LUZ AGONIZANTE (ONE SHOT)
Nota de autor:
Hola~
Hacía mucho que no escribía un fanfic. Estoy aquí porque solo hay una persona que me pueda revivir del hiatus y esa es ❤️Tenebris❤️
Para esta actividad de cumpleaños, elegí a Aoi. Vi la imagen que usé como portada y dije "De aquí soy" y la edité, me tardé horas haciendo cosas tan pequeñas jajajaja
Te invito a unirte al grupo💖
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✔️Aclaraciones:
>Tres cosas me inspiraron para escribir esto: Entrevista con el vampiro (película), Dying Light 2 (videojuego) y Oh Holy! (manhwa). Tomé ciertos aspectos y me tomé libertades creativas, especialmente con los vampiros.
>Sire (pronunciación: Saier) = término usado para describir a un vampiro que ha creado a otro vampiro. Considerado como un padre o un mentor y el vampiro creado, considerado como un niño o discípulo.
✔️Palabras en Alemán, usadas fuera de contexto y nada más porque sí:
>Glänzend = Reluciente/Brillante/Resplandeciente.
>Dunkelheit = Oscuridad.
>Rauchen = del verbo Humear / Echar humo
>Scherzen = broma.
Ojalá pudiese etiquetar como en AO3 u.u
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¡A leer!
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LUZ AGONIZANTE
A lo largo de la historia han ocurrido cambios, sucesos ineludibles, no deseados. Cada decisión tomada, tiene su consecuencia.
«No puedes, simplemente, cerrar los parpados y, al abrirlos, esperar que todo sea una ilusión. Una ilusión tan realista que puedes percibir el sabor metálico en la boca, el olor de las vísceras y el tacto de las cenizas en tu rostro, como una caricia burlesca.»
No había fuego. Si lo hubiese, desearía haber sido consumido por él.
No había sonido. No podía escuchar la carne siendo rasgada, siendo separada de los huesos... tampoco podía oír el crujido de los huesos bajo la inminente fuerza de aquellas bestias.
Paralizado en su totalidad, sin poder realizar movimiento alguno. Solo estaba ahí, como un árbol, anclado a la tierra por sus raíces.
Incluso el bosque le ofrecía una falsa protección a quienes usaban los troncos como escudos, a quienes intentaban perderse entre los arbustos, a quienes se adentraban a la profundidad del lago creyendo que esas bestias no se atreverían a tocar el agua. Muchos, luchaban por sus vidas. Usaban cualquier recurso disponible, fuese físico como colmillos y garras, o usaban aquel poder que les fue concedido después de su nacimiento como la manipulación de la mente, el control de los elementos, la fuerza, la velocidad, ... lo que sirviera para protegerse y proteger a los suyos.
¿Por qué él no podía hacer nada de eso?
¿Por qué no podía ayudar a ahuyentar a esos asquerosos seres, en vez de ser un estorbo?
Aquellas fauces se abrían amenazantes, tres filas de dientes mascaban ansiosas por morder más y más. Las colas clavaban las ponzoñas sin césar.
Su sire lanzaba profanidades como bloqueaba las estocadas de la cola de aquel ser, que su mente no le suplía qué especie les atacaba. Su sire —que en un buen día le trataba como la mejor chatarra que pudo encontrar a un lado del camino desolado—, se posicionó frente suyo, protegiéndole e insultándole por ser un inútil ante tal precaria situación.
Su voz se encontraba atascada dentro de su garganta. Gritos, suplicas, tampoco explicaciones para su sire lograban escapar.
—¡Huye, como el cobarde que eres, y no mires atrás! —Esa orden, hizo despertar su sentido de la audición al cien por ciento. Los sonidos se mezclaron en sus oídos, aturdiendo su cerebro y tropezando, sin caer, debido a los empujones recibidos por el cuerpo frente a él. Su sire logró dar una estocada con sus garras al ojo izquierdo de la bestia, que rugió del dolor y puso distancia entre ellos. —¿No puedes seguir una orden tan sencilla? —De él, irradiaba furia, sed asesina, cansancio y... algo más. Aquellos ojos color carmesí, le veían de una manera que no pudo descifrar. —Si te digo que corras, ¡tú corres!
No le dio tiempo a reaccionar. La orden era correr, mas, recibió un empujón que le levantó del suelo, le hizo volar cientos de metros lejos de dónde la masacre sucedía hasta que el choque contra una roca enorme le hizo el favor de detenerle. No sintió dolor físico, hace mucho tiempo dejó de sentirlo. Se puso en pie, sus piernas temblaban por el shock de lo ocurrido. Su vista borrosa, debido a las nubes de polvo que el impacto provocó. Tosió un poco para limpiar sus vías respiratorias —realmente no necesitaba respirar, pero era una sensación molesta.
Cuando el polvo se disipó, la mayor duda le asaltó.
«¿Debería volver?», preguntaba, como si una segunda voz le fuese a responder. «¡No! ¡Ya morí una vez, no quiero hacerlo otra vez!»
Podía oír gritos a lo lejos. Pasos apresurados resonaban a la distancia. Vampiros del clan al que pertenecía corrían tan rápido como sus cuerpos le permitían.
Tomó su cabeza entre las manos, sumergiendo los dedos en el mar de hebras oscuras, sucias y enredadas; jaló de ellas, arrancando unas cuántas. Gritó, lo más alto posible, para liberar su frustración o enmudecer sus pensamientos. No estaba seguro.
«Cobarde.»
Repetía como un eco, en su mente.
Empezó dando pasos lentos hacia atrás —temblaba como pocas veces lo hizo en su anterior vida—, no quería atraer a las bestias que daban persecución a quienes les huían sin sigilo. Deseaba que, si alguna le había oído gritar, no le diera caza todavía. Dio la espalda al claro dónde se originó todo, asustado de lo que podía desencadenar esa acción. Luego, emprendió la marcha a toda velocidad, en la dirección contraria a la que se encontraba su sire y los restos de un clan descuartizado.
Por una vez, en su segunda vida, cumplió una orden de su sire, de manera satisfactoria.
Sin prestar atención a sus alrededores, avanzó hasta casi caer a un acantilado. Se detuvo a tiempo, gracias a las raíces sobresalientes en el suelo, con las que se tropezó como el imbécil, bueno para nada que era. No merecía estar vivo. Helo aquí, tirado en el suelo, sin un solo rasguño.
Apretó los puños, atrapando mugre en estos.
Levantó la cabeza hacia el cielo de Noche Eterna, un manto degradé de colores rojo y púrpura, en el que la luna llena se alzaba elegante e imponente, brillando escarlata, ajena a las calamidades que asechaban a sus descendientes.
—Perdóname, madre. Por el pecado de abandonar a los míos, he de recibir tu castigo. —Alzó oración a la madre escarlata. Se arrodilló ante la luna. Desabotonó el chaleco y la camisa blanca, dejándose descubierto el torso.—El cristal resguardado tras mi carne, ha de ser expuesto a tus benevolentes manos, a tus crueles manos. —Alargó sus uñas, convirtiéndolas en similares a afiladas cuchillas. Enterró estas en su pecho, trazando una línea vertical hacia medio abdomen... —No puedo. —Sacó las cuchillas, devolviendo las uñas a su estado natural. La herida sanó en un pestañeo. Dejó ir su peso, usando sus brazos como apoyo para no plantar la cara en la tierra. Estando sostenido en cuatro puntos y con la cabeza gacha, una posición humillante y vulnerable, lloró. —Estoy en deuda por mis lágrimas, madre. No puedo derramarlas, por mi humanidad expirada hace cientos de años. Tú, fuiste testigo de aquella última gota traslúcida que resbaló por mis mugrientas mejillas antes de exhalar mi final aliento humano. —Un sollozo escapó de sus descoloridos labios. —Madre, tengo miedo. Tu hijo, Aoi, sigue siendo el mismo humano cobarde, asustadizo y temeroso de la muerte. Fui un humano al que no se le dio ningún valor. Ahora —Rió sin ganas—, soy un vampiro, sí, pero sigo sin tener valor. Nunca quise la vida eterna, madre. Supongo que mi castigo de tu parte, no es entregarme a la muerte, sino entregarme a la vida.
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Luego de aquel horrible suceso, Aoi, vagó durante algún tiempo. ¿Cuánto? No sabría decir un número exacto. Dejó de contar hace tres o cuatro clanes. Podía sobrevivir por sí mismo —Sí, claro—, pero prefería unirse de manera temporal a algún clan de vampiros con el que se topara de casualidad. Lo hacía para alimentarse o para distraerse, dependiendo de la necesidad. No le contaba a nadie sobre su pasado y nadie le preguntaba sobre ello. Agradecía que no le tomaran tanta importancia a la presencia de un vampiro solitario, que se quedaba unos meses y desaparecía sin aviso.
No tenía un motivo para quedarse. No quería tenerlo.
Quedarse, significaba crear lazos, crear sentimientos, formar parte de un... algo.
Sentía que no merecía nada de eso. No después de haberlo perdido todo y hacer nada para salvarlo.
«Cobarde.»
«No eres tú, quién debería regocijarse bajo la luz de la madre.»
«¿Te sientes satisfecho y renovado, luego de clavar tus colmillos en el cuello de un ingenuo humano? Bueno, ¿Adivina quién ya no puede hacerlo?»
Una y otra vez, se hundía en el eco de sus pensamientos oscuros. Cada vez, estaba más cerca de caer al abismo, al que él mismo se guiaba.
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El tiempo no espera, no perdona, no pregunta.
Los vampiros tenían una memoria excelente, realmente impresionante. Aoi, recordaba todo... A la vez, olvidaba todo.
De su primera vida, siendo humano, recordaba a su familia. Oh, bueno. Recordaba haber tenido una. Un padre, una madre, un hermano y una hermana. Eran 5 miembros. ¿Qué más? Su apellido era Shi... Shi... —Su interior dolía por no recordar una característica humana tan básica. En sus memorias, los rostros y los nombres eran espacios vacíos. Las voces fueron sustituidas por indistintos sonidos, aun así, identificaba frases dirigidas a él.
A veces, aparecían pequeños fragmentos.
—Cariño, tu cabello ha crecido mucho. ¿Quieres que lo corte?
Casi podía sentir en la cabeza el toque de las suaves manos de su madre, el cuidado con el que peinaba sus hebras y juraba oír el sonido de las tijeras cortando los mechones. Al terminar, recibía un beso en la coronilla o en la frente, incluso siendo ya un joven adulto. Seguido, lo que había sido tratado con amor, era jalado sin cuidado por su padre, quien le llevaba casi a rastras hacia el campo para trabajar junto a sus hermanos.
De su segunda vida, siendo un vampiro, el inicio era confuso. Fue atacado por un oso, en el bosque, mientras observaba a sus hermanos chapotear en el río. Durante la noche, la juventud les hacía inmune a las enfermedades, según ellos. No supo cuándo ni cómo pasó. Sus hermanos llamaron su nombre, su nombre olvidado. Despertó desnudo, tirado en el suelo, bañado en sangre y sudor, rodeado de cadáveres. Una risa siniestra le hizo respingar, buscó en la oscuridad y encontró a un hombre, de pie, tapando la puerta del lugar —un granero, quizá—, tenía una boca con los colmillos más amenazantes que había visto jamás, manchados de rojo que hacía juego con irises de el mismo color.
El miedo le invadió, se paralizó. Notó que su respiración no se aceleró ni derramaba lágrimas, extraño. Notó otros cambios que le hicieron sentir peor. Todo era diferente, espantosamente diferente. Quiso huir, pero una mano alrededor de su cuello le detuvo, separando sus pies del suelo. Aunque el aire a sus pulmones no era cortado, arañó los brazos del hombre y dio patadas a sus piernas en un vano intento de liberarse, causando la ira de este. Le lanzó a un lado, atravesando la pared, golpeándose varias veces contra la tierra como si fuese rebotando. No dolió... ¡¿Qué demonios pasaba?!
Cuando se detuvo, el hombre le agarró del cabello, elevando la mitad de su cuerpo y habló.
—Vendrás conmigo.
De repente, en el aire, se formó una masa negra, dibujó una figura parecida a un óvalo deforme. Fue arrojado sin ninguna advertencia, al cruzar el portal, se sintió enfermo.
—Eres mío, Aoi. Si te opones a mí, lo único que lograrás, será que yo te rompa.
Ese no era su nombre. El desconocido ya le había bautizado ... y no le dejó espacio para replicar.
Se rindió, así de fácil. Su instinto le dijo que, si no lo hacía, moriría.
La revelación de que era un vampiro no le sentó muy bien. Algo en su interior, en su cabeza, se quebró en miles de trocitos.
Aprendió mucho gracias a los vampiros del clan Glänzend, no porque estuviesen prestos a enseñarle, sino porque les observaba, imitaba y, además, poseían una biblioteca vasta acerca del todo.
Demasiadas criaturas existentes, pocos deseos de conocerlas.
Su sire, le detestaba. Aoi, le temía. Era su única adquisición, pero en vez de ser mostrado como un trofeo o una mascota —así era el caso de muchos—, era ignorado o castigado, sin más. La mayoría del tiempo, el ser ignorado estaba bien. Los castigos eran lo peor, muchos insultos y humillaciones.
¿Por qué no se defendía? Oh, claro que lo hacía.
¿Qué pasaba? De alguna manera, perdía la consciencia y despertaba siendo el hazme reír de los Glänzend.
Las risas se combinaban con los gritos agonizantes de la última vez que les vio, melodía espeluznante.
Aprendió a servir con la cabeza agachada, en silencio.
Nunca se atrevió a decir el nombre de su sire en voz alta, ni siquiera cuando le preguntaban miembros de clanes aliados. Se refería a él como mi sire o mi amo. En realidad, era uno de los cuatro vampiros principales del clan. Uno más despiadado que el anterior. Sólo los vampiros puros merecían respeto y un alto estatus. Los convertidos, no eran más que un accesorio eterno.
No todos los clanes pensaban igual. Mala suerte la suya que fue a parar con uno que sí.
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Su apariencia cambió en algún punto de sus viajes. Los cabellos azabaches, lucían sólo la mitad de su cabeza, la otra mitad fue coloreada de rubio.
Agradecía que nadie le reconociera en los lugares en los que había encontrado refugio. La marca en su cuello revelaba que era un convertido, pero no delataba quién era su sire. Era un alivio, a la vez, que creaba curiosidad o sospecha del por qué un no puro vagaba sin su amo. Mentía mucho al respecto, de eso no cabía duda.
Tomaba un paseo por el bosque, terreno de los Dunkelheit, distraído. El líder del clan le ofreció quedarse, servirle, luego de que este le convenciera de contarle su historia y supiera de los malos tratos que había sufrido. El nombre su sire ni de su clan originario salió de sus labios. Reita —el líder—, le ofreció alimentos, camaradería, compañía, ... un hogar. Necesitaba pensar, no quería tomar a la ligera una decisión tan importante.
Las pequeñas criaturas que revoloteaban entre las ramas de los árboles se veían tan despreocupadas, juguetonas, ... libres. Deseaba ser como ellas y no pensar. Su vista parecía estar centrada en las bolas de luz, pero, en verdad, no les veía. Se encerró en su mente, como siempre hacía. En ocasiones, simplemente se desconectaba de la realidad, no lo hacía a voluntad. Lo que le impedía estar alerta del peligro.
Un terrible dolor en su pierna izquierda, debajo de la rodilla, le reconectó a la realidad. El rojo de sus irises refulgió, sus colmillos latieron expectantes, sus uñas se convirtieron en garras y sus sentidos trabajaban al mil porciento tratando de encontrar la fuente de aquella sensación que hace siglos perdió.
Dio un gran salto, apartándose del follaje. Se alzó en guardia, aunque no era muy bueno en el combate cuerpo a cuerpo y sin saber siquiera si lo que le atacaba tenía una forma sólida. Estaba asustado de que pudiese sentir dolor a tal nivel, casi como cuando era humano —Vaya momento para despertar tal recuerdo. Su pierna flaqueó unos segundos, recomponiéndose al instante.
Tenía una promesa consigo, no volver a huir... A menos, que el enemigo estuviese fuera de sus capacidades.
—¿Quién está ahí? ¡Muéstrate! —Su voz no tembló, pero tampoco sonó firme.
Lo que se estuviera escondiendo entre los arbustos, tardó un par de minutos en mostrarse.
¡Era un humano!, el olor era inconfundible. ¡Un maldito humano se coló a la dimensión de la Noche Eterna!
No entendía cómo era posible. Los humanos no tenían permitido el salto entre dimensiones. Claro que había quienes rompían esta u otras reglas, pero solían ser atrapados antes de terminar de cruzar el portal y eran devueltos a su dimensión. La única manera de no romper esta regla, era que un ser originario de la Noche Eterna trajera a dicho humano recién convertido o planeara usarlo como alimento a corto plazo.
Quizás él —un hombre o parecía serlo—, había logrado huir de su captor, estando herido y buscando ayuda. Sin embargo, eso no explicaba por qué el contacto le lastimó.
—Ayuda... por favor. —La voz rota más el ropaje desgastado activaron su compasión, cayó de rodillas al suelo.
Aoi, acortó la distancia que les separaba, lo suficiente para que el hombre tomara su mano derecha y la usara de apoyo para levantarse del suelo. Mantuvo la cabeza agachada con el cabello cubriéndole el rostro hasta el momento en que extendió su propia mano y enganchó la de Aoi con tremenda fuerza.
Sintió una punzada increíblemente aguda, vio como sus venas se ennegrecían desde la palma de la mano, lo negro avanzaba por su antebrazo hasta llegar al codo. De nuevo, sus características vampíricas resaltaron. Esta vez, aire salió de entre sus dientes apretados, oyéndose un sonido amenazante —shhhhh.
El hombre elevó la cabeza, haciendo que varios mechones de cabello se movieran de su cara, revelando ojos sin irises ni pupilas, cuyas escleróticas eran de un color tan negro y espeso que parecían derretirse. Sus parpados, al igual que las venas de los alrededores, estaban teñidos del mismo tono. No podía creerlo, ¡las manos del desconocido también se habían oscurecido!
—No... —Apenas se oyó. —Suéltame... —Quería gritar, mas, la voz no le daba. Parecía que en su brazo se enterraban cientos de agujas que drenaban su energía, dejándole cansado. Cayó de rodillas, ahora, ambos en el suelo, a la misma altura. El hombre sanó las heridas que, Aoi supuso, tenía. —Mierda, suéltame... —Su brazo derecho, lo sentía en llamas. Trató de liberarse, lo único que logró fue perder el equilibrio, quedando apoyado en sus rodillas y mano izquierda. —¿Por qué me pasa esto a mí? Murmuró, derrotado.
—Vaya tonto eres. Realmente, creíste que un humano lograría sobrevivir respirando el aire de la Noche Eterna. —Ese hombre... ese ser... o lo que fuese, se burlaba de él. A cada palabra, de su boca salían ligeros hilos de humo negro. Su voz sonaba, grave, distorsionada, totalmente muerta. Un sonido asqueroso a oídos de cualquiera.
—Sí pueden... —No necesitaba respirar, aun así, sentía sus pulmones arder.
—Imposible. Todo su sistema colapsaría en un pestañeo. —Su entrecejo se arrugó unos segundos, después se relajó. —Bah. Lo que hayan hecho con los hechizos o lo que sea, no es de mi incumbencia. Esto, significa que hay más fuentes de las cuáles alimentarme. —Relamió los labios.
Gesto que causó repulsión en Aoi, aumentando las náuseas que ya sentía debido a la voz.
—¿Qué... eres?
—Estoy más interesado en las respuestas que puedas dar a mis preguntas, joven convertido. —Jaló de la mano de Aoi, soltándole y haciéndole caer boca abajo en la tierra. Mechones platinados cubrieron parte de su visión. —Descansa, por ahora.
Cayó en la inconsciencia, tan rápido como la oración fue terminada.
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Despertó desorientado, recostado en el tronco de un árbol en decadencia. Parpadeó varias veces, tratando de quitar lo nublado de su mente y vista. Refregó las manos en su cara y cabellos, maldiciendo su situación. Sabía que no había sido una pesadilla, de esas solía tener muchas y, esto era demasiado real.
Sus extremidades ya no dolían ni tenía las venas oscurecidas.
Miró hasta dónde sus ojos le permitían, buscando al huma... a la criatura que le atacó. No debió alejarse mucho, si era verdad lo que dijo sobre interrogarle. El bosque pareció marchitarse mientras estuvo dormido.
Leyó todo manuscrito en el que alcanzaba a poner sus manos, tanto en la mansión en la que vivió con su sire como en el resto de ostentosos lugares que los vampiros elegían a modo de viviendas. Escritos desde el inicio de la creación, documentando la existencia de cada criatura que caminaba bajo la luz escarlata de la madre. Algunas descripciones calzaban con lo que su atacante había hecho. Quería asegurarse para saber cómo actuar.
Si él podría...
—Ah. Despertaste. —La voz muerta volvió. Apareció detrás de un tronco tan marchito como en el que se encontraba Aoi. —Temía que cedieras a tu deseo de extinguirte.
—Si fuese tan fácil... —Se puso en pie. —Ahora que me fijo, ¿qué le pasó al bosque? —Estaba seguro que no se habían movido del mismo sitio.
—Ah. —Giró sobre su eje, viendo a lo que se refería. —Absorbí la vitalidad de todo lo que había a unos cincuenta metros a la redonda. Necesitaba reestablecer este recipiente, estaba a punto de morir.
Ok. Eso reducía a dos la, de por sí, corta lista de posibles criaturas.
—Entonces, dijiste que estabas interesado en las respuestas que yo puedo darte, pero has sido tú quien ha respondido a mi pregunta y con información extra.
«Aoi, ¡¿qué te pasa?! ¿Por qué le hablas así? ¡¿Le has perdido el miedo a la muerte o qué?!»
Su exterior simulaba mantener la calma, pero su interior contaba otra historia.
—No es como si pudieras hacer algo contra mí, debilucho. —Las facciones faciales y extremidades manchadas de negro le daban un aspecto intimidante, a pesar de que el recipiente no tenía gran estatura ni era fornido.
—Tienes razón. No soy un guerrero. —Hizo a un lado los malos pensamientos y recuerdos que esa oración le trajo. —Entonces, ¿qué quieres saber? Te advierto, que no estoy inmiscuido en los asuntos de otros habitantes de la Noche Eterna.
—¿Así, sin más vas a cooperar conmigo? —No sonaba sorprendido, tampoco disgustado por su falta de oposición. Oh, bueno, no lo aparentaba.
—Así de sencillo.
Las viejas costumbres no desaparecen, ¿no?
Habían pasado siete siglos desde que se esparció la noticia acerca de la extinción del clan Glänzend. Dispersos en cenizas gracias a las mandíbulas de las Mantícoras. Culpa. No lo entendía. Sentía culpa de haber hecho nada, por no ayudar... por ser el único con vida. Sin embargo, el tiempo vivido bajo el yugo del clan Glänzend y, especialmente, de su sire, estaba grabado en él. Ciertos comportamientos y reacciones ya eran parte de sí. No mirar directo a los ojos, mantener la cabeza agachada siempre, dar respuestas cortas, no opinar, decir siempre lo que otros quieren escuchar, etc. Había logrado deshacerse de a poco de algunas de ellas, era difícil, pero lo estaba consiguiendo. La más arraigada a él era obedecer sin replicar.
—Um... —Emitió un sonido pensativo, que sonó similar a tener líquido atorado en la garganta. —Bien. Tengo curiosidad de lo que ha sido de este mundo en mi ausencia, así que aceptaré tu sumisión. Supongo. —Se sentó en la tierra, cruzado de piernas, instándole a hacer lo mismo.
Eso hizo.
—¿Qué es lo que quieres saber?
—Todo. Criaturas extintas, criaturas que todavía existen, guerras, alianzas, enemistades, etc.
Aoi, jamás hablado tanto y nadie le había prestado tal atención. Se explayó cuánto pudo, incluso explicando detalles mínimos, pero que el abismo, en los ojos su oyente, absorbía como algo relevante. Su expresión facial se mantenía en blanco, lo único que perturbaba esa apariencia era cuando abría la boca para hacer preguntas y una nube de humo negro era exhalada. Era un poco hipnotizante verlo danzar en el aire.
Las guerras entre especies era lo que había llevado a muchas criaturas a la extinción y era eso mismo lo que causaba las alianzas, el odio.
Ciertos tipos de cambiaformas habían sido exiliados de la Noche Eterna, otros abandonaron esta dimensión por voluntad propia; sin embargo, algunos solían ser avistados en zonas desoladas. Los híbridos quisieron conquistar el mundo humano y fueron casi extintos.
—De hecho, los humanos han asesinado a muchas criaturas, no solo de la Noche Eterna, sino de su propio ecosistema, también. —Eso no estaba en los libros. Aoi lo vio por sí mismo las pocas veces que su sire le permitió acompañarle a otras dimensiones.
—Pude verlo antes de venir. No es que yo pueda juzgarles, sabiendo cuál es mi naturaleza. —Estaba claro. La parte del bosque en la que se encontraban, seguía igual de gris que cuando recuperó la consciencia.
Aoi asintió con la cabeza.
—Hablemos de la actualidad. —Acomodó su vestimenta, notando lo desprolijo que lucía. —Los vampiros predominan en esta época, lo que significa que son quiénes tienen el control de la mayoría de las zonas de la Noche Eterna. Obviamente, no están satisfechos con ello. Varios de los clanes se han aliado para conquistar más territorio y tener bajo su poder a las criaturas débiles.
—Hablas como si no fueses uno de ellos. —Esos ojos sin pupilas, parecían no verle, mas podía sentirle observando su alma, la cual no tenía.
—No me convertí en vampiro a voluntad. Nunca me he percibido bienvenido en este mundo.
El silencio les envolvió. Aoi se perdió en sus pensamientos, bloqueando cualquier imagen o sonido.
De repente, aquel dolor intenso le hizo dar bocanadas de aire. Batió la fuente del malestar y masajeó la rodilla derecha entumecida. —Uh. Tú, de nuevo con eso. —Siseó.
—Te hice una pregunta, pero estabas demasiado absorto. No me dejaste opción. —Levantó la mano izquierda y movió los dedos manchados de oscuridad, a manera de burla.
—¿Cuál es?
—¿Tú nombre? No me lo has dicho.
—No preguntaste.
Silencio.
—Eres muy irrespetuoso, ¿sabes?
—Tengo la libertad de serlo.
«¡Aoi! ¡No sigas tentando tu suerte!»
—Dime tu nombre. —Un escalofrío le recorrió la espalda y nuca, esa voz no era nada placentera, menos en tono autoritario.
—Aoi. —Se presentó a como le entrenaron a hacerlo, inclinando el torso, con una mano en el pecho y la otra estirada hacia quien estuviese frente suyo. —Es el nombre que mi sire eligió para mí.
—¿Quién...? —Fue interrumpido.
—Esa, es información que no estoy dispuesto a compartir. —Volvió a su postura erguida.
—Está bien. —Aceptó el desconocido. —Supongo que es mi turno de presentarme. —Imitó la postura que Aoi usó. —No tengo un nombre. Nunca me fue elegido o impuesto uno. Mi especie no lo consideraba, particularmente, significativo.
—¿Qué especie eres? —Quería saber esto y aquello. Quería cerciorarse que lo que tenía frente a él era real.
—Ah, ¿ahora, es mi turno de responder preguntas? —De haber sido una voz diferente, tal vez, eso hubiese sido un tono gracioso. —Así sea, pues. —Tragó grueso, a la expectativa. —Soy un Rauchen y, si lo que tu historia dice es verdad, soy el único que todavía ronda por aquí.
—¿Un Rauchen? —Sorprendido a más no poder, Aoi boqueó sin saber qué decir.
—Sí.
Los Rauchen eran criaturas incorpóreas, intangibles y nocivas. La única característica que les hacía visibles era su composición gaseosa, espesa y color negro. Flotaban en el aire como una nube tóxica. Pululaban siempre al asecho. Podían disolver sus partículas en el aire para pasar desapercibidos y alimentarse de la energía vital de sus presas o tomar posesión del cuerpo de estas, cuando querían divertirse. Estando dentro del cuerpo de una presa o víctima, la piel de esta empalidecía, dejando las venas a la vista, resaltando la polución recorriendo por ellas; el estado natural de los ojos era sustituido por una espesura parecida al alquitrán. En el caso de que se tratase de una posesión, si estos síntomas podían ser escondidos, sólo había un modo de descubrirlo: siempre dejaban una marca de entrada, dónde la putrefacción comenzaba.
La manera de extraerles, era sencilla: matando a la víctima. La nube volvía a flotar. ¿La manera de matar a un Rauchen? No aparecía en los escritos.
Era bien sabido por todos en la Noche Eterna que los Rauchen desaparecieron hace milenios. Cada manuscrito en el que eran mencionados, se leían suposiciones o teorías de lo que les sucedió, la más especulada era que planearon ir al mundo humano a dominarlo y, en vez, fueron destruidos. ¿Cómo? Nadie tomó las riendas para investigarlo, fue solo el final de una molestia. No se sabía qué hicieron los humanos. Tampoco se conocía de ningún sobreviviente que contara la historia.
Hasta ahora.
»—El resto, es información que no estoy dispuesto a compartir. —Copió la frase de Aoi.
Y, ahí iba el último eslabón.
—Espera. Eres un Rauchen...
—Sí. Creí que eso ya estaba claro.
—No, sí. Eh... —Su cerebro estaba tardando en procesar lo dicho. —Eso significa que el cuerpo que estás usando en este momento...
—Le perteneció a un desafortunado joven, que se cruzó en mi camino sin saberlo. Pronto me desharé de él, está cerca de alcanzar su límite. —La palidez de la piel aumentaba a cada minuto, lucía tal cual un espectro.
—Tengo una pregunta. Por favor, responde solo esta vez.
—Adelante.
—Sabrás que los vampiros, los puros e incluso los convertidos, no sentimos dolor físico. A diferencia del tacto y el placer en general, nuestros nervios inhiben cualquier sensación de daño. Quiero saber, ¿por qué cuando me tocas, siento mi carne rasgar del hueso?
—Oh, mi querido joven convertido, eso es... —El Rauchen se inclinó hacia Aoi, estirando un brazo, para atrapar la mandíbula de Aoi con su mano, causando que se agitara en el agarre. —Aoi, es fácil de responder. Es porque al entrar, yo, en contacto contigo, no sólo toco tu piel, sino una pequeña cantidad de mí entra en ti. Puedo sentir tu corazón cristalizado, tus órganos inhabilitados junto a los activos. Puedo moverme hasta tu cerebro, dónde la parte encargada de alarmar a tus nervios del daño se encuentra desconectada. ¿Adivina? Yo, la conecto, si así me place.
Las venas del rostro de Aoi ennegrecieron, era una punzada infernal. Aoi pataleó, luchó, intentando soltarse.
Su mente viajó a aquel lugar, donde aniquilaron al clan Glänzend. Las mantícoras atacaban, siniestras, a cualquiera que estuviese cerca. Inmóvil, sólo podía observar. Los odiaba a todos, pero era lo único que conocía y no podía hacer nada para protegerlos; aunque estaba seguro que ninguno dudaría en usarlo como escudo o lanzarlo directo a las mandíbulas de las mantícoras. La razón de que su sire le salvara, permanecía siendo un misterio.
Volvió en sí, siendo recibido por el degradé de colores rojo y púrpura del cielo. Su cuerpo sufrió espasmos durante unos segundos.
»—Vaya. Esos mierdecillas siguen haciendo de las suyas. Son peor que plaga.
—Tú... —Se puso en pie, cuando dejó de sentir. —Ningún escrito de los que he leído dice que los Rauchen pueden hacer este... este tipo de cosas. —Tocó su mandíbula, tanteando. Rozó sus colmillos superiores e inferiores, sintiéndose reconfortado al hacerlo.
Ambos de pie. Aoi se preguntaba si podría huir.
—Nadie tendría la suficiente vitalidad para decirlo, una vez que un Rauchen se ha apoderado de su cuerpo. —Hizo una pausa. —Te diré un secreto, ya que accedí a tus memorias sin permiso. Tuve tu alma a mi alcance. Es tan frágil, me dio lástima tocarla.
—¿Qué dices? Los vampiros no...
—Los puros, no. Al contrario de los convertidos. Fuiste humano, tu alma no murió con tu humanidad, sino que se fragmentó. Tiene grietas preciosas, es una pena que un vampiro la tocara antes que yo.
Asombrado. Sin palabras. «¡¿Qué demonios?!» Así se encontraba Aoi.
—Me estás fundiendo el cerebro. —Masajeó sus sienes, era más un gesto para denotar irritación.
Un ruido acuoso, burbujeante, llamó su atención. Provenía del Rauchen. Definitivamente, no le gustaba. Sin embargo, debido a la situación, quizás...
—Eres gracioso, Aoi.
¿Era una risa?
—Eso de hace un momento, ¿te estabas riendo?
—De ti, sí. —Asintió, inmutable.
Pasó más tiempo conversando con el Rauchen. No le tocó, otra vez. Le decía cosas intimidantes, casi amenazas y reía ante su reacción. Era extraño. No hallaba aquella malicia evidente en cualquier otra criatura. Tal vez, se cegó a voluntad. Por fin, encontró a alguien que no le aislaba ni le miraba por encima del hombro.
Su atención fue desviada al resplandor de uno de sus anillos, aquel que Reita le dio para mantenerse en contacto durante su estancia en el territorio del Dunkelheit.
—Lo siento. Me tengo que ir. —Aoi, cubrió con un dedo el rubí del anillo y este dejó de brillar. —Estoy bajo el cobijo del clan Dunkelheit y el líder está llamando mi presencia.
—Me suena familiar. —Hizo un gesto pensativo, inclinando la cabeza hacia un lado. —¿Quién es su líder?
—Reita.
—No lo conozco.
—Han cambiado de nombre y de líder varias veces. Es normal que no les reconozcas. —Dio inicio a su andar.
—No te librarás tan fácil de mí, Aoi.
Detuvo su paso. En su mente hizo eco la voz de su sire.
—Por favor, evita decir ese tipo de frases. Es desagradable escucharlas.
Recibió algo semejante a un resoplido.
—Una cosa más antes de que te vayas. La parte rubia de tu cabello... ¿Cómo le hiciste para decolorarla? Tu organismo no debería ser capaz de adoptar ese tipo de cambios.
—Las hadas son muy traviesas, no quisieron revertirlo. Aunque, a decir verdad, me gusta cómo se ve. —Tomó un mechón de cabello rubio y lo frotó entre sus dedos.
—Ciertamente, te ves hermoso. —Aquel ruido acuoso y burbujeante se dejó oír. —Nos volveremos a encontrar, Aoi. —Dicho esto, el cuerpo humano fue contorsionado en ángulos imposibles, era evidente que la vida le estaba siendo succionada sin reparo. Oyó huesos crujir y órganos explotar. Era grotesco. Después de unos segundos, el humo negro y espeso salió por la boca. Se dispersó en el aire, quedando sólo el cadáver seco del humano que poseyó.
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Estaba confundido. Reita le quería para él. Una adquisición marcada por alguien más, veía un reto en Aoi. La marca de colmillos en su cuello era la única que no se había borrado de su cuerpo, las demás veces que su sire le mordió en otras partes, se regeneraron a los segundos. A Reita le molestaba saber que un vampiro caminaba por sus tierras con una marca que no era la suya o la de un miembro de su clan. Reita quería eliminar la mordida de su sire, para morderle él y dominarle. Decía tener interés genuino en Aoi, pero su instinto deseaba arrasar cualquier rastro antiguo.
Aoi tenía un despreciable "¡Jódete!" atorado en la garganta.
No le apetecía estar bajo el yugo de nadie. Ya lo estuvo una vez, no deseaba repetirlo.
Rechazar a Reita estaba siendo difícil. Le llovían regalos y lujos, cosas que nunca tuvo. Le mostraba afecto halagando su apariencia y las pocas habilidades que poseía. Siempre que estaba a punto de aceptar la oferta, Reita mencionaba la mordida y, entonces, Aoi retrocedía en su decisión. Solía encerrarse en la habitación designada o salía corriendo de la mansión hacia aquel lugar dónde tuvo el primer encuentro con el Rauchen. Desde aquel día, sólo lo había visto un par de veces, en su forma original. Al parecer ambos veían aquella tierra seca como suya. Nadie la había pisado, a pesar de causar conmoción en el clan, no se molestaron en investigar.
—Me iré pronto. —Anunció la nube de humo.
—¿A dónde? —Lo dicho le tomó desprevenido, no pudo evitar sonar alarmado.
—Lejos. No tengo un rumbo fijo. Simplemente, estoy hastiado de estar aquí. —La nube flotaba de aquí a allá, inquieta. —Tú, ¿quieres continuar viviendo aquí?
La respuesta absoluta era "NO", pero hallar una manera de irse sin que Reita le pusiera pegas... tenía cero ideas.
—La verdad, quiero largarme lo antes posible. —Hizo una mueca de disconformidad. —Reita me asfixia con todo lo que hace y creo que estoy empezando a desagradarle al resto del clan porque tengo el descaro de alargar mi aceptación a la propuesta de su amado líder.
—Es un imbécil, si todavía cree que aceptarás.
—Es evidente que su buen trato es de mi agrado y que, en varias ocasiones, he estado a punto de entregarme. —Miró hacia abajo, sus muñecas adornadas con brazaletes finos y sus dedos luciendo anillos con diseños ostentosos. —Sabe sobre mis carencias en el pasado y lo aprovecha en el presente.
—¿Qué vio en ti?
—La cuestión es esa, mi querido Rauchen, no lo sé. —Tomó la punta de un largo mechón rubio y la enrolló en su dedo índice. —Todos sus subordinados son poseedores de extraordinaria belleza y de poderes excepcionales, desde alzar en vuelo hasta el control mental. Yo no poseo un poder en particular. Mi sire desperdició mucho tiempo y recursos intentando descubrirlo. Soy un convertido defectuoso.
—A mí no me importa, si eres defectuoso. Aoi es Aoi.
—Gracias, supongo. —Reír no es algo que soliera hacer. Tampoco es que la nube fuese el más chistoso, pero había momentos en que le nacía reír.
—Ven conmigo.
—¿Por qué haría eso?
¿Era normal que pensara inmediatamente en decir "Sí"?
—Veamos... Tendrías la compañía de alguien que conoce tu mayor secreto, ese que no te atreves a decirle al líder los Dunkenheilt, que no quieres que nadie se entere porque sabes que no te verían igual.
El Rauchen sabía lo que pasó durante y después de la masacre, lo descubrió por sus medios.
—¿Esperas que quiera ir contigo, luego de chantajearme de tal modo? —Dudaba que existiera alguien que no quisiera lastimarle.
—¿Chantajearte? ¿Quién crees que soy? Te estoy señalando una de las razones por las que deberías venir conmigo.
—Pues, te está fallando la estrategia, porque estás lejos de hacerme sentir confianza.
—Bien. ¿Qué crees que pasará, si alguien descubre de cuál clan eres originario? Sospecharán de ti, ¿no es esa la razón por la que no te has asentado en ningún clan previo a este?
Reita no era benévolo, en absoluto. Sabía jugar muy bien sus cartas y, en esta partida, iba ganando. Si Aoi hacía un mal movimiento o decía algo fuera de lo común, las consecuencias serían duras.
—Eres un manipulador. —Su boca hizo una mueca de desagrado.
—Lo sé, gracias. —Si tuviese un cuerpo, le haría una floritura. —Pero, este no es el caso. Estoy usando la lógica.
—Incluso si acepto ir contigo, cabe la posibilidad de que Reita nos dé caza.
—Entonces, armemos un plan.
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Este plan no le terminaba de gustar.
Estaba en su habitación, esperando la señal.
Tenía la audición concentrada en la entrada principal de la mansión, dónde daría inicio su plan. Ya detestaba cada segundo.
El primer grito alertó a todos en la mansión y los alrededores.
Pronto sería Aoi quien gritaría igual o peor.
Esperaba que el Rauchen cumpliera su promesa y, realmente, no matara a nadie.
En resumen, poseería a varios vampiros hasta llegar a Aoi, causando caos y confusión. No se alimentaría de su vitalidad, solo desconectaría ciertas partes del cerebro, mientras les poseía y ya luego estarían bien. Así, se haría pasar por un Scherzen, cuyo objetivo era poseer, mas no alimentarse o asesinar. Reita querría ser el héroe, salvando a Aoi, pero Rauchen alcanzaría a Reita, poseyéndole. Controlaría su cuerpo y...
«¡¿Qué mierda?!»
//Cuando un plan no funciona, te aconsejo improvisar.//
«¿Qué haces dentro de mi cuerpo? ¡Salte!»
//No. Esto es aún mejor, ya verás.//
Había información que no estaba en los manuscritos, sea pérdida de páginas, deterioración o que cierta información no haya sido compartida con quien estaba escribiendo acerca de cierta especie.
«¡Los manuscritos no dicen que los Rauchen pueden compartir consciencia con el ser que poseen!»
//No es un detalle que necesite ser difundido. Ahora, calla y observa.//
Reita usó a uno de sus subordinados como escudo, cuando descubrió la intención del agresor. Atravesó al subordinado. El cuerpo más cercano a poseer era el de Aoi y se le ocurrió una mejor idea.
Poseyó a Aoi. Emitió el grito más agonizante y desolador, al máximo volumen que la garganta le permitió.
—¡Reita! ¡Ayúdame! —La voz sonó distorsionada, era de Aoi y, a la vez, del ser que le poseía. A oídos de los presentes, era como si les rasgaran el tímpano.
Contorsionó el cuerpo, haciendo tronar huesos, quebrándolos.
«¡¿Qué haces?!»
//Actúo. Tu cuerpo sanará, cuando yo salga. No te preocupes.//
«¡Yo no acepté nada de esto!»
//Una vez que esto termine, serás libre.//
—¡Eso no pasó con nosotros! —Uno de los guardias exclamó.
—No importa qué mierda seas, sal de Aoi, ¡ahora! —Ese era Reita, tomando posición de ataque, sin tener nada a lo que atacar.
—¿Quién me obligará? ¿Tú? No lo creo.
Saltó por la ventana. Corrió veloz, dirigiéndose hacia el sur. Un grupo de seis vampiros les seguían, encabezados por Reita.
//Es muy persistente.//
«Te lo dije. ¿Qué harás para perderlos?»
//Saldremos del territorio de los Dunkenheilt e iremos al escondite de las mantícoras de esta región.//
«¿Quieres matarme?», Si tuviese control sobre su cuerpo, temblaría a más no poder. Prefería estar bajo el control de un tirano a estar a tres kilómetros de distancia de esa horrendas bestias. «Regresa. ¡Te digo que regreses!»
//Confía en mí. Ya estamos cerca.//
«Por confiar en ti, es que estoy en esta situación.»
—¿Sabían que mis bestias favoritas son las mantícoras? —La sola mención hizo que la mitad se detuviera. Llamaban a su líder y compañeros, pidiéndoles regresar.
—Esas monstruosidades no matarán a nadie que esté a mi cargo. —El poder de Reita era el fuego, alzó una pared de llamas adelante, bloqueando el paso.
Aoi, tomó un desvío rodeando las llamas. Un poco más. El escondite de esos monstruos estaba ubicado en las montañas, lugares altos. Sin embargo, ellos les encontraron al pie de estas, un grupo enorme de ellos. Las cabezas de apariencia humana se alzaban mientras abrían las tres filas de dientes, chocaban sus patas delanteras y se apoyaban en las traseras, sus colas de escorpión se agitaban, buscando clavar la ponzoña.
«No, no, no, no.»
//Sí, sí, sí, sí.//
El Rauchen se lanzó a las patas de las bestias.
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Reita vio a Aoi —poseído— lanzarse como un loco a una muerte segura.
Las mantícoras se alteraron por el repentino acto, pisando más fuerte, desprendiendo polvo del suelo.
Reita y sus subordinados pararon, atónitos.
—Señor, debemos irnos. No hay nada que podamos hacer. —Un subordinado, instó a Reita a volver a la mansión.
—Encenderé una vela para Aoi. —Dirigiéndose a su habitación.
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Aoi maldecía a diestra y siniestra. Dueño de su cuerpo, nuevamente, caminaba de un lado a otro, moviendo las manos, exasperado.
—Has cambiado completamente. En el pasado, no hablabas más de lo debido ni te movías para esquivar los golpes. Siempre obediente.
—Estoy así —juntó las puntas de su dedo índice y pulgar —de perder la cordura, gracias a ti.
—De nada.
—Eres insufrible. —Peinó la melena mitad negro, mitad rubio, desenredando los nudos y limpiando los restos de lo que fuere. Su ropa estaba hecha casi jirones, después de haber sido revoloteado por las mantícoras. —¿Me explicas cómo es que sigo vivo?
—Verás. Cuando me lancé contra esas aberraciones, no lo hice sin pensar. —Aoi le miro fijo, dando a entender un «Ah, ¿sí?» —Sí lo pensé. Bloqueé tu consciencia unos minutos. Las primeras fueron a las que dejé tocarnos. Cuando llegamos al centro, empecé a consumir su vitalidad. Evité que te mataran, matándolas.
—Todavía no comprendo el hecho de que tengas total acceso a la mente y cuerpo de una víctima tuya. Los manuscritos...
—Te dije que quienes lo supieron, no alcanzaron a escribirlo.
—Ajá. —Aoi continuaba limpiando su cabello. —Necesito mi ropa. Hay que ir al sitio dónde dejamos mis pertenecías.
—Aoi.
—Creo que es en esta dirección. Es extraño fingir mi muerte, siendo que le temo. —Hablaba, encaminando sus pasos hacia el sureste.
—Aoi, espera.
Detuvo su andar al instante.
—Dime.
—Vi tus recuerdos, todos ellos. Los de tu vida pasada y la actual.
—Ahórrame la charla. ¿Dices que puedes traerlos de lo profundo del olvido?
—Yo...
—Déjalos estar. Estoy bien sin ellos. ¿De qué me sirve recuperarlos, si las personas que amé, ya no brillan? R... Mi sire se encargó de apagarlos hace mucho, mucho tiempo.
—De acuerdo.
—Sube ese ánimo. Esa voz tuya suena peor cuando decae. —Sus labios se estiraron lo suficiente para formar una sonrisa, dirigida a la nube de humo.
—¿Te puedo pedir un favor? —Preguntó la nube. Aoi asintió. —Nómbrame. Si me das un nombre, tendré una sensación de pertenencia. Ya no me sentiré solo.
Para Aoi, su nombre representaba la posesividad de su sire. Le alegraba que para el Rauchen fuese diferente.
—Será un honor. Déjame pensar. —Recordó la primera vez que le vio. La apariencia del humano que poseyó. Eran de alturas parecidas, tenía el cabello negro, lacio y largo. La forma de la cara era alargada y pómulos sobresalientes. Estaba en la flor la juventud. —Me baso en la apariencia del chico que poseías la primera vez que nos vimos, era muy guapo.
—Está muerto.
—Lo sé. Sólo era un comentario.
—Entonces, mi nombre... —Le apuró.
—Kai. Creo que te queda.
—¿Kai?
—Kai.
—Bien. Me gusta. Ahora, ¿a dónde vamos?
—¿A dónde te gustaría ir, Kai? —Era agradable tener un nombre propio al cual referirse, en vez de mencionar la especie.
—A los prados de las musas, es un excelente lugar para descansar.
—Suena a que es un lugar pacífico, me apunto.
—Aoi, tu alma luce diferente. Su luz ya no agoniza y las fisuras se ven más hermosas que antes.
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Notas finales:
¿Notaron la inconsistencia en la historia? No. No hay, no existe. Alucinan.
Aoi en la portada: Sangre chorreando de su boca, sexi sensual. / Aoi en el fic: No consume ni una sola gota de sangre (de manera explícita)
Soy mala en esto de lo sobrenatural jajaja
Sé que los temas que tocados en esta historia pueden dar para más, pero mi inspiración llegó hasta ese final :D
Les invito a leer los otros fanfics de esta actividad y dar amor a las autoras.
Les dejó las imágenes que me dieron la idea para el aspecto de Kai.
Así se ven sus ojitos y manitas:
Kai saliendo del cuepo de su víctima por la boca
Al final, Aoi sí fue marcado jajaja
(Imágenes sacadas de Pinterest)
Colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!
¡Gracias por leer!
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