1 ~ Invitaciones ~
~El destino nos puso en el mismo camino y ahora caminaremos juntos hasta el fin~
Desde que Gabriela, salió de la casa de los padres de Ismael, su prometido, iba muy callada. Demasiado callada para Marina, su mamá.
−Gaby, ¿está todo bien?
—No lo sé mamá, ¿qué te pareció a ti, la amiguita de Ismael?
−Sabía que era eso, deja de estar pensando lo que sea que estes pensando. −sugirió Marina.
−No, algo está mal. Él estaba muy nervioso... te fijaste que todo el tiempo él estuvo a su lado y como únicamente estaban desacomodados los cojines de la sala que estaban junto a ella. Lo que significa que antes de que nosotras llegáramos, él estuvo sentado junto a ella, demasiado cerca para mi gusto.
−No estes pensando cosas que no son, ella me dijo que su hermano tuvo una emergencia y le pidió a Ismael que la llevara a su casa en lo que resolvía el problema.
− ¿Qué? Eso no fue lo que me dijo a mí. −dijo Gaby molesta mientras se cambiaba de carril para dar una vuelta en u.
− ¿Qué haces... a dónde vas?
−A sacarme esta espinita que tengo.
−No pensaras volver a la casa de Ismael, ¿verdad? Yo tengo cosas que hacer, tengo una comida en un rato más y tengo que preparar lo que voy a llevar. −protestó Marina tratando de persuadir a su hija.
−Mamá, voy a regresar. Me puedes acompañar o te puedo dejar en la siguiente parada de camiones para que tomes el que te lleva de regreso a la casa. −hablo con firmeza y determinación como nunca lo había hecho.
−¿Para qué vas a regresar?
−Para que me aclare varias cosas y para comprobar que no tiene nada que ver con esa mujer.
−Gaby te vas a casar en dos meses, no busques problemas en donde no los hay.
−Tampoco me puedo quedar con todas estas dudas. Yo conozco a todas sus amigas y compañeras del trabajo, no se te hace raro que a ella no. Porque nunca nos dijo su nombre, ni la dejaba hablar... ¿viste como le hizo señas a ella para que no se quedara a solas con nosotras mientras él fue a la cocina por nuestras aguas?
−No pienses mal, él ese un buen muchacho.
−Tan bueno que me mintió, dijo que su teléfono estaba descargado, ¿y por qué a mí me dijo que su coche de ella se descompuso... No se te hace extraño, que ella en ningún momento hizo por irse, y que tuvimos que irnos nosotras en vez de ella?
−Puedes hacerle todas esas preguntas cuando lo veas en la noche.
−No mamá. No me voy a esperar; algo me dice que ella es más que su amiga. −aseguro casi con lágrimas en los ojos mientras regresaba a la casa de su prometido. Recordando lo feliz e ilusionada que estaba antes de llegar a su casa.
Una hora antes...
Gabriela recibió el paquete que tanto había estado esperando. Con emoción abrió la caja para ver la invitación de muestra.
"Esta hermosa..., la calidad del papel, el diseño, la textura, todo" −pensó feliz mientras tocaba la invitación de su boda; al tiempo que se enfocó en leer su nombre "Gabriela Vargas" junto al de su prometido "Ismael Martínez".
Se alegraba tanto de que se mantuvo firme y no permitió que su mamá y su futura suegra compraran únicamente los paquetes de invitaciones que vienen con los sobres; para que se haga o descargue el diseño y se imprima con la información. Gabriela adoraba a su mamá y la madre de Ismael era buena con ella, pero ellas estaban decidiendo todo lo de su boda. Marina su madre, con el pretexto de que era su única hija y que esa sería la única vez que ella podría participar en planeación su boda. Mientras que la madre de Ismael se justificaba diciendo que Ismael era el primero de sus hijos en casarse y que la ayudaban para que ella no tuviera tanto estrés.
Gabriel agradecía las buenas intenciones, pero no el hecho de que ellas hicieron la lista de invitados, decidieron que se daría de comer, el sabor del pastel, quienes serían las damas de honor y hasta el color de los vestidos que usarían. El lugar donde se llevaría a cabo la recepción, eso no estuvo a discusión, seria en el salón de la iglesia a la que asistían ellas y en la cual, el padre de Ismael era el pastor principal.
Tampoco estuvo del todo de acuerdo con la decoración, ni con el diseño de su vestido de novia; a ella le hubiera gustado usar uno sencillo y elegante. De todas las opciones que le dieron, al menos se quedó con uno que no fuera ampón, ni con tantos encajes o bordados, y que la cola no fuera tan larga. Lo único que pudo elegir a su gusto fue el tocado y el velo.
Por todas esa razones, la planeación de su boda ya no le causaba emoción a Gabriela. Lo que sí la tenía ilusionada era su luna de miel. Acordó con Ismael que ella se haría cargo de eso y que a quien preguntara le dirían que iba a ser una sorpresa. Lo que él no sabía era que ella estaba planeando su propio itinerario para pasarla de lo mejor con él y juntos recorrer los lugares más bellos Italia.
Era sábado, y ese día su prometido descansó. Lo llamo para ver si él quería ir a su casa más temprano o para ver si ella podría ir a la suya. Su mensaje se fue al buzón de voz y después de ver que no le regresó la llamada decidió ir a verlo. Ella necesitaba hacer unos mandados y aprovecharía que la casa de él estaba cerca para pasar a verlo.
−Mamá, voy a ir a las tienda y de paso voy a llegar a la casa de Ismael.
−¿Para qué vas a ir a su casa?
−Para mostrarle las invitaciones y empezar a ponerlas juntas,y ver cuales vamos a entregar en persona, y cuales vamos a enviar.
−¿Por qué no te esperas a que él venga aquí por la noche? Sabes que no está bien que tú vayas a su casa; además no me gusta que estén solos. Una señorita, no debería de dar pie a las habladurías.
−Sí mamá, ya sé: no hagas cosas buenas que parezcan malas. −comentó recitando uno de los tantos dichos de su mamá.
−Aunque lo digas en ese tono, es verdad.
−Mamá, siempre están sus hermanos o sus papas y nos vamos a casar en dos meses; no tiene nada de malo que vaya a buscarlo.
−Y hasta entonces debes de mantenerte pura, la virginidad en la noche de bodas es el mejor regalo que una joven le puede dar a su futuro esposo.
−Mamá. −reclamó avergonzada y un poco molesta. Ella odiaba que su mamá tuviera esos pensamientos siglo pasado. Pero no podía decir nada al respecto, la sexualidad era un tema tabú en su casa del cual no se hablaba; por lo tanto, se sentía incomoda hablando de eso justamente con su mamá.
−No me veas así. La moral y los valores nunca pasan de moda. Tú como mujer debes de tenerlo siempre presente.
−Si mamá, pero el valor de una mujer no está entre sus piernas. −se atrevió a decir, ganándose una mirada de reproche y enojo de su Marina.
−Pues el andar abriéndolas antes de matrimonio, o a cualquiera; deja mucho en duda el valor de esa mujer. Para todo hay un tiempo y una señorita decente debe de esperar hasta el matrimonio.
−Si mamá, puedes tener la certeza de que pienso mantener "mi pureza" hasta la noche de bodas. −aseguro ella, mostrándole su mano; en la cual portaba el anillo que le hacía recordar la promesa que hizo en un retiro religioso cuando tenía quince años.
−No espero menos de ti. Vamos te acompaño a donde tengas que ir, yo también necesito comprar algunas cosas. –mencionó
Marina, sin dejarle otra opción a su hija.
Después de ir a un par de tiendas, Gabriela y Marina llegaron a la casa de los papas de Ismael.
La cara de Ismael al ver a su prometida sosteniendo una caja y también ver a su futura suegra en la puerta de su casa, fue épica. Su cara de sorpresa fue eminente y enseguida se puso nervioso, olvidando al parecer sus buenos modales; ya que dudo por unos segundos en invitarlas a pasar.
Gabriela por inercia se acercó a saludarlo, pero el olor de un perfume la hizo detenerse; y al hacerlo su mirada se enfocó en los labios de él.
−Isma, tienes algo ahí. −comentó ella señalando la boca de él, sin atreverse a tocarlo.
El poco color que tenía Ismael se le fue de su rostro, haciendo mas notorio la mancha roja que tenía en sus labios.
−Ismael, hijo ¿cómo estás? −Saludó Marina haciéndolo reaccionar. –Disculpa el atrevimiento, por tu cara me imagino que Gaby no te aviso que veníamos.
−No, no me aviso que venían para acá. Pero no importa.
−Te llame varias veces. −dijo Gabriela disculpándose y justificándose.
−Creo que esta descargado.
Después de un incómodo silencio, finalmente Samuel las invito a pasar.
−Si estas ocupado, podemos venir más tarde, o esperar a que vallas mas tarde a la casa. −comentó Marina al ver que Ismael tenía compañía.
Gabriela, observo a la joven que estaba sentada en la sala, a quien por cierto no conocía. Lo cual era extraño porque ella conocía a la mayoría de los amigos y compañeros del trabajo de Ismael.
−Te presento a mi prometida y su mamá...,y ella es una amiga. −presentó Ismael muy casualmente.
Después de aquella breve presentación, y al ver que Ismael no menciono quien era ella ni que hacia en su casa, Gabriela comenzó a hablar sobre las invitaciones y la razón por la que estaba ahí. No paso desapercibido para ella, ni para su mamá el poco interés de Ismael, ni la incomodidad de la joven amiga de su yerno.
−¿No vas a nuestra iglesia verdad? No recuerdo haberte visto antes. −indagó Marina. Tratando de hacer platica a la joven.
−No señora.
−¿Qué tomas? −preguntó Gabriela, al ver el vaso que su prometido tenía frente a él.
−Agua de sandia. −respondieron en unísono Ismael y su amiga. Arrepintiéndose enseguida ambos.
−Ella es, ... hermana de un amigo del trabajo. Se le presento una emergencia... Disculpen que no les pregunte antes, ¿gustan algo de tomar? —pregunto él, notablemente nervioso.
−Yo solo agua natural, gracias. −pidió Gabriela.
−Gracias hijo, yo si quiero un poco de agua de sandia.
−Claro, enseguida regreso. −dijo Ismael, dando una mirada a su amiga. Quien casi enseguida se levanto para ir al baño.
Para Gabriela fue claro que Ismael no estaba a gusto con su presencia, además de prestarle más atención a su amiga que a ella, y todo lo relacionado con los planes de la boda. Ella se estaba sintiendo incomoda, y a pesar de que intento estar el mayor tiempo posible para ver si la amiga de él se iba, no fue así.
−Ismael, me tengo que ir. ¿Quieres que te deje las invitaciones para que tus papás las vean y tomen las que necesiten?
−No hace falta. Llévatelas, después les damos a ellos las suyas.
−Señorita, aprovechando que nos vamos; ¿gusta que la pasemos a dejar a algún lugar? −ofreció Marina.
−No hace falta señora.
−Deja llevo esto a la cocina. −dijo Gabriela tomando los vasos vacíos para llevarlos al fregador y lavarlos.
Ismael al final, acompaño a Gabriela y poco después ambos salieron serios de la cocina. Al llegar a la puerta, él intento despedirse secamente, pero ella lo esquivo para comenzar a caminar a su coche.
¿Qué les pareció?
GRACIAS POR LEER y por darle una oportunidad a esta nueva novela.
! Saludos a todos y bendiciones !
Lynn Baez
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