Capítulo 18
Permanecí en el mismo sitio durante varios segundos. No me moví ni un centímetro, tampoco tuve la intención de hacerlo. Sentí que mis pies se quedaron fijos al suelo mientras que mi mente se quedaba completamente en blanco. El agua de la lluvia comenzaba a deslizarse por todo mi cuerpo, empapándolo.
Un sonido ensordecedor a mis espaldas me hizo estremecer, pero no fue ningún trueno. Ojalá lo hubiese sido. Parpadeé rápidamente y giré la cabeza hacia el lugar del que provenían los gritos.
—No te servirá de nada esconderte, bruja. ¡Te encontraremos y acabaremos contigo!
Mi cuerpo entero comenzó a temblar. Estaba reviviendo la misma pesadilla de siempre.
—¡Pagarás por tus pecados!
Mi corazón cada vez latía más rápido. Mi respiración se volvió más agitada.
—Yo no he hecho nada malo—susurré.
—¡Arderás como todas ellas, asesina!
—¡No!—me llevé las manos a la cabeza con la esperanza de que los gritos cesasen, pero todo fue en vano. No estaba soñando. No iba a despertarme. Los pasos a mis espaldas indicaban que con cada segundo que pasaba, ellos estaban más cerca.
—¡Está ahí—gritó alguien—¡No dejéis que se escape!
Dicen que el miedo te paraliza, pero no tuve tiempo de detenerme a pensar el ello. El propio instinto de supervivencia se activó en mi cuando mis ojos se encontraron con los de un hombre de mediana edad que empuñaba una daga.
—Yo mismo te mataré.
Mis pies se deslizaron sobre el suelo resbaladizo con el primer paso que di, pero no me detuve. Comencé a correr hacia delante sin mirar atrás.
—¡Se ha ido por ahí!
A medida que me adentraba en el bosque, las ramas se volvían más numerosas y las mismas arañaban todas las partes de mi cuerpo. La oscuridad de la noche mezclada con la lluvia hacía que mi huida fuera más lenta de lo que me gustaría. Pero, ¿por qué estaba huyendo en realidad?, ¿de qué me acusaban?
Yo mismo te mataré.
La voz de aquel hombre resonó en mi cabeza y dejé escapar un grito ahogado. El sonido de mis botas golpeando el suelo se volvió algo mecánico. No me giré hacia atrás en ningún momento, tampoco volví a escuchar los gritos a mis espaldas y por un instante quise respirar aliviada.
En un abrir y cerrar de ojos estaba corriendo a toda velocidad y un segundo después me choqué de frente contra algo y caí de espaldas. Un ligero ardor recorrió las palmas de mis manos y traté de levantarme de inmediato sin perder el equilibrio. Miré a mi alrededor y no escuché ningún sonido más allá de la tormenta. Levanté las manos y las coloqué frente a mi, encontrando aquello que me había hecho caer.
La barrera invisible.
Fue entonces cuando comprendí su misión. Nos impedían cruzar al campo contrario porque cada una nos hacía revivir nuestras propias pesadillas y lo más probable es que fueran laberintos sin salida. Sin embargo, ese no sería motivo suficiente para rendirme. No tiraría la toalla tan fácilmente. Tenía que ser fuerte y luchar por mi vida, así que volví a correr ignorando el agua salada que brotaba de mis ojos y que se mezclaba con el agua dulce de la lluvia.
Reduje la velocidad y mi respiración se volvió más pesada. Comencé a sentir que el frío se colaba hasta mis huesos y quise gritar hasta quedarme sin voz. Saber que mis compañeras también estaban sufriendo me hizo sentir náuseas. Kai me había abandonado a mi suerte y Morgan nos había tendido una trampa. ¿Acaso quería hacernos desaparecer antes de que comenzasen las pruebas?
No sabría decir con seguridad si fue culpa del barro que cubría el suelo o si fue a causa de mi cuerpo que se sintió abrumado por todo lo que había sucedido en cuestión de minutos, pero mi pierna se dobló y volví a caer. Sin embargo, esa vez no encontré las fuerzas para levantarme y simplemente me quedé mirando a un punto fijo del cielo.
—Que tristes son las noches sin luna y sin estrellas.
Entonces escuché la lluvia, los truenos y los pasos acelerados de las personas que se dirigían hacia mí. No me moví cuando un pequeño grupo de personas apareció entre las sombras. Parecían verdaderos ángeles de la muerte que habían venido a llevarse mi alma. Giré mi cabeza hacia ellos y volví a encontrarme con aquella mirada asesina. En su rostro se dibujó una sonrisa diabólica cuando alzó la daga y la dirigió hacia mi.
—No me mires así. Dentro de poco estaréis todas juntas en el Infierno.
Cerré los ojos con fuerza y apreté los labios. Las lágrimas seguían rodando por mis mejillas, pero sabía que no me serviría de nada llorar, ni rogar por mi vida, porque esos hombres estaban allí para matarme.
—¿Qué he hecho?
El hombre avanzó hasta colocarse justo encima de mi y después se inclinó.
—No te atrevas a hablarme, demonio. Te haremos lo mismo que le hemos hecho a ellas.
—¡Qué he hecho!
Un rayo iluminó el cielo y un segundo después, un trueno los hizo retroceder.
—Vosotras estáis detrás de los asesinatos que han asolado el pueblo.
—¡Eso es mentira!
-¡Cállate!—vociferó. Miré a las figuras que se encontraban en la lejanía y observé que comenzaban a retirarse. Me estaban dejando a merced de lo que aquel hombre quisiera hacer conmigo—.Habéis sembrado el dolor y la muerte, pero hoy es el fin. No volverás a esquivar tu destino—se agachó y me habló al oído—. Tendría que haber acabado contigo aquel día. ¿Qué se siente cuando alguien muere delante de ti y no puedes hacer nada para evitarlo?
Cada una de esas palabras se sintieron como mil agujas clavándose en mi corazón. Un dolor seguido de una sensación de impotencia y rabia se cernió sobre mi pecho.
—¡No te muevas!—vociferó—¡Juro que te mataré!
La lluvia dejó de caer y yo me levanté lentamente. Las manos me escocía por los cortes y la espalda me dolía por el golpe, pero no me importó.
—No hagas promesas que no puedes cumplir.
Mis pies abandonaron el suelo y el hombre cayó hacia atrás mientras una expresión de puro terror contraía su rostro.
—¡Dios!—exclamó—¡Apiádate de mi alma!
—¿Igual que tú te apiadas de los demás?
No tenía miedo. Me había cansado de huir, de llorar, de rogar por mi vida. Estaba segura de lo que quería. Quería recuperar mi vida y acabar con mis pesadillas. Merecía ser feliz.
Cerré los ojos cuando noté que una energía demasiado poderosa estallaba en el centro de mi pecho. Mi cabeza se inclinó hacia atrás y levanté las manos hacia el cielo sin saber muy bien lo que hacía. Sentí un cosquilleo en la punta de los dedos al tiempo que un grito ahogado trepó por mi garganta y entonces lo olí.
Humo.
Abrí los ojos y vi que toda la fila de árboles que tenía frente a mí estaban ardiendo sin control y que aquel hombre había desaparecido. Caí de rodillas al suelo y me puse en pie temblando. Miré mis manos teñidas de carbón ¿yo había provocado todo ese caos?
Un trueno retumbó a mis espaldas y volvió a llover con fuerza. Quería alejarme de allí todo lo posible, así que volví a correr. Continué esquivando ramas afiladas y sorteando un suelo resbaladizo hasta que oí pasos detrás de mi. Un segundo después, unos brazos me rodearon y caímos al suelo.
—Tranquila, Nina. No voy a hacerte daño—Kai aflojó su agarre pero no me soltó—Era parte de la prueba.
—¿Por qué me has abandonado?
—Lo siento.
Mi cuerpo se sacudió en sus brazos y me mantuvo pegada a su cuerpo. Esta temblando y no sabía si era por el frío o por la conmoción. Alcé la vista y mis ojos se encontraron con los de otra persona. Abrí la boca, pero de ella no salió ningún sonido. Su mirada me robó el aliento. Su pelo negro parecía brillar bajo la lluvia y los tatuajes de su brazo derecho me confirmaron que era él. Traté de levantarme al tiempo que se daba la vuelta y desaparecía entre los árboles.
—¡Nina!
Kai se pudo en pie de un salto y me ayudó a levantarme. Abandoné la calidez de sus manos y me dirigí hacia el lugar por el que aquel chico había desaparecido. Levanté la mano y la coloqué sobre la pared invisible. Él no podía entrar allí.
Miré mis pies y entonces comprendí dónde estaba.
"Encontrarás la estrella allí donde la Luna brilla con más fuerza entre los dos mundos".
Me encontraba sobre la piedra con forma de media luna. Ella separaba los dos mundos. El suyo y el mío.
—¿Te encuentras bien?
—La estrella tiene que estar aquí.
Me agaché y comencé a buscarla. Unos minutos después encontré entre la hierva una estrella negra como la noche y afilada como un cuchillo. La guardé en mi bolsillo, me puse en pie y comencé a andar de vuelta al lugar en el que Morgan nos estaría esperando.
—Nina, yo...—Kai rodeó mi muñeca y yo me zafé de su agarre—.Deja que te lo explique.
—No tengo nada que hablar contigo.
Comencé a andar dejándolo atrás sintiendo un nudo en la garganta. La lluvia había cesado y toda mi ropa estaba empapada. Quería que la noche terminase y no me importaba ser la última en llegar. Sólo quería cerrar los ojos y descansar. Sabía que no quería hablar con nadie en ese momento, pero ¿porqué sentía la necesidad de hacerlo con ese chico?
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