Capítulo 25

—¿Qué ha pasado?

Nos habíamos quedados solos de nuevo, pero antes de irse, Gwen me había lanzado una mirada de advertencia que interpreté como que no debía mencionarle a nadie nada sobre ese libro. 

—Ha sido una falsa alarma.

Su respuesta fue tajante y quizás fue eso lo que me instó a seguir preguntándole sobre el incidente. 

—¿Han intentado atacarnos?

Durante unos segundos, sólo se limitó a mirarme. 

—Como te he dicho, ha debido de ser un error—suspiró y desvió su mirada—. Nadie puede entrar. Sólo puede darse el acceso desde el interior.

—¿Desde el interior?

Kai abrió la boca, pero debió arrepentirse de lo que iba a decir. Quizás ese era un tema del que no debía hablar conmigo. 

—Será mejor que sigas practicando para la primera prueba.

Retrocedió un par de pasos hacia atrás y se cruzó de brazos. Estaba molesta, pero no iba a discutir con él y menos obligarlo a decir algo que lo pusiera en una situación comprometida. 

—Está bien—me giré y coloqué mis manos a ambos lados de la mesa—. Me concentro mejor cuando estoy sola, así que si no te importa. 

—Claro.

No me giré para verlo marchar, pero sí escuché sus pasos alejándose hacia el piso superior. 

***

Cuando volví a mi habitación esa misma tarde, lo primero que hice fue tumbarme sobre la cama y preguntarme cómo era posible que hubiera gastado tanta energía en mover un par de lapiceros. Sin embargo, era posible que otros factores como haber estado a punto de morir y hacer un trato con un ángel de la muerte, me estuvieran empezando a pasar factura. 

Permanecí alrededor de media hora en la misma posición y traté, en vano, de aclarar mis pensamientos, hasta que comencé a sentir que los párpados me pesaban. En ese instante, me puse en pie y me cambié de ropa, colocándome unos pantalones negros, una camiseta de manga corta del mismo color y llevándome conmigo tanto el broche de media luna, como la piedra de la prueba inicial. 

Había encontrado algo a lo que aferrarme y no estaba dispuesta a soltarlo tan fácilmente, así que me tumbé sobre la cama y cerré los ojos hasta que mi cuerpo se relajó. 

Cuando volví a abrir los ojos, ya no estaba sobre mi cama, así que me levanté con cuidado y traté de ubicarme antes de comenzar a caminar en dirección al invernadero. En menos de diez minutos estaría allí y durante todo el trayecto no dejé de pensar en lo que podría pasar esa noche. El clima era cálido, pero agradable y todo parecía tranquilo, a diferencia de cómo me sentía interiormente, ya que los nervios se instalaron en mi estómago en el momento que mis ojos observaron el invernadero iluminado por la luz de la luna. 

Me detuve en mitad del claro y miré a mí alrededor. 

¿Y si se había arrepentido?

—¿En qué piensas?

Al girarme, me di cuenta de que estaba a escasos centímetros de mí. Sus ojos oscuros me miraron con una pizca de diversión y una sonrisa comenzó a tirar de sus labios. 

—Estaba mirando las flores—mentí—. No esperaba que vinieras tan rápido.

 Él asintió lentamente y dio un par de pasos hacia atrás.

—Anoche olvidé decirte una cosa sobre nuestro trato.

—¿Y qué es?

—Cada noche me harás una pregunta y cuando yo te de la respuesta, desapareceré hasta la siguiente noche y tú te despertarás. 

—¿Cómo dices?

—Creo que he hablado claro, pero no me importa repetirlo si es para ti. Te decía que cada noche...

Alcé la mano y lo interrumpí.

—Te he escuchado la primera vez.

—Estupendo—dos hoyuelos se marcaron en sus mejillas cuando sonrió—. Lo siento, pero no soy yo quién pone las reglas. 

Si esa era la condición, debía asegurarme muy bien de la pregunta que le haría para no dejar pasar mi oportunidad. 

—Está bien.

Aparté la mirada y él carraspeó, en un intento de que el ambiente no se volviese frío. 

—¿Qué tal ha ido tu día? ¿Has logrado usar tu telequinesis?

—¿Cuenta mover un lápiz un milímetro?

—Cuenta—nuestros ojos volvieron a encontrase y traté de respirar con calma—.Yo te ayudaré a mejorar tus habilidades. 

—Gracias.

¿De verdad lo haría o era sólo una forma de aprovecharse de mi debilidad?

—Descuida—pareció evadir el hecho de que todo se reducía a un trato que nos beneficiaría a ambos—¿Te parece bien si empezamos a practicar?

—Sí.

Los nervios en mi estómago aumentaron cuando pronuncié esa palabra y observé cómo comenzaba a andar en dirección al interior del invernadero. 

—Sígueme. Dentro podrás mover algunas herramientas o maceteros. 

—Buena idea, pero no sé si seré capaz.

Jared se había adelantado un par de pasos, pero en ese instante, se giró para hablarme.

—Créeme, lo harás. 

No le respondí y sólo me limité a asentir con la cabeza. Mientras lo seguía hacia el interior, traté de apaciguar el extraño revoloteo que había sacudido mi pecho. 

—Comenzarás probando a mover alguna herramienta. 

—Está bien.

Cogí un par que vi al entrar y las coloqué sobre la mesa que estaba en el centro del invernadero. Él se colocó al otro lado de la mesa, justo enfrente de mí y se cruzó de brazos. Cerré los ojos y solté el aire lentamente. Después levanté la mano y la dirigí hacia la herramienta mientras deseaba que se moviera. 

Nada.

—No te rías, por favor—murmuré—. A este paso, jamás seré capa de hacer. 

—¿Por qué lo haría?—su rostro estaba serio—.No tienes práctica, eso es todo. Deja que te enseñe.

Rodeó la mesa y se colocó justo detrás de mí.

—¿Qué vas a hacer?

—Tú lo vas a hacer. Yo sólo voy a enseñarte cómo.

—Cierra los ojos—cuando iba a girarme hacia él, me cogió por los hombros—.Hazme caso. Cierra los ojos—cerré los ojos sin estar muy segura de lo que iba a hacer—.Escúchame bien. Tienes que visualizar el objeto en tu mente. Piensa en la pala—su aliento en mi cuello me erizó la piel—¿La visualizas?

—Sí—recreé la imagen en mi mente—¿Y ahora qué?

—Ahora no abras los ojos hasta que te lo diga—su mano rodeó mi muñeca—.Levanta la mano como has hecho antes. Abre la mano—susurró—.Ahora viene lo complicado.

—Puedo hacerlo.

—¿Acaso lo dudabas?—aunque no lo veía, sabía que estaba sonriendo—visualiza el lugar. Estás tú y esa pala sobre la mesa. No hay nadie más a tu alrededor. ¿Te ves?

—Sí. 

—Cógela y ponla al otro lado de la mesa—pasaron varios segundos entre los que me dediqué recrear esa situación en mi mente—¿Lo has hecho?

Asentí.

—Abre los ojos—susurró al tiempo que dejaba ir mi muñeca. 

Tardé en reaccionar. No podía creer que lo hubiese conseguido.

—¡Lo he hecho!—fui incapaz de contener la emoción y comencé a dar salto de alegría—¡He sido yo!

Lo conseguí gracias a Jared.

Me giré hacia él y mi espalda se topó con su pecho. Había olvidado lo cerca que estábamos. Nuestras miradas se enredaron y por un instante, me olvidé de todo. Su mano se colocó sobre mi hombro, evitando que perdiera el equilibrio. 

—¿Ves? No ha sido tan difícil.

Miré su mano en mi hombro y la apartó rápidamente. 

—Gracias—carraspeé y me aparté—. Ha sido todo gracias a ti.

—¿Quieres intentar mover una maceta?

—¿No sería demasiado pesada?

—Si no lo intentas, nunca lo sabrás.

¿Por qué tenía la sensación de que estaba apostando demasiado por mí?

—¿Qué te parece esta?—se alejó hacia una maceta que estaba en el suelo y rozó sus pétalos anaranjados con las yemas de los dedos—.Siempre me han gustado los lirios naranjas. Significan confianza en uno mismo. Llevo una tatuada.

Observé esa misma flor en el interior de su brazo derecho.

—Es muy bonita—admití. 

—Bien—se puso en pie y se giró completamente hacia mí—. Tu tarea consiste en subirla a la mesa. 

—¿Cómo dices?

La maceta debía pesar por lo menos cinco kilos. 

—Las pruebas a las que te enfrentarás no serán sencillas, créeme. Esto es sólo una práctica. 

Tenía razón. No sabía de lo que Morgan sería capaz, así que suspiré y miré las flores. 

—Está bien. Puedo hacerlo. Lo he hecho antes y lo voy a hacer ahora.

—Es toda tuya.

Repetí lo que había hecho con la pala. Me coloqué detrás de la mesa y cogí aire. Comencé a soltarlo lentamente mientras miraba mi objetivo. Después, cerré los ojos y recreé esa imagen. Sólo estábamos ese macetero, la mesa y yo. En mi mente, me alejé de la mesa y me acerqué a la planta. Observé sus pétalos moteados y deseé hacer lo mismo que él había hecho. Entonces, cogí el macetero, que a penas pesaba, y lo llevé hasta la mesa.

—Abre los ojos—dijo Jared a mi lado.

Lo había conseguido. Otra vez.

—¡Sí!

Estaba eufórica. No podía creerme lo que acababa de hacer y mi lado racional me abandonó cuando me lancé a sus brazos. Al principio no se movió, pero un segundo después, me envolvió con cuidado. Su risa me acarició el cuello y mi piel se erizó de nuevo. 

—Muchísimas gracias. No lo habría conseguido sin tu ayuda.

—Nunca he dudado de tus habilidades.

Con el corazón latiéndome con fuerza, comencé a separarme de él. En ese momento, fui consciente de cómo mi cuerpo encajaba en el suyo y de cómo su corazón martilleaba rápidamente contra su pecho. El calor que emanaba de él se filtraba a través de su ropa, llegando hasta mí. Me perdí en ese instante y en cómo sus ojos me miraron. 

De pronto, un grito se abrió paso entre nosotros, provocando que me apartara de inmediato. Jared retrocedió y se dirigió hacia la salida del invernadero.  

—Creo que viene del bosque—susurró.

—Vamos.

Me miró y después asintió.

¿Qué estaba pasando?

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