Capítulo 3
— ¿Preguntas? Miles, Agustus. — Espetó su fada indignado por su tono. — Un telluano no puede ser tu alma gemela. No podemos permitir la unión con otras especies. Luna Dorada no se puede mezclar o vincular con otros seres vivos de esa forma, mucho menos los humanos.
— Padres, los respeto como hijo y los honro como rey. Sin embargo, no pienso discutir sobre este tema con ustedes. Entiendo que se preocupe por nuestro mundo...
— Nos preocupamos por ti, no por el mundo en estos momentos. No sabes nada sobre él o las consecuencias que se podrían desatar si ustedes dos se unen. Tellus no supone un riesgo como tal para nosotros pero nunca debemos subestimar al enemigo, no hay adversario pequeño. Entiende eso. — Exclamó su mafa lleno de preocupación e indignación al escuchar la seguridad con la que hablaba su hijo.
— Entiendo que se preocupen por mí. — Rectificó su oración. — Pero no hay necesidad de ello. Ya lo hice investigar y es un telluano común y corriente que no supone de riesgo alguno para nosotros. Comprendo de cierta forma las preocupaciones que siempre han tenido por otras especies, aún así, no comparto sus ideas. Realmente hablan de la unión entre especies diferentes como si fuera un acto horroroso y no sé por qué.
— ¡Rey regente! — Exclamó su padre. — No desafíe nuestras órdenes.
Min Yoongi suspiró algo frustrado. Odiaba que se le dijera qué hacer, más sin una razón contundente. La relación con sus padres, como casi todas las relaciones en Luna Dorada, no era la más amorosa o unida. mismo así, estaban conscientes del cariño del otro y por sobre todo, reinaba el respeto. No obstante, los roles cambiaban un poco cuando se trataba de la realeza, al de más alto mano era a quién se le debía el mayor de los respetos y su palabra era ley, incluso para sus progenitores. Él casi nunca hacía uso de esto con sus padres, era un luniano atípico por eso lado, mas no escatimaría si de defender a su alma gemela se trataba.
— Solamente un siete por ciento de toda la población logra encontrar su alma gemela antes de morir. Un dos por ciento no es correspondido, otro dos por ciento es traicionado y termina muriendo y solamente un tres, realmente puede vivir la vida junto a sus parejas hasta el final, como lo han hecho ustedes, mis abuelos y varias de nuestras generaciones pasadas. Si yo encontré
— Tienes que dar un heredero, los telluanos no pueden cumplir esa tarea. — El ser que le dio la vida apretó sus sienes y caminó lentamente hacia él. Necesitaba buscar la forma de hacerlo entrar en razón sin írsele de frente para no despertar el desapacible monstruo en el que su primogénito podía convertirse fácilmente. — Hijo, puedes estar equivocado o confunso, no puedes asegurar que ese terrícola sea tu alma gemela.
— Sentí... — Musitó haciendo que lo miraran perplejos. — Sentí algo que efectivamente es indescriptible pero que fue mucho más allá de todas aquellas emociones teóricas que aprendí. Me enseñaron de la alteración en nuestra energía interna, los cambios de nuestra piel y velocidad de nuestro pulso. Te dicen que cuando ves a esa persona no puedes quitarle la vista de encima y sí, todo eso sucedió pero fue mucho más que esos hechos superficiales.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Intervino su padre. — ¿Hechos superficiales?
— Sé lo que me han dicho pero siempre les dije que no entendía como un ser del que no conoces nada puede removerte cosas desconocidas, sigo sin entenderlo. — Admitió. — Aún así lo sentí, no quiero apartarme de ese ser, sé que es mi alma gemela sin necesidad de ninguna otra prueba pero al no ser luniano, sé que me será difícil mostrarle nuestras costumbres. Quizás él decida irse por su cuenta y si así es no lo retendré pero eso solamente lo podrá decidir nadie más. Yo haré todo lo posible para que decida quedarse aquí. Por lo tanto les pido para no ordenarles, que no intenten nada. El telluano no se mira, molesta o toca. ¿Queda claro?
— No sé cómo eso no fue una orden o advertencia, — ironizó su mafa — es muy difícil diferenciar ese tono tuyo. De acuerdo, Min. Por ahora nosotros no diremos nada más.
El mencionado revoleó sus ojos y por alguna extraña razón su padres sintieron deseos de hacerlos enderezar de alguna forma no tan pacífica. Sinceramente odiaban cuando hacía ese gesto pero con por mucho que intentaron corregirlo durante su crecimiento, fue imposible, algo que formaba parte de su persona era esa agria actitud que tenía.
— ¡Mi señor! — Toda la atención de la sala se centró en un preocupado Esir que sin comprobar si su rey estaba disponible, entró de imprevisto. Una corta reverencia a los antiguos reyes del reino y volteó su cuerpo para encontrarse con Yoongi. — ¡Despertó!
No había hecho falta que su mano derecha dijera esa palabra. Con solo verlo supo lo que estaba ocurriendo, su cuerpo se tensó en respuesta y pudo sentir como su energía dejó de fluir por cortos segundos. Apretó su puño e ignorando a todos los presentes, se encaminó hacia la habitación donde permaneció por todo un mes el ser que como cometa de órbita perdida aterrizó en su mundo. Pasó por delante de sus padres y seguido por Esir, quien estaba igual de nervioso que él, corrió hasta el cuarto donde yacía el terrestre.
Los guardias se alinearon dándole paso, él se detuvo a calmar sus ansias y exhaló con mayor nervio. ¿Qué le diría? Ya habían intercambiado algunas palabras y balbuceos de parte del forastero, mas no fue nada congruente. Como respuesta física a su miedo y preocupación, su piel comenzó agrietarse. A diferencia de los humanos que en ese tipo de situaciones sufrían de sudoraciones, los lunianos por el bajo nivel de líquidos y agua en sus organismos, estos se absorbían entre si, creando ese efecto en sus pieles.
Detuvo todo sus movimientos agudizando sus oídos para sentirlo pero todo estaba tan calmado como cuando dormía, apenas su respiración era audible y esto lo hacía pensar que tal vez había vuelto a dormirse. Miró de soslayo a su caballero negro, notando como este parecía tener casi sus mismas reacciones. El leve movimiento de sus anulares, su forzada respiración y su forma de evitar le confirmaban lo que percibió en el momento que encontraron al telluano. Agitó su cabeza a sabiendas que no era momento para preocuparse por ello, sin lograr que sus temores desaparecieran. Si el terrestre era o significaba lo mismo para ambos, eso aumentaba las negativas posibilidades.
— Señor... — Musitó Esir aún sin observarlo, mantenía su mirada fijada en el suelo. — Creo que debería entrar de una vez.
El rey desactivó la seguridad de la puerta e hizo desvanecerse, dio lentos pasos hacia el interior reapareciendo la puerta una vez que estuvo dentro. Intentó no hacer movimientos bruscos para no incomodarlo o asustarlo pero el hombrecito terrestre distaba de estarlo.
Jimin, quien se había despertado hacía varios minutos desorientado, intentaba incorporarse en la cama. No entendía muy bien la situación, se sentía demasiado vivo para estar muerto pero al no ser que todo hubiese sido un extraño sueño como solía ocurrir en las películas, no había forma de estar en una habitación como esa. Su aeronave se había desintegrado en su totalidad, vio a sus compañeros morir y de cierta forma se vio morir a si mismo. Recordaba vívidamente como luego de forcejear por largo rato logró liberarse de los broches de seguridad, comenzando a dar vuelta en alguna región vacía del universo fuera de todas las atmósferas de los cuerpos celestes.
Había estado dando vueltas hasta que no supo más de su persona, perdió el conocimiento en la caída sin fin. Ahora despertaba en una gigantesca habitación o una casa vacía donde solamente estaba su cama, paredes que poco se diferenciaban y luces de extraña iluminación. No habían ventanas u otro mobiliario más allá de donde permanecía acostado y una mesa a su lado junto con una pequeña butaca. No sintió o vio el momento en el que aquel hombre con el que ahora su mirada se había topado, entró en la habitación.
Todos sus movimientos se detuvieron, nada se movía dentro de aquel lugar a excepción de cuatro pupilas que iban de un punto a otro. Por primera vez ambos se observaban estando Jimin totalmente consciente. Este meditó durante un buen rato para recordar dónde había visto con anterioridad ese rostro hasta que el recuerdo de su sueño llegó a él. ¿Por qué había soñado con un desconocido? Era raro, pero no más que estarlo viendo en ese momento frente a él. ¿Realmente lo había soñado?
— Atentamente le presento mis más cordiales saludos. — Rompió el silencio el rey acercándose, haciendo uso del coreano, la lengua terrestre en la que le habló el telluano cuando abrió sus ojos días atrás. — Permítame presentarme correctamente.
Jimin se alejó algo desconcertado subiendo ambos pies sobre la cama, corriéndose para pegarse al espaldar de la misma. Sus ojos no se apartaban del desconocido, no entendía por qué estaba reaccionando así pero todos sus sentidos estaban en alerta. Quería correr pero no tenía claro hacia dónde por lo que simplemente pensó en permanecer en silencio. Lo vio alzar sus manos y su ceño se frunció.
— No le haré nada, no debe temerme.
— No le temo, simplemente no lo conozco y le agradecería que mantuviese la distancia. — Su tono fue firme y seco, incluso algo frío tomando de sorpresa a Min. La vez anterior cuando lo escuchó era mucho más dulce y delicado, tal vez por no estar en sus cinco sentidos. Elevó la mirada y cuando volvió a encontrarse con aquellos ojos grises, la mantuvo fijamente. — No avance más.
— De acuerdo, como diga. — Aceptó calmado. — Soy caballero dorado y diamante de este mundo, el rey regente de Luna Dorada, Agustus Min Yoongi.
Jimin frunció el ceño con una mueca en su rostro y soltó una carcajada que cogió a Yoongi desprevenido, haciéndolo incluso dar un pequeño salto de hombros. Era un sonido melodioso y hermoso que no tenía comparación. El risueño rostro del telluano era algo majestuoso que no podría describir, no recordaba haber nunca presenciado una risa tan maravillosa como esa. Relajó su expresión con una casi imperceptible sonrisa en sus labios.
— Perdona, ¿se supone que en alguna parte de ese párrafo esté tu nombre? — Logró articular palabra el terrícola. — Puedo asegurarte que no entendí absolutamente nada.
— ¿No me entendió? Estoy seguro que el idioma que estoy utilizando es la lengua coreana. ¿Algún error en mi pronunciación?
— Su pronunciación es perfecta pero ese veloz trabalenguas fue algo extraño. Preséntese como normalmente lo hace, por favor. Prometo que no me reiré. — Habló liberando ahora las sábanas de su agarre. No lo conocía pero le parecía divertido ese hombre, su atuendo, su forma de hablar, expresiones, todo en él le resultaba gracioso. — Adelante.
— Ya lo he hecho, creo que es momento de que se presente usted. — Refutó seriamente.
— Pues no le entendí, por educación debería repetirlo.
— No te voy a repetir nada. — Decretó cruzándose de brazos.
— Pues yo tampoco te voy a decir mi nombre. — Yoongi abrió sus ojos tan grandes como el globo terráqueo. La frescura y atrevimiento de ese hombre terrestre era sin igual. Su labio superior sufrió de un pequeño tic nervioso producto de su molestia.
— ¿Cómo te atreves a tutearme? Deberías mostrar más respeto ante el rey.
— La monarquía está casi extinta así que no creo que por muchos aires de grandeza que tengas seas un rey. Tú y yo somos seres humanos. compañero. Además, fuiste quien me tuteó primero. Si no me hablas formalmente, ¿por qué lo haría yo? — Se encogió de hombros y se acomodó en su sitio.
El rey no salía de su asombro, estaba incrédulo por su actitud pues en los años que llevaba reinando e incluso desde antes de eso, no hubo nadie a excepción de sus padres, que le hablaran casualmente. Se sentía incómodo e incluso raro pero, por alguna extraña razón, terminó riéndose de ello, más calmado cuando el terrestre lo imitó.
— Como quieras, puedes hablarme de esa forma. — Jimin asintió complacido. — Mi nombre es Agustus Min Yoongi, caballero dorado y diamante de este mundo, el rey regente de Luna Dorada.
¿Por qué ese hombre seguía diciendo que era el rey de algún lugar? A todas estas, un lugar inexistente porque en su vida había escuchado el nombre de Luna Dorada. Era evidente que a pesar de las incoherencias que decía era una persona estable mentalmente, mas no dejaba de ser una situación infrecuente.
— Park Jimin nacido en Busan, residente de Seúl. Ah, científico. — Respondió con gracia. — Esos son mis títulos.
Yoongi le realizó una seña inquisitiva, pidiéndole permiso para acercarse a lo que aceptó sin decir más. Algo le decía que ese extraño sujeto no le haría daño alguno. Lentamente su estado de tranquilidad fue pasando a medida que los recuerdos de lo ocurrido fueron llegando a su cabeza de la forma más vívida posible. Su respiración se aceleró y su cuerpo tembló mientras que lágrimas corrían por sus mejillas. Escondió su rostro en un remolino de tela que creó con las sábanas sobre sus rodillas. Le costaba hacerle frente al momento no quería oír respuestas dolorosas pero debía afrontar todo cuanto antes para poder ir superándolo.
— ¿Dónde estoy? Necesito un teléfono, un ordenador, algún medio de comunicación. ¿Qué sucedió? ¿Cómo llegué a este lugar, qué es este lugar?
Rebuscó varias palabras en su cabeza, pero el rey no sabía exactamente cómo explicarle todo, había estado temiendo ese momento que finalmente había llegado. Sabía que para los telluanos no había rastro de vida fuera de su planeta, eran incrédulos por naturaleza y si no le mostraba evidencia de lo que le diría, no lo creería. Los hechos eran siempre la mejor forma de mostrar la veracidad de las palabras dichas. Asintió convencido y se puso de pie estirando su mano.
— ¿Confías en mí?
— ¿Por qué lo haría? Te acabo de conocer, así que no, no confío en ti. — Respondió seguro enarcando una ceja sin tomar la mano ofrecida, ya mas calmado.
— ¿Te atreverías acompañarme? — Replanteó su pregunta tras rodar sus ojos. — No te haré daño.
— Lo sé, ya me lo hubieras hecho. — Tomó su mano y se levantó de la cama sintiendo el horrible frío que invadía sus pies. — Demonios, no puedo apoyar los pies, el suelo está muy frío, de un brinco regresó a la cama y los sobó para calentarlos.
Era cierto, lo habían vestido, mas sus pies permanecían desnudos y no soportarían las bajas temperaturas que no eran cubierto por cobertores o zapatos de ese mundo, hecho para resistir las bajas temperaturas. No tenían prendas de vestir en esa habitación así que pensó en la forma más sencilla y conteniendo de resolver el pequeño inconveniente. Caminó hasta la cama y en un solo movimiento, envolvió las piernas y espalda del contrario en sus manos antes de llevarlo a su hombro.
— Oye, ¿qué pretendes? ¡Bájame! — Le ordenó removiéndose.
— Si te suelto ahora sufrirás de hipotermia antes de llegar a la cama. Te llevaré a para que puedas cubrir tus pies correctamente. No te preocupes. — Desvaneció la puerta pero como el terrestre se encontraba de espalda, no se percató de este hecho. — Tardaremos muy poco, luego podremos ir a donde tenía pensado.
— ¿No te era más fácil traerme los zapatos hasta la habitación?
— No.
Definitivamente cada vez entendía menos, todo ese le resultaba sumamente innecesario pero resistirse también le parecía algo absurdo. Aún así quería decirle algo, mas todas sus palabras desaparecieron en el momento que se vio rodeado de hombres de rara apariencia, en un sitio enorme y de extraña manera encantador.
Eran paredes de color blanco en apariencia pues en ocaciones veía el color desaparecer simulando transparencia para luego volver aparecer acompañado del color azul, mezclándose como partículas sólidas dando el aspecto del humo. No podía calcular la altura de las paredes, parecía estar dentro de un rascacielos sin pisos o divisiones, el techo parecía un cielo más, distante y hermoso. Cuando miró hacia abajo también disfrutó anonadado del suelo, pues tras cada paso que daba, este se alumbraba dejando las huellas de aquel sujeto luminiscentes.
Estiró su mano para tocarlo y no supo diferenciar el material, era como si estuvieran construidas de matiza pero a su vez la textura y color era diferente. Quizás era un juego de luces o quizás pura tecnología pero era todo precioso. No habían adornos extras a lo largo de ese pasillo, era hermoso pero se sentía triste y solitario. No había rastro de alegría en aquel sitio, casi como la más remota base militar donde ni quiera resonaban las risas de los soldados.
Su cuerpo cayó de forma inesperada sacando de su interior una maldición, que resonó dentro de esas paredes. Los caballeros pusieron distancia sorprendidos y Esir, quien había estado sin decir nada iba a intervenir al notar que el terrícola no había acomodado su cuerpo para la caída. Sin embargo, al notar la furia en sus ojos, se contuvo y dio un paso atrás para permanecer como si fuera un ser invisible junto a los demás soldados. No debían entrometerse o incomodar al rey cuando se encontraba con su Ato.
— ¿Cómo demonio puedes dejar a alguien caer de esa forma sin avisar? — Cuestionó indignado haciéndole frente a Yoongi.
— Pero el sentido común dicta que...
— ¿Sentido común? — Interrumpió — El sentido común no es mágico y no me hace adivino. ¿Cómo el sentido común me iba avisar que me ibas a soltar de forma imprevista y que caería golpeándome el trasero sobre sabrá Dios qué es esto. — Palmeó la superficie de donde se encontraba.
Por el milisegundo en el que comenzó a caer, entró en pánico. Fue como revivir nuevamente ese momento en donde finalmente se zafó para no irse a pique con la nave y comenzó a dar vueltas en el espacio. Llevó una mano a su pecho y otra a sus cabellos para peinarlo con sus dedos. El rey estaba tan sorprendido por su reacción que no había logrado articular palabra. Se aclaró su garganta con seriedad y con un solo gesto le ordenó a sus soldados que los dejaran solos. Esperó hasta que su orden fuese cumplida caminando hacia un estante y, regresando con lo que parecían ser un par de medias, se acercó a donde estaba Jimin y se arrodilló frente a él.
— L-Lo siento. No pretendía asustarte o causarte daño alguno con mi acción. — Estiró su mano hasta su pierna y aunque reticente, Jimin le permitió agarrarla una vez que sus miradas se cruzaron.
No pudo evitar volverse algo tímido pues por primera vez sus ojos se mostraron intimidantes y embaucadores. Sintió que por un momento corrió a gran velocidad hasta el borde de un acantilado con una extraña fuerza invisible que lo incitaba a saltar. No sabía en dónde estaba ni quién era ese sujeto realmente pero algo de él lo cautivaba. El contacto de sus pieles era suave y sutil, sin ninguna connotación que fuera más allá del simple acto de colocarle aquellas medias. No era manco, se encontraba en pleno uso de sus capacidades físicas y mentales pero aún así, ahí estaba, sin hacer algún movimiento.
— Park Jimin. — Su nombre nunca se había sentido así en labios de alguien, no era normal removerse en su sitio completamente erizado a causa del advenedizo ser que lo mencionó deteniendo sus caricias. — ¡Eres hermoso!
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Quizás este sea un capítulo aburrido para todos pero, les anticipo que a partir del próximo las cosas se pondrán mucho más interesantes.
Espero que todos se encuentren saludables y si no lo están que se mejoren pronto.
Nos vemos en el próximo capítulo.
Pd: He escrito como casi siempre de forma corrida y sin revisar por la falta de tiempo así que por favor, perdonen los errores que puedan encontrar.
LORED
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