Capítulo 48

Eran las 22:30 de la noche cuando salí de mi apartamento. Si bien el agua caliente redujo la tensión de mis músculos, pensé tanto en ella que incluso me dolía más la cabeza que antes de entrar a la ducha. Merecía saber por qué Cassandra se hizo cargo de ella y cómo fue su vida antes de perder la memoria, pero decirle la verdad no era mi verdadero trabajo.

Yo era un Ángel de la Muerte y básicamente me dedicaba a acompañar las almas de las personas que habían muerto hacia el otro lado. Los siete lo éramos, aunque no todos nos convertimos al mismo tiempo. Al ser el primero del grupo en hacer esa transición, era como una especie de líder. Lo cierto era que estaba reemplazando al verdadero porque él... él no estaba en condiciones de hacerse cargo de todo.

El lazo que nos unía a los siete era una muerte injusta. Ninguno de nosotros vio una luz al final del camino, sino a un hombre vestido de negro y con una sonrisa escalofriante. Él nos ofreció algo que anhelábamos, la venganza, aunque yo lo consideré más como una segunda oportunidad para vivir, aunque tuviera que hacerlo sumido en la oscuridad.

En ocasiones, ayudarles a descansar en paz se convertía en una tarea verdaderamente complicada porque negarse implicaba quedarse atado a la vida terrenal. En esos casos, una minoría sería capaz de verlos, sentirlos e incluso oírlos, pero no podrían hacer nada por ellos. Con el paso del tiempo, las almas errantes se convertían en sombras y resultaban tan peligrosas que solo el Jefe podía hacerse cargo de ellas.

Hacía mi trabajo siguiendo una rutina, pero no por ello podía decir que no sintiera nada mientras lo hacía. Los Ángeles de la Muerte soñábamos únicamente cuando teníamos que conocer a la persona cuya alma debíamos salvar. El resto de los días, nuestros sueños eran un borrón de color negro. A pesar de que llevaba varios años haciéndolo, la sensación de opresión que se instalaba en mi corazón cuando debía cumplir con mi trabajo, me resultaba casi insoportable. Sin embargo, no era algo que le sucediese al resto y no lograba entender el motivo.

¿Por qué me dolía el corazón si hacía tiempo que había dejado de latir?

Shiro, el miembro más joven del grupo, se unió a los diecinueve años y decidió quedarse con su apariencia actual. Yo no morí a los veinte años, pero sí lucía como debería haberlo hecho. Convencer a Shiro de que se quedara con nosotros fue muy difícil, pero no iba a permitir que alguien tan puro como él se convirtiera en una sombra. Desde pequeños, él y su hermana melliza tuvieron que soportar los maltratos de un padre borracho. Nadie esperaba que un gran empresario martirizase a sus dos hijos después de que su esposa falleciera por un agresivo cáncer cuando ambos tenían cinco años. Una mañana, su hermana logró llamar a la policía antes de desmayarse y cuando llegaron al edificio en el que vivían, una multitud se había agolpado alrededor de los cuerpos inertes de Shiro y de su padre, que se habían precipitado desde el apartamento más alto. Su hermana estuvo inconsciente durante tres días y las pruebas revelaron el motivo detrás de la tragedia. Cuando Shiro llegó a su casa después de trabajar durante toda la noche, descubrió a su hermana acurrucada en un rincón, llorando y con marcas por todo su cuerpo. Ese desgraciado la había agredido sexualmente.

Permaneció todo el tiempo junto a ella. Se negaba a alejarse, así que le hice una promesa. Si avanzaba, su padre nunca saldría del hoyo en el que estaría atrapado por toda la eternidad y yo le dejaría despedirse de su hermana, pero tras escuchar mi oferta, fue él mismo el que me prometió que se iría de este mundo con ella Hasta entonces, sería como su Ángel de la Guarda.

Sion había sido el primer miembro del grupo y la depresión que arrastraba desde los 8 años después de años de maltrato psicológico por parte de sus padres, así como el divorcio de ambos, fue lo que lo mandó directo a nuestros brazos. La primera vez que lo conocí, quedé atrapado en sus ojos negros, y es que realmente pensé que así lo eran, pero con el tiempo descubrí sus motas azul oscuro, y que bajo una actitud seria y desafiante, se escondía una persona buena y bondadosa. Puede que tomara esa decisión precipitada con veinte años, pero por suerte, pudo encontrar el consuelo y la aceptación que durante tanto tiempo le habían sido negadas.

Sión cometió uno de los peores crímenes. Atentó contra su propia vida, así que tuvo que elegir entre o el limbo o la redención, aunque lo último implicaba convertirse en uno de nosotros. Tomar una decisión no le fue fácil, pero sanó sus heridas conociendo las historias de las personas que acompañaba al otro lado. También aprendió a valorar la vida y recuperó algo que le hacía sentir así, su perro Yuki, el cual formaba parte de nuestro equipo.

Jabel destacaba por su actitud positiva y su sonrisa constante. Era como una luz que nunca se apagaba. Las motas de color verde oscuro de sus ojos parecían cobrar vida cuando hacía algo que le gustaba, como comerse un helado de nata. Él vivió por y para su familia. Su hermano pequeño era lo que más apreciaba en el mundo y siempre hizo todo lo posible para que estuviera feliz y tuviese una buena vida. Es por eso que cuando un camión que conducía un señor borracho a 120km por hora en pleno centro de la ciudad se interpuso entre sus vidas, él decidió llevarse la peor parte para poder cuidarlo hasta el final de sus días.

Noah era sin lugar a dudas, el más maduro de los siete. Siempre tuvo un corazón muy noble y por eso no dudó en entregárselo a la chica de la que estuvo enamorado desde el jardín de infancia. Todo parecía ir bien. El día que se convirtió en Ángel de la Muerte tenían una cita en la parte alta de una de las tantas calas de la ciudad. Verían el atardecer y le confesaría sus sentimientos, pero un fatídico destino se interpuso en su camino cuando el exnovio obsesivo de ella los descubrió en medio de un beso. Lo que sería un nuevo comienzo, se convirtió en un final precipitado. El otro chico, cegado por los celos, lo empujó por un acantilado de veinte metros y nadie pudo hacer nada por salvar su vida.

Jay también tomó una mala decisión después de sufrir durante años los insultos y las agresiones de sus compañeros de instituto, algunos de los cuales se convirtieron en sus compañeros de trabajo. ¿Desde cuándo la orientación sexual de una persona era motivo de burla?

Él se enamoró del capitán del equipo de fútbol de su instituto y el chico en cuestión se llevaba la medalla de oro de la masculinidad. Por nada del mundo podía dejar que descubrieran que era homosexual, así que llevaron su relación en secreto hasta que Jay se cansó. Fue entonces cuando, herido por el orgullo, decidió exponer a Jae ante todos. Los rumores y las imágenes corrieron como la pólvora y en cuestión de días, todo el instituto lo sabía. Fueron años muy duros, así que cuando terminó ese infierno, decidió comenzar de cero, conoció a su alma gemela y empezó a trabajar como secretario en la oficina de uno de los bufetes de abogados más importantes de la ciudad. Sin embargo, un día se celebró un juicio entre dos adolescentes: la víctima, una chica de la que habían difundido vídeos e imágenes íntimas, y la agresora, que era la expareja de la misma.

El abogado de la agresora era el exnovio de Jay y claramente, perdieron el juicio. Tras el mismo, el desgraciado lo esperó en las escaleras de la entrada principal del edificio y se aseguró de que no hubiese nadie, pero Jay lo ignoró y el orgullo nubló sus pensamientos. En el juicio por el asesinato de Jay alegó que él mismo se había tropezado, pero las cámaras de seguridad demostraron lo contrario y ahora estaba pudriéndose en la cárcel, pero sin imaginarse lo que le esperaba al morir.

La vida de Theo tampoco fue fácil. Su familia tenía una granja a las afueras de la ciudad que les permitía subsistir, pero su padre murió de cáncer cuando él tenía ocho años y poco tiempo después, su madre contrajo la tuberculosis. La enfermedad de su padre se llevó hasta el último centavo que tenían, así que tuvo que cuidar a su madre en casa. Al final, la tuberculosis terminó llevándoselo a él antes que a su madre, así que cuando fui a recoger su alma, me pidió quedarse, pues su deseo era llevar a su madre de vuelta con su padre y cuando llegó el día, decidió formar parte de nuestro equipo, pues nada le hacía sentir más lleno que ver felices a los demás.

Éramos Ángeles de la Muerte, pero también personas. Reíamos y llorábamos, a pesar de que nuestro corazón no latiera. Conocíamos el dolor que podían sentir, porque nosotros mismos lo habíamos vivido. Podíamos esconder nuestras cicatrices por un tiempo, pero siempre volverían para recordarnos nuestra historia.

De todos los Ángeles de la Muerte que había conocido, sólo uno desobedeció al Jefe y lo hizo por algo tan simple como el amor. Él me lo enseñó todo y no sería quién soy gracias a él. Sus ojos completamente negros, su pelo rojizo oscuro y su metro noventa resultaban intimidante, pero no lo era en absoluto. Kieran se sacrificó por un amor imposible y ese fue el principio de su fin. Desobedeció al Jefe una única vez y no pudo hacerlo una segunda.

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