Capítulo 44

—¿Lo que ha dicho Cleo tiene alguna relación con esa carta?

Carta cuyo significado desconocía completamente.

—¿De qué estáis hablando?

Gwen me miró frunciendo el ceño.

—La carta a la que te refieres está conectada con tu destino.

—¿En qué sentido?

Gwen me miró fijamente, chasqueó los dedos y relajó los hombros.

—¡¿Pero qué!?

Kai más bien parecía una estatua en ese momento. Sus ojos estaban completamente abiertos y sus labios entreabiertos, como si estuviera a punto de decir algo.

—Tranquila—dijo Gwen con total tranquilidad—. Durará hasta que vuelva a chasquear los dedos.

—¿Por qué lo has hecho?

—Escúchame bien—se acercó a mí y comenzó a hablar en voz baja—-. Todas sabemos que los chicos están aquí para informar a Morgan de todo lo que sucede. Recuerda que no dejan de ser sus ojos e intenta no hablar de nada que pueda ponerte o ponernos en peligro.

—Está bien—dije siendo consciente de la realidad. No podía arriesgarme a que otros pagaran por mis errores.

Dicho eso, alargó la mano y chasqueó los dedos frente a Kai.

—Genial—dijo Gwen—. Nos vemos en la Sala del Consejo.

Gwen comenzó a alejarse, dejándome a solas con Kai.

—¿Estás bien?—dijo con voz suave.

—No lo sé—admití—. No asimilo lo que ha pasado. ¿Sabes qué le ha pasado?

Al hablar, sentí un nudo en la garganta.

—No—contestó tajantemente, pero no fue capaz de sostenerme la mirada.

***

Mi mirada se dirigió a la rosa que descansaba en el jarrón. Me acerqué a ella y descubrí que un pétalo se había desprendido de los demás y que yacía en el fondo. Todavía me quedaban veinte minutos para ver a Morgan, pero una sensación de malestar estaba empezando a neutralizar mis sentidos. Abrí la puerta del aseo y entré. En el instante que vi mis ojos en el reflejo del espejo, mi mente se nubló al tratar de traer de vuelta un recuerdo. Era de la noche que me trajeron a la academia.

Perdí el equilibrio y me caí de rodillas cuando el pitido en mis oídos se volvió insoportable. Las imágenes comenzaban a cobrar vida y el aire me quemó la garganta. Parecía estar respirando humo, pero eso no era posible. Con los brazos temblorosos, comencé a arrastrarme hacia la ducha. Una extraña sensación de calor invadió mi cuerpo a medida que los recuerdos se volvían más claros.

Toqué el borde de la ducha y tanteé en busca del grifo. Abrí los ojos, pero vi borroso. Finalmente lo encontré y lo giré hacia la derecha. Un segundo después, el agua fría cayó con fuerza y me impulsé con las manos para colocarme bajo del chorro. Mi cuerpo reaccionó ante el cambio de temperatura y contuve el aire con una bocanada, pero agradecí la sensación refrescante que estaba aplacando la lava que parecía correr por mis venas.

La voz de Cassiel resonó en mis oídos y cuando recordé lo que le hizo a mi madre, sentí ganas de vomitar. Mi cuerpo entero tembló y las lágrimas cálidas se mezclaron con el agua helada. El sonido de las gotas contra el suelo se mezcló con mis sollozos y la sensación de culpa volvió a golpearme como otras tantas veces había hecho.

Sin embargo, recordé cuánto poder se escondía en mi interior porque aquella noche no pude contenerme. Lo vi todo. Vi el rostro de Jared justo antes de que todo explotara. Sus ojos reflejaban lo que tantas veces habían visto.

La muerte.

Yo maté a Cassiel.

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