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—Porque de aquí a la Luna, al Sol y a todas y cada una de las estrellas... te voy a amar.

Samuel sonrió, las palabras que James le dedicó habían sido una nueva luz en su vida. Pensaron que podían escapar, huir y dejar todo atrás. Sin embargo, cambiaron de opinión cuando, un día, el Sol se ocultó y la Luna brilló en ambos lados del pueblo. Y al cabo de unas horas, la Luna desapareció y el Sol brilló en su turno.

Así fue como supieron que cumplieron la profecía. Que era cierta. Y que de ahora en adelante, ambos pueblos volverían a vivir como uno solo, dejando atrás sus diferencias y conflictos. Que prosperarían. Y que finalmente, pero lo más importante de todo, su amor era real. Y que no tenía nada de malo, que estaban haciendo lo correcto y nunca tendrían que probarle nada a nadie. 

De alguna manera, perdonaron a sus pueblos por el trato que les habían dado. El Sol y la Luna jamás hubiera querido que algo así sucediera, pero ahora, como siempre debió ser, un chico del Sol amaba a un chico de la Luna. Y esperaba que su amor sirviera de ejemplo para ambos lados del pueblo.

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