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POV JUNGKOOK

Jimin estaba sentado en la arena con un cuaderno de dibujo en las rodillas y el lápiz de carboncillo en la mano, pero permanecía inmóvil. La brisa agitaba su cabello y alzaba los mechones que cubrían su frente.

—Hola.

Él echó la cabeza hacia atrás y me miró desde abajo.

—Hola. ¿De qué has estado hablando durango tanto rato con el dueño de las casitas, mmh? —frunció el ceño—. Por favor, dime que no le has dicho que quieres comprarlas.

Sonreí al ver la expresión de su rostro. Besé su frente. Tal vez en otro momento le daré la noticia. Ahora será un secreto

—No. Creo que ya tiene un comprador —Osea yo, pensé—. Solo le he dado las gracias por permitirte quedarte aquí.

Jimin abultó sus labios y se encogió de hombros mientras devolvía la vista al mar.

—¿Qué estás dibujando?

Levantó el cuaderno.

—Nada. Estoy disfrutando el paisaje.

Lo rodeé de la cintura con los brazos y lo estreché con fuerza.

—Es un lindo paisaje. Como tú.

—Ella y yo encendimos una hoguera para preparar la cena, mientras contemplábamos el atardecer.

—Podemos hacerlo.

—¿Te comerías una salchicha pinchada en un palo? ¿Tú? ¿Jeon Jungkook?

—Solo si lleva mayonesa y mostaza.

—Ah.

Me incliné y mordí la base de su cuello.

—¿Crees que nunca he participado en actividades al aire libre, cariño? Anoche encendí la chimenea.

—Me sorprendió que supieras hacerlo.

—En la escuela íbamos de campamento. Nos enseñaron a encender el fuego, montar una tienda y todo ese tipo de cosas.

—¿La escuela te ofrecía esas actividades?

Asentí, apoyando mi barbilla en uno de sus hombros.

—Cuando era adolescente y me quedaba en la escuela durante las vacaciones, la oferta de actividades variaba. Ir de campamento era una de ellas. Me gustaba. Y sí, incluso me gustaban las salchichas.

Jimin se quedó callado. Se dio media vuelta y me acarició la mejilla. Sus manos eran suaves. Me incliné ante su tacto

—¿Preferías quedarte en la escuela antes que ir a casa?

—Si me daban la opción, sí. Se libraban de la culpa de que no fuera a casa diciéndole a la gente que estaba de excursión con el colegio o algo así. A los quince años, me las apañé para no ir a casa en todo el verano. Me apunté a una excursión y después me fui de campamento durante un mes. Fue el mejor verano de mi vida.

—Lo siento.

—No te compadezcas de mí.

—Ya hemos hablado antes de esto, Jungkook. —Se puso en pie—. Y que sepa, señor Jeon, que otra vez está siendo un maleducado.

Jimin se alejó con el cuaderno de dibujo en manos. Me puse de pie al instante y lo alcancé con par de zancadas. Esas piernas tan cortas no podían dar pasos tan largos como las mías.

Lo agarré por la cintura, lo levanté en volandas y lo giré mientras lo pegaba a mí.

—Otra vez he sido un tonto. Permíteme disculparme

Jimin clavó la vista en mi pecho.

—Lo siento, amor. Lo he dicho sin pensar. No estoy acostumbrado a que alguien se preocupe por cómo me sentía antes o ahora.

—Yo me preocupo por ti.

Lo levanté hasta que su cara estuvo a la altura de la mía.

—Lo sé. Estoy intentando acostumbrarme, ¿De acuerdo? No seas tan duro conmigo —lo besé en la comisura de sus labios—. Esto de ser un hombre bueno es una novedad para mí.

Su mirada se suavizó y eso me relajó. Lo besé otra vez.

—¿Es nuestra primera discusión?

Jimin sonrió.

—No sé si llamarla discusión siquiera, o si es la primera. De todas formas, creo que es necesario un polvo de reconciliación, ¿Verdad?

Trató de ponerse serio, pero acabó esbozando una sonrisa traviesa. Le levanté las piernas al estilo nupcial para atravesar la puerta de la casita con él en brazos.

—Vamos, señor de Jeon. Voy a compensarlo por mi grosería. Luego iremos al pueblo a por unas salchichas y algodones de azúcar.

—Y por mayonesa y mostaza.

Lo eché sobre la cama y me quité la camisa.

—Y por mayonesa y mostaza. Ahora bésame, cariño.

Cuatro días después.

Jungkook despertó y el corazón se le desbocó a causa del pánico cuando vio la cama vacía a su lado. Salió de la habitación corriendo.

Se relajó cuando vio a su Jimin en la playa. Estaba mirando el agua, sosteniendo algo contra el pecho. Miró hacia la repisa de la chimenea y, efectivamente, faltaba la urna con la cenizas de Song-I.

Su esposo estaba despidiéndose.

Regresó a la habitación, cogió sus pantalones y se los puse. Después cogió la camiseta que estaba en el suelo y salió de la casita en dirección a la playa.

Las olas eran más altas y rompían con fuerza contra la orilla. El viento arreciaba, y la lluvia no tardaría. Y la tormenta ponía de nervios a Jimin.

Llegó a su lado y lo rodeó con los brazos.

—Te estaba esperando —dijo Jimin.

—Debiste haberme despertado.

—Quería pasar un rato a solas. Sabía que no tardarías en aparecer.

—¿Estás seguro?

Jimin le sonrió y el brillo que vió en sus ojos fue la respuesta que necesitaba.

—Sí.

—Está bien, cariño —extendió la mano para coger la urna—. ¿Quieres que la abra?

—Sí, por favor.

—Gracias —murmuró Jungkook, viendo las cenizas de Song-I—. No te arrepentirás de haber confiado en mí.

Con cuidado, abrió la urna y le entregó la bolsita a Jimin, que echó a andar hasta el borde al agua.

Dejó que lo hiciera solo porque sabía que era un momento emotivo y personal para él. Por unos instantes se quedó inmóvil. Vió que movía los labios y supo que estaba murmurando su adiós.

Después se agach, abrió la bolsita y dejó que las cenizas cayeran a la arena, junto a sus pies. Al instante se enderezó, incluso sacudió la bolsa y los últimos restos se esparcieron gracias al viento.

Acto seguido, inclinó la cabeza y se abrazó a sí mismo. Una figura solitaria recortada contra el cielo. Jungkook quiso acercarse a él para consolarlo, pero aún no sabía cómo manejar todas las emociones.

Fue Jimin quien resolvió su dilema cuando se dio media vuelta y le tendió la mano a Jungkook en silencio. Se aferró y lo acercó a él.

—¿Estás bien?

Jimin lo miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Lo estoy.

—¿Puedo hacer algo?

—Ya lo estás haciendo.

—Quiero hacer más, cariño.

—Vámonos a casa, Jungkook. Estoy listo.

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