Capítulo 24
Miré a Gwen y ella me devolvió la mirada, pero a diferencia de mí, no parecía muy sorprendida. Me giré y me acerqué a los grandes ventanales con la esperanza de ver lo que podía estar sucediendo fuera. Por desgracia, no pude ver nada, tan sólo la inmensidad del bosque que se extendía a nuestro alrededor. De pronto, el sonido de la alarma cesó.
—Tranquila—Gwen habló a mis espaldas—. Habrá sido algún fallo en el sistema.
—¿Ha sucedido antes?—pregunté con curiosidad.
Se colocó a mi lado y miró a través de los cristales. La luz del sol acarició sus rizos y el color de su pelo me recordó al fuego. Su vestido de manga larga y sus medias ocultaban las heridas de la noche anterior.
—Sólo una vez.
El tono de su voz era neutral.
—Tuvo que ser aquel día.
—¿Cómo dices?
Los ojos de Gwen me miraban con atención y dudé en si debía o no contarle la verdad. Quizás había hablado demasiado.
—Kai me contó...
—¿Qué fue exactamente lo que te contó?
—Que un ángel de la muerte cruzó la barrera que protege la academia.
Hablé en un susurró, como si temiera que alguien más nos escuchara.
—¿Sabes lo que sucedió después?
—Morgan... ella lo...
Gwen no me dejó terminar la frase y se giró completamente hacia mí.
—Lo mató, Nina. Delante de todos nosotros—aparté la mirada—¿Y por qué estabais hablando de ellos?
—Yo le pregunté primero. Creo que ellos tienen algo que ver conmigo.
Mi voz tembló, al igual que mis piernas.
—Ten cuidado con quién hablas y de las preguntas que haces—habló en voz baja, al igual que había hecho yo—.Aquí no puedes fiarte de nadie.
—¿Puedo confiar en ti?
—Eso es una decisión que tú debes tomar.
¿Debía fiarme de mi instinto o ignorarlo?
—No le has hablado a nadie sobre esa carta que elegí, ¿verdad?
—¿Cómo estás tan segura?
—Porque si lo hubieras hecho, estoy segura de que no estaría hablando contigo—entreabrió los labios, pero no dijo nada—¿Cuál es su significado?
Apartó la mirada y retrocedió.
—Lo descubrirás con el tiempo. Tu destino ya está escrito y nadie puede hacer nada para cambiarlo—la seguridad de sus palabras me heló la sangre—. No vuelvas a mencionar esa carta y no te recomiendo que preguntes por ellos porque...
—Son nuestros enemigos.
—Será mejor que te mantengas al margen. No quiero volver a ver cómo se repite la historia.
¿Qué...?
—¿De qué estás hablando?
Negó con la cabeza y se abrazó a sí misma.
—Olvida lo que acabo de decir.
Di un paso hacia ella, pero no si quiera me miró.
—Tú sabes lo que está pasando aquí. Quizás puedas ayu...
—No digas esa palabra—alzó la mano y miró a ambos lados—. Si llega a escucharte, créeme que no tendrás la opción de salvarte.
Sabía que tenía razón, pero no por eso sentí menos frustración. Desvíe la mirada hacia los libros apilados y uno de ellos captó mi atención. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
—Ese libro—alargué la mano hacia él y aparté los tres que tenía encima—. Lo he visto antes. Estoy segura.
Cuando lo tuve entre mis manos, sentí una opresión en el pecho.
—¿Qué hace esto aquí?
Cuando leí su nombre en voz alta, un fuerte dolor de cabeza me hizo caer de rodillas.
—¡Nina!—me agarró del brazo e intentó que no perdiese el equilibrio, pero la vuelta de aquel recuerdo fue tan intensa que pensé que acabaría desvaneciéndome.
Era el libro más antiguo de toda la biblioteca y habíamos logrado encontrarlo. La cubierta era de un marrón claro, como desgastado y era un tomo muy voluminoso. En su portada, una estrella de cinco puntas se encontraba dentro de un círculo negro, y su título, "Las Siete Pruebas", escrito con un rojo brillante, erizó cada bello de mi cuerpo.
Gwen me sentó sobre una silla y masajeó mi espalda con cuidado hasta que logré reponerme.
—Es por el bloqueo que tengo. Me pasa siempre que recuerdo algo.
Abrí los ojos y me di cuenta de que me miraba preocupada.
—No sabía que tenías que pasar por esto cada vez que recordabas.
—No te preocupes. Se me pasará en unos minutos—busqué el libro y me di cuenta de que permanecía sobre la mesa.
Me puse en pie y me dirigí hacia él.
—No creo que puedas...
Deslicé mis dedos sobre la portada y lo abrí por la mitad.
—Has abierto el libro.
—¿Se supone que no debería haberlo hecho?—pregunté con cautela.
—Las brujas comunes no podemos hacerlo.
Gwen se acercó, pero justo en ese instante, las puertas de la biblioteca se abrieron con un crujido.
Kai y Cody habían regresado.
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