.35.
Samuel De Luque, un hombre que, si bien es cierto tenía un lado algo infantil y bromista, era fan del morado y de los unicornios, también era un hombre que llegaba a intimidar bastante cuando quería.
¿No os lo creéis? Preguntadle a David.
-¿Y a dónde vas a llevarle?
-Pues... estaba pensando en ir al restaurante ese de la salsa especial.
-No, está en el barrio malo de la ciudad.
-Entonces... ¿una vuelta al parque?
-¿Vas a llevar a mi niño a dar de comer a los patos en vuestra cita?
El mayor suspiró agotado, tumbándose boca arriba en su cama mientras el ojimorado le miraba desde la puerta, con los brazos cruzados.
Los instintos de hermano mayor de su amigo llegaban a tocarle las pelotas.
Cerró los ojos, sintiéndose frustrado al no saber a dónde llevar al menor. Toda idea que tenía, idea que Samuel descartaba, diciendo que 'su pequeño merece algo mucho mejor'.
A ver, estaba de acuerdo, Alejandro se merecía como mínimo un restaurante de 5 estrellas, pero en su ciudad no había tanto.
-¿Y si le llevo al cine?
-David.
-Nonono, escúchame, primero le llevo al cine, vemos una película juntos y, luego, damos una vuelta por ahí. Reservaré mis dotes románticas para la segunda, y así subir el listón.
-¿Estás seguro, chaval?
-Por favor Samuel, no dudes de mí.
El ojimorado no pudo hacer otra cosa que asentir, dejando que el mayor se ocupara de todo.
Fue así como, a las siete de la tarde, quedó con Alejandro en la puerta del cine del centro comercial, mostrándole sonriente las entradas que había comprado hace unos días. No fue como las típicas películas románticas, pero fue genial para él.
Simplemente estar al lado del azabache era suficiente para él.
¿Que qué hicieron después? Típica cena en el Mc'Donals, donde David hizo el típico juego de usar las patatas fritas como colmillos, consiguiendo a un Alejandro riéndose sin parar. Hacía tiempo que no hacía tonterías de ese estilo cuando salía, y lo extrañaba, la verdad.
No fue una cita en un lujoso restaurante, ni tampoco fueron a ninguna playa para admirar las vistas. Fueron al parque de siempre, dando una vuelta mientras charlaban.
David no pudo dejar de mirar su mano derecha, la cuál sujetaba la mano del menor con suavidad mientras ambos entrelazaban sus dedos. Alejandro obviamente notó eso, riendo enternecido al ver la sonrisa despistada del mayor.
Acabaron esa 'primera cita' cuando faltaba poco para la una de la madrugada, yendo ambos a la casa del menor.
-Prometo que la siguiente cita estará más a la altura- el azabache negó divertido ante las palabras del moreno, sacando las llaves de su bolsillo para abrir la puerta-. Ya verás.
Su corazón empezó a latir con más rapidez. Hacía tanto tiempo que no le pasaba.
Por desgracia, tuvo que separar su mano con la del menor, dando un paso hacia atrás para darle espacio al contrario. Iría con calma, paso a paso.
-Buenas noches Alex, e intenta no pasarte toda la noche en vela.
-¿Samuel te pegó el instinto de padre?
-Puede.
El menor negó divertido otra vez, soltando una risilla, mejor conocido como 'el mejor sonido del mundo'.
Bueno, mejor conocido para David.
-Buenas noches David, y gracias.
El moreno no supo reaccionar cuando el menor se puso de puntillas para besarle una mejilla, entrando seguidamente a su casa. David se quedó quieto, mirando a la nada mientras llevaba su mano a la mejilla.
Alejandro era la fuerza que hacía a su corazón moverse con rapidez. Era la razón para latir, en general.
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