Capítulo 38
Al sexto día, jueves. Me había quedado embelesada por la paz de mi 'encanto alemán', verlo dormir bajo las caricias que sus propios dedos delgados, pequeñas y suaves podían entreverarse entre esos cabellos rubios claros tan cedosos y producir la sensación plena de caer a mi merced era una sensación que hasta a mi podía producirme el placer y la plenitud de tener tal honor.
Tal vez nuestra situación no era aún la de una pareja oficial y personas comunes dentro de una sociedad, ni siquiera las de unas personas que representaban ser figuras importantes dentro de una manada de licantropos, por mero capricho a mi recuperación que Elisey no había cedido a su instinto, obligación y costumbre de marcarla como su mate, compañera y Luna de la manada; sus únicos temores ante eso eran: el dolor y la preocupación siguiente al no despertar pronto ante el nudo, pero tal vez no sería tan fuerte como para dejarla inconsciente porque ella al parecer no era una humana común y corriente, como si siempre lo había pensado.
Para ella misma, siempre había sido: Bruna una humana común, de mal carácter, con una familia disfuncional y que había huido de esta apenas había tenido oportunidad de hacerlo. Con dos trabajos a medio tiempo para mantenerse y consiguiendo de a poco sus sueños secundarios para algun día subsistir de su verdadera profesión.
Reprimió las ganas de suspirar, por otras ganas a las que tenía vergüenza de ceder pero también lo necesitaba hacer o se quedaba con las ganas. Por lo que, se quedó mirando un momento al Alfa Elisey, a ese rubio alemán de piel pálida, labios medio carnosos, y ojos de color azul celestes que justamente en estos momentos se encontraba con los parpados cerrados mientras ella seguía acariciándole sus cabellos por puro vicio ante esa sensación mutua que eso conseguía en ambos.
Tenía en cuenta, que solo estaba postergando que él fuera a levantarse a trabajar, a desayunar y seguidamente a dejarla nuevamente por esas mismas obligaciones que todo Alfa debía hacer para mantener equilibrada la manada.
Se inclinó hacia él, y con toda la delicadeza del mundo como la vergüenza misma y temerosa, depositó un beso en el medio de la frente de su adormilado highlander, como le solía nombrar para ella misma cuando podía ver el carácter de Bjorn (su lobo interior) a relucir en Elisey.
Detrás de ese beso, esos parpados descansando se abrieron como dos gotas de mar, una sonrisa y ronroneo similar al de un perro satisfecho por las caricias percipidas y ofrecidas por el humano, lo vio adormilado tomar delicadamente esa mano derecha con la que lo acariciaba y depositar un beso en la palma de mano al igual que rozar su nariz contra esta, como si fuera el hocico de un lobo caído ante ella.
-Hoy estás muy mimosa, ¿Es por algún motivo especial?-pregunta la voz varonil ronca y rasposa, casi seductora de Elisey, mirándola con gran adoración.
Ella sonríe ante la mirada cálida y sensaciones buenas que recibe con solo verlo, recuesta su cabeza en la almohada, ambos quedando acostados y mirándose fijamente.
—Acabo de darme cuenta de que echo mucho de menos tu compañía cuando me dejas aquí descansando. —confiesa con una sonrisa temblorosa, le daba un poco de miedo decirlo así como así.
Elisey suelta con delicadeza esa mano derecha y se aproxima a deslizar sus manos grandes, varoniles y calidas contra esos labios que le tiemblan.
—¿Y porqué me tiemblas?
—Por que la última vez que cedí al amor, solo me lleve la decepción, el dolor y la angustia...—susurra con melancolía y expresión triste— Se que no va a ser lo mismo contigo, pero igual me da miedo... Hace tanto tiempo me propuse olvidarme de los sentimientos propios para centrarme solo en mis historias ficticias o el relacionamiento formal de un ambiente laboral, siempre reservada y protegida.
Elisey al escucharla, hace una mueca ante la amargura que denota esa confesión clara.—Para ser una persona que parece haber elegido la soledad como mejor compañía, he podido notar que amas mi compañía. Nuestra —contesta suavemente para no incomodarla.
—En tan poco tiempo significas mucho para mi, a pesar que no sea una mujer loba, siento que los sentimientos afloran cada vez que compartimos cama, tiempo, o cualquier tipo de cercanía, solo me veo incapaz de ceder esa sensación de disfrutarte sin tener sentimientos de culpabilidad de haberlo hecho antes. —explica clara y concisa su estado actual— Además tus ojos me dejan estar en la calma y libertad del infinito cielo en las mañanas, mientras que en las noches veo el profundo mar que me relaja e incita ceder a ese encanto natural, eres mi refugio y mi verdad.
Elisey traga saliva ante las palabras tan profundas que su Luna le profesa tal como si fueran palabras ya escritas en un libro destinado para hacerlo caer enamorado ante ella. La escuchó en silencio, cada palabra parecía penetrar en su corazón de Alfa con una intensidad que jamás había experimentado antes. No solo era el profundo amor que sentía por ella, sino la manera en que su presencia lo desarmaba, lo hacía vulnerable de una forma que pocos podían comprender. Esa ternura, contrastaba con la fuerza de su lobo interior, que se debatía entre el deseo de protegerla, marcarla como suya, y la necesidad de darle el espacio que necesitaba para sanar.
Elisey deslizó lentamente su mano por la mejilla de ella, apartando con delicadeza un mechón de cabello que caía sobre su rostro. Su tacto, aunque firme, tenía una suavidad que solo le ofrecía a ella. Su Luna. Su compañera.
—Bruna, mi Luna... —murmuró, con una voz grave y algo rota—. No tienes por qué temer. Nunca seré como aquellos que te lastimaron. Quiero que entiendas algo —hizo una pausa, buscando sus ojos—. Eres mi todo, mi refugio, y como Alfa, mi único deseo es verte florecer a mi lado, no sofocarte con lo que sientes del pasado. Cada segundo que paso contigo, mi lobo se enloquece por tenerte, pero mi amor por ti es más grande que cualquier instinto. Te cuidaré y respetaré por siempre.
Notó cómo la mirada de Elisey cambiaba. El azul de sus ojos, que normalmente evocaba una calma infinita, se oscureció ligeramente en rojizo, indicio del conflicto interno que el Alfa estaba atravesando. Aunque controlado, había una corriente de deseo que era imposible ignorar, especialmente cuando su proximidad despertaba la esencia más primitiva de su ser. La cercanía de sus cuerpos, el calor que compartían en ese momento, avivaba las llamas de su conexión, una que aún no había sido consumada por completo.
Por reflejo respiró hondo, su cuerpo reaccionando instintivamente al magnetismo que Elisey desprendía. Su piel se erizó, y por un momento, sintió el llamado del lazo que los unía, ese que aún no había sido sellado oficialmente, pero que latía con fuerza en cada mirada, en cada caricia.
—Elisey, yo... —comenzó a decir, pero la intensidad de su mirada la silenció. Apretó sus muslos por esa intensidad.
Él se inclinó sobre ella, atrapándola bajo su sombra, pero sin ser opresivo. Lo que ella sentía no era temor, sino una mezcla de adoración y expectación. Las manos de Elisey la rodearon, su aroma la envolvió, ese aroma a bosque profundo y tierra mojada, tan característico de él. Todo en su presencia le gritaba protección y pertenencia.
—No tienes que decir nada más, Bruna —le susurró Elisey al oído—. Sé que temes al amor por lo que has vivido, pero no voy a permitir que eso te detenga. Te enseñaré que soy distinto. Que no tienes que temerme, ni a mí ni a este vínculo que nos une. —Hizo una pausa, con los labios apenas rozando la piel de su cuello, donde algún día la marcaría como suya—. Pero voy a esperar. Por ti.
Sus palabras eran tiernas, pero había algo en su voz que contenía un borde afilado, un deseo reprimido que sólo ella podía entender. Cada gesto suyo, cada toque, cada palabra hablaba de un control férreo, pero también de un amor desbordante que se encontraba en el límite entre la ternura y la desesperación.
Tratando de mantener la compostura, y sintiendo ese calor tan cercano, dejó escapar un suspiro. Todo en Elisey la hacía sentir segura, pero también vulnerable, expuesta de una manera que nunca había sentido antes. Era como si él viera más allá de su fachada, más allá de la mujer que había huido de su pasado y la encontrara tal como era: frágil, pero fuerte, rota, pero capaz de amar nuevamente.
—No sé cómo lo haces... —dijo ella suavemente, con una pequeña sonrisa temblorosa—. Haces que todo parezca más fácil cuando estoy contigo.
Elisey se inclinó un poco más, rozando con suavidad su nariz contra la de ella, una muestra de afecto que era íntima y dulce. No era una simple caricia, era una promesa. Una promesa de que él estaría allí, no importaba cuán largas o dolorosas fueran las sombras del pasado de Bruna.
—Porque eres mi luna, Bruna. Y yo soy tu Alfa. —Las palabras salieron de sus labios con una solemnidad que resonó profundamente en el aire entre ellos—. Te deseo, sí, pero más que eso, te amo. Y siempre lo haré a tu ritmo, en tus términos.
El nudo de atracción entre ellos latía con fuerza, pero Elisey sabía que el momento aún no había llegado. Bruna tenía que estar completamente segura, completamente dispuesta a abrir su corazón antes de que él pudiera reclamarla de manera total. Y aunque eso lo consumía por dentro, su amor y respeto por ella era lo suficientemente fuerte para controlar incluso los instintos más feroces de su naturaleza.
Y ella, al ver la devoción y la paciencia en los ojos de su Alfa, no pudo evitar sentir que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba sola.
Elisey se mantenía a su lado, controlando con firmeza el impulso de su lobo interior, que siempre estaba al acecho cuando Bruna estaba cerca. Aunque su cuerpo humano estaba en calma, había una tensión latente en sus músculos, una fuerza invisible que comenzaba a crecer en su pecho, llamando a su naturaleza más primitiva. Y entonces, casi como si sintiera la necesidad de protegerla de los fantasmas del pasado, algo dentro de él se activó.
Björn, su lobo, se hacía presente, manifestándose a través de sus ojos. Un brillo rojo intenso surgió de sus pupilas, opacando momentáneamente el azul celeste que normalmente los caracterizaba. Era un signo inconfundible de su rango, de su posición como Alfa. La esencia de Björn se asomaba al borde de su control, como una bestia impaciente, feroz, deseando reclamar lo que era suyo.
Inmediatamente lo notó. Los ojos de Elisey, que siempre la habían llenado de calma, ahora la miraban con una intensidad feroz, abrasadora. No era una amenaza, pero el poder y la pasión que emanaba de él eran inconfundibles. Una parte de ella sintió un ligero estremecimiento, no de miedo, sino de anticipación. Sabía que, aunque Elisey era el que dominaba a su lobo, Björn siempre estaba ahí, acechando, esperando el momento adecuado para surgir.
Elisey cerró los ojos un instante, respirando hondo para recuperar el control. Sentía a Björn empujando, queriendo manifestarse completamente, marcando su presencia con ese rojo intenso que solo los alfas de su calibre mostraban. Pero no. No era el momento, aún no.
—Lo siento —murmuró, su voz ronca y grave, con un leve temblor—. Björn siempre se impacienta cuando estás tan cerca de mí. —Sus ojos volvieron a abrirse, el brillo rojo atenuándose gradualmente, pero todavía presente en las profundidades de sus pupilas—. Él también te desea, te reconoce como suya, nuestra Luna. Pero no quiero que te sientas presionada, preciosa.
Ella, aunque sorprendida por la aparición del lobo, no pudo evitar sentirse aún más conectada a él. Sabía que Elisey luchaba constantemente contra esa dualidad, equilibrando su lado humano y su lobo, especialmente cuando se trataba de ella. Pero ese destello rojo en sus ojos también le recordaba que estaba al lado de un ser poderoso, un Alfa que haría cualquier cosa por protegerla y amarla.
—Sé que él también está esperando, al igual que tú —respondió suavemente, acariciando el rostro de Elisey con ternura—. Y no tienes que disculparte. Sé lo que significo para ti, para ambos.
Elisey asintió, permitiendo que el contacto de su Luna lo calmara. Björn aún estaba allí, observando desde el fondo de su mente, pero el control había vuelto. Las llamas del deseo y la posesión seguían ardiendo, pero el respeto que sentía por Bruna siempre prevalecía.
—Cuando sea el momento —dijo Elisey con voz profunda—, será perfecto. Hasta entonces, Björn y yo estaremos aquí, esperándote.
[...]
Tras ese momento tan íntimo y cargado de emociones, ambos sintieron el rugido de sus estómagos, interrumpiendo la intensidad del instante. Elisey rió por lo bajo, un sonido que era raro en él, pero que a su vez a ella le hacía sentir esa conexión más profunda, un momento de calma tras la tormenta emocional que acababan de compartir.
—Parece que ambos necesitamos algo más que caricias esta mañana —murmuró Elisey, levantándose con una elegancia natural, tendiéndole la mano a ella para ayudarla a ponerse en pie.
Asintió afirmativamente, todavía sintiendo la calidez del momento, pero sabiendo que el hambre era un llamado que no podían ignorar. Tomó su mano y juntos caminaron hacia el ascensor de la tercera planta, donde la habitación del Alfa dominaba la vista de la Torre. En cuanto las puertas se cerraron tras ellos, un silencio cómodo los envolvió. Elisey estaba sereno, pero en el aire aún flotaba esa tensión sutil, esa atracción constante que compartían, y aunque el ascensor descendía suavemente, parecía que el deseo entre ambos subía lentamente.
Al llegar a la planta baja, Elisey soltó su mano suavemente, pero no sin antes pasar su pulgar por la piel de su muñeca, un gesto apenas perceptible, pero que provocó en ella un ligero escalofrío de anticipación.
—Lo estás haciendo a posta.
Elisey al escucharla decir aquello, esbozó una sonrisa ligera de picardía.
—No he hecho nada, cariño.
Cada uno con sus ojos azul celeste contra los ojos marrones, se mandaban miradas desafiantes pero se resignaron a quedar callados, porque mientras mas se desafiaran, más parecía que la tensión juguetona y no consumada entre ellos se acentuaba. Ambos siguieron por el pasillo hacia la cocina, donde se encontraron con la parejita de Omegas, Melanie y Jhon, quienes ya estaban preparando la primera comida del día.
Melanie, una mujer menuda con una sonrisa siempre dispuesta, les dio una rápida mirada, notando enseguida la atmósfera cargada entre ellos. Jhon, más reservado pero igual de atento, saludó con una ligera inclinación de cabeza al Alfa y a su Luna no marcada, mientras se preparaba para tomar las órdenes. Los Omegas, como cocineros personales de la Torre Alfa, estaban acostumbrados a la presencia de los dos, pero no podían evitar sentir el aura de poder y atracción que desprendían, aún en los momentos más cotidianos.
—¿Qué les apetece esta mañana? —preguntó Melanie con un tono ligero, pero con esa deferencia natural hacia Elisey.
Elisey, con su habitual frialdad exterior, pero con una pequeña sonrisa que reservaba para Bruna, habló primero.
—Algo ligero pero sustancioso. Carne, preferentemente. —Sabía que necesitaba algo fuerte para saciar no solo su hambre física, sino también para controlar el fuego latente que sentía cada vez que estaba cerca de ella.
La atracción era tan magnética a su lado, que aún podía sentir el roce reciente de su piel contra la de Elisey, pidió algo más simple.
—Solo un café con leche y pan, por favor.
Mientras Melanie y Jhon se ponían manos a la obra, ella y Elisey tomaron asiento en la mesa de la cocina. Aunque sus cuerpos estaban separados, la tensión seguía presente, una corriente invisible que los mantenía conectados. Elisey, con su postura relajada pero dominante, observaba a ella con esos ojos azul celeste que ahora brillaban con un matiz más profundo, un brillo de deseo controlado, pero siempre presente.
—No puedo dejar de pensar en ti —murmuró él en voz baja, solo para que ella lo escuchara.
Bruna, sin apartar la vista de la taza de café que tenía frente a ella, sintió el calor subir por sus mejillas. Sabía que él la observaba, pero también sabía que había algo más profundo entre ellos que iba más allá de la mera atracción física. Se sentía deseada, sí, pero también respetada, y esa mezcla de emociones la hacía quererlo más.
—Yo tampoco —admitió finalmente, levantando la mirada y encontrándose con sus ojos.
Elisey se inclinó un poco más hacia ella, sin romper el contacto visual.
—Pronto, Bruna. Cuando estés lista, serás completamente mía.
La promesa estaba allí, flotando en el aire entre ellos, cargada de deseo y algo más profundo. Pero en ese momento, respetaban el espacio y la presencia de los Omegas, quienes, aunque parecían ocupados, no podían evitar sentir la atracción palpable que envolvía a su Alfa y su futura Luna.
Melanie dejó los platos sobre la mesa con una sonrisa ligera, tratando de no interrumpir la conexión que sentía en el ambiente. Elisey tomó el tenedor y empezó a comer con calma, aunque su naturaleza feroz como Alfa siempre se asomaba en su apetito. Bruna, por su parte, sorbió su café con pequeños sorbos, pero no pudo evitar mirar de reojo a Elisey mientras devoraba su comida con una intensidad controlada, su poder latente incluso en los gestos más simples.
Era una escena aparentemente cotidiana, pero bajo la superficie, tanto ella como Elisey sabían que lo que compartían era un fuego necesitando ser consumado pronto.
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