Pieza 8. Reactor Arc
Título: LUX AETERNA
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU de corte AU (oséase, Universo Alterno aderezado con Omegaverse).
Parejas: un Dark Stony, un cute Winteriron.
Derechos: Pos Marvel, que ni qué.
Advertencias: historia alterna, mundo alterno, ciencia ficción en un Omegaverse. Edades como algunos detalles están modificados (¿universo alterno?) para beneplácito de la irreverente, pervertida y loca autora. Steve malvado y cruel, mundo cruel. Hm.
Gracias por leerme.
PIEZA 8. Reactor Arc.
Listen, I can hear the call
As I'm walking through the door
Did you ever dream?
We'd miss the mornings in the sun
The playgrounds in the streets
The bliss of slumberland
Boy, we are family
No matter what they say
But boys are meant to flee
And run away one day
When golden age is over
When the golden age is over
But the golden age is over
The golden age is over
The golden age, Woodkid.
Mucho tiempo atrás...
Terranova, Colonia Delhi, año 3150 d.G.C. (después del Gran Colapso)
Un grupo de Omegas corrían desesperados pero alegres por las calles de piedra caliza con telares cubriendo los rayos del sol que tomaba los colores de aquellas telas ondeándose de vez en cuando por el viento marino que soplaba desde la playa cercana de aguas cobrizas. Ese grupo nutrido llevaba en sus manos canastos llenos de flores cuyos pétalos iban desprendiéndose de cuando en cuando por su acelerada carrera, colina arriba, abriéndose paso en la procesión de curiosos como invitados a la boda que estaba llevándose a cabo en la pequeña iglesia de techos descubiertos y sin una pared pero atestada de ramilletes de más flores como telares blancos igual que los mantos sencillos que portaban todos los presentes, acompañando con el color a los novios cuyas sonrisas eran de completa felicidad, con sus manos entrelazadas, uno frente al otro en tanto el Gran Maestre Devorak Barnes oficiaba esa ceremonia que era desconocida a los ojos de todo Delhi.
Un obsequio del Clan Barnes para Ikol Rambaldi y Donald Blake.
Los aplausos no se hicieron esperar cuando el Gran Maestre concluyó los ritos, felicitando a la pareja que ahora ostentaba en sus dedos anulares de la mano izquierda un anillo de oro. Toda una fila de emocionados invitados se hizo frente a ellos para obsequiarles abrazos fervorosos como los besos que cayeron en las mejillas de ambos. Los Alfas, como estaban acostumbrados en Delhi, rodearon a Donald para levantarle y arrojarle al aire, con los brazos de todos formando una red que impidiera que cayera ese dichoso Alfa de cabellos rubios como el oro con ojos azules como el cielo de la colonia y cuya carcajada por tan alocado gesto trajo una mirada llena de cariño como orgullo a su Omega, de cabellos negros como la noche, trenzados, cayendo sobre su hombro derecho hasta su cintura con flores blancas entretejidas con listones verdes como sus ojos que se abrieron más al ver llegar a él a nada menos que un pequeño niño, el cual apenas si tenía un diente en esa encía rosada igual que caminaba todavía vacilante.
-¿Tú también quieres darme un abrazo, eh, Buckaroo?
-¡Ti keloo! –canturreó el pequeño, saltando a los brazos de Ikol quien le cargó con cariño, besando varias veces esa cabellera negra rebelde.
-Este enano ya quería felicitarte antes de terminar la ceremonia –rió una mujer de rostro dulce con una trenza de cabellos negros similar a la de Rambaldi.
-Winnie, le hubieras dejado, así Donald no hubiera estado sudando tanto al punto de casi romperme los dedos. Y tú sabes que los necesito para mis creaciones.
Winnifred Barnes negó, arqueando una ceja mientras su pequeño James se abrazaba caprichosamente al cuello de aquel Omega genio e inventor de varias maravillas que ya estaban empotradas en las cápsulas de vidrio que el Clan Barnes poseía en su residencia donde vivía aquel particular como excéntrico Ikol quien había conquistado el corazón del siempre aguerrido Donald Blake, guardaespaldas particular como mano derecha de George Barnes, futuro líder del Clan y esposo de Winnifred. El niño no se despegaría de su tutor, amigo y protector en tanto seguía recibiendo más abrazos, al fin reuniéndose con su Alfa-esposo a la salida de aquella abandonada iglesia para que un grupo de Omegas lanzaron al aire las flores con sus pétalos que se desprendieron por completo, creando una lluvia de colores y aromas que coronó aquel festejo entre las risas y vítores de los acompañantes a la boda.
Se inició una procesión hasta la residencia Barnes, muy cerca del mar pero en lo alto de unos riscos de piedra café oscuro. Los arcos de piedra de aquel hogar estaban completamente forrados por flores y más telares con lámparas hechas de piel decolorada que ya comenzaban a ser encendidas pues el día comenzaba a menguar, trayendo un ocaso rojizo sobre las aguas cobrizas y el viento más fresco que ondeaba los cabellos de los invitados mientras tomaban asiento en las mesitas dispuestas en el jardín frontal de la mansión, con música amenizando las charlas, animando a bailes cortos en tanto la comida era servida. Todo aquello resultaba una sensación, pues jamás se había presenciado una boda en la Colonia Delhi, quizá en toda Terranova. Era una de las tantas cosas por las que el Clan Barnes era distinguido y también amado por los Omegas cuyo acceso a ese primer nivel no estaba restringido. Iban y venían de él en plena libertad, muchos de ellos estudiando en los liceos a campo abierto que esos generosos Alfas habían creado pese a las restricciones de Hydra.
-Me alegra verte tan feliz, Ikol.
-Gracias, Devorak. Y gracias por la boda.
-Lo merecían, muy pocas veces se puede encontrar una pareja como ustedes. Hace que eso del Alfa Omega tenga sentido.
-¿Será porque no le damos importancia a ello? –sonrió travieso Rambaldi con James dormitando entre sus brazos.
-Quisiera pedir tu consentimiento para algo.
-Por favor, Gran Maestre. Desde que tengo memoria, solo que conocido la felicidad en tu hogar, tu paciencia para mis extravagancias es el mejor regalo que puedo tener de alguien a quien puedo llamar padre.
-Y eres mi hijo consentido, lo sabes. Mi mejor Omega.
-Soy tu único Omega.
El ya anciano aunque aún jovial Devorak Barnes se carcajeó, calmándose casi enseguida con un largo suspiro que hizo a Ikol arquear una ceja.
-Me gustaría llevar a una cámara secreta tus inventos.
-¿Temes por los espías del gobernador?
-Sí. No quiero que las creaciones destinadas a ayudar a la Humanidad la destruyan por manos ambiciosas. Soy viejo, y aunque George tiene un buen control del Clan, las artimañas provenientes de Nova me han quitado el sueño.
-Entonces vamos a devolvértelo –convino el ojiverde- Finjamos una explosión que destruya la sala de mis creaciones.
-Pero, Ikol...
-Están en mi cabeza, Gran Maestre, ahí nadie las tocará.
-Suena lógico.
-Y tengo los apuntes, no lo olvides –rió el genio- Nadie puede descifrarlos.
-Por lo cual doy gracias al universo. Desde que me mostraste esa energía de repulsión, las golosinas de Hydra me dan risa, pero no las subestimo.
-Deja las preocupaciones por esta noche, padre mío. Hoy es mi boda.
-Y serás feliz por siempre.
-No existen los cuentos con finales felices por siempre, viejo Alfa.
-Pero podemos intentar recrearlos. Dame a James, es hora de que Donald y tú inicien el baile.
La pareja de recién casados se dirigió al centro de aquel jardín, rodeados por las mesas con cientos de ojos atentos al baile con el que abrieron, una suave melodía romántica que Devorak había compuesto a modo de obsequio para sus dos ahijados queridos. Ikol Rambaldi había nacido en el tercer nivel de Delhi como todos los Omegas, pero desde muy pequeño había presentado una inteligencia inusitada para su raza. Eso llamó la atención del patriarca Barnes, quien lo adoptó como a muchos otros Omegas y Betas dentro del Clan Barnes, educándolo con especial ahínco al descubrir que era un genio nato, antes de que Obadiah Stane, pariente cercano de los Rogers y gobernador de la Colonia Delhi decidiera inmiscuirse en la vida de aquel maravilloso Omega con lengua mordaz. Una vez que devoró todo lo que la biblioteca Barnes tenía para ofrecerle, su mente comenzó a crear los más asombrosos inventos, no paraba. Era como si tuviera una obsesión por descubrir cuáles eran sus límites.
Donald Blake había sido un Alfa huérfano por culpa de las políticas de Stane, acogido por los Barnes. Devorak descubrió que poseía una resistencia física superior a los Alfas normales, como también una terquedad por la que se metió en más de un problema al siempre desafiar a los soldados de Hydra cuando veía que trataban de lastimar a los Omegas. Pero tenía un corazón muy noble, lleno de compasión para quienes estaban bajo su protección cuando su entrenamiento lo hizo el guardaespaldas del hijo de Devorak, George Barnes, próxima cabeza del Clan y con quien tenía una amistad a prueba de cualquier duda o trampa. Tanto el Alfa como el Omega comenzaron a conocerse desde pequeños, primero peleando o retándose y más adelante siendo amigos. Una amistad que en un verano se convirtió en el más tierno romance que viera el patriarca Barnes con una sonrisa de satisfacción. Ikol era la calma que la tormenta en el interior de Donald necesitaba, de la misma manera que éste era la seguridad que el Omega requería para liberarse de aquellas tontas doctrinas de Hydra sobre su raza que menospreciaba con ahínco.
Así que el Gran Maestre decidió que tal amor valía una boda, como en tiempos antiguos de la Humanidad, para celebrar a esa pareja que además era adorada por el grueso de la población de Delhi, salvo quizá, los monstruosos militares de Hydra. El Clan Barnes era numeroso, desafiarlo no era inteligente ni tampoco prudente, tomando en consideración que todos los Omegas sin excepción se levantarían en armas de solo saber que uno solo de los miembros del Clan fuese herido por Hydra. Pero eso no significaba que los Barnes no estuvieran al tanto de los movimientos de Obadiah Stane cuyos espían tenían los ojos puestos en los inventos de Rambaldi, quien en esos momentos sonreía con una felicidad tal que Devorak sintió los ojos húmedos. Era así como debían verse todos los seres humanos, sin pensar siquiera en que eran Omegas, Alfas o Betas, sin pensar si eran ricos o pobres, de un nivel o de una colonia en específico.
El propio Ikol ya había escrito varios volúmenes sobre tales cuestiones filosóficas, sus pensamientos humanistas con respecto a la historia, los cambios como una verdadera vida sin engranajes militares. También había acumulado una apabullante cantidad de estudios sobre genética, gastronomía, medicina, astronomía, física, química... su acervo le había ganado entre los Barnes el apodo de "El Da Vinci de Terranova", porque incluso tenía talento para las bellas artes. Pero lo que más orgullo le daba a Devorak, era ese lado sensible de Rambaldi cuando dejaba a un lado su lengua filosa o sus travesuras que a veces le sacaban más canas de las que el viejo Alfa se podía permitir. Todos los inventos del Omega tenían un solo fin: dar a la Humanidad un mejor futuro. Se había dado cuenta que para liberar a su raza del trabajo esclavista del tercer nivel, era necesario proponer una manera de mantener a las colonias sin asesinar a los Omegas en el camino. La solución, el Reactor Arc, de energía de fusión repulsora prácticamente eterna al conseguir materializar el uso de luz pura.
La fiesta duró más de lo planeado pero a nadie molestó porque todos estaban demasiado alegres como para quejarse por bailar un día más o celebrar con ritos improvisados a los esposos que cayeron agotados en su cama una vez que todo terminó. Pero las energías de Ikol se renovaban igual que sus inventos, así que al otro día ya estaba en su enorme taller dando los últimos ajustes a su nueva creación el Reactor Arc cuando el pequeño James entró pidiendo como siempre sus brazos antes de escuchar una lección nueva sobre la vida, el universo, la familia. El infante regaló varios besos a las mejillas de Rambaldi quien en esos momentos le mostró el reactor, del tamaño de la palma de su mano, un disco de metal con mecanismos de seguridad lo resguardaban pero al mismo tiempo permitían la manipulación de su energía que el Omega disparó por el balcón de su taller que miraba al océano para alegría de Bucky, el cual aplaudió emocionado.
-¿Te gusta?
-¡Síííí! ¿Ke eso?
-Una de las soluciones a muchos problemas.
-Nu ti intendo.
Ikol rió, despeinando sus cabellos. –Lo harás un día.
Los años pasaron, los inventos de Rambaldi sufrieron una repentina desaparición por una explosión sin explicación sensata, desapareciendo de los ojos espías que Obadiah Stane tenía y quien no tuvo más remedio que ver pasar el tiempo con aquel Omega disfrutando de privilegios que ningún otro tuviese en la historia de Terranova que aún no le conocía. Pero en Nova sí. El Clan Rogers que no hacía poco había conquistado el control de Hydra, comenzaba a escuchar en sus mesas el nombre de Ikol Rambaldi con disgusto. Cuando James mudaba dientes, Blake anunció con enorme dicha al Clan Barnes que sería padre, Ikol estaba gestando por primera vez. Hubo una nueva fiesta, esta vez con globos de papel inflados con vapor caliente que iluminaron el jardín con bailes y muchos postres dulces que hicieron las delicias de Bucky. La dicha no parecía terminar.
-¿Ya no me querrás? –preguntó un angustiado James, tirando de las ropas de Rambaldi con ojos grandes y aguados.
-¿Por qué dices eso, Buckaroo?
-Vas a tener a tu hijo, y a mí ya no me querrás.
-Tonterías –el Omega le levantó en brazos, señalándole el cielo- Siempre te querré mientras haya estrellas en el firmamento.
-Pero las estrellas mueren, tú dijiste.
-Y otras nacen en su lugar. La luz eterna, pequeño.
-Luz eterna.
Ikol asintió mirando el cielo oscuro, sus ojos sabían de memoria cada posición de estrella, planeta y otros cuerpos celestes. Por eso entrecerró sus ojos cuando notó un punto distante que no había estado antes en sus mapas astronómicos.
-¿Puedes dejar de pensar en esas cosas? –Donald se acercó, abrazando a ambos al rodearles con sus gruesos brazos.
-Hey...
-Estamos celebrando, amor mío. ¿No es verdad, Bucky?
-¡Sí! ¡Quiero pastel!
-Vox populi, Ikol.
-Dos no hacen multitud.
-Pero sí ejercen fuerza de presión.
El Omega rodó sus ojos, besando los labios de su pareja. –Vamos, entonces.
Con el Reactor Arc completado, Rambaldi tuvo una nueva visión. Los inventos sucesivos estarían basados en la energía de fusión del reactor, que el tiempo llamaría los Instrumentos Rambaldi. Ikol conseguiría crear una lanza con el mismo reactor que James viera y que el genio Omega lo imaginó para los duros trabajos del tercer nivel que solía visitar a menudo, tanto para estar al pendiente de los suyos como atender sus necesidades. De ahí que siempre estuviera apuntando en sus libretas toda idea sobre nuevas máquinas, procesos, robots, naves y cuanta cosa ayudaran a menguar la carga de trabajo no solo de los Omegas en Delhi, sino de toda Terranova; siempre escritos en un lenguaje que nadie conocía y que solamente la mente diestra e inalcanzable de Rambaldi podía descifrar de llegar a caer en manos equivocadas.
-Bajaré al tercer nivel –anunció un día Winnifred- Hay unas fugas de gases que el gobernador no ha atendido, tomaré muestras como impresiones.
-Que Donald te acompañe –dijo Ikol al escucharle.
-No, no es necesario, solamente iré a revisar, me llevaré conmigo a otros muchachos para que dejes esa cara de preocupación.
-Yo no estoy preocupado –bufó el Omega cruzándose de brazos- Prefiero ir yo, si hay un desperfecto, puedes adivinar sin error quién es capaz de arreglarlo.
-¿James? –bromeó divertida aquella Beta.
-Graciosa, Winnie, en verdad muy graciosa. Solo por eso lo llevaré conmigo.
-¡SEEEEEE!
-¡James! ¿Qué hemos dicho de escuchar conversaciones ajenas?
-Um... ¿no sé?
-Anda, carga a tu hermanito –sonrió Ikol tendiéndole la canastilla en donde dormía apaciblemente su hijo recién nacido.
-¿Puedo cantarle Humpty Dumpty?
-Todo lo que quieras.
-Ikol, solamente revisarás y si no es posible arreglarlo, regresarán de inmediato, ¿de acuerdo?
-Winnie, lo he hecho más veces que todos los dedos de mis manos y pies.
-Estoy ya vieja, me preocupo de más.
-No eres vieja. Viejo es Devorak.
-Que no te escuche ese Alfa dormilón.
-¡Abuelito es muy flojo!
-¡James!
-Regresaremos para la hora del almuerzo. Vamos Buckaroo.
-¡Ya volvemos, mami!
Con mucho, el tercer nivel de Delhi era de los más sanos entre todos los demás niveles Omega de Terranova, en parte por la buena ventilación como la mano de Rambaldi interviniendo en las estructuras y trabajos que se llevaban a cabo con las enormes maquinarias que ya conocía como la palma de su mano. Para James siempre era toda una aventura por los intrincados caminos entre tuberías, conexiones y dispositivos por los que solían andar para arreglar los desperfectos. El niño era todo un experto ayudante, alegre como cantarín que cuidaba celosamente a su hermanito adoptivo, el primer hijo del matrimonio Rambaldi Blake.
-¡Trajiste la lanza! Mamá se va a enojar en serio.
-Si tú no le dices, yo tampoco lo haré.
-Okay –sonrió cómplice Bucky.
Aquella lanza se armó en automático, una estructura inteligente que el Omega sujetó mientras tomaba asiento frente a uno de los conductos detectados como parte del problema de la fuga de gases mientras James le recitaba las lecturas de las dos pantallas desplegadas sobre la canastilla del bebé quien seguía durmiendo a pierna suelta. Tal como lo predijo Ikol, no tardaron mucho, menos con la lanza cuyo poder usó para limpiar de moho y óxido los engranes de los motores encargados de la ventilación en una de las áreas más habitadas del tercer nivel. Bucky estuvo a nada de gritar cuando al terminar, su cariñoso Omega le tendió una barra de caramelo como premio a su esfuerzo y paciencia, quedándose unos minutos ahí para comprobar que no hubiera desperfectos.
-Loki –como le decía siempre, pronunciando su nombre al revés- ¿Por qué te la pasas mirando por el telescopio?
-Tu madre tiene razón en que no debes espiar a la gente, Buckaroo.
-Aw, dime. ¿Sí?
-Creo que hay un planeta nuevo por ahí.
-¿Y cómo le pondrás?
-¿Qué tal James Buchanan Barnes?
-¡No! ¡Que feo! –rió el niño, siendo despeinados sus cabellos por una mano gentil.
Hubo un temblor que despertó al recién nacido, sus débiles quejas fueron apagadas por un sonido estridente. Ikol se puso de pie al instante, frunciendo su ceño. Aquel movimiento había provenido del acceso que daba a esa parte del tercer nivel, muy cerca de donde se encontraban ellos.
-James, toma a tu hermanito.
-¿Qué pasa? ¿Qué fue eso?
-Vámonos –con el corazón latiéndole aprisa, Rambaldi tomó la mano del niño.
Salieron de aquellos túneles de concreto viejo, llegando a la entrada principal de los motores gigantes trabajando silenciosamente. Un aroma hizo dilatar las pupilas del Omega como trajo un estremecimiento al pequeño Alfa. Sangre.
-¿L-Loki...?
-James, presta atención, no sueltes a tu hermanito, ¿entendido? Y pase lo que pase, obedece mis órdenes.
-Loki...
-Ssshh, tranquilo.
Una legión de Hydra había entrado al primer nivel, masacrando a cuanto Omega se toparan en el camino. Su objetivo era Rambaldi, sería preso por desacato a los principios de gobierno en Delhi. Obadiah Stane encabezaba aquel grueso de feroces soldados que disparan a quemarropa, algunos aplastando cráneos o azotándolos hasta romperlos en el caso de niños o ancianos. Ikol les divisó desde lo alto de uno de los motores en el que se había empotrado, apretando sus puños al ver la crueldad de aquel gobernador ambicioso, quien estaba dispuesto a terminar con la Colonia si con ello conseguía apresarle. Lo que no imaginó era el tamaño de su ambición. Un disparo detrás de aquellas líneas golpeó de lleno contra el soporte del techo de los conductos de los motores, un cañón de plasma de largo alcance. El Omega no tuvo tiempo de avisarle a James, oculto todavía en la entrada a los túneles.
-¡NOOO! ¡NOOO!
Su hijo como Bucky habían quedado presos cuando el disparo derrumbó parte de la estructura que soportaba de concreto del tercer nivel junto con los sistemas de ventilación. Un aire tóxico comenzó a dispersarse entre el humo de los escombros y el aroma a muerte que las armas de Hydra seguían aumentando. Rambaldi no lo dudó, ensamblando una vez más la lanza de fusión con que se abrió paso desesperadamente hacia los túneles, su corazón estaba desbocado al imaginar el peor de los escenarios. Sus ropas terminaron rasgadas como sus manos y rostro al hacer a un lado trozos de concreto y metal entre los que se deslizó. Una esquirla metálica se le clavó en el costado pero apenas si lo sintió, más angustiado por los dos pequeños que al fin divisó, ocultos bajo un pilar que no resistiría mucho. Bucky al percibirle, levantó su rostro aterrado como lloroso, sus lágrimas se combinaron con el polvo del derrumbe. Abrazaba celosamente al bebé quien también sollozaba.
-¡James! ¡Ven!
El cañón de Hydra disparó por segunda vez.
-¡LOKIIIII!
Un rayo de energía pura pulverizó el pilar que amenazó con aplastar a los dos pequeños, abriendo un boquete hacia la plataforma del techo. El gobernador Obadiah Stane sonrió victorioso al notar el rastro inminente de aquel Reactor Arc, ordenando el siguiente disparo. Lo tenían. Nadie era lo suficientemente fuerte como para vencer al Clan Rogers y aquel Omega lo iba a comprobar en ese instante. La orden de Nova había sido clara. Si Rambaldi no pensaba compartir sus conocimientos con Hydra, nadie más los tendría.
-¡James! ¡Háblame!
-¡Quiero ir a casa! ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! –el niño abrió sus ojos, gritando al ver sangre en el costado de Ikol- ¡Estás herido! ¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¡DONALD! ¡DOOONAAAALD! ¡QUE ALGUIEN NOS AYUDE!
Estaban bajo los escombros, sin salidas seguras para los pequeños y el Omega sabía que volverían a disparar. Aún con esa lanza no podía vencer la catástrofe que estaba por caer, los gases tóxicos iban a alcanzarles como el peso del techo caído. Sus ojos buscaron alrededor, abrazando a James como a su bebé. Disparó para abrirse paso hacia una de las cámaras adjuntas a los túneles. No escuchó lo que el niño gritaba asustado, su mente hacía los cálculos pertinentes. Estaban en la sala de congelación, ahí se encontraban los tanques con nitrógeno a temperatura de cero absoluto, tanques con la resistencia suficiente para soportar el peso de todo un techo caído, el Omega los había construido no hacía poco tiempo. Solo había una sola oportunidad. Como nunca en su vida, Rambaldi usó toda su capacidad cognitiva y la velocidad de sus manos, tomando uno de los tanques que empezó a moldear con ayuda de la lanza, recibiendo quemaduras que poco le importaron. El suelo se cimbraba ante el siguiente disparo del cañón.
-¿Ikol? –gimoteó Bucky.
Éste le cargó de improviso, casi a punto de tirarlo cuando la esquirla se enterró por completo en su costado, abriendo la herida por completo mientras recostaba al pequeño dentro del tanque. James se quejó por lo frío del metal, mientras que el bebé lloró una vez más al sentir el vapor tan helado.
-Buckaroo –el Omega pasó saliva, con sus ojos húmedos- ¿Te acuerdas de lo que hablamos sobre las estrellas?
-Loki... Loki... ¿qué estás haciendo? ¿Por qué...?
-¿Lo recuerdas?
James asintió un par de veces, volviendo a llorar. –Una muere y otra nace en su lugar... la luz eterna que ilumina el universo.
-Nunca lo olvides.
-¿Qué vas a hacer? ¡¿QUÉ VAS A HACER? ¡
Rambaldi le sonrió a pesar de que un par de gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas. Abrazó a ambos niños, depositando besos desesperados en sus cabellos por turnos. Bucky le sujetó por el cuello, temblando igual que todo alrededor. Ikol se quitó sus manos que besó, dejándolas sobre su hijo cuyo llanto le hizo igualmente llorar pero no le impidió cerrar los ojos de ambos, susurrándoles que así los mantuvieran. Apretó sus dientes con rabia cuando el tanque volvió a sellarse de golpe, usando la lanza para soldar toda apertura. Los soportes sobre ellos crujieron ante el siguiente disparo, cortando las líneas de alimentación que hacían funcionar los tanques. El Omega tosió sangre con coágulos por el aire tóxico suelto ante los conductos destruidos. Azotó la lanza contra el suelo para romperla y tomar el Reactor Arc entre sus manos, conectándolo al tanque, asegurándolo con el material restante de la lanza que usó como sellador, fracturándose varios dedos al hacerlo por la fuerza que tuvo que imprimir de golpe. Cuando la energía volvió al tanque, pronunció una oración al tiempo que tecleaba unos comandos.
Gritó con todas sus fuerzas para no escuchar el quejido de los pequeños al ser congelados al punto de la hibernación al tiempo que toda aquella estructura cayó sobre él, aplastándole. La explosión alcanzó un área de viviendas del tercer nivel como la vida de sus habitantes. Omegas sobrevivientes salieron a enfrentar a la legión de Obadiah Stane sin oportunidad de alcanzarles al ser víctimas del cañón y las armas que dispararon sus cargas contra todos ellos. Un rugido tras sus espaldas les distrajo. Donald llegaba junto con otros Betas y Omegas a pelear, dejando que el Alfa se abriera paso hasta donde los escombros que un fuego cubría, pasando sobre éste gritando el nombre de Ikol. Cayó, resbaló y volvió a caer antes de dar con el sitio de las cámaras de nitrógeno. Sus ojos se abrieron de par en par al notar por debajo de unos trozos de pesado concreto, la blanca mano de su Omega, llena de sangre, manchando su anillo de bodas.
-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Obadiah Stane moriría ese día, igual que Donald Blake.
La Colonia Delhi se llenó de luto, un dolor que meses más adelante se cobró la vida del Gran Maestre Devorak Barnes quien no pudo con la pena de ver dos tumbas detrás de su residencia y una cámara de hibernación, la cual nadie podía desactivar porque ya no existía una mente capaz de manejar el Reactor Arc adherido al tanque y que mantenía vivos a los dos pequeños dentro. Un sueño eterno hasta que naciera otro genio con la capacidad de entender el legado de Rambaldi. George Barnes asumió el patriarcado del Clan Barnes con el corazón estrujado, siempre visitando la cámara resguardada en la bóveda secreta, metros bajo tierra junto con los apuntes que Ikol escribiera con tanto afán y también donde se encontraba la respuesta al despertar de su más pequeño hijo como el de la pareja asesinada. Una helada salvación ante la muerte que Hydra había traído consigo por una asquerosa ambición.
George Barnes falleció sin encontrar a nadie que les auxiliara, su búsqueda por toda Terranova jamás tuvo éxito. Así lo consiguieron los Rogers, quienes atentos a los movimientos de los Barnes en Delhi, se dieron a la tarea de instaurar nuevas Purgas con el fin de eliminar todo aquel individuo capaz de ayudar a esos rebeldes Alfas cuyo plan de extinción se acercaba. Ida Barnes se convirtió en matriarca del Clan, despidiéndose de la vida con igual amargo sentimiento de frustración, enfrentando además las reprimendas de Nova con el soporte de sus Omegas entrenados. Rebeca Barnes fue la siguiente en el mando y también murió, esta vez por envenenamiento, los espías de los Rogers comenzaban a moverse, en tanto los pequeños seguían durmiendo aguardando un despertar, siempre teniendo la visita de todos los miembros de su Clan, mismos que no cesaban de alzar oraciones por un milagro.
Scott Barnes se convirtió en líder de los Alfas Barnes cuando llegó el nuevo gobernador a Delhi, el joven Capitán Joseph Rogers quien además recientemente se había unido en matrimonio con una de sus primas, la hija del líder de los Rogers, Sarah Rogers a quien ya se le conocía como la Leona de Terranova. Entre sus soldados trajo consigo a un joven Beta, un doctor experto en ingeniería genética llamado Armin Zola al que todos maltrataban por ser tan bajito y débil como cualquier Omega. Una situación que el ahora líder de los Barnes no pudo dejar pasar con todo y las amenazas que Sarah Rogers le hiciera. El enfrentamiento cada vez más violento entre ambos clanes pronto alcanzaría su clímax, teniendo de por medio al talentoso aunque tímido doctor Armin Zola.
Dicho ingeniero encontraría en el Clan Barnes el abrigo que le faltara en sus pasados años, sirviéndoles con lealtad y reverencia cuando al fin le rescataron de las garras del matrimonio Rogers, justo cuando lanzaron la primera Purga en Delhi contra la oposición abierta de los protectores de la colonia. Scott le habló al Beta sobre los niños en hibernación, sobre Rambaldi. El doctor juró intentarlo hasta desfallecer por haberle salvado de los maltratos de Hydra. Ahora traería de vuelta a los dos pequeños así tuviera que dar toda su sangre para conseguirlo. Fue Zola quien, teniendo facilidad para el área de la medicina y genética, menguara la ira de la Leona de Terranova contra los Barnes al ofrecerle una ayuda cuando la Omega que gestaba por primera vez al hijo del Capitán Rogers, Madeleine Valois, sufriera de una extraña como súbita enfermedad.
Al tratar a esa joven y hermosa Omega, Armin Zola se enamoró de ella, siendo correspondido en su sentimiento de forma oculta a todos. No a los ojos de Sarah Rogers. El Capitán Rogers fue nombrado Mariscal cuando la tercera Purga tuvo éxito en Delhi. Scott Barnes le lanzó un ultimátum. Un solo Omega más lastimado ya fuese por sus órdenes o sus propias manos y lo exiliaría de la colonia, aunque tuviera ese hijo recién nacido que mostró todas las cualidades que se deseaban en un Alfa de Hydra. Era el Alfa perfecto. Porque la ayuda proveniente de Zola le había salvado la vida gracias al legado Rambaldi, mismo que le permitió al ingeniero descubrir una verdad que desencadenaría toda la tragedia futura. Madeleine no había sido preñada por el ausente y gobernador de Delhi, el Mariscal Rogers, había sido por Sarah Rogers, cuyo patrimonio genético fue defectuoso al momento de abusar de la Omega, por ello había enfermado y ahora el Doctor Zola lo sabía. La Leona de Terranova amenazó con asesinar a la joven madre a menos que Armin Zola le trajera los apuntes de Rambaldi.
No los obtuvo y Madeleine murió por las manos de la siempre ambiciosa como monstruosa Alfa.
Una mañana, la residencia Barnes se llenaría de lágrimas, pero esta vez de felicidad cuando despertaran ambos pequeños de su largo sueño. Un sueño que cumplía ciento veinte años. El Mariscal Joseph Rogers regresó de Nova para escuchar de labios de Sarah que los Barnes habían asesinado a su Omega en pago por la Purga. No hubo piedad por parte del gobernador contra aquellos Alfas que ya le habían colmado la paciencia, menos cuando se supo de aquel Reactor Arc que Zola pudo desactivar, despertando a un par de niños dentro de una cámara de hibernación, la última invención de Rambaldi. Era la primavera en Delhi cuando un ejército de Hydra en cruceros de guerra llegó para asesinar a cuanto Omega hubiera en el primer nivel, bajando al segundo para repetir el proceso. Un pelotón de élite dirigido por el Mariscal rodeó la residencia Barnes, asesinando a todos cuantos estuvieran dentro, buscando celosamente a los dos infantes.
James no cedió ante el miedo por la metralleta del gobernador que le apuntaba para que le entregara a su pequeño hermano, a salvo con Zola y el reactor. Miró con odio profundo al Mariscal, apretando su mandíbula mientras su brazo izquierdo fue destruido por las balas. No se derrumbó. Aquellos ojos verdes llenos de lágrimas que le despedían entre un vapor frío y blanco jamás iban a desaparecer de su memoria. Todo era culpa de Hydra, del Clan Rogers, de ese mundo tan estúpido que le había arrebatado a su familia. Fue la primera vez que Bucky cobró una vida. La del Mariscal Joseph Barnes. Con la esquirla que se había caído en su cámara de hibernación con la sangre de Ikol, la había guardado para un momento de venganza como ése. Y también supo que no pararía ahí. El dolor ya no importó. Sangrando como estaba alcanzó al Doctor Zola, huyendo los tres en una nave de carga que angustiados pero leales Omegas robaron para ellos.
James Buchanan Barnes se juró vengar la luz de Ikol Rambaldi que Hydra había extinguido. No se detendría hasta que el último de los Rogers cayera. Se convirtió en Venganza de Invierno en su nuevo hogar, el tercer nivel de Greenwich. Con un brazo metálico que iría cambiando conforme él crecía, esperando la señal que le indicaría el tiempo para arrasar con sus enemigos. La nueva estrella. La Leona de Terranova iba a verle a los ojos antes de perder la vida, ladrona de los secretos Rambaldi, pérfida y asesina como su hijo, ese Alfa beneficiado por el legado de su masacrado Loki, cuyo nombre pisoteaba con cada atrocidad que sus manos provocaban. Pasaron muchos años y pasarían más dolores con el sello de los Alfas Rogers, antes de que su señal apareciera.
Una estrella había muerto...
Ikol Rambaldi.
... pero otra nacía en su lugar.
Anthony Stark.
Lux Aeterna.
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