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Al día siguiente

—¿Quieres descansar? —preguntó Jimin, acariciando los cabellos blanquecinos de Song-I. Su rostro se mostraba cansado y sin ánimos.

Hace unas horas que había ido a visitarla. Desayunó con ella, le hizo compañía como siempre, platicaron poquito y rieron.

Song-I estaba sin ánimos, no quería comer, el apetito lo había perdido hace mucho. Ya no tocaba sus lienzos, ni siquiera quería salir de su habitación.

Jimin le preocupaba, le preocupaba que algo le estuviera pasando. A pesar de que ya le había dicho que estaba bien, pero él sentía que era todo lo contrario.

Su corazón se apretaba de una manera indecifrable. Tenía miedo.

—Ven —dijo la anciana con voz dulce, mirándolo con cariño como siempre lo había hecho desde que era un niño—. Ven a mi lado, Jiminnie. Siéntate.

—¿Te duele algo? Puedo llamar a la enfermera —dijo preocupado.

—Estoy bien, solo quiero decirte algo —Song-I dió unas palmaditas al lado de la cama.

Jimin titubeó, inseguro, pero hizo caso a lo que le había pedido. Se sentó al lado de ella, tomando su mano y acariciando con delicadeza.

—¿Qué sucede? —preguntó susurrando. Teniendo miedo a todo lo que vaya a escuchar.

—Tú sabes que te amo mucho, ¿Verdad, Jiminnie?

—Lo sé, yo también te amo mucho.

Song-I le sonrió, levantando el brazo para pellizcar la mejilla de su niño, de su bebé. Ese bebé travieso que llegó a alegrarle sus días, a ponerle color a sus días  grises.

Su Jiminnie era un ángel.

Lo miró con dulzura, con mucho amor. Pasando sus dedos temblorosos por su cabello y acomodando algunos mechones caían sobre su frente.

Ya no podía luchar más. Su razón de ser ya era todo un hombre y estaba orgullosa de él. De todo lo que había logrado con sus enseñanzas, todo el esfuerzo que hizo valió la pena.

Una lágrima resbaló por su mejilla. Los recuerdos venían como flashbacks en su mente. Todos los momentos felices que pasó junto a su Jiminnie, los momentos felices y los momentos tristes.

Ya era hora. Su felicidad ya encontró la suya. Ahora estaría al lado del amor de su vida.

—Quiero acostarme, Jiminnie. Estoy cansada.

Jimin asintió, levantándose y acomodando las sábanas para abrigarla. Soltó un suspiro y sonrió, acercándose a ella y dejar un corto beso en su frente.

—Te quiero. Vendré más tarde, ¿está bien?

Pero no recibió respuesta. Song-I ya estaba dormida. Sin hacer mucho ruido, salió de la habitación, sin saber que este fue su último adiós.



El móvil vibró sobre la mesa y lo cogió. Jungkook reprimió una sonrisa al ver quién lo estaba llamando "Residencia". De seguro Song-I quería que le llevara sus bombones de chocolate.

Rechazó la llamada con la idea de delvolverla cuando terminara la reunión. Se encontró de nuevo con Choi, estaba apuntando los deseos de un cliente para la siguiente campaña, pero él teléfono empezó a vibrar de nuevo. ¿Por qué insistían tanto?

Miró a Dong Wook que había dejado de hablar.

—¿Necesitas algo, Jungkook?

—Esta llamada es importante.

Choi asintió con la cabeza.

—Bien. Cinco minutos de descanso para todos.

Jungkook aceptó la llamada de inmediato.

—Señor Jeon, siento interrumpirlo —la voz de la joven le provocó un escalofrío por todo el cuerpo—. Tengo... Tengo que darle una pésima noticia.

No se dió cuenta como, pero de repente estaba de pie.

—¿Qué sucede?

—Park Song-I ha fallecido.

El pecho de Jungkook comenzó a latir sin frenos. Cerró los ojos al sentir que se cristalizaban. Se aferró más al celular y habló con dificultad.

—¿Mi esposo lo sabe?

—Sí. Estuvo aquí por la mañana, pero tuvo que marcharse. Lo llamé enseguida cuando nos dimos cuenta de... Lo sucedido.

—¿Está ahí ahora?

—Sí, he intentado hablar con él, pero no consigo que me responda. No sabía que hacer así que lo he llamado.

—Tranquila, has hecho lo correcto. Estoy en camino. No lo dejes solo, no dejes que se vaya, por favor.

Jungkook colgó la llamada y dejó caer el teléfono. Un sonido sordo se escuchó sobre la mesa, tenía sentimientos encontrados. Una mano se posó en su hombro, levantó la cabeza encontrándose la mirada de Choi.

—Lo siento, Jungkook.

—Tengo que... —dejó la frase en el aire. No encontraba las palabras.

—Yo te llevo.

—Jimin...

—Te llevaré. Te necesita.

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