1.- Nueve años.

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Craig bostezó. Era tan sólo la tercera hora y ya no soportaba más. Ahora entendía porqué su madre insistía en que durmiera temprano, y aún con eso, no se arrepentía de haber jugado con su nueva consola hasta tarde. Oh bueno, tal vez sólo un poco.

En un momento de tranquilidad, cómo aquellos que pueden conseguirse con dificultad en una escuela primaria, y mientras todos hacían sus deberes, Craig escuchó ese curioso sonido que solía brotar en los momentos menos indicados. Tweek. Su compañero de clase tenía una especie de paranoia constante, así que emitía pequeños gritos o sonidos extraños. Todos se giraron para mirar un momento al rubio, para después volver a lo suyo.

Era normal. Pero esta vez había algo distinto, algo que hizo a Craig detenerse un momento más. Algo realmente estaba mal hoy. Se encogió de hombros. No es como que vaya a tener la oportunidad de preguntarle, porqué él no pensaba acercarse al niño rubio; ellos casi nunca hablan, de todas formas.

Durante el primer descanso Craig se demoró un poco en el baño antes de ir a su lugar especial. No le gustaba ver a los otros chicos lavarse las manos, era un espectáculo grotesco. Sin embargo, ¿cómo iba a saber que al llegar a aquel pequeño espacio donde siempre desayunaba, este ya estaría ocupado?

Sólo atinó a ver con molestia al niño rubio que cómodamente ocupaba su lugar.

Craig suspiró con cansancio, se sentó al lado de él, e ignorándole por completo comenzó a comer. Observó el mundo a su alrededor, y se preguntó en qué dirección estaría girando el viento ahora mismo. Estiró una de sus manos frente a él. El chico rubio a su lado lo miro con extrañeza.

— ¿Qué haces?- le preguntó.

— Averiguo hacia dónde va el viento.- respondió Craig.

Tweek frunció el entrecejo; a Craig no le importó.

— ¿Por qué?

Craig sólo lo miró. Como no sabía que contestar lo dejo así. ¿Tendría que haber una razón para que haga lo que siempre hace? De ser así entonces tendría que cuestionarse porque hizo todo lo que ha hecho hasta ahora. Y le tomaría más de unos cuantos segundos. Así que probablemente le responda después, si es que lo recuerda.

Extrajo un pequeño cuaderno de su bolsillo. El viento le daba de lleno en la cara interna de la mano derecha. Lo anotó. No puntos cardinales porque aún no sabía diferenciarlos, y había dejado su teléfono en casa. Debería tratar de conseguir una brújula de bolsillo.

— ¿Haces esto a menudo?- volvió a preguntar el rubio.

Craig, que había logrado olvidar la presencia del intruso, asintió.

— Es un pasatiempo.

— Qué raro eres.- mencionó Tweek, sin ánimos de seguir preguntando. Levantó el termo que llevaba consigo y dio un gran sorbo. A Craig le llegó un fuerte olor a café. Miró al chico con curiosidad y algo de molestia.

— ¿Tú me dices eso a mí? ¿Tú?- reprochó sin ocultar el tono grosero.

Vio a Tweek encogerse de hombros, sin contestar su pregunta.

— ¿Te gusta mucho el café?- preguntó él entonces. El rubio asintió.- ¿Qué tipo de leche usas?

Tweek lo miró extrañado.

— No uso leche. Lo tomó así.-

Craig junto las cejas y apretó los labios en un gesto de confusión. El entrecejo de Tweek se frunció al notar que Craig no le quitaba la mirada de encima, y aquella expresión seguía presente.

— ¿Como los adultos?- preguntó finalmente. Tweek no entendía que quería decir, pero asintió.- Interesante. Puedes ser mi amigo.

— No quiero ser tú amigo. No necesito ninguno.

— Mala suerte. Yo tengo dos.- respondió de manera socarrona.

— ¿Y dónde están?- preguntó Tweek mirando al rededor.

Craig los buscó también con la mirada. La verdad es que nunca antes se había preguntado dónde se mentían Token y Clyde, sólo pasaba tiempo con ellos fuera de la escuela. En raras ocasiones almorzaban juntos.

— Jugando por ahí.- repuso. Volvió su atención al viento.

Tweek logró quedarse callado un momento, antes de volver a preguntar algo. Craig comenzaba a recordar porqué no jugaba con los demás niños. En su opinión, eran todos unos imprudentes.

— ¿Por qué no estás con ellos?- preguntó Tweek. Craig rodó los ojos, como si la respuesta fuera más que obvia.

— Porque ellos seguramente están haciendo una tonta imitación de deporte. Y a mí no me gusta.- Escuchó a Tweek resoplar con burla.- Mejor calla. Y ayúdame con algo.

— ¿Por qué debería ayudarte? Ni siquiera me agradas.

— Porque soy tu amigo, y eso hacen los amigos.- dijo con fastidio.

— No. No somos amigos. Y cuando le pides algo a alguien, se pide por favor.

Craig rodó los ojos. Esto no era lo que tenía en mente cuando aceptó ser amigo de ese chico.

— Mira. Sólo ayúdame a subir al árbol.- Tweek lo miró con una ceja alzada.- Por favor.

— Bien. Pero, si te caes no pienso ayudarte.- Repuso.

Craig rodó los ojos obligándolo a levantarse. Tweek soltó un suspiro con pesadez y accedió a ayudarle. Poco a poco Craig iba escalando el árbol. Tweek desde abajo lo miraba con preocupación, se tiraba la tela de su camisa cada vez que el azabache daba un paso en falso.

Llegó un momento en el que ya no quiso subir más. Porque las ramas eran más frágiles ahí y no estaba seguro si soportarían su peso. Se acercó lo más que pudo al límite del follaje y elevó una mano. Advirtió como Tweek lo miraba atento desde el piso.

No. En esa altura el aire era exactamente igual que abajo. No estaba húmedo, ni espeso, y tampoco le costaba trabajo respirarlo. Se sintió decepcionado. Quiso anotarlo en la libreta, pero él no era tan idiota. Esperaría hasta estar abajo para poder realizar sus anotaciones.

— ¿Estás bien?- preguntó Tweek una vez que Craig bajó el último tramo de un salto.

— Sí.- respondió, aunque ahora notaba que le temblaban las rodillas por el cambio de altura.- Curioso.- se dijo a sí mismo.

— Eres muy problemático y molesto.- Repuso Tweek con el entrecejo fruncido.

— ¡Mira quién lo dice! - Comentó Craig con sarcasmo, dejándose caer en el pasto para seguir comiendo.

Buscó al rededor el otro chico tratando de encontrar su desayuno, pero no veía indicios por ningún lado.

— ¿Vas a comer algo?- Le preguntó. Tweek negó con la cabeza, avergonzado.

— No. Olvidé mi desayuno en casa.- respondió.

Craig suspiró. Su madre se pasaba la vida recordándole ser amable con los demás. Así que Craig tomó una mitad de su emparedado y lo tendió en dirección a Tweek.

— No lo quiero.- dijo el rubio.

— No te pregunté. Sólo tómalo. Yo no voy a comerlo.- insistió con el cejo fruncido.

Tweek pensó que, para ser un chico con mala actitud, era bastante amable. Tomó el emparedado con cuidado y comió con lentitud. Eso hasta que Craig lo reprendió por comer tan lento, alegando que pronto terminaría el descanso y que Tweek se quedaría a medio desayuno.

Al sonar la campana ambos se levantaron para ir a clase. Tweek se sintió tranquilo, era la primera vez que caminaba con alguien hasta clase. Realmente no importaba que Craig fuera tan extraño.

— ¿Y siempre haces eso?- Preguntó Tweek, tratando de seguirle el paso.

— ¿Hacer qué?- Repuso, tratando de adaptar su andar de manera que no resultará complicado para Tweek.

— Eso de subir a los árboles sin razón alguna.

— Siempre hay una razón para lo que hago.

Tweek lo miró con hastío. A primera vista Craig parecía alguien arrogante, pero Tweek quería creer que no era así realmente. Y ahora tenía curiosidad por descubrir que se ocultaba tras esa manta de arrogancia.

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