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Ray camina por los blancos pasillos, y no es como si aquello sea lo más agradable del mundo, el ruido le aturde y las ganas de vomitar están presentes, sintiendo su garganta ácida y cuerpo debilitado.

-Estoy hecho mierda- masculla entre dientes, hastiado de sus síntomas, hastiado del color blanco y su pureza totalmente sucia, irónicamente.

Todo en Marystela era deprimente, y los murmullos cada que pasaba cerca de los pacientes (por no decirles "locos") le inundaba de desespero, y es raro en él mostrar aquello.
Sus ojos se sienten cansados, quiere desplomarse en esos instantes, mas su orgullo y fuerza de voluntad _que sinceramente, hacía tiempo no sentía_ no se lo permiten, porque si desea acabar con su vida en ese manicomio, que es el mismísimo infierno, tendrá que analizar y encontrar las fallas o debilidades de aquel lugar, de los enfermeros y si es posible, de los doctores.

-Te dije que me esperaras, no es bueno que tu cuerpo haga sobre-esfuerzo, Ray- regaña la voz suavecita de Anna, a quien mira atentamente y siente como aquellos ojos azules reflejan un poco de tristeza.
Ray se acerca a ella con tambaleos, apoyándose en los hombros de la jovencita y sintiendo como su corazón palpita con frenesí, está sudando y el ardor en la garganta incrementa de forma que siente no soportar _y quiere tanto romper sus cuerdas vocales_

-¿Qué es lo que tengo?- interroga repentinamente y con el ceño fruncido, apretando su agarre al delgado cuerpo de la enfermera, quien se altera y trata de no demostralo; mas es Ray y lo capta todo, la descifra con facilidad y se desespera al verla callada- Dime de una maldita vez, Anna- pronuncia con cólera, y la chica de hebras doradas ve un resentimiento profundo en los iris verde oliva de su paciente como nunca lo había hecho desde que él llegó.

-Ray, cálmate, si te esfuerzas mucho tu corazón se va a alterar más de lo que ya está. Vamos a tu habitación y llamaremos al doctor.

-Anna, estos síntomas no son normales.

-Tan solo calla y déjanos ayudarte.

-¡Yo no quiero su maldita ayuda!- exclama con total fastidio, mientras los pacientes voltean a verle con expectación, algunos con un semblante neutro y otros con sonrisillas en el rostro.

Simplemente todos estaban locos, ahora sin guardar respeto alguno por ellos.

Dos hombres fornidos se le acercan, son los encargados de mantener el control en cada uno de los enfermos, y Ray sabía muy bien que si debían golpear, golpearían.

-Me pones una mano encima y juro que te prendere fuego- masculla con rencor y odio, soltándose del agarre de la fémina de ojitos cielo, quien trata de llevarlo con ella, mas no puede, él es más fuerte y eso le preocupa en esos momentos, ya que no debería serlo.
Ray solo tambalea ante los dos hombres, quienes, sin expresión alguna tratan de sedarle; y el azabache simplemente estaba harto de que hagan lo que se les complacía con su cuerpo, así que forcejea con todas las pocas fuerzas que tiene, mas es horrible como su cabeza da vueltas sin control, sintiendo como uno que otro golpe suyo es certero.

-¡Basta!- exclama con molestia Anna, quien se pone delante de Ray con rapidez, deteniendo el violento forcejeo y, probablemente, el golpe que le esperaba al azabache- Soy yo la única encargada de sedarlo, mas con amabilidad lo podrían llevar a su habitación, necesita la verificación del doctor James- aclara con seriedad, mientras los hombres tan solo acatan las órdenes de la menor sin decir palabra alguna.

Los murmullos comienzan a aumentar cuando tal espectáculo acaba, mientras otros simplemente siguen con la mirada a la rubia, quien acaricia la frente del azabache_sin motivo aparente, solo por mera inercia_ mientras este solo frunce el ceño adolorido.

-Norman tenía razón~ suelta melódicamente la chica de cabellos naranjas, quien juguetea con sus dedos y sonríe divertida- Ray Grace debe ser alguien importante.

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Sus ojos tratan de acostumbrarse a la luz que tiene frente a él, mientras mueve la cabeza desorientado y buscando de alguien a quien aferrarse, mas obviamente no lo hará con la enfermera de anteojos y mirada frívola, ni con el doctor de cabellos blancos (que ese color ya le tenía harto a más no poder)

Su mirada opaca busca, pero no encuentra a Anna por ningún lado, y supone que quizás esté en la esquina de otra habitación, como una niña castigada al permitir su actitud tosca y desobediente ante órdenes del doctor.

Ahora todo se resumía en la culpa de él y solo él, como siempre.

-Veo que despertaste, un gusto poder hablar contigo, Ray Grace- pronuncia de pronto el hombre quien lleva una hoja con letras incomprensibles, definitivamente era el doctor.

-¿Qué pasará conmigo?- interroga sin más, porque si existía algo que Ray odiaba con todas sus fuerzas, era la palabrería barata.

-¿Eres consciente de lo que has hecho?- pregunta James con suave voz, mientras le entrega a Gilda todo lo anotado y regresa su mirada en él- Tu corazón está completamente dañado, no eres tonto, sabes que es por la cantidad de pastillas que habías tomado y, por consecuencia a tal acción, padecerás de constantes vómitos, mareos, visión a veces nublada, debilidad en tus articulaciones hasta llegar a un punto donde tu corazón parará; lo siento mucho.

-Entonces...- pronuncia el azabache con mirada baja y una expresión indescifrable- Se puede decir que sí cumplí lo que quería, solo que de una forma lenta y dolorosa.

-Exactamente- afirma el doctor con seriedad, haciendo que toda su expresión cambie- Al parecer tu muerte rápida y sin dolor no se cumplirá, sino que será todo lo contrario.

~¿Muerte rápida y sin dolor? ¡Vamos! Desde un inicio quise prenderme fuego~

-¿Cuánto me queda?- pregunta como si hablara del frío clima que suele haber en esa época del año, causando que el doctor pare de escribir y lo mire atento, con sus penetrantes orbes azules.

-Aproximando, una semana y media, lo lamento, pero es lo que deseabas al fin y al cabo.

-¿Dónde está la enfermera que me cuidaba?

-Se refiere a Anna Lise, supongo, ella está afuera- pronuncia la peliverde con frialdad, mientras se dirige hacia la puerta y la abre con mesura- Puedes pasar.

-Gracias- añade suavemente la chica de ojos bonitos, mientras observa al doctor James, quien se acerca a ella con rigidez.

-Necesito que seas más dura con él, si no deseas que te cambie de paciente- añade de forma gélida y firme, para luego retirarse junto a Gilda de la habitación.

La rubia mantiene su posición seria y profesional, hasta sentir la puerta cerrarse tras de ella, para que todo eso se desplome y de pase a la jovencita nerviosa y frágil que es.

-Veo que lo de principiante no se te pasa, debes ser alguien más profesional Anna Lise- bromea Ray con la cabeza algo agitada, dibujando en su rostro una sonrisa llena de soberbia, a la vez que un aura oscuro se pinta cerca de la enfermera.

-¡Ray Grace!-llama seriamente, mientras frunce el ceño y con su dedito toquetea su pecho molesta- ¿Acaso eres un niño? Casi te golpean, gritas alterando a los enfermos, hablas altaneramente con el doctor y el personal y, por recontrapartida, haces que casi muera de un infarto ¿estás consciente de lo que has hecho?

-Sabías que me iba a pasar esto ¿verdad? De mi estado actual- hay un lapso de silencio, y Ray siente como la mano crema de la enfermera acaricia la suya, la cual es fría, así como el hielo. Su mirada es una obra de arte, porque refleja tristeza en el rostro de un ángel bueno y bondadoso, aceptando el trágico destino de un ser tan sencillo como él, alguien egoísta.

-Me informé de ello esta mañana, después de dejarte e ir con Gilda- admite con suavidad, tratando de no llorar, porque Ray se lo reprochará "debe ser profesional" pero su corazoncito de niña buena se oprime con fuerza mientras desea tanto que él conozca un poquito más de la felicidad que en este mundo puede haber _y que sonría también, que eso sería muy lindo de ver para sus iris cielo_

-Sabes, Anna, creo que nunca había peleado con alguien más grande que yo, ni siquiera con dos a la vez- suelta Ray, como si todo lo que le han pronosticado fuera tan liviano como hojas de verde limón en el pasto, siendo empujadas por la brisa de ese invierno que pareciera primaveral.

-¿Y?- pregunta ella, tratando de aliviar su tristeza para reemplazarla con curiosidad, porque Ray era tan consciente de como se sentía la rubia, que prefirió cambiar de tema rápido para no verla llorar.

-Y hoy lo hice...debería hacer eso más seguido- admite orgulloso.

La rubia siente su cabeza explotar y como sus piernas flaquean ante lo dicho -¡¿Estás loco?!

-Ann, aquí todos lo estamos, literalmente, hasta tú.

-Ray...¿acaso no te importa morir?

Y nuevamente hay un lapso de silencio, mientras el propio Ray no sabe ni si quiera cuál es la respuesta apropiada.
Él no mentiría, y decir que no le importa morir sería totalmente falso, porque ahora todo es distinto, él tenía miedo de sufrir lentamente y bajo la mirada de bonito cielo de Anna.
Temía ahora ser olvidado, ser simplemente nada.

Y la nada ¿acaso es algo?

Querer morir...es tan extraño que el ser humano sienta eso ¿no? si Ray está consciente que, por naturaleza, ellos luchan por sobrevivir ¿por qué luego todo cambia?¿por qué con él?

Mira sus pálidas y huesudas manos temblando, mientras una sonrisa curiosa y temerosa surca su rostro, sintiendo como en su cuerpo recorren miles de sensaciones desconocidas al sentir la calidez de la mano de la rubia sobre las suyas, brindando su calor y ternura a la vez.

-Anna...¿podrías cantar esa canción para mí?

La nombrada, con mirada comprensiva sonríe levemente, mientras toma asiento a su lado, un poquito más cerca.

-Pensé que no te gustaba como cantaba, Ray- alega ella con gracia, con esa dulzura ingenua que él comienza a aceptar con lentitud.

-Solo hazlo, por favor-

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-¿Cómo está la jovencita que padece demencia?-

-Sea más específico, aquí hay más de una que padece de ello, doctor James- responde Gilda con educación.

-Emma Bell.

-Se comporta como todo un loco se debe comportar.

-El paciente con esquizofrenia parece siempre verla tras su ventana ¿tuvieron algún contacto?

Gilda traga pesado, mientras acomoda sus lentes y asiente con la cabeza, ocasionando que James muestre una expresión molesta.

-Te había dejado en claro que él no debe tener ningún tipo de contacto, Gilda.

-Lo lamento, doctor James, pero fui incompetente y deje su puerta sin seguridad.

-¿Acaso sabes lo que significa?- interroga con enojo el peliblanco, quien voltea y lanza los papeles de su escritorio- No quiero ni una falla más tuya ¿entendió, enfermera Gilda?- pronuncia de forma amenazante, mientras la peliverde se mantiene tan sería como se le hes posible.

-Entendido- contesta con firmeza la peliverde, quien tiembla cual niña pequeña ante la mirada retórica de James.

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La noche cae con los fríos colores y pensamientos distorsionados, mientras la brisa nocturna remueve sus cabellos negros y tararea la canción con suavidad, recordando la voz aterciopelada de su padre y sonrisa infantil que muchas veces mostraba.

-Bonita melodía ¿de dónde la conoces?- Ray con fastidio ladea su cabeza, mientras ve la corta distancia que tiene entre esa niña de cabellos alborotados y él.

-¿Desde cuándo estás ahí parada?

-Desde que escuché una bonita melodía, te vi con los ojos cerrados y decidí entrar.

-Tú debes ser Emma Bell, la paciente que sufre demencia.

-¡Eh! ¿Cómo lo sabes?- exclama la nombrada, haciendo que el azabache frunsa el ceño y le de un golpe en la frente.

-Cállate, eres muy ruidosa para ser tan pequeña.

-Y tú eres muy joven para querer morir, pero bueno...son enigmas que el mundo simplemente quiere dar.

-¿Qué es lo que quieres, Emma Bell?- interroga con molestia, mientras la jovencita de ojos esmeralda se acerca de forma intimidante a él.

-Necesito tu ayuda.

Ray simplemente no puede evitar reír.

~Pobre niña tonta~

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¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho! 🌜🌻


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