.64.
La vida era frágil, delicada, inesperada. Lo que hace un día te llenaba de felicidad y satisfacción, al siguiente te enfurece y duele. David lo sabía perfectamente, sabía cómo la vida puede cambiar con facilidad.
Su vida no fue llena de tragedias y temores, pero tampoco fue un cuento de hadas y princesas. Tuvo una vida normal, con sus momentos buenos y momentos malos, con sus amigos y enemigos, y eso era bueno. Vivió giros inesperados del destino a lo largo de su vida, llegando hasta el extremo de, básicamente, sentirse vacío. Era un vacío extraño, uno que si bien no le dañaba tampoco le hacía sentir bien. Fueron pocos años que, para su suerte, terminaron una noche de luna llena.
La noche que conoció a Alejandro.
Nunca tendría palabras suficientes para agradecerle al universo por hacer que el menor entrara a su vida. Fue su sol de primavera que le hizo volver a nacer, su pequeño apoyo para que el David despreocupado y bromista volviera a estar presente en las noches de salida de sus amigos, el empujón que necesitaba para mostrar su "yo interior".
Bueno, tal vez eso es pasarse un poco, pero ya me entendéis.
Agradecía a su amigo por invitarle a esa fiesta hace casi dos años, donde se fue para dar un tranquilo paseo por el parque. Qué sorpresa le esperaba allí.
Sus palabras, sus risas, sus caricias, sus besos... Todo en Alejandro le era adictivo, las drogas que le ayudaban a querer aprovechar cada momento de su vida e intentar siempre mejorar. Realmente él...
-David- el nombrado salió de sus pensamientos al escuchar su nombre, levantando la mirada para ver a Raúl parado enfrente suyo con una botella de cerveza en la mano y una sonrisita pícara-, ¿y ese sonrojo? Lo que estabas pensando, guarro.
-No es eso.
-Entonces pensabas en él, interesante- el de mecha soltó una risa ante la cara de su amigo, bebiendo un buen trago-. Menos mal que triple-siete no sabe de estas cosas, o sino ya te despegaría de la Farganconda.
Durante unos segundos reinó el silencio, rompiéndolo cuando empezaron a estallar en risas. El moreno dio un pequeño trago a su caña con limón, disfrutando de esa pequeña salida con uno de sus mejores amigos. Seguramente Alex estaría bebiendo también en uno de los bares que quedan cerca de su casa, solo esperaba que no volviera a chocarse con las farolas de camino a casa.
Sí, se sentía bien volver a bromear y reír como hacía ahora.
-Bueno, lo de Borja y tú... ¿Cómo acabó?
El menor se quedó callado ante eso, mirando fijamente a su bebida con una seriedad que únicamente adquiría en dos ocasiones: cuando hablaba de algo realmente serio o...
-Mañana por la noche, lo convencí- o justo antes de decir algo divertido o alegre, una de las dos era-. Dentro de exactamente un día pasaré de novio a prometido.
-Eso si dice que sí- el mayor soltó una risa ante el leve puñetazo del contrario en su hombro, dando otro trago mientras sacaba el teléfono al sentirlo vibrar-. Tío, llamada. ¿Te importa si contesto?- Raúl no hizo nada más que asentir con la cabeza, mirando por el lugar para matar el tiempo-. ¿Hola? Sí, soy yo.
No pasaron veinte segundos antes de que el teléfono del moreno cayera a la mesa, llamando la atención del de mecha amarilla que, sin más, vio a su amigo levantarse de repente y salir corriendo del bar, dejando su chaqueta en la silla donde llevaba su cartera y llaves.
-¡DAVID!- Raúl le llamó, pero ya estaba en la otra calle cuando reaccionó. Confuso, recogió el teléfono ajeno, viendo que la llamada seguía en curso.
-¿Señor Alonso?
-¿Quién es?- no quería ser cotilla, pero al menos le debía una explicación a la señorita que estaba hablando por la otra línea.
No estaba preparado para lo siguiente.
-Soy del hospital central, ¿sigue ahí el señor Alonso? Es el primer contacto de Alejandro Bravo.
¿Hospital? ¿Alex?
Falta 1
Llevo todo este tiempo pensando que había terminado el libro, soy imbécil, lo siento.
Mañana se viene final, hagan sus teorías de qué ending tocará.
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