24. Luna Menguante: Acá entre nos

Nunca te suprimas por los otros.

Daniel Hoyos siempre se arrepentiría de ser de esa familia, siempre se arrepentiría de tener ese apellido, y siempre se arrepentiría de no poder hacer más, por las causas justas y limpiar su apellido era algo que tenía que hacer por su habilidad y porque quería realmente formar algo bonito con la joven Hermosa Escritora y con el otro idiota.

—Doña Marcia, lo siento, mi padre, es realmente malo. —Daniel, solamente puedo decir que creó una atmósfera más tranquila para que Alana pudiese hablar con propiedad y no enredarse en el intento. —Por lo menos mi abuelo me apoya en todo esto, él se preocupa tanto como ustedes por la situación, pero también saben que ambos somos adultos responsables y estamos tratando de llevar más allá la relación, aunque no lo parezca.

La joven escritora comenzó a explicar algo muy fuerte y verdadero que fue un gran alivio.

—Sinceramente, yo no buscaba esto, yo solamente quería sanarme de las cosas que mi papá no quiso ser conmigo, cuidarme y protegerme y más cuando estuve tanto en peligro —bajo la cabeza, recordando algunas cosas —Abuelita Inés, yo sé bastante bien lo que estoy haciendo siempre lo he sabido a pesar de que todo el mundo critique que está mal para mí está perfecto.

Los dos chicos no pudieron estar más enamorados de esa mujer, increíblemente todo era cierto.

—Mi abuelito se fue—contuvo la respiración —y no va a volver—sus ojos otra vez estaban rojos a punto de llorar—, creo que es importante entender que merezco a alguien: —tomo las manos de ambos que estaban detrás de ella, esperando cualquier cosa —que me quiera y quiera estar conmigo, sobre todo, cuando estoy en peligro, cuando no me encuentro bien, cuando quiero huir de la gente, merezco esto. Mita.

(Bravo, Ali, lo estás haciendo bien, me siento muy orgullosa de ti.)

Daniel buscó, la mirada de Alana para poder hablar calmadamente, tratando de ser capaz y el amor que necesitaba—. Además, según lo que tengo entendido, mi padre —habló el pianista defendiendo a la joven —. Mató a su hermano para sus cosas estúpidas —suspiró —. Les ha hecho daño a todos y yo creo saber cómo robarle su paz.

—Vamos a ayudar a Alana en lo que se pueda —tomándose la libertad, Derek, abrazó a la señorita Alana—. ¡Ustedes son grupo de sinvergüenzas! —gritó Marcia, riéndose de la impertinencia de estos muchachos —. Dime y muéstrame si eres tan inteligente como tu tío Aurelio.

Daniel le pasó los papeles que le habían llegado de la nada, entonces supuso quién fue su ángel de la guardia. Doña Cielo... cuando saliera de ese embrollo, la ayudaría a conseguir una buena pensión, así como a Fermín, de hecho eran dos personas importantes para él.

—Podemos hacer efectivo el testamento, que dejó don Jonás. —susurró Daniel—. Me podría casar con Alana, ese es el plan inicial —la preocupación de Derek era evidente —, además, según lo que mi hermano mayor me comentó y me dijo, es que mi abuelo Daniel haría lo mismo que don Jonás, dejándome la mayoría de bienes de la familia.

—Van a dejar en bancarrota a ese señor —preguntó la abuelita Inés.

—Pues esa es la idea, doña Inés —habló con sinceridad—. Mire, doña Inés, yo sé que usted cree que nosotros vamos a vivir en el pecado, pero aquí no hay ningún pecado, porque yo soy consciente de que Alana también, está con él y yo también estoy con él.

«Eso no lo tenías que decir, amor», pensó la joven escritora.

—Marcia, dónde quedó la moral —habló la señora de Marco, preocupada.

La escritora contestó con una frescura y paz que parecía a un hombre, en este preciso caso, a don Jonás Casanova.

—Pues la moral, sé quedó en la iglesia —Miró a las señoras —, mita téngalo por seguro que yo sí me llegó a casar con uno de estos dos care lindos, no me voy a casar por ninguna iglesia—sonrió, con mucho cuidado, no quería que su abuela le diera un paro cardiaco o le diera con un palo en la cabeza y llevarse a sus chicos también—. Y más aún, sabiendo que voy a casar con los dos—. La señora de Marco estaba que la mataba, pero nunca le había pegado y dicho algo malo, y esto es la primera vez en la que Alana hacía lo que realmente quería.

Tendría que aguantarse el discurso religioso, además de moralista, cosa que no quería y no deseaba. La señorita Alana por fin era prócer en su tierra y más en su casa.

—¿Jonás, qué más sorpresa me darás? —preguntó la anciana Marcia, mirando a su nieta —pero menos mal que lo hizo... —La señora agradeció a su esposo difunto, recordando cuando volvió con él —. Ya que los niños no se quieren casar por la Iglesia, quiero saber quién se va a casar con Alana para mirar qué carajos vamos a hacer.

Derek ofreció el paso hacia atrás para que Daniel hablara.

—Seré yo, primero, porque así voy a estar dentro de la familia como un "señor" y de esta manera me tomen aún más en cuenta en las tontas las decisiones de mi sangre, de mi linaje, segundo porque así podré proteger, los derechos Alana, mi novia, además de estar pendiente de las cosas que hay entre la familia Hoyos y la familia Casanova que es evidente que existen muchas cosas—Alana se sorprendió, por lo decidido que sonaba y lo amo tanto como el sol a la luna.

—Definitivamente, ustedes nacieron para estar juntos—habló Derek, abrumado.

—Nacimos, cachorro —dijo la chica tomando las manos de Dan y Derek —. Saben que no había podido sobrevivir sin ustedes dos.

—¡ALANA MARCO! —, regañó la dama más adulta de ojos verdes —¿Cómo así?

Alana no diría mucho más de lo que ya había dicho—, Mita... Cuando estuve tan mal, ellos fueron quienes me ayudaron en todo el proceso.

La abuelita Inés, guardaba silencio y no, no quería regañarla más. Estuvo a punto de perderla y eso, definitivamente, ya no lo iba a permitir más.

***

«Mientras firmaba el testamento con otras cositas que se me ocurrieron en el camino, comencé a "terapia" a Rosario. Sabía bien lo herida que estaba, la comprendía y de alguna manera quería ayudarla, pero tenía que ir al fondo de todo.

—Rosario, ¿qué opinas del niño? —pregunté.

Rosario, no era mala mujer. Solamente era una que había estado en una guerra sin tregua, había perdido al hombre que amaba y le dieron a un bastardo por marido. Según lo que tengo entendido, el hijo mayor le llevaba por nombre Francisco, para recordarle a ella que el verdadero padre de ese niño, era mi amigo. —¿Cómo te sentirías si tu mujer tuviera un hijo con un chico de la edad de Laica?, ¿Cómo te sentirías que ese niño te recuerda a la persona que más amaste en esta vida? —apretó las manos con dolor —¿Cómo puedo vivir de esta manera?, yo debí irme con Aurelio y no cumplirle la estúpida promesa a mi madre.

Yo no pude decir nada, y de hecho no tenía ningún derecho a reprochar alguna actitud—. Si algún día decides divorciarte. Puedes buscarme y te ayudaré.

—Sabes perfectamente que no puedo hacerlo —comenzó a llorar, derramando lágrimas de sangre por su ojo lastimado—. Después de todo, nuestras vidas dependen de un Salerno y por eso te estoy ayudando... quiero que alguien deje en la calle a esa familia.

—Déjame ayudarte, entonces —le abracé para hacerle caer en cuenta de algo— y hazte cargo de ese niño. Él no tiene que ver nada con esto.

Rosario, me miro como si le hubiese tirado del cabello, ofendida —; él será el heredero de la familia Salerno, eso lo sabes.

—Tienes que proteger a ese niño —le dije —. Prométeme que harás lo posible para que pueda conocer, a la mujer que será su esposa.

—¿Vas a hacer lo mismo que mi suegro hizo con Lorenza? —La mujer de cabello cobrizo sonrió con malicia, y yo solamente sonreí.

Sin evitar la pelea mental que tendría con Marcia y Gretta... Sí, a simple vista, vendí a Alana, pero no era así antes, al contrario. Le daría la posibilidad de cambiar la historia—, lo haré, me reuniré con don Daniel, para hablar sobre esto.

La amiga de mi esposa estaba callada pensando. Rosario solamente dirigió una mirada más evaluativa de mis intenciones.

No lo tienes que tratar como un hijo, trátalo con respeto y ya.

«De esta mataré a un diablo y un imbécil de un solo tiro», pensé.

Cuando llegué a la casona, me encontraba un poco triste, porque fue el lugar en donde tuve la celebración de matrimonio. Suspire hasta que me encontré con Fermín, quien al reconocerme me saludó, tranquilo, esperando que nadie se interpusiera en una conversación tranquila—. Doctor Jonás, ¿cómo se encuentra?

—Mejor, dime, ¿El Doc. está? —miré el reloj y ya casi era hora de hacer que él reveló para cuidar a Alana, menos mal que allá, estaba Abel.

Sí, doña Lucia logró su cometido, le metió por los ojos la idea de casarse con el pobre Abel a Genoveva, justo antes de estirar las de andar... Genoveva, no podía estar cerca de Alana, no la quería ni ver, pues le deseó la muerte a la niña y es por eso que Amatista decía que era mal de ojo.

—Sí, pero está un poco ocupado... con —se detuvo.

—Con la madre del pequeño que el pendejo tuvo con otra mujer, ¿verdad? —El conductor solamente respondió con un trago amargo en la mirada—. Déjame pasar.

—Está bien.

Entre, tranquilo, y al mirar al hombre sentado a lado de una joven mujer y un pequeño niño, supe que eran ellos. La amante de Francisco y el pequeño niño eran una víctima más del invento, aquel por el cual mi hermano del alma murió.

—Jonás Casanova—. El hombre más adulto sonrió —Espérame acá.

Con una seña me indicó para entrar a la oficina propia... era un Salerno, su hijo menor había matado a su hijo mayor, y él no había hecho nada

—Don Daniel Salerno, ¿cómo se encuentra? —Lo saludé tranquilamente mientras miraba cómo la chica bajaba la cabeza. —¿Dime cuál es tu nombre? —pregunté.»

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