Capítulo 4 El final del destripador.

Damon P.O.V

En cuanto llegamos a casa la llevé en brazos hasta mi habitación, le quité la ropa y le ofrecí algo de beber.

- ¿Tienes hambre? - le pregunté.

Estaba muy cansada y triste pero aún así respondió.

- Sí, ya voy yo - contestó decaída por todo lo que pasaba con Stefan. Estaba muy preocupada por él.

- Túmbate, ya voy yo - le dije mientras la tapaba con las sábanas de mi cama.

Cogí dos bolsas de sangre de mi cajón y me metí en la cama con ella. La abracé y con cuidado le di de beber la bolsa de sangre. Luego me bebí la mía y ella me quitó la ropa.

- Tengo miedo porque no sé cómo vamos a hacer esto - me explicó.

- Mañana lo hablamos. Ahora durmamos - contesté.

La fui acariciando hasta que se durmió y después de verla dormir durante un rato me quedé dormido.

A la mañana siguiente me desperté a las seis para verla dormir un rato antes de despertarla. Era tan guapa... Ella y yo compartíamos el mismo tono de color de los ojos y eso me encantaba.

De pronto se giró y pegó su cara con mi pecho mientras me abrazaba.

Yo sonreí y le susurré.

- Despierta, dormilona - le susurré provocando que abriera sus ojos poco a poco y me mirara somnolienta.

Era de lo más tierna cuando me miraba somnolienta.

- Buenos días, hermanito - me saludó pegándose más a mí.

- Todavía es muy temprano, ¿podemos dormir más? - me pidió.

- Vale, entonces no me acompañes a rescatar a nuestro hermano - la provoqué.

- ¿Sabes dónde está? - me preguntó acariciándome.

- En la ciudad del viento - contesté.

- ¿Chicago? - preguntó una vez más.

- Sí, cielo, Chicago. Haz las maletas - le contesté besándola.

- Estoy cansada - se quejó.

- Pues duerme en el coche - contesté acariciándole la mejilla.

- Vamos, te haré tu maleta mientras descansas - me ofrecí.

- No, da igual, ya la hago yo - contestó levantándose de la cama y recordándome que estaba en ropa interior.

Tenía un cuerpazo...

Hicimos las maletas, nos vestimos y fuimos a ver cómo estaban Nathan y Emma.

Antes de entrar a su habitación oímos cómo discutían sus padres sobre algo.

- Deberías ser más amable con ella. Ha perdido mucho y tú tienes repuestas a muchas de sus preguntas - le explicó su madre.

- Lo intentaré. Pero es que no es fácil, me recuerda mucho a su madre biológica. Ya sabes, Lilian Salvatore - contestó su padre.

- Hola - les saludó mi hermana entrando cogida de mi mano.

Emma y Nathan estaban durmiendo abrazados en la cuna.

Ella apartó a Emma de Nathan para cogerla en brazos y darle de beber su sangre a la misma vez que yo hacía lo mismo con Nathan.

- No puedes seguir poniéndote en peligro - soltó su padre preocupado por ella cuando Luna volvió a dejar a Emma en la cuna.

- No te puedes llevar a nuestra hija a Chicago - me prohibió su padre.

- Evítalo si puedes - le provoqué cogiendo con mi mano libre a mi hermana.

Dejé a Nathan de vuelta en la cuna y la sujeté con más fuerza.

- Sin problemas - contestó él haciendo que empezara a quemarme la piel con solo mirarme.

- Por algo soy el dios del sol - comentó.

- Pero yo soy la diosa de la naturaleza y soy más poderosa que tú - le contestó mi hermana con decisión protegiéndome bajo una nube.

- Puedo ahogar a tu hermano con solo mirarlo - le explicó para hacerlo.

No podía respirar y mi hermana estaba abrazada a mí con miedo, ya que no soportaba que a Stefan y a mí nos hicieran daño. Creo que no podía luchar contra su padre por eso. Aunque le vi intentarlo, fue en vano.

- Por favor, no le hagas daño - le pidió preocupada por mí.

Él dejó de intentar ahogarme y la sujetó de la muñeca con fuerza para apartarla de mí.

- Deja que vaya con su hermano. Él cuidará de ella - le pidió Artemisa que veía que Luna estaba triste.

- Como le pase algo será bajo tu responsabilidad, no la mía - le dijo Apolo a Artemisa.

- Padre, no le hables así a mamá y confía en mi hermano - le pidió.

- Está bien - contestó soltándola y provocando que ella corriera hasta mí para besarme y ponerme caliente.

La puse contra la pared y le devolví sus besos delante de sus padres.

Le mordí su labio y ella gimió.

- ¡Damon! - gimió.

Me quitó la camiseta y su madre se derritió. Entonces su padre nos paró. Cogió mi mano, me separó de mi hermana y cogió la mano de mi hermana. Me volví a poner la camiseta y cogí la mano de mi hermana.

- ¿Puedo acompañaros? - preguntó Leah entrando a la habitación.

- Vale - contestó mi hermana.

Bajamos con las maletas, las metimos en el maletero y nos subimos al coche.

- Tú conmigo - le dije soltándola.

Ella asintió y se subió en el asiento del copiloto, al lado del mío. Leah se sentó detrás.

Nos pusimos en marcha y al cabo de un rato comenté.

- Espero que lo encontremos. Sería muy triste que el último recuerdo fuera el anillo de boda - comenté.

Por suerte no se me olvidó traerme uno de los diarios de Stefan. Alargué la mano y cogí el diario que había dejado en el asiento de atrás.

- Léete esto - le dije dándoselo.

- Te harás una idea de la primera experiencia de Stefan en Chicago - le expliqué en cuanto lo cogió.

Después de unas horas de viaje al final llegamos al apartamento que tenía. Aparcamos el coche y entramos.

Antes de entrar a su apartamento agarré a mi hermana de la muñeca y la coloqué detrás de mí para protegerla. Arranqué el pomo de la puerta y entramos.

- Aquí la tenéis. La casa de la segunda personalidad de Stefan - comenté soltándola para cerrar la puerta.

- Está claro que no ha estado aquí - comentó Leah mientras las dos miraban las cosas.

- La visita aún no ha acabado - dije yendo a la cocina.

En la cocina me encontré con una estantería incrustada a la pared llena de cosas de cocinar y demás y tiré del marco para abrirla como si fuera una puerta.

- ¡Guau!, eso sí que mola - comentó de broma Leah.

Miré a mi hermana y le indiqué que me siguiera.

- Uhh..., alcohol, qué perverso - siguió bromeando Leah en cuanto encendí una bombilla.

Pero mi hermana sabía que había algo más así que se adentró un poco más hasta dar con una lista de nombres que estaba pintada en la pared.

La lista de nombres llenaba toda la pared.

- ¿Son todas sus víctimas? - me preguntó cogiéndose de mi brazo algo triste.

Simplemente asentí y le dije a Leah.

- Nos vamos - le dije a Leah.

- Voy con vosotros - contestó Luna.

- No. Tú te quedas a improvisar un plan. Volveremos cuando lo encontremos - le expliqué soltándola.

Luna P.O.V

Después de decir eso se fueron y me quedé sola. Así que me puse a leer su diario. De pronto escuché a Klaus y rápidamente me escondí en la despensa.

Contuve la respiración cuando noté que Klaus estaba abriendo la despensa. Por suerte solo entró Stefan. Nos miramos y Stefan dijo.

- Mira lo que he encontrado - dijo saliendo con una botella de vino.

- Mi favorito - comentó Klaus a la misma vez que Stefan me volvía a cerrar.

Se fueron y me senté en un sofá a esperar a mis hermanos.

- ¡Por fin! - me quejé viendo cómo entraban y Damon me daba una bolsa.

- Arréglate un poquito. Sé dónde estará Stefan esta noche - me dijo.

- ¿Estás bien? - me preguntó algo serio sentándose a mi lado.

- Casi me encuentra Klaus - contesté algo molesta.

- Pero sí, estoy bien - añadí besándolo.

- Vale. Este va a ser el plan: Leah y yo nos encargaremos de Klaus y tú tendrás cinco minutos para hablar con Stefan - me explicó.

Llegó la hora y fuimos los tres juntos al bar. Yo me quedé fuera y Leah y Damon entraron juntos.

Al cabo de un rato salieron y les dejé discutir. Entonces Damon acabó la discusión diciendo.

- Díselo tú - le dijo mirándome.

Ambos me miraron y Damon se fue para dejarme a solas con él.

- No deberías estar aquí - me dijo acercándose a mí.

- ¿Y dónde iba a estar? Si estás aquí es por mi culpa - contesté.

- ¿Qué quieres? - me preguntó.

- Damon y Leah no podrán distraer a Klaus mucho tiempo ahora que es híbrido - siguió diciendo.

Puse mi mano en su mejilla y se la acaricié.

- Vuelve a casa - le pedí con suavidad.

Nos abrazamos y supe que tenía que hacerlo. Le intenté clavar un dardo de verbena en la espalda pero él no me dejó. Me sujetó la mano y me quejé. Me estaba haciendo daño.

- ¡Para! por favor. Tú no eres así - me quejé.

- Sé que quieres protegerme, pero no quiero dejarte - le expliqué cuando me soltó la muñeca.

- Vuelve conmigo por favor - le pedí.

- ¡No puedo! - me gritó.

- Soy tu hermano mayor y tengo que cuidar de ti. Así que será mejor que te vayas - explicó cogiéndome con fuerza la mano.

- ¿Adónde vamos? - le pregunté empezando a correr.

Él no me contestó.

Cuando llegamos a su apartamento nos encontramos a Leah cuidando de Damon que estaba tumbado en el sofá malherido.

- Jamás te dejaré sola - me explicó Stefan acariciándome la mano para que entendiera que lo había fingido todo solo para protegerme.

- ¡Damon! - grité al ver su estado.

Me acerqué a su lado y él me abrazó.

- No te preocupes. Todo saldrá bien - dijo para calmarme.

- Hay que irnos de aquí - explicó Stefan.

Leah ayudó a Damon y nos fuimos corriendo hacia el coche. Nos montamos y Stefan condujo hasta llegar a casa. Y una vez en casa fuimos al salón.

Leah cogió una bolsa de sangre para dársela a Damon y que se recuperase y yo cogí una bolsa de sangre con mi mano pero se me cayó al suelo en cuanto noté un dolor muy fuerte en la muñeca.

Stefan me miró, recogió la bolsa y me dio de beber de ella.

Sabía que en el fondo se sentía mal.

- ¿Qué le ha pasado? - preguntó mi madre viendo mi muñeca.

- He sido... - empezó a contestar Stefan.

- Ha sido un accidente, mamá - contesté con una sonrisa.

- No tiene buena pinta - comentó mi madre.

- Deberías vendarte la muñeca - añadió.

Leah se acercó a mí y me preguntó.

- ¿Puedo hablar contigo? - me preguntó.

- Sí - contesté.

Me despedí de mi hermano depositándole un beso en su mejilla y me fui a hablar con Leah.

- Creo que me voy a ir una temporada con mis otros hermanos, los originales - me explicó al salir de casa.

- ¿Por qué? - pregunté.

Ella simplemente me enseñó la pulsera que le había hecho Artemisa, estaba rota. En ese momento lo entendí. La pulsera era para mantener su oscuridad a raya ahora que Katherine estaba suelta, pero si estaba rota su oscuridad volvería en ella. Probablemente se le rompió durante la pelea con Klaus.

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