Capítulo 33
Al cuarto día de su semana de recuperación, todo había empezado bien. Un buen tete mañanero y el pan, que nunca faltaba como compañero. Sin embargo, para su mala fortuna, Elisey había tenido que salir inmediatamente para cumplir con su obligación como líder, pero en el rubro de las finanzas. Hoy había descubierto que Elisey era dueño de Zickerman Enterprise, una cadena de importaciones de moda, pesca y carne, además del mayor generador de ofertas laborales constantes. Ese había sido su motivo inicial para llegar a Paraguay: extender sus manos solidarias para crear ofertas laborales en Alemania.
«De ninguna manera nos habríamos encontrado de ser así. Antes de verlo ni me interesaba aprender alemán, y ahora me veo en aprietos por eso mismo», pensó con un peso en sus hombros tan tangible que se obligó a permanecer sentada en el pasto frente a la cabaña Alfa.
Había decidido levantarse de la cama para admirar la belleza natural, disfrutar un momento del tereré y de la tranquilidad que rodeaba la casa. Aunque, en realidad, su intención era darle la bienvenida a Elisey; ya lo echaba de menos.
Sorbió de la bombilla mientras disfrutaba del tiempo agradable y templado del verano.
—¿Qué se supone que es esa bebida? —preguntó una voz varonil y alemana, expresando clara curiosidad desde atrás. La voz era amigable y cordial.
Ella volteó a ver, intrigada.
—¿Hablaste en español? ¿O es que al fin pude entender sin ayuda? —respondió con otra pregunta.
El joven pelirrojo, de cabello corto y ondulado, la miraba divertido.
—Hablé en español. Lamento que no sea lo segundo —respondió él con total sinceridad, sus ojos azules mostrando disculpas. Su piel caucásica era tan común como todo en el pueblo. Al parecer, aún no había visto a nadie de tez más morena.
—Oh, descuida... —murmuró ella, algo desanimada. Luego recordó que el joven seguía esperando una respuesta, por lo que, avergonzada, saltó ligeramente—. Acertaste, es una bebida refrescante originaria de Paraguay. Es yerba mate a la que se le agrega agua fresca. No tiene mucho sabor, pero refresca el alma.
—Ya veo, es como tomar Coca-Cola con Strohhalm, aunque el tuyo parece muy diferente al que nosotros usamos. ¿Es de metal? —preguntó él, acercándose con curiosidad y sentándose en el pasto, aunque sin invadir su espacio personal.
—Esa palabra rara... ¿significa "pajita"? —preguntó ella con vergüenza, ni siquiera atreviéndose a pronunciarla—. Nosotros le llamamos bombilla porque suele ser de metal, para que la gente no la muerda y para filtrar los granos de yerba y evitar atragantarnos.
—Así es, Luna.
Al escuchar que la llamaba así, sintió una oleada de nostalgia invadir su corazón. «Maldita sea, ya extraño a Elisey», se reprochó, molesta por la pequeña dependencia que había desarrollado hacia él.
—Cada país tiene nombres extraños para estas cosas. Me sorprende no haberlo sabido antes —comentó. Luego pensó: «oh, cierto, bloqueé el alemán de mi mente».—Por cierto, ¿quién eres?
—Soy el omega del escuadrón del Alfa, Lucas Schneider. Me encargo de aconsejar al Alfa, así como de la preparación y el entrenamiento táctico y estratégico de los guerreros de la manada —se presentó con detalle ante la curiosidad de la Luna de su Alfa.
—Oh, es interesante saber que los omegas son respetados y preparados para tanta responsabilidad —admitió ella, intrigada por su rango.
—Entonces era cierto que nuestra Luna escribe historias sobre nuestra especie —comentó Lucas.
—Sí, así me gano la vida en mi tiempo libre —respondió.
—¿Y el resto del tiempo? —preguntó Lucas, curioso.
—Era mesera. Pero... estando aquí, no sé si podré seguir trabajando de esa forma. Me encantaba trabajar para doña Jime —contestó, recordando con nostalgia a la amable señora—. Dejemos de hablar de mí o empezaré a extrañar mi vida en Paraguay.
—¿Tan mal te trata la vida aquí? —preguntó él, preocupado.
—No, no es eso. Solo que me frustra no tener un chip en mi cabeza que pueda traducir automáticamente su idioma y socializar como normalmente lo haría. No puedo llamar a Seelie cada vez que necesito traducir o hablar, porque consume mucha energía vital —admitió, expresando tranquilamente su frustración—. En estos días, he soñado que ya podía hablar y entender alemán.
—Parece que lo deseas con mucha fuerza, pero no te sobreesfuerces. No hay prisa, Luna —dijo comprensivo el omega.
—¡Pero claro que hay prisa! —exclamó ella, inconforme—. Elisey dijo...
—La presentación de la Luna no es tan urgente si no emprendes pronto el viaje. Aunque dudo que nuestro Alfa pueda abstenerse de marcarte por mucho tiempo —respondió Lucas.
Ella se quedó en blanco tras escucharlo. No sabía qué decir. Todo esto sobrepasaba su capacidad para manejar sus problemas.
—Por cierto, ¿dónde está Elisey? —preguntó, intentando distraerse de la ansiedad que se acumulaba en su mente.
—Fue al sector oeste, a la Oficina Des Alpha Überwächers. Allí se administra el negocio empresarial del Alfa, y con su regreso repentino ha dejado algunas cosas sin resolver —comentó Lucas, pensativo.
—¿Y eso está lejos de aquí? —preguntó, curiosa, mientras servía otra ronda de tereré y se lo ofrecía a Lucas, quien la miró confundido—. Refréscate conmigo, si puedes. Solo debes sorber el agua suavemente para que fluya por tu boca y tragarla.
Lucas, confundido, acepta, siguiendo las instrucciones de su Luna. Quedó encantado por la sensación mentosa y refrescante en su garganta tras sorber el agua con ese vaso extraño.
—Está agradable. ¿Es normal que se pueda compartir, o ha hecho una excepción esta vez?—le pregunta Lucas, devolviéndole el tereré.
—El tereré normalmente se comparte entre amigos y familia —responde ella divertida.
—Ya veo. Siento que estando a su lado podría aprender muchas cosas interesantes —comenta Lucas, sintiendo aún el alivio de la bebida en su garganta.
—Nunca se deja de aprender realmente. Así que, si aprendes de mí, espero que de ti se me pegue tu acento o que pueda hablar más alemán. ¡Aunque sea un poco, sería bienvenido, lo juro!—exclama ansiosa por lograrlo pronto.
—¿Y cuándo piensas comenzar con las clases del idioma?
—Buena pregunta. Probablemente cuando pueda mantener una conversación sin sentir ganas de dormir —admite Bruna, revelando su falta de interés en aprender realmente el idioma por su cuenta. Le daba nervios que alguien perdiera el tiempo cuando no nacía realmente de ella la necesidad, sino porque debía coexistir con el idioma no de manera natural.
—¿Y no has pensado en practicar poco a poco el control de tu elemento, o en solucionar problemas internos uno por uno?—pregunta Lucas al ver la batalla interna tan transparente en su rostro. Era claro que el alemán le llamaba la atención, pero algo le bloqueaba esa curiosidad. —¿Qué te mantiene bloqueada?
—No quiero hablar de ello. No te ofendas, pero no es algo que deba hablar contigo. Sé lo que debo hacer, solo que no me da la gana —responde nuevamente mientras suspira, dejando la guampa en el portavasos del termo de cuero.
—Comprendo. Lamento haberle importunado —se disculpa Lucas, avergonzado por haberla hecho sentir incómoda.
Ambos se quedan en un silencio cómodo. Realmente no sabían qué decir, como si la conversación fluida se hubiera pausado con un muro frío de hielo, especialmente porque ella se había quedado mirando el suelo, acariciando el pasto verde.
—No has hecho nada mal, no te sientas culpable, Lucas...
El omega levantó su mirada hacia ella, al verla más relajada.
—Estoy tan frustrada conmigo misma que no me doy cuenta cuando me cierro nuevamente. No es consciente, solo es mi modo de protegerme —le dice Bruna.
—Creo que puedo entenderte. Tienes muchas cosas que aclararte a ti misma, y nuestro mundo no está siendo fácil de hacerlo propio, ¿no?
—Creo fielmente que una vez que sepa hablar el idioma, todas mis inseguridades y mi actitud reservada al menos disminuirán un poco. Estoy demasiado a la defensiva...
El omega Lucas asiente. Aunque su espalda se cuadra y su cuerpo se tensa, se levanta inmediatamente del pasto y toma distancia de ella. Esto hace que el ceño de la castaña se frunza con intriga, mientras voltea su rostro hacia donde él parece mirar.
Elisey se encontraba caminando a lo lejos, en el lado del patio trasero, acompañado por el Beta Leo, el Delta Elias y una chica morena de cabello corto con lentes. La seriedad que reflejaba el Alfa era tal que Bruna comprendió el motivo del nerviosismo de su nuevo amigo, Lucas.
Se levantó del pasto, tomando su termo y guampa por la manija. Se sacudió el pasto y polvo de su retaguardia con la ayuda de su mano izquierda, para luego dirigirse hacia ellos con una mirada más aliviada e indiferente. Sin embargo, su corazón dio una sacudida al empezar a reconocer de lejos a la chica morena.
—Omega Lucas.
—Alfa, bienvenidos sean —saluda lo más despreocupado que puede el Omega Lucas, aunque se rasca el cabello con nerviosismo. —Me alegra que hayan vuelto pronto.
Mientras tanto, el Delta Elias se encontraba detrás del Beta Leo, quien parecía estar calmado y listo para intervenir si había alguna incomodidad clara en la Luna.
Sin embargo, Bruna dejó caer su termo al suelo repentinamente al mirar directamente a los ojos de la joven morena de unos veintiún años.
—¿Pan? —preguntó con una emoción clara en su rostro. Estaba emocionada y asombrada, con una sonrisa de incredulidad.
La joven morena con lentes jadeó asombrada al verla también, compartiendo la misma emoción.
—Mermelada —la nombró con un tono tan profético y divertido, dando unos pasos hacia el reencuentro, olvidándose de la compañía con la que había venido.
Ambas se acercaron y se abrazaron, riendo tan emocionadas que no se dieron cuenta de que las personas a su alrededor estaban de piedra ante la conexión innegable que se había instalado en el reencuentro. La Luna, emocionada, no pudo evitar reír plenamente mientras abrazaba cariñosamente a la morena, quien reía encantada y aliviada con el amor tan cálido de Bruna.
—Esto es extraño... Ambas se conocen, eso es obvio, ¿pero de dónde? —preguntó el omega, tratando de calmar el ambiente, ya que veía los celos encendidos en la mirada de Elisey.
Había una conexión tangible entre las mujeres, una conexión muy cariñosa que había tensado al Alfa. Fue Bruna la primera en soltar a la joven morena. Con una mirada ilusionada y feliz, se alegraba de tener una conocida en este pueblo, y eso era innegable.
—Beta Mallomy, ¿puede soltar la mano de mi Luna? —pidió Elisey con un tono posesivo, sintiéndose incluso avergonzado de sentirse así.
Bruna enseguida lo miró mal.
—No. Ella no se va a alejar de mí. Es la única que conozco aquí y es mi amiga.
—¿Cómo? —gruñó receloso el Alfa.
Fue entonces cuando el Delta Elias soltó una exclamación al unir los cabos.
—Pan y Mermelada se reunieron... Y eso solo significa que... Ahora ya entiendo por qué me parecía conocida la Beta —exclamó el Delta, totalmente asombrado por la relación tan evidente que ambas tenían solo con mirarse.
—Explícate mejor, Delta —gruñó impaciente Elisey.
Mientras tanto, la morena, nerviosa, se refugió detrás de Bruna, molestando aún más a Elisey, quien tenía todas las intenciones de apartarlas como si fuera un perro en celo, protegiendo su terreno privado.
—Ya basta, Elisey. Carajo —gruñó Bruna, igualmente molesta.
—Bruna, creo que deberías bajar el tono con el que le hablas —susurró la Beta Mallomy.
Elisey tenía la mirada rojiza, mientras que el Beta, el Delta y el Omega se habían puesto frente al Alfa para detener sus claras intenciones.
—¿Por qué la defiendes? —gruñó el Alfa, mirando a su Luna con furia.
—Porque es mi mejor amiga desde hace nueve años. No voy a dejar que me alejes de mis amistades —exclamó Bruna, igualmente defensiva, liberal y protectora hacia la Beta. Como si ella fuera una cachorra para la Luna.
—¿Tu amiga? Pareces más que eso —contestó Elisey, reticente.
«Los celos están en el aire», pensó Bruna al escucharlo. Suspirá y se acercó a él para tranquilizarlo.
—Bueno, me atrapaste. Fue esa exnovia de la que te comenté la otra vez, pero ahora solo somos mejores amigas. ¿Puedes entender eso, mi Alfa? —preguntó Bruna, cediendo al respeto que debía mostrarle ante sus compañeros de manada y ante desconocidos.
—¿Eres bisexual? —preguntó sorprendido el Beta, mientras que el Delta trataba de callarlo.
Los hombros tensos y la calidez del Alfa aumentaron, entrando en un estado de celos completo. Empujó a su escuadrón para agarrar a su Luna con una posesividad exacerbada, mirando con seriedad a la Beta Mallomy.
—Podría decirse que sí. Pero ahora estoy con el Alfa, así que supongo que esa naturaleza mía velará por la fidelidad ante todo —acertó a decir la Luna Bruna, mientras suspiraba resignada, aceptando que no se liberaría del agarre de su Alfa. — A todo esto, ¿por qué estás aquí, Omy?
La Beta Mallomy se acercó con cierto nerviosismo.
—He encontrado a mi mate en esta manada, y creo que la conoces, Bru.
Las cejas de la joven Luna de cabello castaño se levantaron en sorpresa. Además, había escuchado la mención de dicho rango de la boca de Elisey.
—Demasiadas noticias de una sola vez, pero creo que resistiré una más. ¿Quién es? —preguntó, aventurada por la adrenalina y la calidez de la respiración de Elisey en su cuello.
El Alfa la mantenía sujeta de tal manera que su espalda chocaba contra el dorso del rubio, y solo podía mirar al frente, sintiendo la respiración de Elisey en la nuca.
—Es Crystal. Es mexicana también. Nos reconocimos hoy en la puerta Oeste de la Manada Rudeltlantik, y descubrí que ha estado todo este tiempo aquí —contestó nerviosa la Beta Mallomy.
Bruna jadeó y se tensó por completo. Cerró los ojos, intentando no sentirse molesta, incómoda e incluso aliviada. Sin embargo, se sentía tan incómoda ante el destino lobuno que no sabía cómo responder, tan al punto que no se dio cuenta de que un Seelie acuático había aparecido, convirtiéndose en un gran león de agua, listo para atacarla.
—Bruna, abre los ojos y cálmate.
—No puedo, tengo ganas de vomitar —admitió temblorosa.
—Lo siento, Bru. No he podido evitarlo. Si necesitas espacio, me voy...
—¡No! No quiero, no te vayas, solo... —empezó a decir, pero de su boca salió todo el líquido del tereré, directamente a un costado donde nadie estaba.
Vomitando todo su malestar ante la noticia, perdiendo color y preocupando a Elisey de sobremanera.
—Beta Mallomy, dígame quién rayos es la Omega Hernández para mi Luna —exigió inquieto, blasfemando en otro idioma al ver cómo las arcadas líquidas en su Luna parecían no parar.
—Crystal fue su novio... hace unos años. Alfa —contestó en sumisión ante el mal carácter que demostraba Elisey.
El Beta sintió escalofríos al escuchar otra grosería salir de los labios de su Alfa. «El alemán en estos momentos debería ser como palabras censuradas para la Luna», pensó Leonardo.
—Cada día me sorprende más los giros que la vida te ofrece, Bruna —comenta riendo un poco el Delta Elias, sin poder evitarlo. Esto le recordó el desmadre que solía ser parte de su vida y cómo conoció a La Luna, entre caos y confusión.
—Mejor cállate, Ice —se queja con voz rasposa Bruna, temblorosa.
Los ojos del Delta Elías Zachary brillaron con nostalgia y diversión al ser nombrado así.
—Nunchi, no has cambiado mucho.
—¿De dónde me suena ese apodo? —murmura la Beta Mallomy— ¡Oh, no manches! ¡Tú eres el famoso Elay, el maldito cínico y orgulloso loco que desapareció hace años!
El Delta sonríe con orgullo ante el título como si los años no hubieran pasado.
—Igual, no te mereces hablarle a Bru. Nunca volviste a ella, así que nunca estuvo destinada a estar cerca tuyo —defiende con seriedad la Beta Mallomy, protegiendo a su amiga.
El Delta Elias estaba a punto de mostrarle lo que era capaz, listo para atacarla. Sin embargo, el Beta Leo, su pareja, intervino.
—Elias, cálmate. Ya tenemos suficiente drama con la Luna y el Alfa como para que tú añadas más —gruñe el Beta Leonardo, luego mirando a la Beta Mallomy— No fue culpa de Elias no haber regresado, fui yo el causante de haberlos alejado.
La noticia dejó estática a la Beta mexicana Mallomy, y otra persona la recibió con una herida aún más profunda.
—Bruna, mi Luna... Por favor, cálmate —susurra cohibido Elisey al verla llorar silenciosamente, mientras ella miraba al Beta Leonardo con incredulidad.
—¿Tú...? ¿Qué tú qué? —dijo Bruna con un tono gélido, mientras sus manos temblaban pálidas. El Seelie se transformó en un gran león de agua, sobrevolando en dirección a ella. Intentó calmarla, pero el agua del guardián acuático reflejaba una clara turbulencia.
—Mierda, ¿qué hace un Seelie cerca de Bru? —pregunta nerviosa la Beta Mallomy.
—Cariño, por favor, respira conmigo. El Beta Leonardo lo dijo sin pensar, quizás ni lo quiso decir —intenta intervenir el Alfa para calmar a su Luna.
Sin embargo, el aire se volvía cada vez más húmedo, como si el agua del Seelie estuviera filtrándose en el oxígeno.
—¡No! ¡¿Por qué lo dijiste?! —exige Bruna, visiblemente alterada.
El Beta Leonardo tragó saliva y la miró con preocupación.
—No hablé sin fundamento, Alfa. Fui yo quien los separó, por celos. Él parecía estar enamorado de ti, así que le hice elegir entre tú y yo, y me eligió a mí porque soy su mate —expone el Beta Leonardo, sumiso ante la furia de la Luna—. Más tarde me enteré de que Elias solo te consideraba una hermana mayor, pero cuando lo dejé buscarte, ya no tenías el mismo número telefónico y él se rindió, dolido al no poder encontrarte. Yo... No te pido que me perdones, solo... Solo que le des una oportunidad a mi mate.
Bruna quedó completamente inexpresiva, una señal clara de que las emociones la habían sobrepasado. Permaneció quieta y temblorosa.
Abrió y cerró varias veces la boca, con temblores en los labios, pero solo pudo susurrar:
—Elisey, ya no quiero hablar.
Las lágrimas gruesas seguían derramándose por las mejillas de Bruna, quien se escondía en el torso de su Alfa mientras él la alzaba entre sus brazos, decidido a llevarla a la casa.
—Beta y Delta, lleven a la Beta Mallomy a su residencia. Hablaremos otro día —ordena el Alfa.
Ambos asienten, y Mallomy suspira profundamente, como si la escena le hubiera restado años de vida.
—Iré a avisarle a la Omega Crystal que estarás alojada en la Torre Residencial Beta —comenta el Omega Lucas.
Sin más, el escuadro se aleja y el Alfa, con Bruna en brazos, se dirige en silencio hacia la habitación que ambos comparten. El Seelie los sigue de cerca, flotando en un estado de inquietud.
«Los disgustos y las noticias nos atormentaron intensamente hoy,» piensa Björn, agobiado.
«Quisiera que pudiéramos ayudarla a digerir estas noticias,» añade Elisey, preocupado.
«Tienes razón, ha recibido muchas noticias y aún nos debe explicar muchas cosas,» concordó Björn, el lobo interior, ante las palabras de su anfitrión.
Para ser el cuarto día de la semana de recuperación, sin duda había sido un día extremadamente intenso.
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