Capítulo 7. Alas cortadas (parte 1)
Fue tan poco lo que vivimos y tan alto el precio a pagar, que me cuestioné, ¿una muerte digna sería suficiente?
Nahomi Omet.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Michael fingiendo tener paciencia y sin embargo noto la irritación en su tono de voz.
Decido no responder y continuó escribiendo meticulosamente en la pizarra que se encuentra en el centro de mi habitación.
—¿Piensas responderme, niña?
Ignorar su voz se ha hecho una costumbre para mí. Ya que si no está diciéndome que debo hacer o decir, hace comentarios hirientes sobre lo que yo consideró importante.
Además, se que Michael detesta no poder leer mis pensamientos debido a que está acostumbrado a saberlo todo. Y encuentro satisfacción en causar en él al menos un mínimo de enojo.
—Nahomi, puedes seguir encerrada en esta habitación durante todas las semanas que quieras. Pero no vas a cambiar nada. Créeme, sé lo que intentas hacer y no vale la pena, ni tu esfuerzo. ¿Por qué simplemente no aceptas que esos seres insignificantes no valen nada?
—¿Si no va a funcionar por qué te molestas en venir a decírmelo?
—Trato de que no desaproveches tu tiempo intentando salvar a los demonios del infierno. Cada quién terminará dónde pertenece.
Sé que se refiere a Marcus. Sé que sabe lo que estoy intentando hacer y sin embargo indiferencia es lo único que le ofrecere. Fue lo único que él me dió durante toda mi vida.
Los hijos no deben pagar por los pecados de sus padres; la humanidad no es culpable de los errores de sus ancestros; Marcus y yo no deberíamos estar pagando por los pecados de Lux y Leihat.
Supongo que pensar de dicha manera posee una razón lógica, pero esas afirmaciones se pueden contradecir. Y sin embargo aquí estoy, aferrándome a esa parte de mí que me impulsa ciegamente a querer liberar las cadenas de ambos. Quiero, necesito y voy a lograr romper la maldición de Marcus.
Fue difícil hallar algún tipo de registro de Oráculos antiguos; de la mayoría de ellos se sabe únicamente lo que ellos desean dar a conocer. La madre de Lux es uno de los miembros más poderosos y temidos de ECO. Su nombre es Daian; ni siquiera los Elites se atreven a mirarla directamente por temor a recibir algún tipo de castigo divino.
Las peores maldiciones son aquellas hechas por un oráculo. No solo porque mayormente resultan ser permanentes e irrevocables, sino que a su vez el único ser que puede deshacerlas es aquel que la realizó.
Si quiero que la maldición de Marcus desaparezca, la misma Daian debe aceptar retirarla. Y, teniendo en cuenta sus habilidades antiguas, ella estará esperándome incluso antes de que se me ocurra poner un pie cerca de su ubicación.
—¿Nahomi?
Por un momento olvide que Michael Omet está aquí.
—¿Puedes dejarme sola? Al menos respeta el espacio que me diste.
Al girarme para ver a Michael noto en su rostro una mirada extraña. Me observa con cierto grado de sorpresa.
—¿Qué?
—Será mejor que te recuestes un momento, mi niña.
—¿De qué hablas?
Un dolor punzante en mi espalda me causa un mareo y a su vez afloja mis piernas. Lo único que evita que me desplome son las manos de Michael.
Una sensación cálida y a simultáneamente escalofriante me recorre los brazos y la espalda alta. Al mirar mis brazos y las manos de Michael, observó estupefacta la cantidad de sangre que he perdido.
Antes de siquiera poder comprender lo que sucede, el dolor regresa, más fuerte y agudo que antes. Parece quebrantar mi espina dorsal y la sangre continúa emanando cómo si estuviera recibiendo violentas puñaladas. Una tras otra.
Únicamente puedo gritar y el terror de no poder saber qué es lo que está sucediendo me abruma. Siento que me falta el aire, y el dolor agonizante solo continúa en aumento.
—De acuerdo, de acuerdo, de acuerdo. —Oigo murmurar a Michael —. No te asustes, no sucederá nada malo. ¿De acuerdo? Sabía que esto pasaría, pero no pensé que sería tan pronto. ¡Sra. Foster, venga aquí inmediatamente!
—¡Dios Santo! —exclama horrorizada la Sra. Foster al verme —¡¿Qué le sucede a la niña?!
—Cálmese, cálmese. Nahomi estará bien. Necesito que traiga toallas, agua tibia, morfina, y un café sin azúcar para mí, por favor.
—¡De inmediato, señor Omet!
Michael me carga en sus brazos y me recuesta de lado sobre mi cama. Me indica que respire y creo reconocer cierto temblor en su voz.
—¡¿Qué está pasando?! —vociferó en cuánto puedo recuperar el aliento.
Aún siento como sí tuviese dos cuchillos afilados clavados en mi espalda. Y la cantidad de sangre me alarma aún más haciéndome pensar que dicha posibilidad es más que obvia. Las hojas afiladas parecen cortar piel y huesos.
Cierro los ojos e intento no gritar, pero jamás he sentido un dolor más horrible que el que siento en este instante. Escucho pasos, sonidos metálicos y un pinchazo punzante.
—De acuerdo, eso debe aminorar el dolor. —Escuchó susurrar a Michael.
Mantengo mis ojos cerrados con la esperanza de perder la conciencia, pero no es así. Siento que Michael me sostiene por mis hombros y no comprendo porque hasta que soy consciente de que mi cuerpo tiembla de manera involuntaria. Ya no puedo pronunciar palabra alguna.
Al pasar los minutos la agonía desciende debido a los efectos de la morfina. Pero mi mente es tan activa que no puedo quedarme dormida aunque es lo que más quiero en este momento. Me siento tan vulnerable, es como volver a ser aquella niña pequeña e inofensiva que sufría desmayos debido a la narcolepsia.
«Elías, ¿dónde estás?». Únicamente puedo pensar en él en estos segundos.
Finalmente mi conciencia se apaga por momentos. Y cada vez que abro los ojos veo a Michael sentado junto a la cama. Aún posee su traje invaluable manchado por mi sangre, y, más de una vez, lo veo pasando un pañuelo húmedo por mi frente como si en verdad le importará mi bienestar.
¿Qué es tan peligroso para que esté ser inhumano se quede a mi lado? ¿Acaso estoy muriendo? No, Michael no pierde sus adquisiciones valiosas. No me dejará ir con facilidad. Y eso, lamentablemente, significa que todo este dolor agonizante no me llevará a la muerte y tendré que volver a abrir los ojos.
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Me despierto a oscuras y de inmediato noto una punzada dolorosa en mi espalda. La debilidad ha rendido a mi cuerpo y únicamente intento no moverme por el temor a ese desdichado dolor.
—No, no, no —dice la Sra. Foster con serenidad —. No debes moverte, el señor Michael me ha pedido cuidarte en lo qué él regresa.
—¿Qué está sucediendo?
—Bueno, mi niña, será mejor que tu padre te explique eso personalmente. Iré a llamarlo.
Al saber que no me dirá nada, vuelvo a cerrar los ojos y trato de pensar con más serenidad. ¿Qué es lo peor que podría suceder? Quizás fui envenenada con alguna poción que causa agonía; recuerdo que Erick me habló de ellas una vez. Aunque, de ser así, significaría que ni siquiera estoy a salvó en la casa de un oráculo.
Michael Omet ingresa a la habitación a pasos lentos y ruidosos. Conociendo su personalidad misteriosa y reservada, intenta hacerme saber que está aquí sin decir una palabra.
—¿Cómo te sientes? —Lo oigo preguntar.
—Muy mal. Ahora dime, ¿qué está sucediendo? Y no le des vueltas al asunto, se lo más breve posible.
—Primero mírame.
—No. El dolor es menos si no me muevo y mantengo los ojos cerrados.
—Hay algo que tienes que ver, niña. Así que abre los ojos.
Obedezco al aceptar que no tengo más opciones en este instante. Michael Omet se mantiene a un metro de distancia, mira fijamente hacia la pared que se encuentra oscura debido a que la única luz de la habitación es una lámpara. Y su rostro se halla totalmente inexpresivo al decir:
—¿Qué se siente?
Apenas Michael dice esas palabras escuchó un sonido extraño detrás de mí. Cómo sí algo se hubiese movido por encima de las sábanas blancas produciendo un sonido áspero.
Mi reacción inmediata es girarme. El dolor es insoportable pero entonces noto el nuevo peso que carga mi espalda seguido de las incontables plumas blancas regadas a lo largo de la cama. Lentamente alzó la vista hacia el espejo que se encuentra enfrente y contempló dos gigantescas alas angélicas que nacen desde el centro de mi espalda y son más amplias que mi propio ser.
—Algunos piensan —dice Michael al ponerse de pie —, que únicamente los oráculos de sangre pura poseen alas. Y, si bien tienen razón en que únicamente los descendientes directos de ambos padres oráculos nacen ya de dicha manera, hay otro tipo de oráculos que poseen esas dichosas alas. —Michael sonríe de manera fría; cómo si estuviera disfrutando de algo que desconozco —. Esos son nada más y nada menos que los oráculos que nacen con habilidades avanzadas; los que poseen habilidades increíbles y poderosamente desarrolladas para su edad. Lamentablemente, el hecho de que tu espina dorsal se parta y de allí nazcan los huesos que formarán tus alas, arrasando con venas, carne y piel, resulta ser extremadamente doloroso. ¿No te parece, mi pequeña y querida Nahomi?
Toda mi vida me he preocupado: si no me ama, no me necesita y me considera un ser insignificante y patético, ¿por qué Michael Omet me ha conservado cómo su hija? Ahora lo entiendo. Y mentiría si dijera que no esperabas que sus intenciones fueran extremadamente oportunistas.
Algo quiere obtener de mí. Aún no sé qué es y me encuentro abrumada por los hechos que se me presentan de forma tan abrupta. Pero me aterra ese mirar distante y helado en sus ojos verdes repletos de codicia.
—Te gustará volar —comenta Michael totalmente ajeno a mí creciente temor —. Era… divertido. Supongo que también lo será para ti.
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Diario de Lux:
1670.
En las noches oscuras, en los días nublados o simplemente cada vez que la incomodidad se apoderaba de mí, podía huir. Mis alas han sido más que un escape físico de esta tierra antigua, sino también un escape mental cada que mis semejantes han torturado mi alma con sus palabras tan ególatras.
Leihat adora mis alas. Suele comentar que son como las de un pajarillo. Y cotidianamente bromea diciendo que cuando estoy lejos de mis orígenes soy como un ave sin jaula. Lo dice sonriendo, sin darle demasiada importancia. Y verdaderamente amo hallar razón en sus palabras. Porque efectivamente me siento como un ave sin jaula desde que resido en el pueblo de Ocaso.
Quisiera quedarme aquí para siempre.
Quisiera poder verla sonreír con afabilidad por el resto de la eternidad. No me importaría no ser la causa principal de su felicidad, únicamente con el hecho de saber que lo es, me bastará para poder continuar con mi condenada vida eterna.
Leihat. ¿Quieres volar conmigo? Nada me haría más dichoso en este instante.
Se lo preguntaré.
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¡Hola! Les traigo un nuevo capítulo (. ❛ ᴗ ❛.)
Es algo corto, pero tendrá una segunda parte. Espero les guste ❤️
¿QUÉ pensaban que le sucedía a Nahomi? ¿Se esperaban sus alitas? 👀🔥
¡No olviden comentar! Y nos leemos pronto 👌❤️
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