11 ~Diferente~
"La única regla del viaje es: no vuelvas como te fuiste. Vuelve diferente."
~Anne Carson~
De regreso al hotel Gabriela comenzó a considerar seriamente inscribirse en un gimnasio, o comenzar a correr ya fuera antes o después de ir al trabajo para tener mejor condición física. Al llegar al hotel, preparó lo que usaría al día siguiente que iría en un tour para terminar de conocer el resto de los lugares importantes de Roma.
Al día siguiente se levantó temprano para desayunar en una cafetería que vio el día anterior. Ese día su desayuno fue un capuchino con un pan tradicional y al no poder decidir con que lo acompañaría, termino pidiendo un cannoncini y stogliatellar; los cuales degusto con calma. Mientras saboreaba su desayuno, vio que una de las jóvenes que atendían el lugar tenía el pelo corto, al verla recordó que en varios ocasiones penso en cortarse el pelo, y como Ismael siempre la persuadía para que no lo hiciera. Al pensar en él, le hirvió la sangre por haber sido tan tonta para dejarse manipular a pesar de que era su cabello y su cabeza, por lo cual también debería de ser su decisión. Si se le antojaba cortarse el pelo, lo haría sin pensarlo dos veces, estaba decidido.
Fue imposible recordar a Ismael y no pensar en su mamá, esperaba de corazón que la noticia no le haya quitado el sueño, y le pedía perdón a ella y a Dios por el dolor que le estaba causando en esos momentos. Sobre todo, esperaba en Dios que Marina la perdonara y respetara su decisión.
Con el último sorbo de su café, decidió hacer a un lado las cosas triste. Cuando salió de la cafetería se dirigió a la plaza de España, en donde el tour se reuniría ese día. El primer lugar que visitaron fueron los jardines de la Villa Borghese, los cuales se encuentran en el centro de la capital y tiene más de 80 hectáreas de exuberante naturaleza. En los jardines se puede apreciar las obras de ilustres artistas de varias épocas tales como monumentos, esculturas, edificios, estaques y fuentes rodeados de árboles centenarios.
Después fueron a la Plaza Navona, la cual es famosa por su elegante estilo barroco; además, de que ahí se encuentra el palacio de Pampili, la iglesia de Santa Agnes y las fuentes de Neptuno, Del Moro, y de los Cuatro Ríos. La plaza está rodeada de restaurantes y terrazas, y se pueden ver durante el día artistas callejeros dando algún tipo de espectáculo. Mientras espera que el resto de los turistas llegaran al punto de encuentro, Gabriela decidió entrar a un salón de belleza.
Siguiendo su recorrido llegaron al Foro, mientras camina entre las ruinas escucho a varias mujeres hablar entre risas de un monumento de carne hueso. Al escuchar eso, ella rio al pensar de inmediato en Enzo, ese hombre sí era todo un monumento.
−No te rías, juzga por ti misma. −sugirió una de las mujeres, dándole indicaciones de a donde voltear.
Tal como se lo indicaron, Gabriela espero unos segundos antes de voltear para ver qué tanta razón tenía aquellas mujeres. Al hacerlo, una tímida sonrisa apareció en su rostro al ver que el hombre del que hablaban parecía ser el mismísimo Lorenzo DiSantis fumando un cigarro relajadamente. Por inercia comenzó a caminar hacia el hombre, y para su sorpresa comprobó que era él cuándo volteo a verla mientras le daba una última calada al cigarro, para segundos después votar el humo antes de regalarle una coqueta sonrisa y caminar a su encuentro.
−Ciao Bellezza.−saludo dándole un abrazo prolongado y después un beso en la mejilla.
−Ciao, che sorpresa.
−(Hola, que sorpresa) -respondió el saludo, aspirando el embriagante aroma de él.
−Non sapevo che parlassi italiano
−(No sabía que hablabas italiano)
−Conoscere le basi.
−(Se lo básico) −dijo pasando su mano por su pelo.
−Cortaste tu cabello, por eso no te encontraba. Estaba esperando verte con tu cabello suelto o una coleta como ayer. −confesó.
−¿Me estabas esperando? −interrogó sorprendida.
−¿Me creerías si te dijera que fue casualidad que nos volvamos a encontrar?
−No. −respondió tratando de no reír por los gestos de las mujeres que pasaron junto ellos.
−Haces bien. −mencionó sonriendo.
−¿Cómo sabias que iba a venir aquí?
−Quería verte. Sólo tuve que averiguar en cual grupo ibas a estar hoy.
−Ya veo. −dijo nerviosa, sintiéndose tonta por no saber cómo responder o que hacer.
−Tu pelo.
−"Te gusta" −quiso preguntar, pero no se atrevió−. ¿Se ve mal?
−No, con pelo corto, o largo te vez hermosa. Me gustas de cualquier manera.
Esa declaración dejo sin palabras a Gabriela a la vez que con una gran sonrisa.
−¿Estás coqueteando conmigo? −se atrevió a preguntar con una mirada inquisidora.
−¿Te vas a enfadar si te digo que sí?
−No −aclaro sonriendo−. Mentiría si te digo que sí, y no me gustan las mentiras.
−Me alegro porque a mí tampoco, dado que estas aquí de vacaciones y que tengo el tiempo en contra, te aviso que pienso ir a todos los lugares que vallas para ser tu traductor cuando lo necesites.
−Me parece bien −respondió con una gran sonrisa−. Sólo espero que tu tarifa no sea muy alta.
−Por ser a ti y con tal de estar a tu lado el mayor tiempo posible, ¿qué te parece a un dólar por día?
−¿Tanto? −preguntó fingiendo sorpresa.
−¿Qué te parece noventa y nueve centavos? −sugirió siguiendo su juego.
−Esta mejor. −respondió riendo, antes de comenzar a caminar para terminar de recorrer el lugar.
Minutos después Lorenzo abordo el transporte al lado de Gabriela para ir a la Terraza de Pincio a disfrutar de la espectacular vista de la ciudad. Para después ir a ver los últimos monumentos, el Arco de Constantino, y la atracción más vista de Roma, el Coliseo. Verlo en lo fotos era una cosa, sin embargo, estar ahí a los pies de la majestuosa construcción, era otra cosa; por ello era una de las actuales maravillas de mundo.
Hablando de las maravillas del mundo, Gabriela volteo a ver como varias mujeres se comían a Lorenzo con los ojos, para después escucharlas referirse de él cómo la octava maravilla del mundo. Ese comentario lejos de molestarla, la alegro ya que no todos los días tenía la atención de un hombre como él, que pudiendo estar con cualquier mujer que quisiera, estaba ahí a su lado.
−Es impresionante ¿verdad? −preguntó Lorenzo, acercándose a ella.
−Lo es, es...hermoso. −hablo perdiendo en sus hermosos ojos.
−Y eso que todavía no lo has visto completo, ven vamos a dar un recorrido.
−"¿Qué voy a hacer con este hombre que destila sensualidad al caminar?" −penso, al ver que varias mujeres que iban en el grupo con ella hacían hasta lo imposible por llamar su atención. Sin embargo, Lorenzo únicamente tenía ojos para ella; lo cual la hacía sentirse alagada y especial, sobre todo muy nerviosa cada vez que se acercaba a ella. Era imposible no sentir como se le iba a salir el corazón cuando entre la multitud de personas, él coloco sus manos en su cintura para ir guiándola enfrente de él. O cuando se detenían en algún lugar y él ponía su mano en el hombro de ella, dejando espacio entre ellos, el cual ella no se atrevió a reducir a pesar de que deseaba hacerlo.
−¿Qué fue lo que más te gusto? −preguntó Lorenzo un poco antes de abordar el transporte que los llevaría de regreso a la plaza de España.
−"Tú " −pensó mientras lo miraba, esperando que no se diera cuenta de su pensamientos por el color de sus mejillas en esos momentos−. Todo es realmente hermoso, pero el Coliseo es...enorme, e impresionante, me alegro de que lo hayan dejado para el final; es un lástima que no alcanzamos a ver un show.
−Eso tiene arreglo, no pudimos comprar boletos para hoy, pero no significa que no podamos ver uno, realmente vale la pena regresar solo por el espectáculo.
−¿En realidad podemos hacerlo? −preguntó emocionada, olvidando que Lorenzo no era nada de ella y que no tenía por qué seguirle la corriente−. Lo siento, me deje llevar por la emoción, no tienes por qué hacerlo, no es tu deber ...fue una tontería.
−No lo es. Tienes razón no es mi deber, pero será un verdadero placer estar a tu lado viendo el espectáculo. – aseguró observando como nerviosa mordía sus labios, los cuales ansiaba besar.
−Acepto con la condición de que me dejes a mi pagar todo.
−Eso no lo puedo aceptar.
−¿Serias capaz de negarme la dicha de ver un espectáculo de esa naturaleza, sólo por no permitirme pagar? −interrogo dramáticamente con cara de ofendida.
Lorenzo no podía creer que lo estuviera chantajeando de esa manera, se veía en realidad hermosa, definitivamente era la mujer con la quería pasar el resto de sus días.
−Me encantas. −declaró después de soltar una estrepitosa carcajada, acariciando el rostro angelical que tenía.
Gabriela al verlo acercarse sólo cerro los ojos, esperando sentir sus labios en cualquier momento, sin embargo, únicamente lo escucho hablarle al oído.
−Me muero por probar tus labios, pero no la hare hasta que no me lo pidas. −dijo haciendo latir su corazón tan fuerte, que tuvo temor que él lo escuchara−. Nos tenemos que ir. −informo mirándola a los ojos, viendo la confusión que había en ellos, pero también el destello de deseo.
−Vamos entonces. −respondió apartando la mirada de él.
Poco antes de irse de ahí, Gabriela dio un último vistazo al Arco y al Coliseo, el cual estaba iluminado y lo hacía verse más imponente. Al ver la luna sobre él, no dudo en tomar una foto con su celular.
Sin duda alguna ese día había sido genial, en parte por los lugares que conoció, y sobre todo por la grata compañía de Enzo.
−¿Qué se te antoja para cenar? −quiso saber Lorenzo para decidir a qué lugar llevarla.
−Con el hambre que tengo, comería lo que fuera.
−¿Lo que sea? −preguntó pícaramente.
−Siempre y cuando este cocido. −aclaro.
−Es bueno saberlo. −dijo riendo.
Cuando llegaron a la plaza, caminaron un par de cuadras para llegar al restaurante en donde cenarían acompañados de un par turistas que decidieron unirse a ellos, a lo cual ninguno de los dos puso objeción. Entre platillos tradiciones, conversaciones y copas de vino, comieron perdiéndose en las miradas del otro, de vez en cuando.
Al salir de ahí, los otros turistas tomaron su camino.
−Gracias por todo Enzo, fue un día maravilloso.
−La noche aún no termina, no pensaras que te voy a dejar irte sola a tu hotel. Recuerda que nuestros nuevos amigos se fueron pensando que estábamos de luna de miel. −dijo colocando su brazo por la espalda y acercándola a él.
−Se me salió por error y porque no quise darles explicaciones, o que me vieran con lastima.
−O quizás porque te has dado cuenta de que no es tan mala idea pasar tu luna de miel a mi lado.
−Estás loco.
−Por ti. −dijo deteniéndose para hablarle de frente−. Lo digo enserio, sé que nos acabamos de conocer, pero esto que siento por ti es real y sé que tú también sientes algo por mí.
−Enzo, esto está mal. Es una locura. Yo debería de. —no terminó de hablar porqué él la interrumpió.
−De estar al lado de un hombre que te respete, que te valore, y que te ame.
−Y debo de creer que tú eres ese hombre.
−No te puedo decir que te amo, porque sería una mentira; lo que, si te puedo asegurar que me gustas, lo hiciste desde el primer momento en que te vi sentada en el asiento del avión con los ojos cerrados. Con nadie me he sentido tan bien como me siento cuando estoy a tu lado.
Gabriela lo veía y no sabía que decir. Por un lado, le parecía absurdo lo que le estaba diciendo, pero a la vez ella sentía lo mismo.
−No creía en el amor a primera vista, a pesar de que mi papá me aseguraba que era real, tan real como el amor le tiene a mi madre y que ambos se profesan. Se que no puedo dejar de pensar en ti, y que al hacerlo pienso que eres la mujer perfecta para mí.
No fue coincidencia encontrarte ayer con mi nonna, quería que te conociera ¿sabes que me dijo?
−¿Qué?− quiso saber.
−Que había encontrado a la mujer de mi vida. No es solamente porque ella me lo dijo, es porque lo siento en lo profundo de mi ser, siento que me complementas, que somos parte de algo... no sé cómo explicártelo.
−No hace falta que lo hagas. Yo también lo siento y no podría explicártelo tampoco, no tiene lógica. Por desgracia mi lógica me dice que es una locura, que tú y yo vamos a continuar nuestros caminos cuando yo regrese a Estados Unidos.
−Eso no lo sabemos, pueden pasar muchas cosas de aquí a ese día. Sólo te pido que me des una oportunidad, que me permitas estar el mayor tiempo posible a tu lado, que nos conozcamos.
−¿Y después?
−Lo sabremos cuando llegue el día, ahora te pido, ... te suplico que me des una oportunidad.
−Es una locura.
−Lo es, pero que le vamos a hacer. −dijo sonriéndole.
−Si lo que buscas es sexo, estas perdiendo el tiempo. Las mujeres que estaban dispuestas se fueron por aquel lado.−aseguro señalando en dirección a la plaza.
−No es lo que busco −aclaro tratando de no reír por lo que le acaba de decir ella−, he tenido suficiente. −no termino lo que iba a decir, al ver el gesto que hizo ella. Era un tonto, la había regado y feo, por lo que enseguida intento arreglarlo−. No fue eso lo que quise decir... me gustas, me atraes, y mentiría si te dijera que no deseo estar íntimamente contigo, pero no es eso lo único que quiero de ti. Busco algo más, algo que no creía que podía ser real, hasta que te conocí. −terminó de decir, sabiendo que se había escuchado peor de como lo pensó.
Para su sorpresa, Gabriela en vez de estar enfada, estaba muriéndose de la risa; lo cual lo hizo reír también a él.
Hasta aquí llego el capítulo de hoy, ¿Qué les pareció?
Espero que le haya gustado.
GRACIAS por leer y por votar.
Los quiero,
Lynn Baez
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