46. El corazón de Michael
Mientras pienso en ti y en lo que perdí, quisiera evitar
Haberme permitido amarte. Para perderte.
Jesse y Joy
Han pasado semanas desde el último acontecimiento digno de mención que involucre la causa de Él-o-ella. Para la mayoría, este periodo de ninguna manera significa la llegada de una época de paz, al contrario, se mantienen cautelosos y en espera de un posible suceso que marque la causa final que encabeza las conspiraciones contra el Imperio sobrenatural. La calma antes de la tormenta.
Una minoría, por no decir exactamente siete personas, poseen un punto de vista distinto sobre los días que transcurren. Tener presente la sombra de la muerte puede causar, mayormente, dos tipos de reacciones en las personas:
Entrar en un estado paranoico y de terror constante, o continuar con tu rutina aprovechando cada día en realizar pequeños momentos que resulten significativos y felices. Y de esta manera no tener nada de qué arrepentirte si el fin de tu vida se presenta de manera repentina.
Dicha posición de actitud positiva que impregna hoy a cada una de las siete almas deriva de la influencia de Nahomi. Quien se ha sincerado delante de ellos para informarles sobre la maldición que carga junto a Marcus Solluna.
Confesó también no tener ideas claras sobre cómo actuar ante los hechos y aseguró buscar posibles salidas para todos. Así que el grupo tan variado ha decidido aportar más vida a sus vidas.
Si lo inevitable tiene que suceder, entonces sucederá. Pero darán lucha hasta el final y de ninguna manera se esconderán a esperar que una tragedia recaiga sobre ellos.
Alma número dos
La comida huele exquisitamente bien. Aunque Marcus no necesita comer, extrañamente es un excelente cocinero. Y por alguna razón tiene cierta manía por ofrecerme una buena alimentación respetando mi dieta vegetariana. Es la tercera vez que almuerzo en su departamento esta última semana.
—¿Cómo crees que me veria con un vestido?
Marcus deja de observar los informes que leía atentamente antes de mi pregunta. Se endereza sobre la silla y eleva la vista para verme e intentar inútilmente decifrar mi sonrisa.
—Se te veria bien —responde con su distintiva sinceridad —. Aunque, considerando que no utilizas esa prenda cotidianamente, habría que considerar tu comodidad.
—¿Mi comodidad? —dudo sin dejar de sonreír. Adoro la forma tan reflexiva en que se toma cada palabra que digo.
—Si —afirma Marcus con seriedad —. El hecho de que algo te quede bien no significa que te haga sentir cómodo. Como las corbatas.
—Si, odias las corbatas.
—Exactamente. No tienen ninguna función verdadera, solo molestan.
—¿Y si hubiera alguna ocasión especial? ¿Valdría la pena? —planteó con intenciones de que adivine.
Marcus medita unos segundos mis palabras. Sus ojos esquivan mi rostro y susurra:
—¿Algo así como una fiesta?
—Si, algo así como la fiesta de primavera caritativa que se celebrará en el Hospital dentro de poco.
—No voy a ir —niega inmediatamente. Tal como me lo temía.
—Ay, vamos Marcus. Será divertido. Además asistirán muchas personas de gran importancia que vendrán del Auténtico Mundo Oscuro; estará una princesa agni; el príncipe Drago de los Elite e incluso el Rey.
—Pues, con más razón no deseo asistir. Detesto los lugares concurridos, no se como comportarme y mi nivel para socializar es muy bajo —objeta decidido a no asistir.
—Pero, Marcus, yo quiero ir —insisto procurando que me vea. Pero él se niega a mirarme y sin ningún tipo de disimulo gira su rostro hacia la pared con cierto capricho que me saca una sonrisa.
—Si quieres ir, ve —asegura.
—Pero no quiero sin ti, Marcus.
Él no contesta. Realiza movimientos repetitivos con sus dedos sobre la mesa y finalmente dice:
—Esta bien.
—¡Si! —celebró incorporandome —Veras que sera divertido. Podemos ir a una tienda esta misma tarde para ver algunos trajes para ti. Y, ya que detestas las corbatas, podemos elegir uno que tenga moño.
Marcus sonríe ante mi entusiasmo. Me alegra tanto que haya decidido acompañarme. En estos días, nunca sabemos cuál podría ser nuestra última fiesta.
Un escalofrío me recorre el cuerpo. Me arden ligeramente los ojos y mis sentidos parecen encerrarme en una alerta constante. Se reconocer las señales, un oráculo esta a punto de llegar. Más específicamente, Michael Omet.
—¿Que pasa, Nahomi?
—No pasa nada. Pero, cuando él llegue, diga lo que diga, no le respondas nada. Déjame hablar a mí.
—Sin duda alguna eres más hábil con las palabras —dice Michael a mis espaldas —. Aunque, por fortuna para tu lindo juguete —menciona refiriéndose a Marcus —, no tengo nada que preguntarle a él.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunto dándome la vuelta para enfrentar su mirada. El luce igual que siempre, tan elegantemente vestido y con su típica expresión desafiante e irritante plasmada en el rostro.
—Necesito hablarte sobre algo.
—¿Qué es de tanta importancia para que Michael Omet se digne a aparecer en persona demandando mi atención?
—No estoy jugando, niña. Tienes que escucharme.
—No quiero oír nada de ti.
—Se trata de los seres desechables que llamas tus amigos.
La preocupación me invade de inmediato.
—¿De que estas hablando?
Michael separa los brazos y las paredes desaparecen dando lugar a una profunda oscuridad. Se lo que es; un punto ciego. De alguna manera lo que me dirá es de tanta importancia que se asegura que absolutamente nadie más que nosotros podamos oír lo que dice.
—Escúchame bien, porque solo lo diré una vez: Él-o-ella planea reclutar una de las siete almas antes del día de la primavera. No se de quien se trata exactamente, pero tiene que ser alguien que esté transcurriendo un momento difícil tanto emocional como psicológicamente. Piensa quién podría ser y evitalo como sea. Porque si una de las siete almas es reclutada por Él-o-ella es posible que la utilice para hacer que todos pierdan el juego.
Un llamado a la puerta vuelve a todo el ambiente a la normalidad.
—Debe ser Erick —menciona Marcus.
—Que pase —digo sabiendo que las palabras dichas por Michael son todas las que nos dirá. Ya tendré tiempo de analizarlas correctamente.
Marcus abre la puerta, pero no es Erick, sino Amy. Me entretuve tanto hablando con Marcus que no me percate de la hora. Le prometí a Amy hablar con ella y sus padres sobre la extraña protección que carga ella debido a sus días como peón de Él-o-ella. Ya que creo saber que tiene consecuencias.
Tanto Amy como sus padres saludan amablemente a Marcus. Nunca había visto personalmente a la madre de Amy, luce demasiado joven para tener una hija de veinticinco años. Marcus los invita a pasar y yo me giro para pedirle a Michael que se retire.
Pero al verlo me quedo paralizada. Michael luce completamente estupefacto. Sus ojos exteriorizan una fuerte mezcla entre sorpresa y desesperación. Su máscara de ironía y egoísmo esta rota. Sus labios tiemblan y su mirada esta puesta únicamente en una persona: La madre de Amy.
—¿Michael? —vaciló sin entender absolutamente nada.
Él no reacciona. Permanece inmóvil por unos segundos ignorando mis llamados y a continuación parece despertar abruptamente. Sacude la cabeza y procede a caminar rápidamente hacia la ventana.
—¡Oye! —exclamó temiendo que haya sufrido una terrible visión que nos involucre —¡Espera un momento! —vociferó al correr tras sus pasos.
El viento más helado que he sentido me obliga a detener mi avance y llevar ambas manos a mi rostro. Y, al abrir los ojos, ya no me hallo en el departamento de Marcus, sino en un lugar oscuro semejante a un túnel con una única luz justo enfrente de mi.
—Oh, no —murmuró al comprender lo sucedido. Al seguir a Michael en el momento exacto en el que él estaba por desaparecer he atravesado el portal que utiliza para moverse a través del tiempo y el espacio. Probablemente ni siquiera noto que logré seguirlo.
Escucho sus pasos. Tiene que ser él. Corro en dirección a la luz con esperanzas de encontrarlo y que me envíe de regreso. Marcus se preocupara si me ausento por demasiado tiempo.
Al avanzar me encuentro en un pasillo con paredes tapizadas y blancas que me recuerdan al Hospital, pero este lugar esta completamente vacio. Me concentro en escuchar y vuelvo a oír sus pasos, camina apresuradamente, así que continuó corriendo.
Los pasillos parecen infinitos y no llevan a ninguna parte. Las puertas, también blancas y casi invisibles, están cerradas. Y comienza a darme miedo la manera en que el tapiz de las paredes se parte ruidosamente sin ninguna razón aparente.
Oigo voces, murmullos y unas imágenes desconocidas cruzan por mi cabeza. Son recuerdos, recuerdos que no son míos. Teniendo en cuenta que esto podría ser el hogar de Michael es posible que lo que escucho y veo sean sus recuerdos y lecturas. Pero eso significa que su pared de protección mental esta rota, y eso únicamente le sucede a un oráculo en momentos de descontrol y desesperación.
No, Michael no puede estar pasando un momento de vulnerabilidad. El es un oráculo famoso por su frialdad, razón impenetrable y habilidades de control incuestionables sobre sus dones.
En las paredes se observan fisuras aún más grandes y un color negro comienza a cubrir el blanco. Llamó a Michael en voz alta, pero nadie responde. ¿Por qué los oráculos son tan complicados?
Noto que mientras más avanzo, más grandes se vuelven las fisuras y el ambiente se torna lúgubre. Michael esta cerca. Lo escucho caminar. Sus pasos se oyen desde la única puerta abierta.
Por algún motivo siento miedo; como si algo malo fuese a suceder.
Avanzó hacia la puerta y me quedo de pie en el pórtico observando una habitación completamente oscura cuyas paredes se quiebran en pequeños fragmentos.
Veo a Michael. Está sentado sobre el suelo cerca de una esquina. Tiene los ojos fuertemente cerrados y las mejillas empapadas en lágrimas. Las manos apoyadas sobre sus rodillas en una posición de meditación que a todo oráculo se nos enseña para momentos donde te sientes tan abrumado que temes perder el control.
No entiendo que sucede, no entiendo que desata en él tal vulnerabilidad. Pero comprendo que intenta hacer; trata de restaurar la pared que protege su mente, la cual, en estos instantes, se encuentra a mi merced. Escucho voces y las imágenes, antes poco claras, se materializan en recuerdos sólidos:
Veo una mujer. Posee unos ojos café claro y un cabellera larga y cobriza repleta de rizos rebeldes; como mi cabello. Es bonita. Tiene pecas en el rostro y una sonrisa inocente.
La conozco. La he visto. Es la madre de Amy.
Ella toma la mano de Michael con tanto cariño. Y él luce tan... feliz. Jamás lo he visto sonreír así. Con tal sinceridad. Jamás lo he visto mirar a alguien de esa manera.
De repente el recuerdo se desvanece. Ahora veo una habitación semejante a una oficina con poca luz. La joven que he visto con anterioridad esta parada frente a Michael con una un rostro inexpresivo. Ella carga un diminuto bebé rubio envuelto en una manta rosa. El ambiente es tan pesado, tan desolado.
—Yo no te amo —sentencia ella y se aferra a su bebé—, esa es la verdad. ¿De verdad creíste que alguien alguna vez podía llegar a amarte? Eres egoísta, despreciable y el único motivo por el cual accedi a estar contigo fue porque me prometieron libertad después de eso.
Desconozco totalmente a Michael. Su semblante exterioriza desesperanza e incredulidad, sus ojos verdes un vacío profundo y sus lágrimas una auténtica pena irreparable. Niega con la cabeza y retrocede unos pasos ante lo dicho por ella.
—Pero —titubea él—, dijiste que me amabas. Dijiste que no te importaba mi naturaleza y que estaríamos juntos. Prometiste que no te irías, que no me dejarías.
—¡¿Y qué esperabas que hiciera?! —exclama ella enfadada —Me trajeron aquí sin mi consentimiento, me secuestraron y me dijeron que mi misión en la vida era ser la madre de tu hija y que no me hiria de este maldito lugar hasta que eso sucediera. ¿Qué más podía hacer? Tu madre me dijo que tú querías una historia de amor, una estupida historia donde alguien te amara. ¡Y eso fue lo que hice! Y si, por supuesto que lo que te dije... era mentira. Pero si amo a mi hija, es mia, Nahomi es mi bebé y no pienso dejarla aquí.
—Pero yo... no lo entiendo. —Jamás he oído una voz más rota.
—¿Qué es lo que no entiendes? Yo no te quiero, ni siquiera te soporto. ¡Te odio, por tu culpa me alejaron de mi familia! ¡Fue tu culpa!
El recuerdo acaba abruptamente. La habitación se vuelve aún más oscura y Michael no logra recobrar su control.
—No sientas —se ordena a sí mismo y aferra sus manos alrededor de sus rodillas. Sus lágrimas caen sin cesar y se deslizan hasta caer por su barbilla —, no sientas, no sientas. ¡No sientas! ¡No sientas!
Pero es inútil. Las paredes siguen cayendo a pedazos y la oscuridad ha cubierto todo a nuestro alrededor. Ahora lo entiendo. Michael es el responsable de las anomalías del tiempo. Su vulnerabilidad deriva en pena, su pena en descontrol sobre su equilibrio y eso ocasiona las grietas en el tiempo.
Me duele. Yo no lo amo. Pero me duele tanto ver su desolación y la forma tan desesperada en que reprime sus emociones constantemente en un intento de recuperar el control.
—No sientas —murmura una y otra vez —. Ya basta, basta, basta.
Finalmente se rompe. Michael lleva sus manos al rostro y lo oigo sollozar. Se recuesta de costado en el suelo y envuelve sus brazos alrededor de su abdomen sin dejar de llorar.
Esta es la realidad de los oráculos. Sentir es semejante a un crimen y reprimirse es todo lo que se nos permite.
Esta es la demostración del resultado. La viva imagen de que es imposible encerrar los sentimientos de nuestro lado humanizado. No sentir es imposible. Y castigarte a ti mismo por ser débil es lo único en que piensas.
Me aterra todo esto. Me da tanto miedo saber y ser consciente de que este es mi destino. Que algún día, al igual que Michael, me esconderé en los rincones a llorar hasta que mis sentimientos me ahoguen y agonice de pena. Para luego ponerme en pie, enterrar nuevamente mis emociones y fingir que nada paso.
Nada paso. Nada. No hay ningún salida.
Me alejo corriendo. No se que hacer ni qué decir. La verdad sobre mi madre comienza a pesar en mi interior y un fuerte sentimiento de desolación se origina en mi pecho. Ella era mi madre. Michael la amaba. Ella me amaba.
—Mi madre me amaba —murmuró y siento a mis lágrimas caer.
Siento a mis piernas aflojarse y me recuesto en una de las paredes. Es casi una burla del destino pensar que hace unos momentos vi por primera vez a mi madre, la persona que desde niña unicamente me conforme con imaginar. Ella esta ahí, esta viva. Y también... es la madre de Amy.
Amy Hernandez es mi hermana.
Este diario le pertenece a Axel Jack Aidan.
No sé qué está sucediendo.
Oigo voces. Alguien me habla desde las paredes.
Últimamente me he hundido en un agonía apenas tolerable. Siento que estoy encerrado en un modo automático y continuó mi vida como una rutina consumida por la monotonía.
¿Estaré enloqueciendo? Esa cosa no deja de decirme que puede ayudarme. Que puede aliviar mi dolor y me ofrece un mundo donde ella esté para mí. ¿Qué significa todo esto?
Me siento extraña. Mareado. Quizás necesito dormir.
Necesito silencio.
Necesito que esa voz se calle.
Basta. No sé cuánto más pueda soportarlo.
Quizás debería contestarle.
¡Hola! Me alegra mucho poder traerles este nuevo capítulo. (^^)
¿Qué les pareció? ¿Sorprendidos por la nueva revelación sobre la madre de Nahomi? :0
¿Qué piensan de Michael Omet ahora?
¿Creen que Él-o-ella intenta reclutar a Axel?
¡No olviden dejarme sus comentarios! Los estaré leyendo ahora que tengo un día libre.(^^)
Posdata: Tambien los invito a leer la nueva historia que estoy publicando. Se llama El príncipe de las estrellas y ahí tenemos como protagonista a un Elite. (^^)
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