Capítulo 32
—¿No vas a decirme nada?—preguntó mientras comenzaba a inclinarse hacia mí.
Mi primer instinto fue retroceder y alejarme de él, pero no me moví y le sostuve la mirada. No me había olvidado de lo que sucedió la última vez que nos vimos, así que cuando nuestros ojos encontraron, observé la mezcla de curiosidad y asombro que teñían los suyos. ¿Fue ese casi beso o el descubrir que no me imaginé nada en la playa lo que provocó que mi corazón martillease con fuerza contra mis costillas?
—¿No debería ser yo quién te hiciera esa pregunta?—repliqué en tono seco. Su expresión cambió. La sonrisa que tiraba de sus labios desapareció y su rostro se volvió serio—.Tenemos que hablar.
—De nada—suspiró.
Sus manos abandonaron mi espalda y dio un paso hacia atrás. Dejé de sentir el calor de su cuerpo contra el mío y a una parte de mí no le gustó esa sensación. Jared se cruzó de brazos y desvió la mirada por un segundo antes de volver a fijar sus ojos es mí. Respiré hondo para tratar de ocultar los nervios que me recorrían de la cabeza a los pies. Sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo.
—Gracias por... ayudarme a superar la primera prueba—hablé con calma. No podía negar el hecho de que sin su ayuda, el resultado de la misma hubiera podido ser completamente diferente.
—¿Y ya está?—sus ojos parecieron brillar en la oscuridad—. ¿Esa es tu forma de agradecérmelo? Yo estaba pensando en algo como—hizo una pausa y acortó la distancia entre nosotros. Su olor me envolvió y mantuve una lucha interna entre si debía apartarme o no. No lo hice— terminar lo que empezamos.
Me habló al oído y su voz fue apenas un susurro. Su aliento me hizo cosquillas, provocando que toda la piel de mi cuerpo se erizase en respuesta. Alcé las manos y las coloqué sobre su pecho. Su corazón latió con fuerza contra mi palma.
—Ambos sabemos el motivo por el que estoy aquí—se inclinó hacia atrás para mirarme mejor y alzó su mano—.Necesito hablar de lo que sucedió esa noche—mis labios temblaron cuando recorrió la línea de mi mandíbula con sus dedos y se detuvo en mi barbilla, obligándome a mirarlo—. Necesito saber quién eres para poder confiar en ti.
Jared asintió lentamente y sostuvo mi rostro varios segundos más antes de volver a separarse.
—Sabes lo que soy—dijo en un tono carente de emoción.
—Sí, pero quiero saber quién eres y qué hacías ese día en la playa.
Rompió el contacto visual y tensó su mandíbula. Estaba claro que no quería hablar de ello, pero yo estaba cansada de vivir rodeada de mentiras.
—¿Sabías quién era, verdad?—no me respondió, pero sí volvió a mirarme, lo que provocó que una extraña y pesada sensación se instalase en mi pecho, impidiéndome respirar—.No te estoy pidiendo que me lo cuentes todo. Sólo quiero saber que puedo confiar en ti—cerré las manos en dos puños y solté el aire que tenía contenido en los pulmones antes de hablar—.He visto a mi madre...—dije con un hilo de voz—. He hablado con ella de...todo—el nudo que se formó en mi garganta pronto me impediría hablar—. Esa es otra de las razones que me han llevado a querer estar aquí contigo.
Siguió sin decirme nada. Quería saber el verdadero motivo por el que me estaba ayudando, pero se limitó a mirarme y yo me cansé de estar allí parada, frente a él, dispuesta a contarle todo.
—Está bien—dije finalmente—.Si no quieres hablar conmigo, lo entiendo. Si no me quieres contar nada, no lo hagas—di un paso al frente y quedé cara a cara con él—.Según Cassandra, no eres mi enemigo y eso va en contra de todo lo que dicen en la academia. El día de la prueba inicial estabas allí, bajo la lluvia. Pude verte y también te he sentido. Como te siento ahora.
—Ese capullo casi deja que te maten—habló con severidad.
Sus palabras me dejaron helada.
—Era su obligación—¿acaso debía de justificar lo que había hecho?—. No podían intervenir. Las órdenes de Morgan están por encima de todo.
—Y una mierda—un escalofrío recorrió mi columna cuando vi la ira contenida en sus ojos. ¿Por qué reaccionaba de esa forma?—. No me vengas con lecciones de moral. Era tu vida la que estaba en juego esa noche y no movió ni un dedo. Es un cobarde.
—Tú también estabas siguiendo órdenes la noche que me trajiste aquí, ¿verdad?—mi giro de guión lo cogió totalmente desprevenido—.No te importó lo que pudiera pasarnos.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo—sonó molesto, como si mis palabras lo hubiesen ofendido.
—¿Qué no tengo ni idea? Lo único de lo que estoy segura es de que tú me trajiste aquí—suspiré con fuerza y aparté la mirada—. No me importa que seas un ángel de la muerte. Hace dos días no tenía ni idea de este mundo y mira dónde estoy. Nadie—enfaticé esa palabra—ha mostrado el mínimo interés por ayudarme—me detuve al sentir que los ojos comenzaban a escocerme—.Ahora entiendo que mi madre se comportaba de forma extraña porque tenía miedo—volví a mirarlo—.¿Miedo del grupo de ángeles de la muerte que se presentó una noche en mi casa para llevarme a la fuerza y para decirme que mi vida era una mentira o miedo de Morgan. ¿A quién debo temer?—mi vez tembló por primera vez—¿A ti o a ella?
Jared cerró los ojos y su rostro se suavizó.
—Nina, no...—comenzó a decir.
—Si no vas a ser sincero...—aparté la mirada—no quiero que vuelvas a aparecer en mis sueños. Limítate a seguir las órdenes de alguien. Hazlo, pero busca otra forma de conseguir lo que esa persona quiere, porque yo no voy a ayudarte—las lágrimas anularon mi visión—. Ya encontraré la forma de salir de aquí porque no... no soy una cobarde—el aire se me quedó atascado en la garganta—. Yo no merezco esto. Ni ellas. Ni tú—comencé a girarme. Estaba dando la conversación por finalizada—.Lo siento, Jared. Gracias por ayudarme, pero creo que no puedo seguir dando vueltas en un laberinto sin salida.
Comencé a andar para alejarme de él, aunque una parte de mí se quedó esperando una respuesta por su parte. Debía centrarme en lo que tenía que hacer esa noche con el libro y en practicar para las siguientes pruebas. Quería conocer mi pasado. No tenía nada que perder.
Dejar a Jared de esa forma me hizo sentir mal, pero no quería seguir sintiendo que no me decía la verdad. Al menos sabía todo formaba parte de mis recuerdos. Tenía que prestar más atención a lo que estaba pasando. A las desapariciones, a las muertes... Todo podía estar conectado.
¿Por qué sentía ese dolor en el pecho?
¿Por qué seguía llorando?
En ese instante, una mano rodeó mi muñeca y me detuvo. Me quedé quieta, esperando una respuesta. Esperé oír su voz, pero en lugar de hablar, tiró de mí y aterricé contra su pecho. Al principio no reaccioné, pero cuando me envolvió con sus brazos, mi cuerpo comenzó a temblar.
—No te dejaré sola—susurró mientras me apretaba contra él. Alcé las manos sin pensarlo dos veces y rodeé su cintura—.Siento hacerte sufrir de esta forma. No quiero hacerte daño.
Lloré de verdad y él se mantuvo en silencio durante todo ese tiempo. Me abrazó con fuerza y acarició suavemente mi espalda hasta que me calmé. Permanecí aferrada al bajo de su camiseta hasta que el peso que sentía sobre mi corazón desapareció. Entonces se apartó. Colocó una mano en mi hombro y apoyó la otra sobre mi mejilla, haciendo que levantara la cabeza y lo mirara directamente a los ojos.
—Me voy a meter en problemas—su voz fue suave—pero no me importa. Será más divertido—su sonrisa reveló unos hoyuelos marcados—.Te contaré quién soy, aunque puede que me odies por lo que hago—su sonrisa se esfumó. Lentamente, alzó su otra mano y limpió el camino frío de las lágrimas. Sus ojos me atraparon y cuando volvió a hablarme, deseé quedarme un poco más—.Puedes confiar en mí. Estamos juntos en esto.
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