Capítulo 2
El despertador es lo primero que noto, luego me percato de la claridad que hay en la habitación, gracias al sol que está saliendo y su luz que entra por el pequeño ventanal. Toda perezosa gracias a la interrupción de horas de sueño de anoche, me levanto de la cama y agarro un conjunto para ponerme, dejo las prendas sobre la cama y busco ropa interior limpia en el mismo armario. Junto todo y me dirijo al baño para tomar una ducha.
Entro una vez que el agua se templó. Mis músculos se van relajando a medida que el agua va cayendo, de forma que ya no estoy tan inquieta.
Anoche me desperté a las 03:00 de la madrugada porque estaba muy incómoda durmiendo así que me tomé un vaso de agua y me volví a la cama a ver si conciliaba el sueño ya que tenía que levantarme temprano.
Salgo de la ducha y me visto. Una vez lista, agarro la ropa sucia para llevarla al cuarto de limpieza, que es donde tengo mi lavarropas. Este cuarto se encuentra al lado de la cocina así que al instante empiezo a preparar mi desayuno liviano: un café junto con un emparedado.
Agarro mi mochila, anteriormente preparada, y mi uniforme, que constaba de un delantal rojo junto con un pañuelo para la cabeza en conjunto. Compruebo que la puerta estuviera cerrada y me dirijo hacia el ascensor. Al llegar a planta baja voy al estacionamiento para buscar mi vehículo, que no era nada más ni nada menos que una bicicleta, me gusta manejarme en ella cuando tengo que ir al trabajo porque me queda cerca y no contamina, con el plus de que puedes apreciar mejor los paisajes.
Al llegar a la cafetería dejo la bicicleta en la parte de atrás e ingreso al local, saludo a todos mis compañeros y me pongo el uniforme, no sin antes dejar mi mochila en el locker que me corresponde. Cuando salgo de la cocina para tomar pedidos me siento observada y un escalofrío me recorre la espalda, observo disimuladamente en busca de una cara conocida pero no hallo nada. Comienzo a trabajar, tomo pedidos por acá y dejo algunos por allá. Me queda por atender una sola mesa de mi zona y es la más apartada. Normalmente la gente se sienta ahí cuando quiere privacidad.
Hay un joven de mi edad, aproximadamente, usando una campera con capucha, se ve concentrado en algo, tal vez su celular. Me voy acercando a paso normal y llego a su lado.
—Bienvenido a Café Central, ¿Qué desea ordenar? —el muchacho levanta su mirada de lo que sea que tiene en sus manos y me observa detalladamente, yo hice lo mismo ya que me parece muy conocido. Me pregunto si no lo conozco del instituto, tal vez fuimos juntos en algún curso.
—Me gustaría pedir un cappuccino y una porción de torta de chocolate, por favor —exclama amablemente.
Anoto su pedido, le doy la espalda y me retiro hacia la cocina. Una vez terminan su comida la llevo a su mesa y esta vez no hay conversación, sólo agradece por su plato.
Al casi terminar mi turno, que es a las 12:30 del mediodía, reviso que las mesas que me corresponden estén limpias y en condiciones para poder irme. Como terminé decido ir a buscar a Larissa que se encuentra limpiando una mesa.
—Larissa, ¿te falta mucho para terminar? —pregunto ansiosamente—.
—No, esta es mi última mesa —dice terminando de pasar un trapo por la superficie–. Andando —agrega.
Juntas vamos hacia el cuarto donde están los lockers y sacamos nuestras pertenencias, vamos hacia la puerta de salida y, por suerte, ella también se moviliza en bicicleta así que las tomamos y nos dirigimos hacia mi departamento.
Al llegar, caminamos hasta la cocina y buscamos recetas en internet para preparar.
— ¿Te apetece almorzar un menú vegetariano? —inquiere Issa mirando su teléfono.
—Sí, ¿por qué no? —contesto—. ¿Qué encontraste? —pregunto cuidadosamente.
—Una ensalada de arroz que se ve muy apetitosa —agrega mostrándome su celular. En serio que se ve muy apetitosa. Nos decidimos por ese plato y nos ponemos manos a la obra. En la mitad de la preparación nos ponemos a hablar.
— ¿Cómo te fue en el campamento con los chicos? —pregunta.
—Maravilloso, fue una salida muy reparadora —contesto alegre—. ¿Y tú? ¿Qué hiciste el fin de semana? —cuestiono.
—Pues —dice inocente y con una sonrisa tonta en la cara— salí con mis primos y primas a cenar y conocí a un chico —suelta todo rápido.
—Yo me voy dos días y ya consigues novio —suelto en falsa queja.
—Sucedió todo muy rápido y menos mal que preguntas porque... me invitó a una fiesta —cuenta
— ¿Y qué tengo que ver yo en todo esto? —pregunto cortando una zanahoria
—No quiero ir sola, la fiesta es este viernes, piénsalo —responde
—Mientras tú te diviertes con tu novio yo me quedo ahí abandonada, ¿ese es tu plan? —le digo
—Primero: no es mi novio —dice obvia— Segundo: no vas a estar sola, tiene un amigo que está dispuesto a acompañarte —cuenta.
Dejo de cortar verduras y la miro como si hubiese perdido la cabeza, decido ignorarla, pero ella lo nota y me da un ligero golpe en el brazo así que decido mirarla.
—Eres una gran amiga —empiezo a decir, pero me mira mal. —Está bien, primera y última vez que lo hago —empieza a dar saltitos en señal de festejo. —y sólo porque eres tú — me abraza y nos reímos juntas.
Terminamos la ensalada y la ponemos a cocinar. Mientras esperamos nos vamos al sillón a seguir hablando de su aventura ese fin de semana, una vez lista la comida, almorzamos. Ella me ayuda a levantar la mesa y lavar los platos para después irse a su departamento, que quedaba a muy pocas cuadras del mío.
Más tarde tengo que ir a visitar a mis padres por lo que aprovecho para leer un rato antes de salir. Salgo de la habitación con mi libro bajo el brazo mientras me suelto la coleta que tenía hecha. Antes de ir al balcón decido cambiarme para ponerme un atuendo más cómodo. Al doblar el pantalón, para guardarlo, escucho un ruido de papel en uno de los bolsillos traseros. Busco y encuentro un pequeño post-it amarillo que tiene escrito unas coordenadas. ¿De dónde salió esto? Tomo mi computadora para escribir la dirección y cuando carga marca un punto cerca del claro del bosque. No he escuchado de ninguna institución o local que se encuentre ahí. Extraño. Dejo la laptop de lado y me voy a leer un rato al balcón.
Cuando se hace la hora busco mi auto en el estacionamiento y me dirijo a las afueras de la ciudad, donde viven mis padres. Toco el timbre de la puerta y espero a que abran. Mi papá aparece en el umbral con una sonrisa radiante como siempre.
—Hija, tanto tiempo —me abraza ligeramente. —Adelante, pasa. —se hace a un lado para que yo pueda pasar.
Inmediatamente el olor dulzón de la casa me envuelve, me recuerda tanto a mi niñez...
—¿Dónde está mamá? —le preguntó suavemente a papá.
—Probablemente en la cocina, calentando el agua. Salió disparada cuando escuchó el timbre —.
Ambos nos dirigimos hacia la cocina y efectivamente mi mamá está ahí, la saludo con un beso en la mejilla y dejo mis cosas en la pequeña mesa redonda que se encuentra en el centro.
—Cuéntame sobre el campamento con los chicos —me pide mamá mientras colocaba el agua ya caliente en otra tetera, al mismo tiempo papá asiente de acuerdo con ella para seguir sacando galletas de la alacena.
Comienzo a contarles lo que fueron esos dos días con mis amigos y entre risas tomamos la merienda juntos. Mamá siempre se ríe mucho con las anécdotas que le cuento de los gemelos, son sus favoritos.
—Deb –me llama mi padre—Con tu madre queríamos contarte algo que venimos planeando hace tiempo —le presto atención y noto que mi mamá tiene una sonrisa gigante en su rostro y no sé si es por las risas de recién o por lo que papá está por contarme.
Le indico con un gesto de mi mano que comience a hablar sobre el tema.
—Lo voy a decir sin tantas vueltas —se ríe un poco—. Nos vamos de viaje a Grecia –comenta emocionado.
—¡Eso es genial! —me levanto para darles un abrazo. Yo más que nadie sé todo lo que han trabajado y se han esforzado durante su vida para poder viajar. Nos quedamos un rato abrazados porque nos encanta disfrutar de estos momentos juntos, los amo con todo mi ser. —¿Cuándo se van? —.
—Nuestro vuelo sale el miércoles a las once de la mañana —me responde mamá.
—Perfecto, yo los llevo. Tengo que pedir permiso en el trabajo, pero no hay problema con eso —me agradecen y volvemos a nuestros lugares.
Me quedo un rato más hasta que comienza a oscurecer y decido volver a casa. Antes, decido pasar por un puente que hay en el bosque y es un camino alterno para llegar a mi departamento. Al llegar estaciono el auto y bajo para sentir la frescura de tantos árboles en mi piel. Me coloco en la baranda y observo la luna. Es tan bella y admirable.
Esa tranquilidad es interrumpida por un grupo de jóvenes, más o menos de mi edad, que vienen con un parlante a todo volumen y súper enfiestados. Daba risa verlos tan contentos entre ellos, una pequeña risa se me escapa y uno de ellos voltea a verme. Es el chico del café. Sus ojos miel resaltan mucho más en la oscuridad que nos absorbe. Una vez más me azota el sentimiento de que ya lo conozco. El chico sigue su camino cuando nota que sus amigos lo habían dejado un poco atrás, y yo me pregunto que estará haciendo en el bosque a esta hora. Lo único que hay más allá por esa ruta es el aeropuerto y no tenían mucha pinta de irse de viaje.
Dejo de analizarlos y vuelvo a casa, todavía tengo que cenar. Ya me dio hambre de sólo pensarlo.
Al llegar al departamento caliento las sobras del almuerzo y me voy al sofá a ver el noticiero. Lo primero que muestran es el próximo eclipse lunar que va a tener lugar el sábado. Es una de las mayores atracciones de la ciudad: El festival de la luna de sangre. Van pasando el itinerario que se ha organizado para esta semana y las diferentes actividades que van a poder disfrutarse. También notificaron la llegada de muchos turistas porque además del festival, el día del eclipse, se reúnen todos en el claro del bosque y ven la luna roja. Les mando una foto de la televisión a los chicos para preguntarles si desean asistir. Sage dijo que se apuntaba, los demás no respondieron.
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