.55.
De pequeño David nunca tuvo pesadillas, tal vez algunos malos sueños cuando tenía fiebre elevada al estar enfermo, pero ninguna pesadilla de esas que despiertas con la respiración acelerada. Tuvo suerte de ello.
Su primera pesadilla fue cuando su padre sufrió un accidente de coche.
Eso fue cuando tenía 15 años, soñando con el fuego que devoraba el coche donde estaban sus padres dentro, estando él fuera mientras los veía arder y gritar de dolor, sintiéndose impotente al no poder hacer nada.
Despertó en mitad de la noche con los ojos llorosos, respiración entrecortada y temblores.
Tuvo ese mismo sueño todos los días hasta que le dieron el alta, dejando que su conciencia descansara por fin.
La segunda vez que tuvo oleadas de pesadillas fue cuando cortó con Dulce, justo después de que le dejara por que, según ella, 'encontró a alguien mejor'. Obviamente se lo dijo de forma delicada, siguiendo siendo colegas actualmente a pesar de la experiencia de verla coqueteando con otros hombres en medio de su relación, pero empezó a soñar que no era lo suficientemente bueno como persona, que siempre habría alguien mejor y le arrebataría cualquier cosa, haciendo que durante un tiempo no tuviera buena autoestima. Por suerte, sus amigos estaban ahí para ayudarle junto a sus padres y abuelos.
En cierta forma ese fue el desencadenante de su personalidad 'deprimente' de los últimos años. ¿De qué servía esforzarte, luchar por las cosas y tener a esa personita especial si vendría alguien mucho mejor a quitártelo? Esa era su filosofía de vida.
Hasta que llegó él.
Ahora las pesadillas que tenía de vez en cuando fue el quedarse solo sin la compañía del menor, aumentando estas tras el día de la confusión con Guillermo.
David no soportaría que el azabache se apartara de su lado, que sus bellos ojos azules dejasen de mirarle con cariño para verle con asco y odio, no poder sentir su piel o sus labios, su fragancia, su risa... Simplemente no podría resistirlo.
Por eso, cuando se despertaba tras una pesadilla, caminaba hasta la habitación donde actualmente dormía Alejandro, tumbándose a su lado para abrazar con fuerza al menor ya que este le dijo que podía hacerlo siempre que quisiera, sabía que no aprovecharía para cosas indecentes.
En ese preciso momento, cuando podía sentir la cálida piel ajena con sus propias manos, cuando podía besar lentamente su rostro y cuello y oler la fragancia de frutas del champú que usaba, en ese instante, su corazón se relajaba, volvía a latir con normalidad y su mente solo se centraba en una cosa: Alejandro estaba ahí, con él.
Obviamente siempre conseguía que el de ojos azules se despertara, soltando una risa en mitad de la oscuridad para seguidamente abrazar al moreno. Sus frentes descansaban en el hombro ajeno, escuchando sus respiraciones a pocos centímetros de diferencia.
Lo sentía, y era suficiente con eso. El que el más bajo le susurraba palabras tranquilizadores o simplemente le acariciara la espalda era un bonus, uno que le encantaba. Alex era su droga, haciéndole sentir tan tranquilo y dependiente que ya era incapaz de tranquilizarse sin él. Por eso siempre que tenía la oportunidad le demostraba lo mucho que le aprecia y quiere, su apreciado tesoro.
Ambos se complementaban tan bien que deseaban nunca tener que separarse, disfrutando de ese sentimiento que cada día los cegaba más.
Sí, podían ser unos cursis y acaramelados de cojones, pero les gustaba ser así, además de que seguían pasando tiempo como amigos y tratándose como tal.
No iba a dejar que se alejara de él si tenía la oportunidad.
Quedan 10
Por cierto, aviso que seguramente ganaré pérdida de lectores, pero la Mica no sabe hacer smut, así que para los que comentan que lo esperan, en esta historia no habrá eso xd
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