Capítulo 34
—Nunca es fácil acompañar a las personas hacia el otro lado—dijo con el rostro completamente serio—.Normalmente desconocen la causa de su muerte. Están—hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas—en trance, pero a veces se niegan a aceptar que ya no pertenecen a este mundo y que su vida aquí ha terminado.
Cada palabra de Jared hacía que mi corazón se encogiera. Que hubiese decidido abrirse a mí de esa forma me conmovió.
—¿Qué sucede si se niegan?
Era consciente de lo increíblemente cerca que estábamos. Sus ojos no se apartaron de los míos ni por un segundo, pero la crudeza de sus palabras me hacía temblar como su tuviera frío.
—No es lo común—dijo tras varios segundos. Nunca antes lo había visto hablar de esa forma y por un instante sentí que ese era su verdadero yo—. Su destino está escrito desde el día en el que nacen. Su principio y su final. Pueden intentar huir de él, pero siempre acaba encontrándolos—agachó la cabeza y dos suaves mechones de pelo negro se deslizaron por su frente. Los dedos me cosquillearon, deseando apartarlos—. Negarse es sentenciarse a vagar como un alma en pena durante toda la eternidad. La razón de nuestra existencia es muy simple. Evitar que eso suceda.
—No tenía ni idea.
Una suave risa trepó por su garganta.
—No tenías por qué saberlo.
Entrelazó sus dedos y se inclinó hacia atrás. Volvió a mirarme y otra vez sentí ese pequeño pinchazo en el pecho. ¿Era su voz?, ¿era el trasfondo de su mirada?, ¿por qué sentía el impulso de abrazarlo de nuevo? Nada de eso parecía tener sentido.
—¿Sabes qué es lo peor de acompañar a un niño al otro lado?
Mis labios se separaron con la intención de decir algo, pero mi voz no fue lo suficientemente valiente para hablar. No tenía una respuesta para su pregunta.
—Nunca se niegan a ir contigo. Aceptan su destino mejor que los adultos. Son almas puras e inocentes.
Sin pensarlo dos veces, coloqué mi mano sobre las suyas y le di un ligero apretón. Él me devolvió una mirada amarga. Estaba afligido. Respiró pesadamente y continuó hablando.
—Cuando me desperté ese día, sentí un dolor justo aquí—alzó una de sus manos y la colocó sobre su pecho. Encima del corazón—. Es lo que sentimos cuando tenemos que...cumplir con nuestro trabajo.
En mi mente recreé la escena de la primera vez que lo vi. Parecía despreocupado. Un chico normal y corriente. Jamás me hubiese imaginado el motivo por el que realmente estaba allí.
—No sabía que estarías allí—confesó—. Aunque era consciente de que lo verías todo, no podía hacer nada por evitarlo.
Entonces, todo se redujo a una mera casualidad. Él no estaba allí por mí, sino por aquel niño que fue arrebatado de los brazos de su madre antes de que ella pudiese reaccionar.
—No sufrió—desvió su mirada hasta el lugar en el que mi mano descansaba sobre la suya—. Sintió tristeza al dejar a su madre atrás, pero sabía que volvería a verla algún día. Le prometí que yo la llevaría de vuelta con él—hizo una pausa para respirar lentamente—. Ahora está en paz.
Mis lágrimas comenzaron a brotar por sí solas. Me sentí mal por haberlo presionado para que me lo contase. Me sentí culpable por haberme comportado como una egoísta. Olvidé el hecho de que era un ser humano con sentimientos. Ser un ángel de la muerte no lo convertía en alguien como Morgan.
—Lo siento—fue todo lo que alcancé a decir.
—Todo lo que hago. Todo lo que soy—me miró y entonces sentí que algo se rompía dentro de él—¿No me convierte en un monstruo?
Después de lo que me había contado, eso era lo último qué podía pensar de él.
—Haces el bien, Jared—mi voz amenazaba con romperse en cualquier segundo.
Sus ojos oscuros parecían afligidos. Levantó su mano y limpió mis lágrimas con su pulgar.
—Deberías odiarme por lo que hago.
Odiar era una palabra muy fuerte, y no, no era eso lo que estaba sintiendo en ese momento. Hubo algo en él que se activó esa noche. ¿Por qué impidió que me fuera? Estaba segura de que podría apañárselas por otro lado si quería información sobre Morgan. ¿Por qué no entraba en los sueños de mis compañeras?
La forma en la que se había abierto conmigo también desencadenó algo dentro de mí, aunque no sabía muy bien qué hacer con ello. Estaba siendo sincero. Por primera vez, y por sorprendente que me pareciese, me mostró su realidad. Mi vida no era fácil, pero la suya tampoco. Cuando vi el dolor en sus ojos, deseé...deseé que desapareciera.
—Te equivocas.
Acunó mi rostro durante unos segundos y frunció los labios. Había dejado de llorar, pero cuando alejó su mano y se llevó esa cálida sensación con él, quise volver en el tiempo. ¿Por qué me sentía así?, ¿por qué parecía estar empeñada en cruzar una línea que yo misma había trazado?
—No soy una buena persona—dijo con voz ronca—. Sólo dejo dolor y muerte a mi paso.
—Tu trabajo no te convierte en una mala persona. Al contrario. Sin ti no podrían estar en paz.
El tiempo pareció detenerse a nuestro alrededor. Mi corazón latía con tanta fuerza que temí que lo escuchara si se acercaba un poco más.
—¿Nunca has sentido miedo cuando has estado conmigo?—habló con el rostro completamente en serio—. ¿No me odias después de saber que soy el culpable de que estés aquí?
Sentía muchas cosas, pero no miedo ni odio. Me debatí entre seguir la voz de mi cabeza o la de mi corazón para responder a sus preguntas.
—No es eso lo que siento cuando estoy contigo.
Sus labios se entreabrieron como si quisiera decir algo, pero en lugar de hablar, se inclinó hacia delante. No me moví, pero sí cerré los ojos por un instante.
—Sería yo el que tendría que pedirte perdón, aunque no lo merezco. No te merezco—eso último lo dijo en un tono tan bajo que incluso me pregunté si lo había escuchado bien. Entonces, sus labios rozaron mi mejilla y un jadeo entrecortado trepó por mi garganta. El calor que se inició en el punto exacto en el que se posaron sus labios se extendió por todo mi cuerpo. Abrí los ojos y me encontré su rostro alineado con el mío. Su boca estaba a escasos centímetros de la mía y su mirada...simplemente me hizo olvidarme de cómo respirar.
Cerré los ojos y actué por impulso, haciendo caso omiso de la voz que me gritaba que no cruzara esa línea. Era peligroso para los dos, pero no me importó. Quería sentir su calidez y quería sentirla de verdad, así que cuando acorté la distancia y rocé mis labios contra los suyos, miles de descargas eléctricas sacudieron todas las células de mi cuerpo. Sus labios se sintieron increíblemente suaves. Nunca antes había besado a un chico, pero pronto esa sensación que pareció elevarme al cielo, se disipó. Jared no se movió, por lo que me aparté rápidamente.
—Lo siento—evité su mirada—.Olvida lo que acabo de...
Jared no me dejó terminar la frase. Colocó su mano en mi nuca y me atrajo hacia él. Sus labios acariciaron los míos, primero fue un pequeño roce, pero después...Después me abrazó con fuerza y profundizó el beso. Y yo...simplemente dejé de pensar.
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