterraba porque temía volver a perderlo todo. No quería empezar de cero después de lo que había arriesgado pero tenía que empezar a ser valiente, a sentirme valiente, ya que quería salvarme, quería salvarlos a todos.
Lo que acaba de suceder había arrojado luz a mi camino, no solo por el hecho de que me había prometido que me ayudaría pasara lo que pasara, sino porque también le hice saber que continuaría luchando aunque lo hiciera sola. Por un instante, pensé que él lo aceptaría sin más y que simplemente dejaría de aparecer en mis sueños, a pesar de que una pequeña parte de mí se aferraba con fuerza a la idea de que no lo haría. Aunque eso no sucedió, una voz interior me recordó que él estaba haciendo eso por el trato que teníamos.
La segunda prueba sería pronto y necesitaba practicar, porque nunca antes había controlado el cuerpo y la mente de una persona. Aun así, tenía la esperanza de obtener los buenos resultados de la primera prueba que, sin la ayuda de Jared, no habrían sido posibles. También era consciente de que no tenía mucho tiempo, porque la amenaza sobre nuestras vidas era constante. Morgan admitió no tener nada que ver con la muerte de Ruby, sin embargo, había algo que no me dejaba tranquila y era que ella pareció tener algo importante que decirme esa noche y esa idea me carcomía. La noche de la primera prueba se comportó de una forma tan inusual que ni siquiera parecía ella, pero después, en la biblioteca, cuando descubrí el verdadero motivo por el cual podía manipular el libro de Las Siete Pruebas gracias a Rina, su repentina aparición con uno de los chicos fue la gota que colmó el vaso. A pesar de todo, por nada del mundo habría imaginado que conspiraba en nuestra contra usando magia negra y que eso sería la causa de su muerte.
Por otra parte, tenía que empezar a mover mis fichas en la academia si quería que mi plan funcionase, pero ¿realmente tenía un plan?
Sabía lo que quería y para asegurarme de que todo saliera bien, tenía que empezar con Gwen y Rina, porque ellas me ayudarían. En lo que se refería a Kai, a pesar de que sabía que su obligación era vigilar, informar a Morgan y mantenerse al margen, cada vez tenía más claro que ese no iba a ser su caso.
Bajé la vista hasta el lugar en el que descansaba mi mano derecha. Justo encima del corazón de Jared, el cual debería de estar latiendo como lo había hecho unos instantes atrás, pero no sentí nada a través de la tela de su sudadera. Noté que tensaba la mano que me rodeaba cuando me di cuenta. Una exclamación escapó de mis labios y busqué su mirada, pero me encontré con unos ojos negros vacios y apagados.
—¿Acaso crees que puedes salvarlos a todos?
Esa voz... ¿de dónde provenía? Estaba segura de que la había escuchado antes, pero ¿dónde?
—Siempre te he odiado, niña estúpida. Tú eres la causante de todos nuestros problemas.
Me resultaba tan familiar. Era la de una mujer, pero no podía reconocerla.
—Acabarán muriendo todas por tu culpa. No existe la salvación para un engendro como tú.
—Ey—la suave voz de Jared me hizo volver en sí—¿Estás bien?
—No puede ser—balbuceé mientras volvía a presionar la mano sobre su pecho y sentía el ritmo constante de su corazón.
—Escucha—comenzó a decir mientras colocaba su mano sobre la mía—. Te he prometido que te ayudaré y cumpliré con mi palabra.
—No me refiero a eso—susurré—. Tu corazón.
Seguíamos estando cerca. Demasiado cerca. Su mano sobre la mía, su brazo rodeándome y su respiración acariciando mi rostro. Sentía la calidez de su cuerpo contra el mío, pero unos segundos atrás, fue todo lo contrario.
—¿Mi corazón?
—No latía— mi voz tembló—. He dejado de sentirlo.
Noté que se tensó al escuchar mis palabras. Por un instante, una sombra oscureció sus facciones, pero un segundo después, le dio un ligero apretón a mi mano.
—No te preocupes. Estoy bien.
Se detuvo para colocar un mechón de pelo que me rozaba la nariz detrás de mi oreja y su caricia envió descargas eléctricas a todas las partes de mi cuerpo. Jared deslizó suavemente su mano por mi espalda y entonces, se apartó.
—¿Has recordado algo?
Luchando contra el nudo que se había apoderado de mi garganta, logré contestarle.
—He escuchado una voz.
—¿Qué clase de voz?
—Creo que era la de una mujer. Mientras ella hablaba, tú corazón no latía. Había un vacío en tu mirada.
—¿Recuerdas lo que te ha dicho?
—Que todos acabarían muriendo por mi culpa..
Un torrente de emociones cruzó por su rostro cuando esas palabras salieron de mi boca. Apartó la mirada un segundo, rompiendo el contacto visual, y la dirigió hacia un lado, intentando encontrar una respuesta razonable a lo que le acababa de decir. Suspiró y se pasó la mano por el pelo, alborotando los mechones oscuros que caían sobre su frente.
—Eso es lo que ellos decían—volvió a mirarme—. Las personas de mis pesadillas siempre repetían que yo era la culpable de todo.
—Pero has dicho que era la voz de una mujer, ¿verdad?
Asentí sintiendo que las lágrimas acudían a mis ojos con rapidez.
—Está bien. No te preocupes—dijo relajando su expresión—. No te fuerces a encontrar una respuesta ahora.
—¿Y si después es demasiado tarde?
—Nunca es demasiado tarde.
Acortó la distancia que nos separaba y posó su frente contra la mía. Su cálido aliento bailó sobre mis labios y los nervios en las puntas de mis dedos me hicieron cosquillas. No sabía qué hacer con las manos. Perdí el control sobre mí misma, así que me quedé quieta y cerré los ojos. Un instante después, sus manos se colocaron a ambos lados de mi cuello. Sus pulgares estaban en mi barbilla y las puntas de sus dedos, en el nacimiento de mi pelo. Suspiré al notar la presión de sus labios contra mi frente, pero no se detuvo ahí. Mis piernas flaquearon cuando besó uno de mis párpados y después el otro. Abrí los ojos y me encontré con su rostro a escasos milímetros del mío. El dorado de sus ojos vibraba. Si me inclinaba, sentiría de nuevo sus labios contra los míos.
Quería besarlo. Quería que él me besara.
Alcé mis manos temblorosas y las coloqué alrededor de sus muñecas, sin saber exactamente lo que hacer. Sin saber lo que él haría. Un jadeo se escapó de mis labios cuando colocó los suyos justo debajo de mi oreja. Besó esa zona sensible y trazó un camino con sus labios hasta llegar a mi clavícula. Entonces, sentí sus labios contra los míos durante una fracción de segundo. No fue un beso, fue una caricia. Cerré los ojos cuando volvió a acercarse a mi oído y susurró un par de palabras, erizando cada bello de mi cuerpo.
—Te besaré cuando me lo pidas. No haré nada que no quieras.
Volvió a mirarme y aunque hubiese intentado responderle, sabía que no podría. Si me hubiese soltado, me habría dado de bruces contra el suelo, porque en el momento en el que dijo eso, experimenté una sensación completamente desconocida para mí.Quería perderme en él y olvidarme de todo por un segundo.
—Algo se está quemando.
Retiré las manos de sus muñecas y él se movió hacia atrás, alejando sus manos de mi rostro. Me giré rápidamente y me sorprendí tanto que me llevé las manos a los labios:
—¡No!—exclamé al tiempo que me giraba por completo y saltaba los arbustos que nos separaban del invernadero.
—¡Detente, Nina!
Las llamas estaban devorando el invernadero. Las margaritas, los girasoles, las amapolas, los claveles, los rosales, el jacinto púrpura. El fuego estaba acabando con todo. Escuché un sonido ensordecedor a mi izquierda justo en el momento en el que mis ojos vieron cómo aquel banco de madera en el que lo había besado por primera vez, desaparecía entre las llamas. El cuerpo de Jared envolvió el mío con rapidez justo cuando una lluvia de cristales cayó a nuestro alrededor. Caímos de lado, pero su espalda se llevó todo el impacto. Escondió mi cabeza en su pecho y rodeó mi cabeza y mi espalda con sus brazos, asegurándose de que saliera lo menos herida posible.
Estaba sucediendo de nuevo. Una persona había resultado herida por mi culpa. Si me quedaba a su lado, lo haría sufrir. Lo pondría en peligro.
—¡Jared!—grité intentando zafarme de su agarre—¡Di algo, por favor!
Envolví su rostro con mis manos. Tenía los ojos cerrados y algunas magulladuras.
Comencé a apartar los oscuros cabellos que caían desordenados sobre su frente. Me estaba ahogando. Las lágrimas estaban comenzando a nublar mi vista. cuando sus ojos se abrieron lentamente y me miraron con una mezcla de alivio y asombro.
—¿Sabías que los ángeles de la muerte también salvamos vidas?
Sonrió y posó su cabeza en mi hombro.
—No vuelvas a hacerlo—lo envolví con mis brazos, apretándolo con fuerza-—. No vuelvas a ponerte en peligro por mí.
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