35. La bebé
Ante las atrocidades tenemos que tomar partido. El silencio estimula al verdugo.
Elie Wiesel
En cuánto Marcus ingresa al quirófano, con los guantes puestos y el barbijo adecuado, cae en cuenta que esta será la primera cirugía en que se convertirá de asistente a dirigir su primera operación. Y, con los ojos críticos de muchos que esperan su equivocación, no puede permitirse errores.
La doctora Maru lo espera para asistirlo y analizarlo. Ella está más que relajada, y confía en que Marcus es más que capaz de llevar adelante esta singular y extraña cesárea. Aunque, muy en el fondo, está muy emocionada de presenciar el nacimiento de un ser híbrido.
Los enfermeros asistentes de cirugía no están muy felices de tener que obedecer al frío defectuoso. Pero, jamás reprocharan nada al pálido médico que resultó ser el asistente favorito de la prestigiosa doctora Maru.
—Marcus —le susurra la doctora —, ¿todo bien?
Él asiente con la cabeza. Trata de concentrarse lo más posible.
—Bien —decreta la doctora en voz alta —. Realizaremos una cesárea debido a la vulnerabilidad de la paciente. Marcus, puedes iniciar.
Marcus eleva la vista hacia la zona de observación. Donde, a través de un cristal y con una mirada crítica, el doctor Andreu observa el procedimiento. De repente el doctor le sonríe ligeramente ofreciéndole tanto aprobación como confianza.
—Comenzando incisión —informa Marcus. Dicha incisión es realizada a través del abdomen justo por encima del área púbica.
La doctora Maru observa analizando cada movimiento. Mientras tanto, exige a los enfermeros informar en voz alta, cada dos minutos, los signos vitales de Sara; su precaución emana del hecho de que la joven es humana y eso vuelve a cualquier proceso delicado y meramente peligroso.
—Abriendo saco amniótico —comunica Marcus. Y a los pocos minutos anuncia —. Extrayendo al bebé.
—Con cuidado, Marcus, con mucho cuidado —aconseja Maru mientras se mantiene alerta en caso de cualquier complicación —. El bebé, al ser mitad frío, podría querer atacar a la paciente.
Marcus continúa su labor con la mayor delicadez posible. Observa, con una leve sorpresa, la cantidad de cabello que posee el bebé por nacer.
—¡Doctora! —advierte un enfermó señalando con la mirada a la paciente a quien se le está realizando la cesárea.
La doctora se gira y, asombrada, ve que Sara está consciente por primera desde su ingreso al hospital. Posee una expresión ausente y sus ojos se mantiene fijos hacia las luces del quirófano.
Maru se acerca a ella para verificar si realmente está consciente y simultáneamente le dice:
—Sara, ¿puedes escucharme?
—Sí —murmura ella a duras penas.
—Muy bien, muy bien. Yo soy la doctora Maru. En este momento te encuentras en el hospital. ¿De acuerdo? Todo está bien.
—¿Qué me sucedió? —farfulla Sara.
—Estas bien —vuelve a decir la doctora —. Estamos realizando un procedimiento en este momento para ayudarte. ¿De acuerdo?
—Sí, doctora.
—Muy bien. Te aseguro que estarás bien —expresa la doctora ofreciéndole la calma que la infortunada joven necesita —. Ahora, procedan con anestesia general —ordena al equipo médico.
Sara vuelve a cerrar los ojos nuevamente. Sin saber que se halla en un hospital donde ella es el único ser humano. Y mucho menos que le están realizando una cesárea de urgencia para dar nacimiento a un bebé que ella jamás concibió.
Marcus ha concluido su tarea de extracción. Y el bebé, que fácilmente cabe en sus manos, abre los ojos grandemente y asemeja devolverle la mirada al médico que lo sostiene. El diminuto y pálido ser, a pesar de estar humedecido e inmóvil, es extremadamente hermoso.
—Signos del bebé —exige Maru.
Marcus verifica la respiración y cada signo vital del bebé solo por mandato. Ya que, desde un principio, ha escuchado los fuertes latidos de su pequeño corazón y la respiración regular del recién nacido.
—Signos vitales normales —informa Marcus y entrega al bebé en manos de una enfermera —. Cortando cordón umbilical.
El sonido de un crujido seguido de un quejido de dolor, hacen a todos voltearse hacia la enferma a quien le fue entregado el bebé. Y cada presente en el quirófano observa cómo el diminuto ser ha clavado sus afilados dientes en el brazo de ella; destrozando piel y carne en el proceso.
—Marcus, toma al bebé. Yo sacaré la placenta —ordena Maru sin inmutarse ante lo ocurrido.
Marcus se apresura a agarrar cuidadosamente a la pequeña y peligrosa criatura.
—Definitivamente tiene sangre de ser frío —murmura la enfermera conteniendo sus lágrimas de dolor. Sonríe ante lo irónico de la situación; no es la primera vez que un retoño de los seres fríos la agrede apenas acaba de nacer. Ya que ella, siendo una bruja, posee ese calor de vida que tanto anhelan los seres pálidos.
—Marcus —vuelve a hablar la doctora Maru —, dame al bebé, lo llevaré para que lo limpien y le realicen un análisis completo. Recordemos que es un mestizo; hay que asegurarnos que todo funcione correctamente.
»Dime entonces, ¿qué sigue ahora?
—Cerraré con puntos las incisiones en el útero y la pared abdominal.
—Muy bien. Hiciste un buen trabajo, Marcus.
De inmediato la doctora sale del quirófano con el pequeño envuelto en una manta blanca y esterilizada.
—¡No lo quiero! —vocifera Sara horas más tarde con desprecio —No lo quiero, no lo quiero. ¡Esa cosa no es mi hijo!
—Pero, señorita—titubea desorientado el enfermero que carga el bebé en sus brazos—, es su bebé. Mirela, es una niñita muy hermosa.
—¡Dije que no la quiero! Saca eso de mi vista. ¡Llevatela! ¡No quiero verla! —chilla horrorizada una y otra vez mientras comienza a retorcerse sobre la camilla. Sus heridas, en piernas y brazos, corren el riesgo de empeorar a causa de su ataque.
La doctora Maru, atraída por el escándalo, ordena a los enfermeros sujetar a Sara para poder sedarla por temor a que ella se dañe severamente. Por alguna razón que aún no posee explicación, después del nacimiento de la bebé, las heridas malditas que poseía Sara desde el primer momento en que ingresó al hospital, han comenzado a responder a los tratamientos.
—Lleven a la niña de vuelta cuidados en pediatría —manda Maru —. El doctor Marcus se encargará de monitorear su desarrollo. Y, por favor, que nadie vuelva a acercar esa bebé a Sara; ella está muy delicada tanto física como psicológicamente, no puedo permitir que tenga ataques ahora que finalmente se está recuperando.
Los rumores en un lugar tan grande y repleto de personas, como lo es el hospital Universal para seres sobrenaturales, corren con facilidad cuando son la nueva novedad. En este caso, todo el mundo murmura sobre la humana sin familia y madre de una bebé mestiza.
El doctor Andreu se halla camino a pediatría para escuchar qué tiene que decir Marcus sobre su pequeña paciente. Sabe muy bien que la doctora Maru asignó a Marcus a este caso debido a que este se siente cómodo al trabajar y diagnosticar niños; los infantes jamás lo juzgan. Y Andreu espera que el joven médico pueda ser útil para entender, por su propia experiencia, la anatomía compleja de los mestizos.
—En mi opinión es una mujer horrible —opina un enfermero a varios compañeros a su alrededor —, desprecio a su bebé. No la quiso ni tocar.
—Estoy de acuerdo —asevera su compañera —. La bebé no tiene la culpa de nada de lo ocurrido. Además, ella es su madre, lo quiera o no.
—¡Exacto! Dicen que por poco arrojó a su bebé cuando se la quisieron dar. ¿Qué clase de persona puede despreciar tanto a un recién nacido?
El doctor Andreu abandona su anterior destino. Camina hacia donde están reunidos los enfermeros y residentes médicos. Y comenta con una leve sonrisa:
—Vaya, vaya. Veo que les sobra tiempo para andar fomentando rumores.
Ellos se quedan sin habla. La expresión severa de Andreu puede llegar a paralizar a cualquiera. Más cuando habla con aspereza al decir:
—Deberían sentir vergüenza de lo que están diciendo.
—Pero, doctor, nosotros solamente...
—¿Solamente qué? —replica Andreu —Quiero que miren cuando les hablo —ordena Andreu conteniendo su enojo para no gritar.
—Escuchen bien lo que les diré —asevera Andreu —: Quiero que cada uno imagine que tiene veinte años, no tienes familia, tampoco amigos. Pero estas feliz porque se te presenta la oportunidad de estudiar en una universidad.
»Sales a comprar a las siete de la tarde, como todos los días. De camino a tu pequeño departamento, el cual pagas con diez horas de trabajo al día, alguien decide que le pareces atractiva y desea poseerte; Te agrede, te dejan inconsciente, te arrastra a un descampado cercano y procede a violarte.
»Gritas por ayuda, lloras, pero nadie te escucha. Nadie viene a salvarte. Y finalmente tu agresor procede a golpearte para matarte. Golpea tu cuerpo con un hierro, por todas partes, y en el proceso te rompe las piernas y causa severa lesiones en tu cabeza. Y cuando cree que estás muerta te arrastra y te arroja sobre una zanja.
»Meses después, despiertas en un hospital. Un especialista te explica cuidadosamente lo que te ocurrió. Lloras, lloras mucho, pero afortunadamente tus doctores te ofrecen apoyo y comprensión. Pero después alguien entra a tu habitación, traen un bebé envuelto en mantas y te dicen: toma, este es tu hijo.
»Tú no lo concebiste a voluntad, no decidiste tenerlo, no lo elegiste de ninguna forma. Pero es tu hijo, así que se te exige amarlo y aceptarlo de inmediato. Porque eres su madre y así son las cosas.
»¿Les parece que es algo justo? Contestenme, ¿les parece justo justo?
—No doctor.
—Bien —decreta el doctor Andreu —. Recuerdenlo: Sara es una mujer cuyo cuerpo fue violentado y corrompido. No se atrevan a juzgarla, intenten comprenderla. Y no quiero volver a oír ningún rumor sobre ella y su bebé en mi departamento. ¿De acuerdo?
—Por supuesto, doctor.
Marcus se encuentra en una de las salas de pediatría. Sentado al lado de la caja de cristal que mantiene a la bebé en un ambiente seguro mientras están su análisis completos.
La bebé está despierta. Sus grandes ojos observan el mundo a su alrededor con asombro y una aparente curiosidad. Mueve sus piececitos con fuerza y eleva sus manitas como si anhelara ser cargada por alguien. Cada facción de su rostro parece tallada por un suave pincel que le aporta una belleza antinatural.
Marcus sonríe ligeramente al observarla. Le causa un cálido sentimiento de ternura el solo hecho de verla. Pero, de alguna manera, percibe que ya ha sentido este instinto de protección hacia otro ser inocente.
El celular de Marcus vibra anunciando que ya se encuentran los resultados de la recién nacida. Él se apresura a verlos en lo que el doctor Andreu ingresa a la sala de cuidados.
—Marcus —lo nombra Andreu —, dime, ¿qué dicen los resultados de tu pequeña paciente?
—Son muy buenos, doctor —informa Marcus con cierta felicidad —. Todo su sistema está perfectamente desarrollado. Su corazón late a un ritmo humano normal, pero debido a su condición de mestiza es muchísimo más fuerte. Su sistema inmunológico es tan impenetrable como el de un ser frío; no enfermera jamás.
—¿Qué hay de su alimentación?
—Su sistema digestivo, a diferencia del de los fríos, puede digerir fórmula para recién nacidos de manera normal. Así que posiblemente pueda tener una dieta como un humano cualquiera.
El doctor Andreu parece satisfecho. Observa a la bebé y comenta:
—En conclusión, una mestiza con un equilibrio perfecto.
—Exactamente, doctor.
Marcus no ha dejado de preguntarse algo las últimas horas. Así que decide expresar sus dudas al doctor Andreu:
—Doctor, Sara no está en condiciones de hacerse cargo de la bebé, y puede que no lo pueda hacer jamás.
—Así es —confirma Andreu con pesar —. Para ser sincero, en el Mundo Oscuro se ven muy pocos casos como este. Pero, a diferencia del mundo humano, aquí las víctimas son la prioridad. En este caso, tanto madre como hija son las víctimas.
—¿Cómo se procederá entonces?
—La doctora Maru también es abogada —menciona Andreu —, estuvimos hablando de este caso. Y me dijo que las leyes de nuestro mundo dictan que toda víctima merece justicia y una compensación. Lo cual significa que, debido a que el agresor pertenece a nuestro mundo, será perseguido y condenado.
Marcus está completamente de acuerdo. Aún le extraña que un ser frío haya sido el responsable; jamás ha oído un caso como el presente. Pero no duda en lo más mínimo que el agresor deberá ser castigado y le alegra que, según las leyes, estos tipos de crímenes no poseen perdón y se castigan con severidad.
—Doctor —vacila Marcus —, las leyes también dictan que una madre cuya concepción haya sido forzada, puede optar por no hacerse cargo del infante. ¿Significa esto que la bebé se quedará huérfana?
—Por como van las cosas —comenta Andreu —, es lo más seguro.
Andreu nota cierta compasión en las palabras de Marcus. No se sorprende de la debilidad del joven doctor por los seres desafortunados; Marcus tiene más empatía de lo que muchos creen. Así que decide mencionar:
—Yo no me preocuparía, Marcus. Los hogares para huérfanos del Mundo Oscuro son muy buenos en educación y bienestar infantil. Ella estará muy bien ahí. Tendrá un buen futuro.
—¿Esta seguro, doctor?
—Por supuesto, yo pasé gran parte de mi vida en un hogar para huérfanos.
Marcus voltea para ver al doctor Andreu ante su comentario. El cual mantiene una expresión natural como si su repentina sinceridad fuese algo común.
—Yo creí... —vacila Marcus —Que había crecido con su madre.
—Oh, así fue —responde Andreu mientras se coloca unos guantes blancos para examinar él mismo a la pequeña bebé —, pero, como ya te había dicho, mi madre falleció cuando yo tenía doce años. Y mi papá, el cual no estaba casado con mi madre porque tenía otra familia, decidió que no quería hacerse cargo de mí. Así que me puso dentro de un hogar para brujos infantes donde viví hasta los dieciocho años.
—Lo siento mucho, doctor. No lo sabía.
—Pues yo no lo siento —responde Andreu sonriendo ampliamente —, vivir con mi padre y su esposa, la cual naturalmente me odiaba por ser el hijo de la amante de su marido, hubiese sido una tortura.
Marcus no pude evitar sentir cierta compasión. Pero, al ver detenidamente al doctor Andreu, nota que su desafortunada historia familiar no le afecta en lo absoluto. Y, de cierta forma, le alegra saber que Andreu lo considera digno de confianza al compartir parte de su historia.
—Doctor Andreu —menciona Marcus.
—Sí, dime.
—He pensando en lo que me dijo cuando yo quería renunciar. Y tiene razón.
—¿En qué tengo razón?
—En que necesito tratamiento —confiesa Marcus —. La verdad es que tuve tratamiento especializado durante cuatro años por mi condición de frío defectuoso. Pero no quise seguir. Ya que...
—Te rendiste —acierta Andreu.
Marcus recuerda su diario. En el que dejó plasmado su decisión por dejar de existir.
—Así es —confirma —, me rendí.
—Puedo preguntar — plantea Andreu —, ¿a qué se debe tu cambio de opinión?
—Puede preguntar. Pero, no estoy listo para responder eso.
Andreu sonríe y manifiesta:
—De cualquier manera, mi oferta sigue en pie. Solo dime cuándo y conseguiré a alguien para que continúes con tu tratamiento y terapias. ¿Qué te parece?
—Me parece bien.
—Perfecto —dice Andreu satisfecho para después retirarse.
A Continuación Marcus recibe una llamada. Responde de inmediato:
—Dígame, doctora.
—Marcus, recibí los resultados. Veo que la bebé se encuentra en perfectas condiciones.
—Así es, doctora.
—De cualquier forma tenemos que ser precavidos. Quiero que continúes monitoreando el desarrollo de la pequeña. La doctora Jazmín se encargará de los cuidados de Sara, así que no te preocupes por eso.
—Me parece bien, doctora.
—Perfecto.
—Ah, sí —titubea Marcus —, quería preguntarle algo doctora Maru.
—Te escucho.
—Bueno... Yo quería. Es decir, quiero saber si me permite... comprarle algunas cosas a la bebé.
—Marcus —objeta Maru —, tú eres su doctor, no su padre. Eso no te corresponde de ninguna manera.
—Pero, doctora, la bebé no tiene a nadie en estos momentos. Así que no posee las cosas que un recién nacido debería tener.
—En el hospital hay ropa para bebés justamente para estos casos —dice Maru.
—Pero no es suficiente —insiste Marcus —, toda la ropa es muy... aburrida. No creo que le guste, además no hay chupetes ni biberones personalizados. Por favor, permítame comprarle solo unas cosas.
La doctora suspira profundamente. Lo medita unos segundos y finalmente decide:
—Esta bien, puedes comprarle algunas cosas, te lo permito. Pero, nadie se debe enterar sobre eso; por las reglas del hospital. ¿De acuerdo?
—¡Sí, claro! —asegura Marcus sintiendo felicidad al respecto —Muchas gracias, doctora.
—No es nada, Marcus. Te veré en una hora en el quirófano, serás mi asistente en mi próxima cirugía.
—Por supuesto, muchas gracias. Ahí estaré.
Marcus camina hacia la cámara de cuidados para mestizos. Se acerca al cristal y apoya su mano sobre el material al decir:
—Regresaré pronto. No te preocupes, los cuidadores se encargaran de ti y te aseguro que estarás muy bien.
La pequeña parece escucharlo. Abre sus ojos y estira una de sus manitas en dirección a Marcus para apoyar sus deditos sobre el cristal, como si también quisiera despedirse.
El doctor Andreu va de regreso a su oficina en espera de su próxima cirugía. Se siente bien consigo al haber logrado convencer a Marcus de aceptar su ayuda; cuyo acontecimiento logra apaciguar su conciencia por haber ignorado los problemas del joven cuando recién ingresó al hospital.
Extrañamente la puerta de su oficina personal está cerrada. El doctor se extraña totalmente, ya que no acostumbra cerrar dicho lugar hasta que su turno acaba. Pero, de igual modo, no le da importancia y se toma el tiempo de abrir el lugar para después ingresar.
El ambiente de su espacio laboral se percibe diferente. El aroma a humedad que cotidianamente suele enfadarlo, se siente tan cálido y huele tan...dulce. Las luces están encendidas y reina una vibra totalmente pacífica.
Pero las anteriores diferencias no son las que terminan desconcertando al doctor, sino la escena que se encuentra delante de sus ojos. Se ve a él mismo.
Una réplica exacta de él mismo está sentado como acostumbra. Acompañado de la mismísima doctora Maru. Están conversando con naturalidad.
El doctor Andreu retrocede un paso ante la confusión que comienza a transformarse en horror dentro él. ¿Cómo es posible que pueda verse a sí mismo? ¿Cómo es posible que éste en su propia oficina contemplándose a sí mismo como si se alguna manera inexplicable su persona se hubiese duplicado?
La copia exacta de Andreu continúa hablando con la doctora Maru. Ella está sentada sobre su escritorio y, al parecer, ninguno de los se percata de su presencia.
De repente el auténtico doctor Andreu se ha convertido en un espectador invisible para los protagonistas de esta escena. Como si, de cierta forma perturbadora, estuviese contemplando algún tipo de sueño.
—Sabes —menciona la doctora Maru al Andreu que está sentado relajadamente —, dentro de poco se conmemora el Día de Los Ancestrales en el mundo Elite. ¿Lo recuerdas?
—Sí —responde Andreu torciendo levemente la comisura de sus labios con frustración —, asumo que tu prometido te acompañará al evento.
La doctora Maru sonríe y toma las manos de Andreu. Sus dedos acarician los nudillos del doctor al manifestar con sinceridad:
—No. Quiero que tú vengas conmigo.
El doctor parpadea con incredulidad. Dicha petición lo toma desprevenido y no contiene una sonrisa al responder:
—Pero, creí que no querías...
—No me interesa en lo más mínimo que mis padres se molesten —objeta Maru —. Iras como mi acompañante; será una buena forma de enfrentar el prejuicio Elite hacia los seres mortales. Vamos, no te niegues, por favor, yo quiero que vengas conmigo.
Es como si sus más profundos anhelos se hubiesen materializado en esta escena. El auténtico Andreu, quien no ha hecho más que escuchar mientras su cuerpo se encuentra paralizado debido a la confusión extrema, finalmente reacciona. Niega con la cabeza como si quisiera despertar del posible sueño y finalmente sale de su oficina con esperanzas de no haber perdido totalmente la cordura.
Para su sorpresa, al pasar el marco de la puerta para escapar de su oficina, no se halla con los pasillos silenciosos del hospital, sino con las calles en alguna parte de la ciudad.
Andreu no comprende absolutamente nada. ¿Cómo es posible que cruzando una puerta común y corriente se halle en un lugar completamente diferente? Como si se tratase de algún portal.
El miedo se ha adentrado en Andreu y comienza a hiperventilar. Gira sobre si mismo intentando orientarse e identificar en qué parte de la ciudad está ubicado. Es la calle Elbru; donde se encuentra una pintoresca cafetería donde viene a desayunar cada sábado junto a la doctora Maru.
—Yo sé lo que quieres —susurra una voz a sus espaldas.
Andreu se gira con esperanzas de hallar a quien esté detrás de todo esto; pero solo ve varios transeúntes que caminan sin siquiera detenerse a verlo; como si él no existiera.
—Cada uno de tus anhelos —menciona la anónima voz. Que, al parecer, proviene de todas partes —, yo los conozco. Tus deseos más ocultos son un libro abierto para mí.
—¿Qué es lo que quieres? —titubea Andreu, quien comienza a sentir náuseas debido al miedo y la confusión —¿Dónde estás?
—No, Andreu —niega la voz que varía entre una voz masculina y femenina —. La pregunta aquí es: ¿Qué es lo que tú quieres?
El escenario cambia nuevamente. Vuelve a contemplar a su persona frente a él, pero esta vez dentro de la cafetería. La doctora Maru también está ahí. Conversando alegremente con él. Es como un recuerdo no muy lejano, pero con cierta modificación que lo vuelve extrañamente perfecto.
—Es ella —susurra la voz —, ¿no es así, Andreu? Ella es lo que quieres. Caíste como pajarillo en la trampa creyendo que jamás llegarías a enamorarte. Pero te equivocaste. —La voz ríe con satisfacción y descarada diversión —. Ahora no existe una persona a quién ames más que a ella.
Andreu cierra fuertemente sus ojos y lleva ambas a la cabeza intentando inútilmente dejar de escuchar. Intenta convencer a su mente de que nada de esto es real; que no es más que una pesadilla. Tiene que serlo.
—Quieres que ella te ame. ¿No es verdad? Quieres que te ame tanto como tú lo haces. ¡Adorable sentimiento! —exclama —Pero, no has olvidado que lo suyo es imposible. Te mantienes realista a pesar de todo y no exiges algo que no puedes tener. Sin embargo, eso no evita que tu mayor anhelo sea... Estar justo a ella.
—¡Ya basta! —vocifera Andreu desesperado —Ya basta, ya basta. ¡Fue suficiente! ¡¿Qué quieres lograr con esto!
—Iluminarte —susurra la voz a sus oídos —. Abre los ojos y contempla el resultado de tus deseos.
Inconscientemente Andreu obedece. Y se sitúa en el hospital nuevamente.
La doctora Maru está justo frente a él. De rodillas en el suelo intentando desesperadamente reanimar el corazón de alguien. Tanto la ropa como el semblante de la doctora están impregnados de Sangre.
Colocado de espaldas en el suelo, con una mirada vacía y una herida sangrante sobre la cabeza, se encuentra un cuerpo. Un cuerpo cuyas piernas asemejan haber sido cortadas de forma violenta.
Es él. El cadáver violentamente asesinado es él. Y Maru intenta inútilmente reanimar un corazón que se ha detenido hace ya varios minutos.
Andreu contempla la escena con horror. El semblante desorientado y repleto de aflicción de Maru revela que no es capaz de aceptar bajo ninguna circunstancia que él está muerto.
¿Acaso este es el futuro para ambos? Un fatídico evento donde ella se verá afectada de forma permanente por amar a un ser susceptible a la muerte.
Andreu lo recuerda. La muerte, su rival en el juego es la muerte.
—¿Ya hay lágrimas? —vacila la voz desde las paredes —Pero, Andreu, este es el resultado de tus deseos. Y, probablemente, el final del juego.
Ante dichas palabras Andreu cae de rodillas y el suelo se abre bajo su persona. Una terrible oscuridad se apodera de él y abrir los ojos se localiza nuevamente en su oficina.
Los sonidos cotidianos del hospital, el aroma a humedad y el silencio, confirman que está de nuevo en la realidad. Sentado sobre la silla de su oficina con el corazón latiendo rápidamente y las manos temblando ante dichas visiones trágicas. El dolor en su pecho se intensifica y le invade un terrible sentimiento de muerte y desgracia.
¡Hola! Aquí les dejo un nuevo capítulo. Más de cuatro mil palabras :0
¿Qué les pareció?
¿Felices de que Marcus quiera tratarse nuevamente? ¿Creen que tenga que ver con cierta señorita rubia?
¿Qué creen que signifique las visiones que sufrió el doctor Andreu?
¡Nos leemos pronto!
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