Capítulo 2. La burbuja

La razón por la que duele tanto separarme de ti, se debe a que nuestras almas están conectadas.

Desconocido.

Seis meses después de la muerte de Nahomi.

Lunes 23 de Marzo.


Marcus


Admito que llegué a odiar este mundo.

Las personas, la sociedad, las diferencias y el mismo paso del tiempo. Quizás fue una exageración colocar todo mi repudio en una idea tan general como lo es el mismísimo mundo.

Pero después lo entendí. No odiaba el mundo, odiaba el lugar en el que me habían puesto. Esa fuerza invisible que me ataba a una vida que yo no quería.

Hasta que ella llegó. Me sonrió y con unas pocas palabras me hizo sentir avergonzado de mi forma tan negativa y superficial de ver las cosas. Quizás ella es simplemente irreal o yo soy demasiado ordinario. Pero amo ese sentimiento que me provoca el simple hecho de mirarla.

Ahora ella no está.

Siempre tuve un miedo irracional a perderla; que de la nada misma se esfumará y me dejará en aquella sepulcral soledad.

Pero pasó tan de repente que ni siquiera era capaz de comprenderlo. Me despertaba por las mañanas y, cuando el café irradiaba su aroma, mi garganta se cerraba de manera agonizante y mis lágrimas caían al comprender que ella jamás compartiría de nuevo ese aroma que tanto solía adorar.

¿Por qué? Me lo he preguntado tantas veces.

¿El destino así lo quiso? Carece de sentido pensar que un ser como Nahomi tuviera como final simplemente perecer ante la muerte.

¿Yo? ¿Y sí únicamente fuí yo? Aunque me resulte insoportablemente doloroso, quizás fue mi culpa. Quizás yo no debería estar aquí y las maldiciones que cargo en mi alma la perjudicaron a tal punto que desapareció.

Me han dicho que en realidad no se ha ido. Que el recuerdo de su persona vive dentro de aquellos que la recuerdan. Pero, para ser completamente sincero, eso no me ofrece ningún tipo de consuelo.

Y, ya que me expresó con franqueza, la única razón por la cual aún estoy vivo es porque muerto no podría recordarla.

No existe una segunda oportunidad para nosotros. Ella se fue. Y yo aún sigo aquí.

Tengo miedo. Temo olvidar su aroma, la suavidad de su piel y el tono de su voz. Si eso desapareciera, si no pudiera recordar su sonrisa, caeré en un abismo del cual más que seguramente no podré salir.

—Marcus, en verdad lo siento tanto.

Él me envuelve en un abrazo que me resulta tanto sorpresivo cómo abrumador debido a su tan ajeno calor corporal. ¿Por qué Erick está abrazándome?

Lo miró y me esfuerzo por recordar lo que está sucediendo. Sus ojos negros lucen tan luminosos debido a unas lágrimas. Su cabello rubio roza mi hombro y sus brazos se aferran de tal modo a mi torso que me produce cierta desolación ingenua propia de una despedida.

¿Por qué te disculpas Erick? Ni siquiera soy capaz de corresponder tu abrazo.

En verdad lo estoy intentando.

Últimamente no soy consciente de estar dormido o estar despierto. No soy capaz de ver con claridad y la realidad misma ha perdido su sentido.

—En verdad lo siento —insiste Erick al alejarse de mí y secar rápidamente las lágrimas de sus mejillas —. Lo que dije... Yo no debí decirlo de esa manera. No fue correcto.

—Está bien. —Mi voz se oye más débil de lo creía. ¿Cuánto tiempo he estado sin enunciar palabra alguna?

A juzgar por la expresión de Erick al oírme, parece que fueron varios meses.

El paso del tiempo carece de importancia y ni siquiera noto el pasar de los meses. Sería exactamente igual el transcurso de un año o el de cien. El día y la noche pasan desapercibidos por mi consciencia.

Al ver a mi alrededor, noto que estamos en la Suprema Corte de Justicia del Mundo Oscuro. Cierto, ahora lo recuerdo, acabamos de salir de mi juicio.

—Podemos salir de esto, Marcus —menciona Erick y exterioriza una de sus típicas sonrisas. Los rastros de lágrimas en sus mejillas y la palidez de su semblante demuestra el esfuerzo que hace por no caer en la amargura.

Con cierta ingenuidad busco a mis padres y hermanos con la mirada. Solo para recordar que no han venido a mi juicio. Mi papá envió una carta hace dos semanas diciendo que era demasiado para mi madre todo lo sucedido y que ninguno se sentía preparado para afrontar un nuevo juicio en mi contra. Aún así, papá estuvo aquí minutos antes de que iniciará la sesión, solo para angustiarse al intentar hablarme y ser testigo de mi silencio.

El señor Steikmen no está aquí. Su esposa estuvo en su lugar y me comentó que él no era lo suficientemente valiente como para escuchar que me sentenciaran a muerte por todas las leyes que quebrante.

Si ella siguiera con vida. ¿Habría estado conmigo en este momento?

Veo a Amy Hernandez. Espera por Erick a unos cinco metros de distancia de nosotros. Parece estar tanto molesta como triste con mi presencia.

—Marcus, ¿estás escuchándome?

Erick está hablándome. Y mi abogada le comenta algo que no oigo.

¿Qué dicen? ¿De qué hablan? Me he retraído tanto dentro de mi mente que sin importar con cuánta claridad se dirijan a mí, no puedo escucharlos.

Ya no puedo.

—Marcus —dice Erick al sacarme momentáneamente de la inconsciencia en la cual me refugio —, estarás bien. Te declararon inocente. Fuiste una víctima más de Él -o-ella, ¿lo comprendes? Un oráculo declaró a tu favor y ahora únicamente debes cumplir un par de años de servicio militar para los Elite; Steikment te acompañará. Estaremos bien, ¿sí? No voy a dejarte solo.

No puedo. Ya no puedo.

—Erick.

—Sí, dime.

—Quiero que te alejes de mí.

Erick luce desconcertado. Le pide a mi abogada que nos deje a solas y me ve directamente a los ojos en busca de saber si me encuentro en pleno uso de razón para manifestar dichas palabras.

—Marcus, sé que sigues molesto. Lo entiendo perfectamente, pero...

—No estoy molesto contigo.

Ya no puedo verlo a los ojos. Bajo mi cabeza como el cobarde en el que me he convertido y por primera vez en meses siento la calidez tortuosa de unas lágrimas al rodar por mi rostro.

—No estoy enojado. —Hablo lo más claramente posible —. Todo lo que dijiste esa noche, es verdad. Tienes, tuviste y tendrás razón con aquello que dijiste.

—No, Marcus, no te atrevas. ¡No eres el único que sufre con todo esto! No lo hagas más difícil, ¿de acuerdo? Déjame ayudarte, por una vez en tu vida déjate ayudar por otras personas.

—¿Por qué quieres ayudarme?

—¡Porque te quiero! ¿Qué no lo entiendes? Te quiero como si fueras mi hermano, siempre lo ha sido así. ¡Mierda! ¿Por qué es tan difícil para ti aceptar que hay muchas personas que te aman? ¿Por qué quieres estar solo después de todo lo que tuvimos que pasar? Después de lo que Na...

Contengo el aliento al oír la simple mención de su nombre. Y el dolor regresa tan fuerte y desgastante como la primera vez.

—Erick —decreto —, me gustaría decirte que te amo pero tú no me crees capaz de eso. Pero te juro que lo hago, eres mi mejor amigo. Mi único amigo.

Elevó la vista para enfrentar su mirar. Cuánto me afecta verlo de esta manera. Conociéndo su personalidad, su sonrisa y su actitud tan desenvuelta para enfrentar la vida misma, me tortura saber que por mi causa él se encuentra en este estado tan deplorable. Al borde las lágrimas con un rostro pálido que apenas es capaz de esbozar sonrisas carentes de autenticidad.

—Por eso mismo—continuó —, comprendo que lo mejor para ti es que yo esté lo más lejos posible de ti.

—No, Marcus...

—Sí, así es. Mírala a ella —menciono señalando a Amy Hernández —, al estar cerca de mí la desgracia te afecta, ¿en verdad también quieres que ella salga afectada? Tienes un futuro prometedor, amigo. Y lo último que quiero es terminar destruyendo eso también.

—Por favor, déjame ir. No me necesitas, mi familia no me necesita y lo único que hago es dañar a todo aquel que me rodea. Ya no puedo, Erick, no puedo cargar con eso. En verdad aprecio que alguna vez me hayan amado y quiero recordar eso. Pero... quiero que sean felices. Y junto a mí... jamás lo serán. No mientras siga cargando está maldición dentro de mi alma.

—No te preocupes —mencionó y a su vez embozo una sonrisa —. Jamás te olvidaré y me encargaré de no volver a intervenir en la vida de nadie más. Te quiero, Erick Anderson.

26 de Marzo 

Mansión Omet.


Michael lee un diario personal similar al antiguo testamento mientras yace acostado cómodamente sobre un sofá cama. La iluminación natural, provenientes de los inmensos ventanales del gran salón, vuelven al sitio ideal para la lectura. 

Un individuo que, aprisionado por una fuerza invisible, dormita suspendido en el aire a cuatro metros del suelo. Sus cabellos dorados poseen un movimiento peculiar; como si estuviera bajo la superficie del océano y su semblante sonrosado exterioriza salud y suma tranquilidad. 

—Seis meses —menciona Michael sin quitar los ojos del diario —. Me parece que ha sido suficiente tiempo para que comprendas que yo sé lo que es mejor para ti, ¿no es así, mi pequeña Nahomi?

El oráculo eleva el rostro para contemplar a su hija. Sabe que ella lo puede escuchar perfectamente pese a no poder realizar ningún movimiento. Las burbujas de tiempo, creadas por los oráculos, mantienen a cualquier persona en una esfera invisible e impenetrable. Allí no sufren ningún daño, únicamente duermen y despiertan sin poder hacer otra cosa más que oír que sucede a su alrededor.

—Hoy es el día, querida —menciona Michael con un entusiasmo fingido —, te sacaré de ahí. Y espero que no intentes nada estúpido, como cuando quisiste escapar apenas te traje de la muerte. Eres inteligente, mi niña, así que me parece que ya has comprendido que es mejor hacer lo que digo. De otro modo, volveré a encerrarte en esa burbuja por otros seis meses más. 

Una empleada ingresa al lugar y con una sonrisa informa:

—Señor Omet, la habitación que mandó a preparar para la señorita Nahomi ya esta lista.

—¡Excelente! Muchísimas gracias, Sra. Foster. Y, ahora te pediré que mandes a preparar un baño para la señorita Nahomi —menciona afablemente Michael —. Ah, una cosa más, ¿mandaste la carta que te di a Axel Aidan?

—Sí, señor. 

Michael vuelve a agradecer con amabilidad y a continuación la Sra. Foster se retira.

—¡Muy bien! —exclama él con una voz fuerte y clara —Hablemos, niña.

Inmediatamente Nahomi se desploma directamente hacía suelo. Pero, estando a dos centímetros de impactar, se detiene abruptamente. Y ella abre los ojos como si hubiese despertado de una pesadilla.

Michael le da unos segundos para que Nahomi termine de recuperar la conciencia y se acostumbre a la gravedad nuevamente. Para después arrojar el diario que con anterioridad ha estado leyendo a los pies de ella.

—Antes que nada —decreta Michael —, quiero que leas a quien le pertenece este maldito diario.

Nahomi observa a su padre con frustración y recelo. Recuerda muy bien como intento huir de él aquella fatídica noche en la cual fue arrebatada del mundo espiritual para regresar a la vida. Y comprende que en estos momentos su única salida es obedecer, mientras guarda esperanzas de que Michael le manifieste cuales son sus auténticos planes.

—Vamos, niña, no tengo todo el día.

Nahomi toma el diario en sus manos. Y en la portada lee:

Lux. 1670.

—Así es —dice Michael y una sonrisa aparece en su semblante —, esto es de Lux, el oráculo traidor. Aunque.. podría decirse que es tuyo, ¿no te parece, pequeña Nahomi?

Ella no responde. Memoriza cada palabra dicha por Michael y aguarda con cautela. Sus manos se aferran inconscientemente al diario de bordes gastados y tapas marrones.

Michael vuelve a sonreír. Le divierte el hecho de que ella no exprese palabra alguna. Y con gesto paternal acaricia los cabellos dorados de su hija al decir:

—Hablemos de como voy a convencer a los oráculos de que eres lo suficientemente valiosa para permitirte seguir viviendo. A menos, claro, que quieras que te ejecuten por ser la reencarnación de ese desgraciado Lux. ¿Que prefieres, querida?



¡Hola! Les dejo un nuevo capítulo de esta segunda parte. Espero les guste y no olviden dejarme sus opiniones.  A la primera persona en comentar, le dedicó el proximo capitulo <3

¿Les gustaria un nuevo capitulo para año nuevo? El próximo domingo <3 

De ahora en mas quiero subir un capítulo cada semana, ya que me encuentro en vacaciones de verano. ¿Les parece bien? :)

Nos leemos pronto!!






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