"Sólo se nos permite quedarnos temporalmente en el espacio entre el cielo y la tierra, en donde nos aferramos con fuerza para no ser sacudidos".
Tenki No Ko
El doctor Andreu ha bebido su tercera copa de vino blanco. Se encuentra exhausto, desanimado. Con ganas de ver a alguien que representa sus deseos más profundos y a la vez prohibidos. Involucrando, desafortunadamente, un fuerte amor poco convencional.
La doctora Maru entra en escena. Ha abandonado su vestimenta formal y ahora luce un vestido ceñido a su estrecha cintura que exhibe sus perfectas piernas pálidas y largas.
—¿Vas de cacería, doctora Maru? —bromea Andreu sin elevar la vista de su copa ya vacía.
Ella no responde. Se sienta a su lado y observa el rostro de Andreu, leyendo con facilidad que se halla afligido y de poco humor.
—¿Qué sucede? —averigua y le ofrece una sonrisa.
Andreu tuerce el gesto momentáneamente. Vuelve a servir otra copa y se toma un momento antes de responder:
—Solo pienso en lo desafortunadas que son algunas personas.
—Sí, es cierto. Pero, como doctores, tenemos muy en claro esas situaciones. ¿No es así?
—Cuando hablamos de infortunios de salud, por supuesto.
—¿Y que otros infortunios existen, Andreu? —vacila Maru sin comprender a dónde se dirige la conversación —¿Me quieres decir que sucede?
El doctor Andreu suspira profundamente y ve de soslayo a su doctora Maru. Siempre la ha admirado, de diferentes maneras.
La primera vez que él llegó al hospital, siendo apenas un aprendiz temeroso y con muchísimas ganas de demostrar sus habilidades, conoció a Maru. Y, desde el primer momento, admiro su tenacidad, su talento, su autoridad, su determinación. Poniéndose como objetivo principal ser igual a ella. El tiempo hizo de las suyas; Andreu fue capaz de ganar la confianza y amistad de la bellísima y respetable doctora Maru. Pero, entre cirugías, desayunos y noches confusas bajo alcohol, ella había provocado en él algo más que admiración. Mucho, pero mucho más cercano al temido enamoramiento.
—Hoy tuve un caso complicado —menciona Andreu y bebe un sorbo de su copa —. Los pacientes resultaron ser fugitivos.
—¿Fugitivos? Interesante. ¿Por qué razón los buscaban?
—Por amor.
—¿Por amor? ¿Cómo que por amor?
—Eran una pareja. Una pareja que no debería existir según las leyes del Mundo Oscuro.
Maru medita las palabras de Andreu. Y rápidamente acierta con una conclusión:
—Un inmortal con un clase baja.
—Así es. Eran una bruja y un Elite.
—¿Una bruja y un Elite? Que cosa más absurda. —Ella sonríe.
—¿Crees que es absurdo? —duda Andreu.
Una opresión fuerte comienza a formarse en su pecho. Absurdo, cuánto odia esa definición compleja. ¿Qué tan absurdo puede ser el amor? ¿Qué tan absurdo es que una bruja ame a un Elite? Quizás tan ridículo como una oveja enamorada de un león; un tigre enamorado de una gacela; un niño de su maestra o quizás él mismo es absurdo.
—Así es —sentencia Maru restándole importancia —. Es absurdo. Ella es una bruja; su vida tiene un límite, mientras él es un Elite, vive eternamente. ¿Cuánto tiempo creyeron que duraría?
—Y por esa razón ella debe morir. ¿No es así? Eso es lo que piensas.
—Andreu, yo no dije eso —protesta ella sin entender su estado a la defensiva —. ¿Qué te ocurre? Sabes que yo no pienso de esa forma.
—Ella no debe morir por amar.
—Estoy de acuerdo.
—¡Pero nadie hace algo al respecto, Maru! —explota repentinamente. Se incorpora de su asiento y lleva sus manos a su cabeza desalineando violentamente su cabello azabache —¿Por qué nadie hace algo al respecto? ¡Ella fue ejecutada esta misma noche! ¿Por qué? Porque las leyes prohíben las relaciones entre los Elite y los mortales. ¡Ella murió! ¿No lo entiendes? Murió, por amor. Simplemente por amar. Y el pobre Elite tendrá que someterse a terapias durante décadas. Quizás jamás se recupere por completo.
»¿Qué hacemos al respecto? ¡Nada! Eso sí es absurdo. ¿Lo comprendes? Condenar a alguien por el simple hecho de amar es completamente absurdo.
Maru se queda pasmada. Había visto antes a Andreu perder el control y explotar en un ataque de ira, pero nunca de una manera que se asemeja demasiado a la desesperación. Esta vez sus cejas no se fruncen y su voz se eleva con autoridad para exigir ante las personas que causan su rabia, no, nada de eso. Esta vez Andreu ha desbordado de una manera distinta, casi rencorosa, con un toque de desesperación manifestada en su voz temblorosa y sus ojos brillando al borde de las lágrimas.
—Andreu —habla ella intentando mantener la compostura —. Siéntate, cálmate y dime, por favor, ¿qué sucede?
—Lo que pasa es que descubrí que soy un hombre completamente absurdo.
—¡¿De qué estás hablando?!
—Te amo.
Ella se queda atónita. Esperaba discutir ideales e incluso gritarle para ordenarle mantener la compostura. Pero, una declaración tan extrema, no la esperaba de ninguna manera.
Andreu se percibe a sí mismo como una persona patética. Tiene muy en claro todas las consecuencias que acarrea la verdad que acaba de salir de entre sus labios. Pero es exactamente eso, verdad. No puede cambiarlo, es más, ni siquiera está seguro de querer cambiarlo. Porque en el fondo de sus sentimientos, por más absurdo que sea, ama todo lo que ella causa en él.
—Te amo —confirma él con una sonrisa melancólica en su rostro —. Y soy completamente absurdo por eso.
Bebé un último sorbo y desaparece tras las puertas del bar.
Alma número dos
Esto es demasiado. Tenía entendido que nuestro pasado juntos posiblemente resultará el retrato de una antigua tragedia, pero esto significa mucho más que una historia de amor frustrada. Sería iluso pensar que casualmente nos tocó morir cada vez que estábamos juntos. No; algo más se esconde detrás esta revelación.
—Eso significa que... —susurro sin querer decirlo verdaderamente —Significa qué... El castigo echado sobre Lux debido a sus acciones aún sigue activo. ¿No es así? Yo tengo ese castigo.
—Efectivamente —confirma la Sra. Criste. Su sonrisa ha desaparecido y en su rostro se exterioriza una evidente seriedad —. Y no es un simple castigo. Se trata de una maldición.
—¿Una maldición? —preguntó con los labios temblando. No hay maldición más siniestra e irrompible que aquella que es lanzada por un oráculo. Ni siquiera me atrevo a imaginarlo.
—Desgraciadamente, así es —lamenta la Sra. Criste —. La madre de Lux, al enterarse de que su hijo intentó resucitar a su esposa con un ritual que él mismo había creado para irrumpir el mundo espiritual, decidió condenarlo por el resto de la eternidad maldiciendo su alma.
—¡Era su hijo! —exclama Marcus con una fuerte indignación —Lux era su hijo, ¿cómo puede ser que haya maldecido el alma de su propio hijo?
—Los oráculos no quieren a sus hijos —murmuró muy enterada al respecto —. No me sorprende en lo más mínimo que lo haya hecho.
Marcus se compadece de mí. Lo sé. Ya he aprendido a leer parte de sus casi nulas expresiones.
—No te preocupes —digo con una sonrisa —. Michael Omet jamás me quiso. Eso no me afecta.
—La señorita Omet tiene razón —concuerda la Sra. Criste —. Los oráculos que cumplen todos los requisitos al pie de la letra, no sienten absolutamente nada por sus descendientes. Así que, para la madre de Lux, fue sencillo maldecirlo.
Tambaleo momentáneamente ante un leve mareo y se me revuelve el estómago. No creo estar preparada para esto. Pero tampoco poseo más opciones.
—Nahomi —dice Marcus con preocupación —, ¿estás bien? Luces pálida.
—Estoy bien —aseguró poco convencida verdaderamente —. Solo necesito sentarme un momento.
La Sra. Criste se apura en cumplir mi pequeña petición. Con un chasquido de dedos la gran sala parece dar vueltas sobre si misma y en tan solo unos segundos nos hallamos sentados sobre un sofá rodeado por estanterías repletas de libros desconocidos.
—Terminemos con esto —pido muy estresada por la situación —, por favor Sra. Criste, díganos de qué se trata la maldición.
—No sé si debería...
—Por favor —suplico viéndola fijamente —. Sea lo que sea, merecemos saberlo. Estoy segura de que esa maldición nos afecta a ambos.
La Sra. Criste aparta la mirada bruscamente. Como si temiera mirarnos al manifestar:
—Tienes razón, Nahomi. La maldición esta dividida a la mitad. Y me temo que el alma de Marcus se llevó la peor parte.
Agachó la cabeza en señal de lamento. Ya sé lo que va a decir; ambas lo sabemos. Y aún así tengo que resignarme a escuchar algo que de ninguna manera seré capaz de cambiar. Me siento tan impotente.
—La madre de Lux aborrecía a Leihat; ella representaba la perdición de la imagen de un oráculo. Así que la maldijo su alma con las siguientes palabras: "Llevarás esto el resto de tu viaje: Quién llegué a conocerte logrará amarte, pero a sí mismo se perderá."
No me atrevo a mirar a Marcus. Pero su silencio al oír las palabras de la Sra. Criste revelan su estado de sorpresa ante esta revelación. Hace tiempo que él está enterado que sufre una maldición que hace que todo aquel que llegue a amarlo, perezca. Pero no esperaba que dicha maldición haya sido impuesta por un oráculo puro y superior que de ninguna manera cambiará de parecer.
—¿Y de qué forma maldijo a Lux? —Escuchó preguntar a Marcus.
Quito mis manos de mi rostro y confundida preguntó dirigiéndome a Marcus:
—¿Por qué no estás preocupado por lo que te acaban de decir? —No logro entenderlo. Y mi rostro definitivamente debe expresar mi confusión ante la actitud de Marcus — ¿Por qué? —insisto en preguntar — ¿Por qué sigues averiguando sobre algo que me involucra a mí en lugar de lamentar tu propia maldición que resulta ser irreversible?
Marcus me ve a los ojos por un momento. Su rostro luce perfectamente sereno y nada perturbado por la situación. Y con esa misma actitud responde:
—Nahomi, hace tiempo se que estoy maldito. He aprendido a aceptarlo y por esa misma razón no permito que las personas se acerquen demasiado a menos que pueda protegerlas de la condena que cargo conmigo.
—Veo que te preocupas por las personas que amas —menciona la Sra. Criste sonriendo mientras contempla a Marcus como si de un niño se tratase —. Los seres fríos son inmunes a tu maldición; tu padre y hermanos están a salvo. En cuanto a tu mejor amigo, tu madre e incluso la señorita Omet, están protegidos temporalmente por amuletos de brujos. ¿Usted sabía eso, Señorita Omet?
—Lo sé —digo recordando la pequeña pulsera con símbolos de magia que me obsequiaron los abuelos de Erick con intención de ofrecer una protección debido a mi cercanía con Marcus —. Funcionan muy bien.
—Pero no siempre van a funcionar —decreta la Sra. Criste —. La maldición de Marcus es poderosa, tendrán que ir cambiando la fórmula de protección que utilizan los amuletos para combatirla. De otra manera, todos los que amen a Marcus morirán. Empezando por Erick.
Le hecho una mirada de reproche la Sra. Criste. Esta se percata de su atrevimiento e inmediatamente dice:
—Por supuesto son solo suposiciones. Bueno, ¿aún quieren saber sobre la otra parte de la maldición?
—¿Qué tan malo es? —dudo y sin pensarlo recuesto mi cabeza sobre el hombro de Marcus.
—Yo diría que... Bastante malo —dice con sinceridad y una sonrisa la Sra. Criste.
Me retracto sobre mi primera impresión. A pesar de que intenta ser considerada; parece que los enigmas y situaciones extremas le causan diversión a la Sra. Criste.
—Adelante —accedo sin más opciones.
—A pesar de que Lux fue condenado a muerte, eso no era un castigo suficiente para sus crímenes. Así que su madre lo maldijo con volver a nacer para que así pueda encontrar a Leihat.
—No entendiendo —dice Marcus —. Ella no quería que estén juntos. ¿Por qué hacer que su alma renazca cuando...? —Marcus se percata de la respuesta antes de terminar su pregunta. Y su rostro se vuelve sombrío ante la tétrica verdad.
—Así es, Marcus —declara la Sra. Criste —. La madre de Lux lo maldijo para que volviera a nacer y de esa forma se reencontrará con Leihat. Entonces él volvería a amarla y después moriría trágicamente debido a la maldición de Leihat.
—Entonces también lo condenó a buscarla —murmuró —. Cuando dos almas son separadas de manera trágica, se les ofrece una nueva vida para que puedan estar juntos. Pero la maldición de Leihat hacía que Lux volviera a morir.
—No solamente Lux —aclara la Sra. Criste —. Con cada vida la maldición de muerte se volvió para ambos. Entonces ambas almas se buscaban en cada vida, se amaban y después la maldición mataba a alguno de los dos. Es una cadena interminable de búsqueda y muerte. Una...
—... condenación eterna. —Completó su oración con total acierto.
Marcus está temblando. Lo siento. Así que tomó su mano con esperanza de ofrecerles un leve consuelo. Pero él se aparta y se incorpora del sofá bruscamente.
—¿Y qué podemos hacer? —pregunta con voz monótona —¿Qué se puede hacer contra la maldición?
—Nada —sentencia la Sra. Criste encogiéndose de hombros —. La maldición fue hecha por un oráculo puro y superior. Es irrevocable.
Quiero gritar: mi parte emocional yace al borde del caos y únicamente quiero llorar desesperadamente. Pero no puedo. Mi parte lógica se resigna a comprender que en realidad no existe una mínima posibilidad de cambiar nuestro destino. Y solamente unas lágrimas silenciosas caen por mis mejillas.
—¡No puede ser! —exclama Marcus —Tiene que haber algo. Algo que no nos está diciendo. No puede ser que Nahomi... Que nosotros... —titubea —No puede ser que nuestro destino únicamente sea morir.
—En verdad quisiera ayudarlos —dice ella al elevar sus pies sobre el sofá y abrazar sus rodillas como una pequeña niña —. Pero no puedo. Nadie puede revertir la maldición más que la madre de Lux; y ella jamás lo hará. Así que no hay nada que hacer.
—¿Y si no estamos juntos? —pregunta Marcus en un susurro débil casi imposible de oír —Si jamás estamos juntos. ¿Nahomi podría seguir con vida?
—Marcus, no digas...
—Dígame la verdad —insiste Marcus interrumpiendo mis palabras —: ¿Si me alejo de ella, Nahomi seguiría con vida?
—Supongo que sí —responde la Sra. Criste mientras analiza con mirada crítica a Marcus —. Eso les daría más tiempo a ambos. Sin embargo, no creo que puedan mantenerse alejados para siempre.
—¿Por qué lo dice?
—Por favor, Marcus —enuncia la Sra. Criste sonriendo con ironía —, ¿de verdad crees que puedes alejarte de ella voluntariamente?
Marcus no responde. Fracasa en sostenerle la mirada a la inentendible Sra. Criste y aprieta sus puños con la intención de evitar el temblor de sus manos.
—¿Y si yo muero? —dice Marcus.
—Desperdicias tu última oportunidad, Marcus Solluna —revela ella con una amplia sonrisa. Comienza a enfadarme su forma aligerada de tomar esta situación.
—Un momento —digo ya cansada de la conversación —. ¿Cómo que su última oportunidad?
—¿Qué no lo saben? —duda ella con escénico asombro —¡Vaya, qué sorpresa! Bueno, verán niños, cuando te conviertes en un ser frío el precio es la destrucción de tu alma. A los seres fríos no les espera nada más allá de la muerte; los pedazos sangrantes de sus almas están condenados a vagar sobre la tierra como fantasmas.
—¡Pero Marcus no es un ser frío completamente! —objeto con cierto enojo ante su forma de hablar tan irónica y poco considerada.
—Pero pasó por una transformación —asevera la Sra. Criste —. Su alma ya está rota. No hay remedio. Si muere no volverá a renacer y por lo tanto... esta es su última oportunidad para estar contigo. Aunque, de cualquier modo, eso significa que uno de los dos después de todo tendrá que perecer debido a la maldición.
—¡No será así! —exclamó completamente en negación —Marcus, no le hagas caso. Vámonos de aquí.
Temo que Marcus entre en pánico. Su rostro ya expresa un posible estado de inconsciencia y lo menos que deseo es que sufra una crisis en estos momentos. No quiero que sufra.
—Marcus, escúchame —ruego colocándome lo más cerca posible de su rostro —, quiero irme. Marcus, quiero irme a casa.
Él reacciona ante mis palabras y corresponde mi mirada. Aunque se halla ensimismado asiente con la cabeza y procedemos a dirigirnos con prisa en dirección a la salida.
—¡Ahora lo ven! —vocifera la Sra. Criste —Por esta misma razón los oráculos no deben hablar libremente ante cualquier pregunta. Les dije lo que querían oír y aún así se niegan a creerlo.
Me giro conteniendo el enojo que me causa su manera tan insensible de abordar temas que involucran tragedias totalmente horripilantes. Sonrió lo más creiblemente posible y mencionó:
—Le agradecemos con sinceridad sus palabras, su tiempo y también su sinceridad. A pesar de no estar de acuerdo con la forma en que su carácter aborda este tipo de situaciones, verdaderamente es la única persona que nos ha ayudado y la lógica de mi especie me dicta resignarme a aceptar lo inevitable.
»Pero no lo haré. Tengo un lado humano, y mi lado humano aún cree que podemos luchar contra esto. Y eso mismo haré, Sra. Criste.
El semblante de ella expresa total sorpresa ante mis manifestaciones. Sus ojos se iluminan y procede a enderezar su espalda y colocar ambas manos en sus caderas al decir con una dulce sonrisa:
—Entonces, le deseo suerte para luchar contra lo inevitable, señorita Nahomi Omet.
Intento mantenerme firme frente a esto. Sucumbir ante la desesperación no sirve de nada y contemplar nuevas opciones es lo más sensato. Aunque, siendo completamente sincera, no veo ninguna salida.
Al pasar el arco natural nos encontramos con un ambiente distinto. Hace un par de horas este mismo campo de mirasoles estaba bañado por un resplandeciente sol, ahora yace empapado por una lluvia insonora y sin brisa que lo convierte en un paraje desolado.
Noto unas banquetas de madera posicionadas frente el camino que transitamos. En un primer momento no las había visto.
Marcus ya no camina a mi lado. Ahora da pasos lentos por delante de mí sin girarse para verme ni decir una sola desde que salimos de la casa de la Sra. Criste. No es su silencio habitual. Está sufriendo. Y no sé qué hacer.
—Marcus —lo nombró y apresuró mi andar para igualarlo.
Él se detiene. Mira a ambos lados y finalmente pone su paraguas sobre mi cabeza para protegerme de la lluvia y sigue andando como si no me hubiera escuchado.
—Marcus —vuelvo a nombrarlo lo más suavemente posible —, ¿qué tan mal estás?
Él vuelve a detener su andar al oír mi pregunta. Pero continúa dándome la espalda como si tuviera miedo de mirarme o simplemente no quisiera hacerlo. Es tan frustrante.
—Es inútil, Nahomi —dice sin girarse hacia mí —. No podemos salir de esto.
—¡No digas eso! Debe haber algo que se pueda hacer, siempre hay algo. Quizás podamos... Podamos...
Tenía que suceder; justo en el momento que más necesito que mi ágil mente funcione y me ofrezca una solución, no se me ocurre nada. Nada.
Desearía no haberme dejado llevar por mis impulsos. Estaba segura de que obtener respuestas era lo que ambos necesitamos después de una condena tan injusta para Marcus. Y ahora estamos aquí, estancados. Hundidos en una verdad condenable que parece tener suficiente fuerza para arrastrarnos a ambos al olvido eterno.
—Será mejor que me vaya —dice Marcus con una tono frío que jamás ha utilizado conmigo.
—¿A dónde vas?
—Lejos de ti.
Me paralizó ante sus palabras. Instintivamente llevó una mano al centro de mi pecho e intento no pensar demasiado en el dolor que me causa su actitud. ¿Lejos de mí? ¿Esta es su estrategia y solución para sobrevivir? Es desconcertante y contradictorio teniendo en cuenta la constante preocupación que demuestra tener por mí. Pero en el fondo es una solución razonable.
Repentinamente siento que alguien toma el paraguas llevándolo hacía arriba para cubrirse también. Es Marcus. No lo oí acercarse y encontrarme con su rostro tan cerca del mío me sorprende por un segundo. Aunque rápidamente noto una profunda pesadumbre en su semblante.
—No lo digo porque así lo quiera —aclara Marcus refiriéndose a sus anteriores palabras —. Lo digo porque... parece ser la solución correcta.
—La Sra. Criste dijo que alejarnos no funcionaría —objeto como negativa a sus palabras.
—Ella dijo —me corrige Marcus —que funcionará temporalmente. Y es todo lo que necesitemos.
—¡Pero no tenemos tiempo! Tienes un año para cumplir lo que yo manifieste delante de la Corte Suprema. Y después... —No puedo decirlo. Es más, ni siquiera de qué sucederá después. Marcus se niega a hablar de eso conmigo.
—Estarás bien —asegura él con un tono dulce y haciendo caso omiso a mis palabras —. Como dijiste hace rato, luchemos contra esto. Nuestra arma en este momento es la distancia.
No quiero. No quiero alejarme de él. No ahora que las palabras de la Sra. Criste hacen eco en mis recuerdos: "Esta es tu última oportunidad para estar con ella." ¿Qué pasa si la maldición se lleva a Marcus está vez? Él no volverá. ¿Cómo podré continuar con mi existencia cuando en mi conciencia pesara su ausencia por el resto de la eternidad?
Envuelvo las manos de Marcus con mucho cuidado y, a pesar de que conocer su incomodidad por el contacto visual, lo miró directamente al decir:
—Marcus, cásate conmigo.
Él de momento no reacciona. Frunce el ceño ligeramente con confusión y dice con pesar:
—No puedo hacerlo, Nahomi.
Su negativa frustra mis planes. Yo no quiero hacer esto; deseo salvarlo. Soy consciente de todo lo revelado por la Sra. Criste, pero en este momento no me interesa. No cuando pienso que está es su última oportunidad y depende exclusivamente de mí.
—¿Por qué no? —indago pacientemente —Yo accedí para salvarte y porque confío en mis visiones.
—Pero ahora es diferente —objeta él —. No puedo. No cuando sé cuándo se que mi cercanía podría hacerte daño.
—Marcus —titubeo —, no puedes decir eso ahora. Si lo que dije delante de la Corte Suprema no se cumple, tu condena podría cambiar.
—Eso no importa.
—¡Podrían condenarte a muerte!
—Eso tampoco me importa.
Me quedo estupefacta ante su revelación. No puedo creer lo que dice. Me afecta profundamente saber que Marcus aún mantiene una lucha interna consigo mismo debido a sus traumáticas experiencias. Pero guardaba esperanzas de que cambiará su parecer ahora que está al tanto de lo que involucra verdaderamente morir para un ser como él. ¿Esta es es su manera de decirme que no le interesa en lo absoluto su propia vida?
Marcus parece avergonzado de su confesión. Aparta el rostro y se aleja sin retractarse de sus palabras.
—Lo siento —se disculpa —. No debí decir eso.
Lo primero que pienso es decirle que todo está bien. Pero no es así. No sé cómo reaccionar y mi cabeza no deja de repetir las consecuencias. Me duele tanto la situación en la que se halla su salud mental y emocional.
Comienzo a caminar lejos de él. Necesito pensar en todo esto. Necesito aclarar mi mente y posiblemente descubrir una salida. Es mi deber en estos momentos.
—Nahomi —dice Marcus caminando detrás de mí —.¿ Estás enojada conmigo?
—No.
Es la verdad, no estoy enfadada. Pero me molesta su forma de actuar. Me molesta que no quiera luchar genuinamente. Ahora comprendo porqué razón me aseguro que no iría a prisión; no planea vivir para cuando eso suceda. Se me cierra el pecho de tan solo pensar en ello.
—Nahomi —insiste en llamarme —, no te enojes conmigo, por favor.
—Marcus, no me enoje contigo.
—¿Entonces por qué te alejas de mí y no me ves directamente?
—A ti te desagrada el contacto visual.
—Así es... Pero es diferente cuando se trata de ti.
—¿Por qué es diferente?
Él no responde. Ciertamente no quiero verlo en este momento. Y es debido a sus palabras tan hirientes para si mismo.
Al no escuchar sus pasos decido girarme para verlo. Se ha quedado de pie con la cabeza ligeramente agachada. Sus ojos yacen semiocultos bajo unos rizos oscuros y demuestran una profunda aflicción. Sus puños apretados fuertemente delatan que sigue intentando ocultar el temblor incesante en sus manos. Mis palabras lo afectan más de lo que pensé.
Marcus deja caer el paraguas y se sienta sobre una de las bancas a orillas del camino de tierra. Procede a llevar ambas a su cabeza y realiza movimientos repetitivos con sus dedos sobre su cabello. Esto es demasiado estrés y se halla al borde del colapso.
Inmediatamente regreso sobre mis pasos y me pongo de cuclillas frente a él al decir:
—Marcus, escúchame, no estoy enojada. ¿De acuerdo? Todo está bien.
Él no me oye. Sus ojos lucen ausentes y continúa dando pequeños en su cabeza con cierta desesperación.
—Lo siento —murmura él —, lo siento, lo siento.
—Esta bien, Marcus, esta bien. No tienes nada de que disculparte, ¿me oyes? Marcus...
Pero él no me escucha. Así que procedo a abrazarlo lo más fuerte posible teniendo esperanzas de poder contenerlo. Inmediatamente el corresponde mi abrazo y hunde su rostro en mi hombro.
No digo una palabra. Le doy tiempo suficiente para calmarse e intento no moverme demasiado teniendo en cuenta su dificultad para mantener la cercanía física.
—Nahomi —me susurra Marcus.
—¿Sí?
—Te quiero.
Es una confesión dulce y bastante esperada. Causa una calidez inexplicable en mi pecho y me alejo ligeramente de él para verlo a los ojos al decir lo más delicadamente posible:
—Marcus, el amor no cura los trastornos. Tú lo sabes. Eres médico; la salud mental es importante.
—Lo sé —susurra él esquivando mi mirada con expresión avergonzada.
—Escúchame, yo también te quiero —digo lo más francamente posible —. Puedo ser el hombro donde te apoyes, pero no seré el pilar que sostenga tu mundo; porque de ser así ambos caeremos.
Marcus guarda silencio y asiente con la cabeza en señal de entendimiento.
—Y te aseguro que no estoy molesta.
—¿De verdad?
—Claro. —Le ofrezco una sonrisa para tranquilizarlo —. Será mejor que nos vayamos. Hablaremos de esto más tarde. ¿Esta bien?
—Esta bien.
Me alivia que luzca más tranquilo. Ambos estamos agotados después de tan significativa revelación. Es mejor descansar un poco, despejar la mente y después abordar este problema con más serenidad y razón.
Se que será difícil. Pero no planeo quedarme sentada a esperar que uno de los dos perezca por crímenes que no hemos cometido.
¡Hola! Les dejo un nuevo capítulo.✍(◔◡◔)
¿Que piensan ahora del castigo de Lux?ಥ_ಥ
¿Creen que Marcus y Nahomi deberían alejarse para sobrevivir?(◑_◑)
Espero que no les moleste que la historia sea un poco más larga de lo que planee originalmente.❤
Mañana, 3 de junio, es mi cumpleaños y espero que me dejen un saludito justo aquí.(^◡^ )
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top