.10.
-Joder tío, no me puedo creer que te hayas perdido viniendo en autobús.
-No fue culpa mía, el cartelito delantero estaba fundido, en todo caso la culpa es de la empresa.
-Lo que digas.
Alejandro negó con la cabeza mientras subía por las escaleras mecánicas de aquel enorme centro comercial, mirando los mensajes de su teléfono mientras David miraba a su alrededor, guardando sus manos en sus bolsillos.
Aún no se creía que ya había llegado el día del estreno, esas dos semanas pasaron volando para él. Últimamente empezó a quedar más seguido con sus amigos, sobre todo con Alex. Le caía bien el chico, era bastante divertido y con genio, mucho genio.
Compraron las entradas una vez enfrente del cine, ahora yendo a la fila de la comida para comprar unos refrescos y palomitas para acompañar.
-David, ¿puedes comprar tú las cosas? Tengo que irme un momento.
-Claro, sin problema.
El menor asintió, saliendo de la fila y dejando al mayor solo ahí. Pasaron unos minutos hasta que le tocó a él, comprando lo necesario para comer. Se alejó de allí, buscando con la mirada al azabache.
No tuvo que buscar mucho, ya que vio al menor enfrente de la entrada del cine, hablando con un chico un poco más alto que él. Vio a lo lejos como charlaban, despidiéndose alegres después de que el pelinegro de ojos verdes depositara un beso en la mejilla del más bajo, caminando hacia las escaleras.
-Pero bueno Alex, qué pillín- David sonrió cuando Alejandro se acercó, dándole sus palomitas y refresco-, estás hecho todo un ligón.
-Eres el primero que no se ha lanzado a hacerme preguntas sobre el tema.- el azabache sonrió de lado, entregando las entradas a la recepcionista para que les dejara pasar a las salas.
-Bueno, no soy quien para entrometerme en tu vida- el mayor subió los hombros, señalando la sala que les correspondía-. Además, no parece que fuera incómodo su presencia.
-Aprecio tu consideración.
Ambos soltaron una risa, sentándose en sus respectivos asientos al entrar a su sala.
Para la mala suerte de David, esas dos horas de película fueron bastante tediosas para él, y no por la película en si, sino por que detrás le tocó el típico niño tocapelotas que no paraba de patear su asiento, y ya ni hablar de las personas que hablaban a su lado y justo enfrente, sin ninguna discreción o cuidado de no molestar.
Ahora recordaba por qué no iba al cine. Sin embargo, en ningún momento se quejó, valía la pena el tragarse todo ese veneno que quería salir de su garganta y a cambio tener las brillantes sonrisas del menor, solo por eso no se lamentó de haber salido.
Al terminar la película caminaron hacia el parque, estando ahí durante aproximadamente dos horas hablando con emoción sobre la película y lo que les pareció, todo esto mientras observaban la luna menguante entre el cielo despejado.
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