C1: Aroma Conocido

Taemoon

El motor del coche resonaba suavemente, acompañado por el zumbido constante de los neumáticos contra el asfalto. La tarde caía lentamente, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rojizos. Desde el asiento del conductor, mantenía la vista fija en la carretera mientras el bosque comenzaba a cerrarse a nuestro alrededor. Era difícil no sentir el peso del destino sobre mis hombros; cada kilómetro que nos acercaba a Lang parecía hacer el aire más denso.

El beta que viajaba conmigo, un hombre llamado Jae, asignado por mi padre, estaba tan callado como siempre. Su presencia era tan silenciosa que podía olvidarme de que estaba allí si no fuera por la ocasional pregunta formal que hacía para asegurarse de que todo estuviera en orden.

—Llegaremos en unos veinte minutos, Alfa —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era neutro, profesional, y su mirada fija en el horizonte.

Asentí ligeramente, sin apartar la vista del camino. Lang no estaba lejos, pero la idea de entrar nuevamente a ese territorio me provocaba una mezcla de emociones que prefería no analizar. Sabía que mi presencia era necesaria. No se trataba solo de protocolo, sino de algo más grande, algo que había esperado durante siglos.

El paisaje cambió abruptamente cuando dejamos la carretera principal y nos adentramos en un sendero oculto por la maleza. Lang era un lugar que se mantenía apartado del mundo moderno, un vestigio de nuestras tradiciones y nuestra historia. Allí, entre los árboles, se alzaba el castillo que había sido testigo de generaciones de la manada Wolf. Aunque ahora se había convertido en un refugio, seguía siendo un símbolo de poder y resistencia.

Cuando finalmente llegamos a los límites del territorio, un joven alfa nos esperaba. Tenía el porte característico de su rango: alto, con una mirada penetrante y movimientos seguros. Reconocí a Atom de inmediato, uno de los guardianes principales de la manada Lang.

—Bienvenida, Alfa Taemoon —dijo con una leve inclinación de cabeza, un gesto respetuoso pero contenido. Su voz era firme, pero había un matiz de desconfianza que no pasó desapercibido.

—Gracias, Atom —respondí con frialdad, bajando del coche. El aire aquí era diferente, cargado de la esencia del bosque y algo más, algo familiar que me hizo detenerme por un instante. Fruncí ligeramente el ceño, tratando de identificarlo.

Atom comenzó a guiarnos por el sendero que llevaba al castillo. Caminé tras él con Jae a mi lado, en silencio. La tensión era palpable, pero también lo era la sensación de algo más profundo, un eco del pasado que resonaba en el presente.

Cuando el castillo finalmente apareció ante nosotros, imponente y majestuoso, un destello de blanco entre los árboles captó mi atención. El aroma que había sentido antes se intensificó, y por un momento, mi corazón se detuvo. Ese olor era imposible de olvidar: dulce, cálido, envolvente, como ámbar bañado en sol. El aroma de Amber.

Mis ojos buscaron desesperadamente el origen, recorriendo cada figura que se movía en el claro. Entonces la vi. Pero no era Amber. Era una joven de cabello castaño ondulado, de estatura media, con ojos ámbar que brillaban como el fuego. Mi respiración se detuvo al comprender la verdad. Esa no era mi antigua esposa; era otra persona, alguien que llevaba consigo un fragmento de lo que había sido.

Ella pasó junto a mí sin detenerse, sin siquiera dedicarme una mirada. Su actitud era distante, casi indiferente, y su aroma seguía llenando el aire como un recordatorio doloroso de lo que había perdido.

—¿Está todo bien, Alfa? —preguntó Jae en voz baja, notando mi tensión.

Asentí, pero no pude evitar girarme para seguirla con la mirada. Había algo en ella que no podía ignorar, algo que despertaba recuerdos enterrados y una inquietud que no lograba definir.

El resto del camino hasta el castillo transcurrió en silencio. Mis pensamientos estaban atrapados en ese instante, en esa mirada que nunca llegó. Algo me decía que este viaje a Lang sería mucho más que un simple protocolo.

Al cruzar las puertas del castillo, me preparé para lo que venía. El pasado estaba más cerca de lo que había imaginado, y el futuro prometía ser igual de complicado. Pero, por ahora, todo lo que podía hacer era avanzar y enfrentar lo que Lang tenía preparado para mí.

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