Capítulo 31
El Alfa Elisey caminaba con paso firme, cargando a su adormilada Luna sobre su espalda. Bruna, tras el esfuerzo de conseguir el regalo que había deseado, finalmente sucumbió al cansancio. Su resistencia física había durado lo suficiente como para cumplir su objetivo, pero la batalla interna por mantenerse de pie terminó cuando su cuerpo comenzó a mostrar señales evidentes de agotamiento: ojeras pronunciadas, ojos vidriosos, una temperatura en descenso, y una debilidad tal que, avergonzada, le pidió en voz baja que la llevara en "upa". Al principio, el término en su lengua guaraní lo tomó por sorpresa, pero cuando ella le susurró su significado (referido a ser cargada en brazos o sobre la espalda), entendió el motivo de su sonrojo y el tono tímido con el que había hablado. Ahora, mientras caminaban entre las tiendas y cabañas, bordeando el sendero que los llevaría hasta la Vía de las Estrellas, Bruna ya estaba profundamente dormida, con su cabeza apoyada en el hombro del Alfa y una fina línea de saliva escapando de sus labios, producto del agotamiento extremo.
-Nunca pensé verte así, Elisey. Desarmado por una mujer -dijo el Beta Leo con una sonrisa, mientras llevaba en las manos el regalo por el que Bruna había insistido tanto en salir a buscar-. Pero supongo que es cierto, estar con la persona correcta parece arreglar todo.
Elisey, con su cabellera rubia reflejando la luz de la luna, ajustó su agarre sobre las nalgas de su Luna para asegurar que no se resbalara. Bruna lo abrazaba inconscientemente, con sus brazos enredados alrededor de su cuello, colgándose de él como si fuera su salvación.
-Ni yo lo hubiera imaginado -admitió el Alfa, susurrando con una mezcla de ternura y resignación-. Me desarma, me recompone, me frustra, y me ama de una manera tan espontánea... Me vuelve loco. La amo con locura.
«La adoramos», intervino Björn, el lobo interior de Elisey, reforzando ese vínculo que ambos compartían con su Luna.
-Aunque, debo admitir, tiene el carácter de mil demonios. ¿Y el Seelie? -Leo resopló, incrédulo-. No se separa de ella, y sigo sin entender por qué.
-Seelie es su mayor aliado. Está con ella por elección, no porque deba -aclaró Elisey, mientras seguían su trayecto de vuelta.
-¿Cómo es eso?
Elisey guardó silencio unos segundos mientras cruzaban el umbral de la cabaña. Leo se apresuró a abrir la puerta para que pudieran pasar, observando con una mezcla de respeto y preocupación al ver la devoción con la que su Alfa cuidaba de su Luna dormida. Al llegar al ascensor central, Leo lo acompañó en espera.
-Bruna es tranquila, pero cuando sus emociones se descontrolan, el caos podría ser devastador. Su habilidad elemental es peligrosa si no la controla. El Seelie está para ayudarla a mantener ese equilibrio -explicó Elisey, su voz en un tono grave.
-Entonces, no es una humana común -murmuró Leo, sorprendido.
-Nunca lo fue -respondió Elisey, con un aire de misterio en su voz-. Aunque viviera entre humanos, siempre fue diferente. Creo que su esencia es parte de lo que somos.
-¿Y qué tan especial es nuestra Luna? -preguntó Leo, con preocupación en sus ojos.
El ascensor llegó a su destino, y Elisey entró, asegurando que Bruna estuviera cómoda sobre su espalda antes de continuar.
-Su destino es viajar -respondió Elisey con un tono resignado-. Y debemos prepararla para que regrese a nosotros, a la manada Rudeltlantik. Traerá consigo conocimientos que nos harán crecer, pero el camino no será fácil.
-¿Una viajera? Pero viene del mundo humano, no tiene experiencia -Leo frunció el ceño, incrédulo.
-No es una viajera común. Para ser lo que su linaje le demanda, deberá enfrentarse a desafíos que la transformarán. Solo entonces podrá quedarse con nosotros y ser feliz. -Elisey habló con un peso en su voz, como si esa verdad le doliera profundamente.
Leo asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación. Sin embargo, su optimismo no flaqueó.
-Traerá recompensas valiosas, estoy seguro. Si es tan especial, la manada debe confiar en ella y darle el apoyo que necesita. Después de todo, ya me ha demostrado que no es débil, se enfrentó a la agresión de una Loba Gamma sin perder la compostura ante su gran desventaja, y eso es mucho decir.
Elisey esbozó una pequeña sonrisa, agradecido por las palabras de su Beta. Sabía que el camino que Bruna debía recorrer era peligroso, pero confiaba en su fuerza y determinación.
-Por eso, una vez que se recupere, quiero que el escuadrón -todos menos nuestro Delta Elias- me ayuden a prepararla para su viaje -pidió Elisey, su tono sincero y urgente.
-Cuenta con ello, Alfa. Haremos lo que sea necesario para proteger a nuestra Luna y a la manada -respondió Leo con determinación.
-Gracias, Leo. Nos veremos más tarde, intentaremos bajar para la cena. -Elisey se despidió mientras el ascensor se cerraba.
Leo observó cómo el Alfa se alejaba con Bruna, sabiendo que ambos necesitaban ese descanso merecido. Pero en su mente, las preocupaciones no desaparecieron. Si Bruna era tan especial como Elisey decía, el peligro que la acechaba en su destino podría no solo destruirla a ella, sino también arrastrar a su Alfa y a toda la manada con ella. Era un riesgo que no podían subestimar, pero Leo confiaba en que, con el apoyo adecuado, podrían enfrentar cualquier adversidad.
Elisey llevó a Bruna con cuidado hasta su habitación, una mezcla de paz y preocupación reflejada en sus ojos mientras la colocaba suavemente sobre la cama. Su cuerpo menudo y agotado descansaba tranquilamente, ajena a los pensamientos tormentosos que recorrían la mente del Alfa. Acarició su mejilla, notando lo fría que estaba, y se inclinó para besar su frente.
«Debe descansar más», pensó, mientras su mirada se endurecía, consciente del delicado equilibrio en el que se encontraba su Luna. El Alfa podía sentir que el tiempo se agotaba, y que la misión de preparar a Bruna para lo que venía sería más difícil de lo que había imaginado.
Se levantó lentamente, asegurándose de que Bruna estuviera cómoda antes de girarse hacia la ventana de su habitación. La vista del bosque, con la luz de la luna colándose entre los árboles, era un recordatorio constante de la dualidad de su vida. Era el líder de una manada fuerte, pero al mismo tiempo, un hombre atrapado en el miedo de perder a la persona que más amaba.
Björn, su lobo interior, permanecía inquieto, dando vueltas en su mente como un animal enjaulado. Ambos sabían que el tiempo de protegerla sin intervención externa se estaba acabando. Bruna no era solo una Luna, ni una simple mujer que había vivido entre humanos. Era algo mucho más profundo, una pieza crucial en el destino de la manada, y de alguna manera, también del mundo sobrenatural.
Elisey suspiró, frotándose el puente de la nariz, intentando liberar algo de la tensión que sentía.
-Todo estará bien -se dijo a sí mismo en voz baja, aunque no estaba seguro si lo creía.
Cuando regresó a la cama, Bruna se movió ligeramente, su rostro angelical contorsionándose en una pequeña mueca de descontento, pero no se despertó. Elisey se quitó las botas y la chaqueta antes de sentarse al borde de la cama, observándola. A pesar de lo que ella pudiera pensar, Bruna era fuerte, mucho más de lo que cualquiera de ellos podía comprender aún. Pero la fortaleza no era suficiente; necesitaba control, un dominio total de su poder para enfrentarse al viaje que se avecinaba.
Mientras el Alfa se hundía en sus pensamientos, un suave toque en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Se levantó y abrió la puerta con sigilo para no despertar a Bruna. Del otro lado, estaba Nika, una de las Omegas más antiguas de la manada, con una mirada seria.
-Alfa -susurró-, los ancianos desean hablar contigo. Creen que ya es momento de discutir lo que sucederá con nuestra Luna y el viaje que mencionaste. Están preocupados.
Elisey asintió, no sorprendido. Sabía que la manada no había estado ciega a lo que ocurría. Los rumores sobre la naturaleza especial de Bruna se habían esparcido como el fuego, y los ancianos siempre eran los primeros en querer respuestas.
-Voy enseguida -respondió con voz grave.
Nika hizo una pequeña reverencia antes de desaparecer por el pasillo. Elisey cerró la puerta con suavidad y miró una vez más hacia Bruna, ahora profundamente dormida.
«Tendré que dejarla por un momento», pensó con pesar. No quería alejarse de ella ni un solo segundo, pero las responsabilidades del Alfa no podían esperar.
Elisey salió de la habitación y caminó por el pasillo en dirección al salón de reuniones al segundo piso, justo bajo el de la tercera planta en el que estaba, sus pensamientos divididos entre la discusión que se avecinaba y la seguridad de su Luna. Al llegar, los ancianos ya estaban reunidos, esperándolo.
-Alfa Elisey -comenzó uno de los ancianos con voz grave-, estamos aquí porque la situación con la Luna ha llegado a un punto crítico. Sabemos que su poder es inmenso, pero también sabemos que no tiene control sobre él. Esto pone a la manada en riesgo, y a ella misma.
Elisey asintió, sentándose frente a ellos, preparado para lo que vendría.
-Lo sé -respondió con firmeza-. Por eso les he pedido a todos su ayuda. Bruna está destinada a algo mucho más grande que lo que imaginamos, pero necesita preparación. Y para eso, los necesito a ustedes.
Los ancianos intercambiaron miradas de preocupación, sabiendo que el poder de Bruna no solo era extraordinario, sino que su linaje como Domadora de criaturas elementales y mágicas complicaba aún más la situación.
-Alfa, confiamos en tu juicio, pero el riesgo es grande -dijo el anciano-. Si su poder sale de control antes de que esté lista, la destrucción que podría causar no solo afectaría a nuestra manada, sino a todo lo que nos rodea. Los cazadores ya han comenzado a oler algo extraño en nuestras tierras, y tememos que pronto lleguen aquí.
-Nuestros aliados mágicos nos respaldan; no permitiré que ningún cazador o enemigo se acerque a nuestra Luna -intervino Elisey, su tono decidido y severo-. Pero debo prepararla para lo que viene, y para eso, necesito que todos estén a bordo. Ella es la clave para que nuestra manada sobreviva, para que evolucione.
Uno de los ancianos, que había estado en silencio hasta ese momento, levantó la vista. Sus ojos mostraban sabiduría y un profundo respeto por el Alfa.
-Ella no solo debe aprender a controlar su poder, sino también a comprender y dominar su verdadera naturaleza como Domadora. Si lo que dices es cierto, Alfa, su linaje podría cambiar el rumbo de muchas cosas. No solo debe aprender a controlar a las criaturas elementales y mágicas que invoca, sino también a entender su papel como vínculo entre estos seres y la manada. ¿Sabrá adaptarse a esta responsabilidad?-preguntó el anciano Beta- Hans nos dijo la relación con los Seelie, y de la misión que tienen con ella, debes saber que no será una Luna que mantendrá sus pies sobre nuestro territorio, su destino es estar siempre en constante movimiento... ¿sabrá adaptarse, Alfa?
Elisey asintió, consciente de la gravedad de las palabras del anciano.
-Lo sé. Y por eso les pido que me ayuden a guiarla y guiarme. Bruna no es simplemente nuestra Luna, me costará hacerme a la idea. - Su habilidad para domar criaturas elementales y mágicas la convierte en una pieza vital para nuestro futuro. Debemos prepararla para que pueda controlar su poder y cumplir con su destino.
Los ancianos asintieron lentamente, sabiendo que la tarea de entrenar y proteger a Bruna sería monumental. No solo debía ser preparada para controlar sus habilidades, sino también para aceptar el rol que su linaje le había asignado.
-Entonces, comenzaremos dentro de una semana -dijo el anciano con resolución-. Será un largo camino, pero juntos, lo lograremos.
-Esperaremos a que ella complete su recuperación -añadió una anciana, Ex Alfa de la primera generación-. Una vez que comience su entrenamiento, también deberá seguir con la tradición y ser presentada formalmente como Luna de la manada.
Elisey asintió solemnemente ante las palabras de la anciana, la Ex Alfa, cuyo peso en la historia de la manada era innegable. Sabía que Bruna debía no solo fortalecerse y controlar su poder, sino también aceptar formalmente el lugar que le correspondía como Luna. Sabía que Bruna debía ser reconocida oficialmente para que su conexión con la manada fuera completa. Un proceso que, si bien estaba lleno de honor, también traía consigo responsabilidades y una conexión mucho más profunda con el espíritu de la manada.
-Lo sé, abuela -respondió Elisey con respeto, usando el título que muchos en la manada le otorgaban a la Ex Alfa-. Bruna deberá ser presentada en la ceremonia una vez esté preparada. No puedo permitir que enfrente su destino sin primero ser plenamente integrada en nuestra manada y ante todos . Su poder necesita estar completamente alineado con el nuestro.
Los ancianos intercambiaron miradas, asintiendo de acuerdo con su declaración. Sabían que el proceso sería complicado, pero estaban dispuestos a hacerlo necesario para asegurar que la Luna y la manada prosperaran. La tradición no solo era sagrada, sino necesaria para la estabilidad de la manada. Sin la ceremonia, el vínculo de Bruna con ellos no sería completo. Los rituales debían ser respetados, pero el Alfa sabía que había una presión de tiempo, y ese era su mayor desafío.
-Ella no será una Luna común -advirtió el anciano-.
-El vínculo con la manada la fortalecerá -continuó la Ex Alfa, su voz firme, pero suave-. Su habilidad para dominar a las criaturas elementales y mágicas la pone en un camino de constante cambio y adaptación. Debemos estar preparados para protegerla y apoyarla en cada paso de su viaje. Esto hará que siempre esté entre dos mundos, como bien sabes. Será nuestra Luna, pero no siempre permanecerá con nosotros. Esa es la dualidad de su destino.
Elisey apretó los labios, conteniendo la preocupación que sentía ante ese recordatorio. La naturaleza Seelie de Bruna implicaba que su vida no estaría limitada solo a la manada. Los Seelie, seres de la corte feérica, tendrían una influencia directa en su camino, y eso incluía el constante movimiento y los viajes que el anciano había mencionado antes.
-Su corazón siempre estará con nosotros -dijo Elisey, casi como un mantra-. No importa a dónde vaya, Bruna será nuestra Luna. Debemos prepararla para este destino, pero también para aceptar su rol como protectora de ambas realidades.
Los ancianos asintieron nuevamente, pero esta vez en silencio. Sabían que las palabras de Elisey eran ciertas, aunque no todos compartían la misma tranquilidad. La influencia de los Seelie traía consigo un peligro, una incertidumbre que ni siquiera el Alfa podría controlar.
-Entonces, Alfa Elisey -dijo uno de los ancianos-, confiamos en ti para guiar a Bruna. Pero también te recordamos que la ceremonia debe hacerse antes de su misión. Sin ella, su poder no será completo ni estará alineado con la nuestra. Debe ser una de nosotros, completamente.
-Lo sé -respondió Elisey, su tono firme, pero también lleno de preocupación oculta.
La reunión llegó a su fin poco después, y Elisey se despidió de los ancianos antes de regresar al lado de Bruna. Sabía que el tiempo era escaso, pero no podía acelerar el proceso sin poner en riesgo su bienestar. Ella debía estar completamente recuperada y preparada para enfrentar el destino que le esperaba.
Cuando abrió la puerta de la habitación, Bruna seguía dormida. Su respiración era tranquila, pero Elisey no podía dejar de notar lo pálida que se veía. Se acercó silenciosamente a su lado, sentándose en el borde de la cama mientras la observaba.
-Mi Luna siempre estará con nosotros -murmuró, acariciando suavemente la mejilla de Bruna mientras ella dormía-. Nos enfrentaremos a lo que venga juntos.
«Mi Luna», pensó Bjorn con un peso dejandolo quieto, apesadumbrado en el umbral de su Anfitrion, preocupado por el peso de obligaciones que venían encima de los hombros de esa humana liberal y explosiva«Te prometo que estaré contigo en cada paso de este viaje».
Su mano se deslizó por el cabello oscuro de Bruna, un gesto que pretendía brindarle paz, aunque sabía que los días por venir serían cualquier cosa menos tranquilos. Sabía que los días venideros serían difíciles, pero estaba decidido a hacer todo lo necesario para que Bruna pudiera aceptar su papel como Domadora y Luna, y que la manada pudiera prosperar bajo su guía.
Al igual que las circunstancias a las que debía sobrellevar en el camino: La ceremonia, el entrenamiento, los cazadores... y los Seelie, cuya influencia sobre Bruna no podía ser ignorada. Era un desafío que requería de toda la fuerza y astucia del Alfa.
-Dormiré contigo esta noche -murmuró, aunque sabía que Bruna no podía oírlo en su sueño-. No dejaré que nadie ni nada te haga daño.
Se acomodó a su lado, rodeándola con su cuerpo para darle calor y protección, mientras la noche avanzaba lentamente. El peso de sus responsabilidades lo oprimía, pero en ese momento, todo lo que importaba era ella. Bruna, su Luna, su compañera destinada, el faro que guiaría a su manada hacia un futuro incierto pero lleno de promesas.
«Aunque en algún momento deberemos despertarla para que vaya a comer con nosotros, es tan hermosa durmiendo pero tengo hambre y ella lo tendrá, caminó mucho hoy»pensó Björn totalmente hambriento.
Con un suspiro profundo, Elisey permaneció a su lado, dispuesto a enfrentar cualquier desafío que se presentara, asegurándose de que su Luna estuviera lista para lo que le esperaba. De reojo miró el reloj de pared en el centro de la habitación, descubriendo que ya eran las diez de la noche, tarde habían vuelto a la casa pero al menos se había podido hablar de posibles soluciones futuras y próximas, no se sentía tan perdido.
Hablar con su consejo de ancianos jamas era menos, siempre multiplicaba la fortaleza, la confianza y valores sanos que muchas manadas admiraban con recelo.
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