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-Puedo adelantar tu muerte, sin sufrimiento Ray Grace, no tendrás que esperar a un crítico ataque ni horribles síntomas...tan solo di que sí, y te ayudaré- murmura James con calma, colocando sus manos con delicadeza en los hombros de Ray, quien queda asombrado ante la propuesta y lo meticuloso que es ese hombre.
Anna.
Piensa en esa dulce palabra también, y para qué mentir, tiene mucho miedo de perderla y dejar aquellos ojos de cielo compasivo en este mundo hórrido.
«Te amo, Ray»
Lo que daría por siempre escuchar su voz de terciopelo y tacto suave como plumas de mil colores. En esos momentos, cree que si no la hubiera conocido, sus últimos días de vida serían míseros.
Pero hay algo en el centro de su corazón, un suplicio que ruega decir sí a la muerte precipitada, porque no quiere verla llorar ni sufrir cuando él sufra sus ataques, cuando vuelva a vomitar sangre.
Entonces, cree que la propuesta es muy tentadora, quisiera aceptarla... pero odiaría no pasar un día más con la dulce rubia que le entregó su corazón, mientras piensa las veces en las que podría saborear sus labios.
No sería capaz de perderse aquello.
-No- niega a tan tentativa oferta, frunciendo el ceño. Quizás los motivos por lo cual se negó son muy cursis, y que se enamoró de esa niña de dorada cabellera con rapidez, pero simplemente dejó de ver los por qué a cada decisión que tome, siempre y cuando Anna esté en ello.
~Oh, pero que bonito desastre~
-¿Te niegas?- interroga James con gracia, sonriendo dulce y con los ojos azules abiertos -Entonces dime dime, Ray Grace, si tuvieras la oportunidad de volver en el tiempo, ¿evitarías tu suicidio?
Hay una estela de silencio entre ambos, Ray suspira y James parece no borrar esa mueca que adorna su rostro. Parece tan lejano aquel hombre, que siente tenerle lástima, porque existe algo en sus ojos muy triste, junto a esa sonrisa rota y bonita a la vez.
-Si no lo hubiese hecho, no estaría aquí, y no aprendería a valorar lo que ya se me va de las manos, mi vida- responde sencillo, caminando hacia la puerta y sonriendo de forma casi invicible -Pero hubiese deseado no tener tan poco tiempo, doctor.
-No diré nada acerca de Anna Lisse y tú, puedes estar tranquilo.
Todo queda con meliflua calma y marchitos corazones.
Uno se recupera con amor, y el otro sólo desea perdón.
-Ven...sé que no se te aplicó la inyección anoche, la señorita Anna Lisse la dejó en mi oficina- murmura James con calma, tomando el brazo de Ray.
-No la necesito, me siento mejor.
-¿Mejor? Tienes ojeras, tus reflejos son lentos y estás débil- pronuncia sin duda alguna, levantando la manga del suéter del azabache y aplicando lo dicho.
-Sea sincero...¿cuánto tiempo de vida tengo?
Ray no puede evitar querer gritar ante la sinceridad de James.
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-¿Nada?- interroga Emma con preocupación, observando como el azabache niega y toca con delicadeza ese piano bañado por los rojizos rayos del atardecer.
-No me quitó los ojos de encima, y lo peor es que...siento que él sospecha de mí, aunque hay algo que...
-¿Qué? ¿qué crees?- inquieta la pelirroja, esperando sus respuestas y recibiendo la sutil risa del azabache.
-El doctor James parece tan infeliz, y sus ojos, su expresión me recuerda un poco a Norman.
-Imposible, Norman me dijo que desconocía a su padre...que no lo recuerda bien desde que tuvo esquizofrenia, sólo recuerda que se casó y ni bien entrar aquí se divorció- refuta con calma Emma, sintiendo algo en su pecho de linda niña oprimirse -Norman ha sufrido mucho, yo lo sé.
Ray la observa por breves momentos, mientras la pelirroja juega con sus manos y sonríe cariñosa al arrebol tras el cristal.
-Cuando salgamos de aquí, Norman y yo nos casaremos- habla contenta, siempre soñadora y pura, mientras sonriente observa Ray y golpea su hombro suavemente -Claro que puedes ser el padrino.
-Me niego- responde Ray con seriedad, y Emma en esos momentos se siente ofendida ante tanta crueldad.
-Oye, eso fue malo- se queja ella, con un tierno puchero. Ambos se miran y no pueden evitar reírse.
Anna tan solo calla ante los audibles murmuros de ambos, mientras la noche se asoma tierna para aquel día.
-Norman...- murnura asombrada, sintiendo su pecho palpitar con frenesí.
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-Entonces...no los encontró, era lo temido por nosotros- susurra Norman cansino y con el rostro más pálido de lo usual, mientras Emma tararea linda y acurruca la cabecita blanca de él en sus piernas.
-Tenemos que utilizar el otro plan ¿verdad?- habla la pelirroja, sintiendo leve presión en sus piernas cuando el chico se levanta, y queda frente a frente con ella.
-Sí...debemos hacerlo, porque Ray no puede estar más aquí perdiendo su vida, y yo tampoco quiero seguir.
-Necesitamos los papeles...así que lo mejor será entrar a la habitación de Peter, también a la de James, hay muchas probabilidades que algún indicio o papel estén allí- pronuncia decidida la fémina con sonrisa bonita, mientras Norman asiente ante sus palabras.
-Mañana por la noche, todos buscaremos los papeles, avísale a Ray por la mañana eso, yo también iré- afirma el albino, haciendo que Emma con asombro lo observe ante tal idea, pero no duda, al fin y al cabo es él.
-Está bien- murmura dulce, besando los labios de Norman con delicadeza y recostándose sobre él suavemente, mientras sus manos acarician su cintura, acercando su fino cuerpo más al suyo.
Emma jadea ante el agarre, y no puede evitar reír por el rostro lindo y sonrojado de Norman, mirándola con deseo en aquel azul cielo.
-Oliver jamás pudo hacerte suya...eso realmente alivia mi corazón- declara sin vergüenza alguna, bajando por su cuello e inhalando la fragancia dulce de ella, quien va quitando la camisa de Norman y acaricia su torso con anhelo.
-Eso te hace el primero, y me alegra que seas tú- susurra cerca a su oreja, mordiendo el lóbulo de esta, haciendo estremecer la frágil piel del albino, quien fácilmente ya la desnudó de aquella prenda blanca.
Un beso los une nuevamente, es suave y dulce, casi adictivo, y así transcurre su noche, con gemidos ahogados y su piel perlada en sudor ante las perennes embestidas de Norman hacia ella.
La noche es fresca, y la sensación de amar es casi palpable para ambos, porque Emma antes de llegar al clímax murmura su nombre cual mantra, uniendo sus labios y dejando que la locura invada.
Hay luna de cuarto menguante adornando el cielo, es linda y misteriosa, ama a esa luna (le recuerda al cabello del chico que tiene encima) alza su mano para alcanzarla desde su distancia, le sonríe pícara. Ama a esa luna incompleta una vez más, con gran intensidad que siente su pecho latir de forma sobrehumana.
-¡Norman!- exclama con deseo al sentirlo nuevamente, pero está bien, porque ella aún quiere seguir en su clímax, mientras toca el cielo, y los húmedos labios de Norman recorren con cariño su pecho.
-No sabes lo bien que me haces- murmura suave, asiendo que ella sonría y fugazmente una sus dulces labios de cerezo en los de él.
La luna...cree que esa enorme y blanca mancha en el cielo púrpura la enloquece un poco también (así como Norman)
Ambos terminan con lascivos sonidos escapándose de sus labios, Emma solo se recuesta en su pecho con respiración agitada, mientras las manos de Norman remueven sus cabellos rojizos y empapados en sudor.
-Juro que saldremos de aquí...y ya no sufrirás, Norman.
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James anota con apuro cada detalle de su paciente, va de un lado a otro y termina en su silla, sacando carpetas de colores y ordenando todo para su tesis, su obra maestra y quizás algo incorrecta.
-Hace tiempo que no te veo así- su rostro choca con el de su hermano, mirándolo con repudio y sonrisa sorna, caminando alrededor de la mesa sin apuro alguno. Muy diferente a James.
-¿Viniste para algo más que no sea molestarme?- interroga con ternura el mayor, viendo como Peter toma asiento sin prestar atención a su mirada cansina.
-Escuché que ayer tu hijo y tú armaron un escándalo- asegura simple el de ojos verdes, aburrido ante la mirada de su hermano -Eres un idiota por eso.
-Pero saqué lo que tanto querías, información- Peter lo observa sorprendido, para luego reír sin más por la triste expresión de su amado hermano mayor.
-No me extraña, al fin y al cabo, tu enviaste a tu hijo aquí, ni siquiera mereces ser llamado padre.
-¡Cállate! Que tú tampoco eres el indicado para hablar de eso- exclama furioso, causando que el menor ría y asienta ante cada palabra.
-Tan solo dime lo que dijo, yo también tengo que decirte algo.
-Buscarán tu oficina mañana, saben donde tienes los papeles, las firmas y los experimentos que hiciste cuando eras joven.
-Ya los quemé- sincera dulce, mientras sus manos se juntan con gracia.
-No puedes hacer eso, tienes contactos también, ellos necesitan los papeles firmados, y tú no tratas con gente buena tampoco, sé de tus crímenes con papá, no lo olvides.
-Sí, por eso, lo que yo tenía que decirte es que estás despedido, y no me importa mancharme las manos para evitar que esos mocosos lo arruinen todo.
-No tienes derecho a hacerlo, yo también soy un Ratri, este manicomio también es...
Peter lanza un solo papel, un viejo testimonio lo arruina todo, y James no puede evitar fruncir el ceño al leer el contenido.
-Padre te desheredó, eres un asco de Ratri.
Todo parece ir de una forma rápida.
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¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho! 🌜🌻
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