Capítulo 54

TOMO I:
REGISTRO DE LUNAS

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Registro de Luna Greinfenstein: La Diosa Oculta

"Aquí yace la crónica de Luna Greinfenstein, conocida también como la Diosa Luna entre los suyos, quien descendió de los cielos y, por designio de la Madre Luna, se convirtió en la matriarca y fundadora de la manada Rudeltlantik. Su legado y su sabiduría marcaron siglos de respeto y paz en tiempos de conflictos y cambios. Fue ella quien, junto al Alfa fundador Alaric Greinfenstein, estableció las bases de justicia, armonía y adaptación para los lycan, creando un refugio donde la humanidad y la esencia de lobo coexistieran en equilibrio."

Desde el año 224 d.C. hasta el 700 d.C., Luna Greinfenstein reinó sobre la manada, conocida entre ellos como la Luna Líder, con una mano justa y un espíritu feroz. A través de sus ojos de miel y su cabellera blanca como la misma Luna, impartía justicia con una imparcialidad temida por muchos. Su figura humana, pequeña pero imponente, y su loba de pelaje rubio como la Luna misma, se convirtieron en símbolos de esperanza y autoridad. Con una conexión espiritual profunda, podía comunicarse y proteger a todos los lycan a los que consideraba parte de su manada, otorgándoles seguridad y guía.

En su largo periodo de liderazgo, su visión iba más allá de lo terrenal. Era capaz de manipular el clima, como si sus emociones fueran el eco de la naturaleza misma, y poseía la habilidad de prever el futuro, lo que le permitía anticiparse a cualquier amenaza o crisis. Esto le permitió imponer un sistema de leyes y castigos, donde cada acción negativa recibía su justa retribución. Fue una pionera en la implementación de las normas que hasta hoy rigen en la manada Rudeltlantik: un código de justicia que clasifica las ofensas en leves, medias y graves, y contempla el exilio para aquellos cuya falta rompe irrevocablemente la confianza del clan.

Sin embargo, su historia también está teñida de sacrificio y valentía. Cuando los enemigos de la manada, los indígenas alemanes y los hechiceros de magia oscura, desafiaron la paz del territorio Rudeltlantik, Luna y Alaric lideraron a su gente en una feroz batalla por la supervivencia. La lucha culminó con la pérdida de Alaric en 670 d.C., un sacrificio que aseguró la victoria y la estabilidad de la manada. Con el alma rota por la pérdida de su amado, Luna Greinfenstein gobernó otros 30 años más, manteniendo la paz con la alianza establecida con la manada de lobos de Avalon en el Reino Unido.

En su sabiduría, y sabiendo que su tiempo en el mundo terrenal debía llegar a su fin, forjó un pacto con el Hada Eket éter, a quien encomendó la tarea de custodiar los registros de la manada. Este ente eterno, una criatura etérea de figura delgada y ojos de un azul profundo, habita en el libro mágico de la manada. En el lenguaje arcano de los antiguos, solo el Alfa y la Luna, aquellos considerados dignos por el libro, pueden leer sus páginas. Cualquiera que se acerque con intenciones maliciosas no encontrará sino páginas en blanco, pues el hada guardiana hará que el libro desaparezca hasta que la amenaza haya pasado.

En el año 700 d.C., Luna Greinfenstein dejó su legado en manos de su hijo, Lucas Greinfenstein, y, tras despedirse de la vida terrenal, retornó a su estado etéreo como Diosa Luna, dejando en la Tierra la memoria de su poder y su sacrificio. La sucedió la Luna Heilblume Floid, heredera de su legado y guardiana de la manada.

"Así se cierra la crónica de Luna Greinfenstein, la líder que, bajo el resplandor de la Luna, guio a la manada Rudeltlantik a través de los siglos con una justicia sin igual y una devoción incansable. Su nombre permanecerá por siempre en las páginas de este libro, guardado por el eterno Hada Eket éter, para que los líderes venideros recuerden la senda que ella trazó."

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Registro de Heilblume Floid: "La Flor de Hierro"

"Así comienza la historia de Heilblume Floid, conocida como Blume, la Flor de Hierro. Ella, una loba solitaria sin manada, halló su propósito junto al Alfa Lucas Greinfenstein, en quien la Diosa Luna había depositado su confianza para continuar el linaje de liderazgo de la manada Rudeltlantik. La unión de Blume y Lucas trajo consigo una era de expansión y resistencia, dejando un legado de fortaleza y protección para su manada."

En el año 570 d.C., Blume se unió a Lucas, quien había sido devastado por las pérdidas y por la amenaza de un oscuro mago que acechaba a los lycan. Su conexión era tan profunda que, a la edad de treinta años, ambos fueron ungidos como Alfa y Luna, estableciendo así una dupla de autoridad equilibrada: él, impulsivo y ambicioso; ella, una roca de fortaleza, templada por las tragedias que había sufrido. De cabellos rubios y ojos como el cielo despejado, Blume poseía una presencia imponente: una alemana de altura y porte notables, con una piel nívea y un lobo de pelaje marrón oscuro que, como su espíritu, irradiaba un equilibrio entre la dureza y la gracia.

Blume condujo a la manada con la firmeza de un hierro, aunque en su interior conservaba la delicadeza de una flor herida por la pérdida. Su fuerza, sin embargo, se manifestaba no solo en su propia resistencia, sino en su habilidad para fortalecer las defensas físicas y emocionales de todos aquellos que la rodeaban. Era conocida por inspirar una tenacidad insobornable en la manada y por guiar con determinación y empatía, preocupándose en particular por su compañero, Lucas, cuya obstinación la complementaba, aun cuando esto la llevaba a situaciones de constante tensión y riesgo.

Bajo el liderazgo de Blume, la manada Rudeltlantik experimentó un notable crecimiento, expandiendo su territorio en quince kilómetros más allá de sus límites anteriores. Esto, sin embargo, no estuvo libre de conflictos y desafíos. La Flor de Hierro no solo enfrentó las amenazas externas, sino que también promovió alianzas estratégicas con hechiceros del elemento eléctrico, quienes se convirtieron en valiosos aliados. Fue ella quien, mediante su conocimiento instintivo de las hierbas medicinales, descubrió plantas de propiedades curativas únicas en las fosas más profundas y secretas bajo la Torre Alfa. Estos descubrimientos le permitieron a la manada desarrollar rituales de sanación contra maldiciones y envenenamientos, asegurando que sus miembros estuvieran protegidos contra fuerzas oscuras y ataques traicioneros.

Sin embargo, la ironía del destino, tejida quizás por manos oscuras, se manifestó durante el viaje de bodas de Blume y Lucas en las selvas de Brasil. Allí, ambos cayeron víctimas de un envenenamiento mortal, un golpe artero que culminó con sus vidas y sembró desconfianza hacia la manada "Ríos de la Selva". Con su partida, dejaron huérfano a su hijo, Gustav Greinfenstein, quien heredaría no solo la responsabilidad de su linaje, sino también la enemistad profunda hacia aquellos que truncaron el reinado de sus padres.

"La historia de Heilblume Floid, la Flor de Hierro, es una de resistencia y pérdida, de sabiduría oculta en las raíces de su tierra y de un sacrificio irónico que permanece como un recordatorio de las fragilidades que incluso los más fuertes pueden enfrentar. La sucesora que continuaría su legado en la manada Rudeltlantik fue Ophelia Blume, quien heredó un camino marcado por la fortaleza de Blume y la venganza por su caída."

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Registro de Ophelia Blume De la Rose: Mohnblume, la Flor de Amapola

"Ophelia Blume, conocida como Mohnblume, aquella que refleja paz y consuelo a quienes le pertenecen. Proveniente de la Manada de Francia 'La Garde Nocturne', su alma buscaba la sabiduría de la antigua Luna, Heilblume Floid. De esta devoción, su nombre floreció: Blume, en honor a la Flor de Hierro. El destino, guiado por las aguas y el eco de sus ancestros, la llevó hasta las tierras de la manada Rudeltlantik y hacia el Alfa Gustav Greifenstein, un lobo cernido en la soledad y el lamento."

En el año 450 d.C., Ophelia emprendió un viaje a sus treinta y ocho años desde Francia hasta Alemania, motivada por su anhelo de conocer el país de su Luna admirada, Heilblume Floid. El Alfa Gustav, el cincuentaavo líder de la manada Rudeltlantik, quien había pasado su vida en desconsuelo al no hallar a su otra mitad, encontró finalmente en Ophelia la paz que buscaba. Su unión no solo trajo esperanza al Alfa, sino que despertó en Ophelia su verdadera naturaleza: el linaje de una bruja elemental, sellada hasta que el amor verdadero revelara su don. Así, la fuerza y la sabiduría del agua se manifestaron en ella, como símbolo de su conexión con el Seelie Marea, y de su poder para guiar, sanar y proteger.

La presencia de Ophelia era tan imponente como serena; una mujer de cabello castaño oscuro, ojos verde mate y una piel adornada con pecas sutiles. Su rostro sereno reflejaba la esencia de una paz interna difícil de quebrantar, y su acento francés, marcado en sus palabras alemanas, encantaba e inspiraba respeto en los miembros de Rudeltlantik. Bajo su guía, la manada expandió su territorio en otros quince kilómetros de tierra, gracias a la visión estratégica y la influencia de su elemento, el agua, que le enseñaba a fluir y adaptarse en cada desafío.

Sin embargo, la paz que Ophelia tanto había construido fue puesta a prueba con la muerte de su nieto, Emil, quien cayó en una batalla contra hadas corruptas y lobos exiliados que amenazaban la estabilidad de la manada. Esta tragedia marcó un hito de dolor en la vida de Ophelia y Gustav, pero, fiel a su espíritu, Ophelia inspiró a la manada a sobreponerse y continuar fortalecidos, bajo su legado de resiliencia.

"El legado de Ophelia Blume De la Rose es un recordatorio eterno: 'A través de la resiliencia siempre puedes encontrar una sorpresa que a primera vista nunca notas.' Su ejemplo ha perdurado en cada rincón de la manada, como el suave fluir del agua que guía, limpia y renueva."

El siglo de liderazgo de Ophelia y Gustav culminó con el ascenso del joven Alexander Greinfenstein, el centésimo Alfa de Rudeltlantik, quien asumió su rol en el año 837 d.C., apenas con dieciocho años. Ophelia dejó tras de sí una alianza con la manada de 'La Garde Nocturne' y un linaje enraizado en el valor y la capacidad de adaptación que el elemento agua le había otorgado. La sucesora de Ophelia como Luna fue Veilchen Alieri, una italiana de modesto carácter y corazón alegre, destinada a guiar al joven Alexander con su dulzura y alegría, para balancear la rectitud de su deber.

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Registro de Veilchen Alieri: "La Luna Morada"

"Veilchen, la Luna Morada, llegó a la manada Rudeltlantik como un susurro de calma y un rayo de luz en medio de la oscuridad. Su dulzura y alegría derritieron el alma de un Alfa de corazón rústico y austero. En ella encontró Alexander Greinfensten su complemento perfecto, su espíritu alegre, y una calma que solo la noche podía otorgar."

Veilchen Alieri, conocida como la Luna Morada, nació de raíces alemanas e italianas, su linaje entremezclado con la herencia mágica de su padre, un beta de la poderosa manada italiana, I Figli del Crepuscolo. Con una estatura de ciento cuarenta y cinco metros, su cabello oscuro y sus ojos violetas capturaban el misterio y la serenidad de la noche. Su modesta y cariñosa personalidad irradiaba una luz especial, y su conexión espiritual con criaturas del plano etéreo le otorgaba el don de sanar almas corrompidas, un poder que utilizaba con la misma compasión con la que compartía su alegría.

Su destino cambió el día que Alexander, un Alfa severo y gruñón, la encontró. El que todos conocían como implacable y rígido se transformaba en un "pan de miel" en presencia de Veilchen, incapaz de resistir la energía alegre y genuina que ella irradiaba. La joven loba había llegado de intercambio como una simple viajera, pero su conexión con el Alfa selló su lugar en la manada para siempre.

Cuando Veilchen quedó embarazada, Alexander, movido por el anhelo de proteger y honrar a su familia, se embarcó en una misión para expandir el territorio de la manada en más de cuarenta y cinco kilómetros, buscando construir un futuro aún más próspero para su primogénito. Sin embargo, el destino tenía otro plan. Veilchen dio a luz a su hijo, Leonard, en un momento que fue tanto glorioso como desgarrador. La vida de Veilchen se apagó tras escuchar el primer llanto de su hijo. Alexander, devastado por la pérdida de su amada, cumplió su juramento y dejó este mundo el mismo día, siguiendo a su compañera hacia el más allá, incapaz de vivir sin ella.

"Donde el alma de mi Luna vaya, yo la seguiré, porque no sé vivir sin ella."

El legado espiritual de Veilchen se mantuvo en secreto entre los líderes de la manada. En sus últimos momentos, ella transfirió su conocimiento y su conexión mística a su hijo, asegurando que, incluso en el más allá, siempre estaría a su lado. Así, Leonard Greinfensten heredó no solo el poder de su madre, sino la capacidad de escuchar su voz desde el plano etéreo, un vínculo que lo guiaría en su camino como futuro líder de Rudeltlantik.

La llegada de Veilchen también consolidó la alianza con I Figli del Crepuscolo, una unión poderosa y simbólica, que fortaleció a la manada a través de los lazos familiares y espirituales que Veilchen dejó como herencia.

"El camino de Veilchen Alieri es recordado como la Luna Morada, quien brindó serenidad y paz a quienes más la necesitaban. Su optimismo y su calidez jamás faltarán en el corazón de Rudeltlantik, ni en el alma de su hijo, Leonard."

La sucesora de Veilchen en el rol de Luna fue Waldmeister Neiman, conocida como Asperilla. Nativa de Alemania, su simplicidad y elegancia natural conquistaron al joven y huérfano Leonard, quien halló en ella la fortaleza y la guía para llevar el legado de sus padres en la manada.

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Registro de Waldmeister Neiman: Asperilla, la Luna Humana de Simplicidad y Elegancia

"A veces, la mayor fortaleza de un líder no yace en gestas extraordinarias, sino en la estabilidad y paz que puede ofrecer a su gente."

Waldmeister Neiman, conocida como Asperilla, fue una humana nativa de Alemania que, a pesar de no ser loba, conquistó el corazón del joven y huérfano Leonard Greinfensten, el Alfa de la manada Rudeltlantik. Con su sencillez, elegancia y un espíritu vivaz, Asperilla se convirtió en una figura de apoyo y fortaleza para Leonard, quien había perdido a sus padres al nacer. Su carácter juguetón y su capacidad para improvisar en situaciones complicadas aportaron una energía refrescante y equilibrada al liderazgo de la manada.

A los treinta y ocho años de Leonard, Asperilla asumió formalmente su rol de Luna y guió a la manada hasta su muerte en 1425. Como humana, Waldmeister no poseía habilidades sobrenaturales, pero su sabiduría y su habilidad para tejer alianzas pacíficas con otras manadas permitieron a Rudeltlantik prosperar en un periodo de paz duradera. Junto a Leonard, estableció relaciones sólidas y mantuvo una estabilidad que previno conflictos y garantizó un crecimiento constante para la manada.

Aunque Leonard heredó la conexión espiritual de su madre, Veilchen, este linaje místico no continuó en sus descendientes, pues los hijos gemelos que tuvo con Asperilla nacieron sin poderes de hechicería y fueron betas. Sin embargo, su legado de paz y estabilidad aseguró que la manada viviera sin sobresaltos, enfocándose en el bienestar interno y el desarrollo social.

"La simplicidad de Asperilla fue una fortaleza en sí misma, una Luna que guió desde la empatía y la sabiduría humana, dejando una herencia de paz que prevaleció en Rudeltlantik."

Tras su muerte, la siguiente Luna fue Sonnenblume, también conocida como el "Girasol de la Manada", quien se unió al último Alfa de la segunda generación de Rudeltlantik, Benedict Glacius, marcando así el final de una era y el inicio de una nueva.

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Registro de Sonnenblume: La Girasol de la Manada, Luna del Alfa Benedict Glacius

"Jamás sacrifiques tu vida, si no lo vale. Pero si lo vale, jamás te arrepentirás de haberlo hecho."

Sonnenblume, mejor conocida como "La Girasol de la Manada", fue una Luna inquebrantable y temeraria, profundamente devota a su Alfa, Benedict Glacius, el último Alfa de la segunda generación de la manada Rudeltlantik. La historia de Sonnen comenzó de forma turbulenta cuando, siendo joven, fue encontrada huyendo de un grupo de Rogues. Para salvarla, Benedict, quien entonces contaba con cien años, formó una alianza mística con una criatura poderosa y ancestral: La Gran Lechuza Ice, guardián de los territorios de los hechiceros del elemento Hielo. Esta alianza marcó el destino de ambos y forjó una relación de profundo respeto y gratitud.

Sonnenblume era conocida por su personalidad imprudente y valiente. Como Luna, era el alma protectora de Benedict, enfrentándose a cualquier peligro que amenazara su seguridad. Su devoción la llevó a sacrificar su propia vida para salvarlo en una emboscada en Escocia, donde cazadores encubiertos lanzaron una flecha envenenada que ella interceptó sin dudar. Esta tragedia dejó a Benedict profundamente herido y sumido en el dolor de haber perdido a su compañera. No obstante, en honor a su memoria y dedicación, Benedict continuó guiando a la manada y formando a su heredero hasta su fallecimiento en 2019, debido a las complicaciones de la pandemia de Covid-19.

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Registro de Elena Meyer: La Matter, Luna del Alfa Hernan Greinfensten

"La paciencia es el camino hacia el triunfo, y el amor verdadero no tiene prisa por llegar."

Elena Meyer, conocida como "La Matter", fue una Luna profundamente comprometida y protectora, cuya historia en la Manada Rudeltlantik es recordada por su paciencia inquebrantable y su devoción hacia Hernan Greinfensten, el primer Alfa de la tercera generación de la manada. Elena fue cien años mayor que Hernan y, desde su nacimiento en 1425 d.C., cuidó de él como su niñera y guardiana, guiándolo en su crecimiento y desarrollo hasta que ambos reconocieron el vínculo que los unía cuando Hernan despertó a su lobo interno.

Elena siempre mostró una personalidad serena, valiente y generosa, entregada a proteger y apoyar a Hernan desde su juventud. Fue con esa paciencia y amor constante que, finalmente, Hernan la reconoció como su compañera, uniendo sus vidas y corazones. Esta relación, construida sobre los pilares de la lealtad y la confianza, nunca se vio afectada por su diferencia de edad; para Hernan, Elena fue siempre una bendición y una fortaleza en su vida.

Como Luna, Elena dejó un legado memorable: fue la primera Luna en la historia de Rudeltlantik en traer al mundo a una primogénita Alfa mujer, Anna Niche de Rudeltlantik. Este nacimiento marcó un hito, ya que Elena defendió con firmeza la idea de que una mujer podría ser una líder poderosa y capaz, rompiendo con tradiciones arraigadas en la manada. Su persistencia y visión crearon un cambio trascendental, impulsando a su hija a ser una figura fuerte y decidida para el futuro de Rudeltlantik.

El legado de Elena Meyer no fue solo su amor y devoción hacia su Alfa, sino también su impacto en la historia de la manada, inspirando a futuras generaciones y cimentando la inclusión de mujeres en roles de liderazgo.

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Registro de Anna Niche de Rudeltlantik: La Primera Alfa Mujer, Luna de Jeff Zickerman

"El liderazgo no tiene género, solo corazón y propósito."

Anna Niche de Rudeltlantik, la octava sucesora de la tercera generación de la Manada Rudeltlantik, dejó una marca imborrable en la historia de su linaje. Como la primera Alfa mujer en la manada, Anna fue una líder que rompió esquemas y desafió tradiciones profundamente arraigadas. Su visión y valentía demostraron que el liderazgo no se define por el género, sino por el carácter y el compromiso. Nacida en 1467, Anna encontró a su compañero de vida y Luna, Jeff Zickerman, a los ciento diecisiete años. Jeff, un licántropo que vino al mundo en 1465, se convirtió en el primer hombre en asumir el rol de Luna en Rudeltlantik, estableciendo un precedente de inclusión y apertura.

La unión entre Anna y Jeff fue una declaración de que la fuerza y la firmeza pueden coexistir con la suavidad y la comprensión. Aunque algunos dentro de la manada percibían a Jeff como débil debido a su rol pasivo junto a Anna, esta pareja demostró que el equilibrio en una relación también es un pilar en el liderazgo. La crianza de su hijo, Elisey de Rudeltlantik, quien nació en 1641, fue una prueba de la capacidad de Anna y Jeff para criar a un sucesor justo, sin toxicidad ni prejuicios. Elisey, el sucesor número 37 de la tercera generación, ha tenido que luchar para ganar el respeto y la aceptación de algunos miembros de la manada que, por sus visiones conservadoras, cuestionaban el rol de su padre. Sin embargo, su liderazgo firme y su habilidad para unir a la manada han sido un reflejo del legado de su madre.

Recientemente, en el 2024, Elisey ha forjado una alianza amistosa con un licántropo descendiente del Brujo Elemental de Fuego, consolidando una unión que promete ser una de las más poderosas en la historia de la manada. Este pacto fortalece aún más la visión de Rudeltlantik como una manada abierta, justa y adaptada a los tiempos modernos, donde la tradición y el cambio coexisten en armonía.

Anna Niche dejó un legado de revitalización, demostrando con orgullo que una mujer puede ser una Alfa tan justa y fuerte como cualquier otro líder de Rudeltlantik.

[...]

Bruna no podía apartar los ojos del grueso volumen que descansaba sobre sus piernas. Las páginas, cubiertas de símbolos desconocidos, parecían cobrar vida a medida que los iba leyendo, transformando los extraños caracteres en palabras claras y vívidas en su mente. Era como si algún poder misterioso, latente en ella, tradujera cada línea sin que tuviera que hacer el más mínimo esfuerzo. Ese libro no estaba en alemán ni en español, sino en un idioma místico y ancestral que la fascinaba y atemorizaba al mismo tiempo. Aunque el volumen era impresionante, lo había terminado en menos de dos horas, algo que la llenaba de asombro.

El sonido de pasos en la biblioteca rompió la quietud del lugar. Bruna levantó la vista justo a tiempo para ver a Elisey, su Alfa, acercarse con una charola en mano. Llevaba un par de sándwiches de milanesa y una botella de jugo de melón, un detalle que la hizo sonreír sin darse cuenta. Al mirar el reloj en la pared, se sorprendió al notar que ya eran las ocho de la noche. Cuatro horas se le habían escapado entre las páginas.

-Pareces sorprendida -comentó Elisey, observándola con una mezcla de ternura y curiosidad.

-Es que... acabo de terminar de leer el libro más gordo que he visto -admitió Bruna, todavía procesando todo lo que había leído-. Y tengo demasiadas emociones encontradas. Las Lunas que tuvieron a lo largo de estas tres generaciones fueron extraordinarias. Siento que aún soy muy poco para todo lo que ellas lograron. ¿Sabes? -Se rascó la nuca con nerviosismo, un gesto que delataba su incomodidad.

Elisey sonrió de lado, enternecido por su preocupación.

-Aún te falta mucho camino para saber qué legado puedes ofrecer a nuestra manada -dijo con voz suave-. No te agobies por eso, mi pequeña Luna. Aunque debo decir que me parece curioso que hayas podido leer semejante libro en tan poco tiempo. Si sigues con ese ritmo, probablemente puedas leer los tres libros como te has propuesto.

La mirada significativa de Elisey le sacó una sonrisa orgullosa y divertida. Ella sabía que él dudaba de su velocidad para leer, pero también veía en sus ojos la admiración por su esfuerzo.

-Me gusta leer. Me meto tanto en la lectura que lo disfruto, y no me doy cuenta de cuánto he avanzado hasta que las hojas dejan de ser muchas y queda solo una última por leer -confesó, sintiendo que sus mejillas se calentaban. La pasión que sentía por la lectura y la escritura era algo que había formado una parte importante de su vida.

Elisey se acercó y, tendiéndole uno de los sándwiches, insistió con dulzura:

-Cena conmigo, y luego puedes seguir con tu lectura, mi pequeña Luna.

El sonido de su propio estómago, rugiendo ante el aroma de la milanesa, le arrancó una risa. Bruna aceptó sin protestar, dejando el libro sobre la mesa y acomodándose junto a Elisey. La charla entre ellos fue liviana y amena, y cada mordisco del sándwich le supo aún más delicioso, compartiendo esa pequeña pausa con su Alfa rubio.

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