Capítulo 24

Hoy por hoy, me encuentro aprendiendo un nuevo camino en este gran pueblo, tan medieval pero actualizado de cierta forma. Ni siquiera me había dado, de que la cabaña del Alfa y la Luna se encuentra en la zona céntrica y corazón del pueblo, rodeada por pequeños arroyos derivados del río Elba, que se expanden en los cuatro puntos cardinales: este, oeste, norte y sur, eso si, esta información me lo había dado Nika, una omega seria pero muy buena.

Además, estos arroyos están conectados entre sí. Si alguien quiere cruzar del sector norte hacia el sector este, debe utilizar el "Puente del Delfín". Para cruzar el sector oeste del sector sur, se usa el "Puente del Coral", y para volver al sector norte y sur, que están conectados hacia su cabaña, se pasa por el Puente de la Luna, solo para llegar a la cabaña de Elisey...

«Los nombres son curiosos, probablemente eso sí lo recuerde, pero... cómo usarlos para ir a algún sector... Eso es esperar demasiado de mí misma», piensa, dubitativa.

Máximo se habían tardado al menos una hora y media en volver a la cabaña del Alfa, en el mismo momento en el que levanté la mirada hasta por encima de los techos, me fijé del color distintivo de la torre central que parecía estar entre dos construcciones, es decir cabañas a cada lado de la torre. Los marcos eran de madera de roble oscuro, con sus ladrillos gris plateado aunque el revoque por dentro era grueso para evitar que entre las temperaturas bajas, supongo. Aunque en lo alto de la Torre Alfa, tenía una bandera de tono azul celeste, según Elisey, el color de la cabaña representa a la cabaña del Alfa y la Luna entre otros sectores dentro de la manada; su significado es claro: «Estos reflejan la conexión con las criaturas del Océano Atlántico y el cargo de liderazgo en la manada». Aunque no pude conocer más detalles y significados de otras torres que están conectadas al parecer desde el cuarto piso en relación a las torres de colores: Verde marino, turquesa y aqua; era curioso saber que los senderos de suelo guían mediante su color de rocas pigmentadas para saber los sectores que cuidan los distintos rangos de la manada en conjunto a su Alfa. Un gran suspiro salió de sus labios al sentir como su cabeza parecía estar apunto de colapsar ante la curiosidad y conocimiento recabado en él, aunque una reunión imprevista con el Alfa interrumpe sus pensamientos y la compañía del que se encontraba disfrutando como ningún otro día.

Vuelve a suspirar, mientras se mira las manos, aburrida. Dejar su celular en la habitación había sido mala idea, aunque antes de salir este se había quedado sin batería, sin siquiera habilitado el roaming para contactar con su familia.

Este lugar es tan grande para ella, y no solo en el sentido estructural (aunque también es cierto), sino más bien por la poca información que tiene sobre el lugar, el idioma y las personas que la rodean.

-Nunca pensé verte tan callada -se escucha una voz varonil, que logra erizarle la piel al reconocer ese tono juvenil e irónico-. Tampoco tenía pensado coincidir, pero el destino te ha traído a la orilla del río y te ha dejado muy lejos de tu casa. ¡Qué ironía de la vida! Ja.

Decidida en evitar caer en esa burla clara, se mira las manos, que de repente las empieza a sentir frías, decidida en callarse traga saliva pero por la curiosidad levanta la vista, dándole una gélida mirada, indiferente y neutral.

-Uy, esa mirada jamás te la vi. ¿Acaso me quieres muerto? ¿Tanto me guardas rencor por dejar de hablarte? -pregunta el joven de cabello rubio claro, que lleva de manera desordenada, con mechones que caen hacia un lado de su rostro. Su expresión es seria, pero con una chispa de indignación reflejada en su mirada penetrante, de color verdoso, y piel clara como la nieve.

Su corazón se encoge de dolor ante el vacío de perder contacto con él hace tantos años, pero lo que refleja en su rostro es pura indiferencia. Sonríe sin emociones. Nada gracia realmente tiene verlo vivito y tan diferente a lo que imagino ser el primer encuentro físico con él.

-No necesitamos hablar. Guarda tu patético intento de socializar conmigo -responde, sintiendo cómo su corazón se acelera, como si estar cerca de él fuera malo.

Se levanta del sofá del salón principal, con la intención de subir inmediatamente al ascensor y resguardarse en la habitación, mirar su celular y escapar de la situación.

-¡Espera! -pide determinado el joven de cabello rubio claro-. No seas tan fría conmigo. ¿Ni siquiera vas a preguntar por qué me he ausentado? ¿Por qué no me reclamas el no haberte hablado en todo este tiempo?

Ansiosa pero manteniendo una compostura indiferente e impersonal, con el corazón acelerado, da la orden en el panel del ascensor para llegar a la planta baja.

-No tiene sentido. No hay nada que hablar -responde sin voltear a mirarlo; no quiere hacerlo.

-Bruna, mírame y dímelo de frente.

Siente cómo sus ojos duelen, su corazón se siente estrujado como un papel arrugado, y sus manos sudan frío.

-Déjame en paz, Elías.

-No, yo... Yo no soy... -trata de discutir, sin aceptar la forma en que lo llama.

Le voltea a ver con una mirada oscura, frívola, y con la mandíbula tensa. Nota que ese rubio se ha quedado a unos pasos de ella, mirándola con dolor.

-¿Qué? Vete a contar otra mentira a otro lado. Te llamas Elías, y no Emmanuel. Tú eres un mentiroso de mierda, así que aléjate y concéntrate en tu magnífica vida e ignora que existo -advierte con una voz sombría, mientras sus labios tiemblan de cólera, coraje y dolor.

-No te mentí... Soy Ely... -susurra dolido el rubio al verla de esa forma. Se acerca con la clara intención de calmarla, de buscar amabilidad en ella.

-Ese niño que conocí murió hace 11 años. La persona frente a mí, la que todos conocen, es alguien que no conozco y con quien no necesito confraternizar para existir -sisea.

Se voltea en cuanto se abren las puertas del ascensor, entra con paso molesto, decidida a dejarlo atrás. Sin embargo, en cuanto las puertas comienzan a cerrarse, siente cómo alguien la abraza en contra de su voluntad por la espalda, y reacciona gritando con coraje

-¡Carajo, suéltame!

Elías Zachary, Delta de la manada Rudeltlantik y pareja del Beta, ha arrancó a correr con temor, dolido e incómodo al verla escapar de él. Aquella joven chica fue una gran amiga a distancia durante años; ambos se conocieron en una página de escritura, ambos eran amantes de la lectura y escribían con pasión, pero por cosas de la vida tuvo que dejar de hablarle, perdiendo contacto con la única amiga que lo apoyó de forma tan incondicional, la única que lo aceptó con su orientación gay y lo quiso como un hermanito. Ella fue su hermana mayor y confidente hace años atrás, y ahora que la tiene entre sus brazos, no quiere soltarla, a pesar de que lo está pisoteando en las puntas de los pies y de que el codazo que le da lo hace soltar una tos seca al expulsar el aire dolorosamente.

-Por favor, escúchame, Laviun.

Y solo en ese momento, se da cuenta de que retenerla entre sus brazos en contra de su voluntad es tal vez arriesgarse demasiado, pero escucharla sollozar, tratar de gritar entre hipos de llanto y golpearlo sin siquiera poder acertar otro golpe letal, lo deja devastado.

S-suéltame! -grita con voz grave-. ¡No quiero!

Su llanto es doloroso. Tenerla entre sus brazos y escucharla ser tan inflexible es como un puñal al recuerdo de su conexión mística irrompible de aquel tiempo.

-No quiero... No quiero volver a perderte, no quiero -susurra Elías, incapaz de ceder a esa súplica.

Aunque su piel se eriza inmediatamente al sentir cómo las puertas del ascensor se abren por un par de manos, el aroma dominante del Alfa se percibe de inmediato. El rugido lo hace sentir malestar, y la voz grave le indica que ha sido muy impulsivo sin pensar en las consecuencias de forzarla.

El cuerpo de la joven entre sus manos se resbala de manera impresionante, como si de un cuerpo líquido y acuoso se tratara. Ella logra escaparse de su agarre impulsivo, y seguidamente, solo puede sentir cómo el Alfa lo agarra y lo arroja al suelo, totalmente enfurecido.

-¡Delta Elías! ¿Qué crees que estás haciendo con mi Luna? -reclama el Alfa Elisey con una voz gélida, oscura.

Petrificado, estático y adolorido, Elías se queja ante el dolor que siente al ser estampado contra el suelo, arrinconado por la fuerza, el peso y la voz dominante de su Alfa.

-Necesitaba hablar con ella...

-¿Forzándola? -pregunta sombrío el Alfa Elisey, rugiendo inquieto por escuchar el llanto de Bruna no muy lejos de ellos-. Nuestros valores no son esos, Delta Zachary. Dime un motivo más claro de por qué no debería mandarte preso.

El rubio tiembla con malestar estomacal; las arcadas provocadas por la actitud dominante de su Alfa inestable no son nada agradables para su alma ni su cuerpo.

-No la he lastimado -contesta en un murmullo-. ¡S-solo la abracé!

Elisey lo levanta de un tirón del suelo y lo hace mirar hacia Bruna, quien se agarra a sí misma, envuelta en una cúpula y muro de agua, mientras Seelies acuáticos brillan pululando a su alrededor para protegerla.

-No se lo ha tomado de la mejor manera -sisea Elisey, lo suelta y se acerca hacia ella, hacia su Luna-. Princesa, deja que me acerque. Tranquila.

Bruna apenas escucha la voz de su Alfa. Está asustada, devastada emocionalmente al ver a Elías frente a ella, su alma rota se siente totalmente arruinada. El trauma de hace años no lo supera. Aunque él tiene razón, ella también sabe que él no es el verdadero Elías Zachary que llegó a conocer, sino una versión distorsionada de un hombre incapaz de ser humano. Su mente no lo permite.

Se siente cada vez más perdida en la desesperación de ese trauma, tanto que la idea de escucharlo es algo que su cerebro no puede soportar, y suelta un chillido, un grito ahogado por el agua que la rodea. El escudo protector de agua detiene el intento de Elías por acercarse, pero es Elisey quien recibe una pequeña ráfaga de agua y el intento de un látigo de agua, que logra esquivar sin necesidad de huir, quedándose estático y observándola sin más.

-Tranquila, estoy aquí contigo, Princesa. Estoy aquí contigo -repite con una voz más suave y tranquila-. Voy a calmarte, confía en mí, voy a hacerte sentir bien y segura de nuevo. Conmigo. Nadie va a lastimarte.

Pero es inútil. Bruna está tan sumida en su ansiedad y dolor que su poder no deja de protegerla y a la vez aislarla de la realidad. Está sumida en su mundo mental, devastada por lo sucedido. Elisey lanza una mirada fulminante hacia su Delta, que está petrificado, pero a la vez siente su malestar y el dolor de verla así. El Alfa lo arrastra hasta una pared, donde lo arroja sin más al otro lado del salón principal.

-No debiste acercarte de esa manera -gruñe-. Márchate.

-No voy a dejarla, así... ¡No puedo! -insiste, tembloroso por la situación-. ¡Ella no está bien!

-Porque tú la lastimaste de nuevo, ¡así que márchate! -exige Elisey con una autoridad oscura y dominante que no deja lugar a dudas de que la vida del Delta corre peligro en ese momento.

Elías baja la cabeza, tembloroso, no queriendo ceder. Es como un golpe seco en el estómago cuando recuerda lo mucho que le costó mantener esa distancia de Bruna. Pero el rostro de Elisey, con el ceño fruncido y el peligro en sus ojos, lo deja claro: no hay nada que pueda hacer, y el Delta no es un suicida.

Sin más, asiente y se retira sin siquiera mirarla. Al momento de salir, ya no puede evitar pensar en lo que acaba de hacer. El remordimiento lo atormenta, el malestar en su estómago lo sigue carcomiendo hasta dejarlo con náuseas.

Elisey logra sentir la tensión desaparecer en cuanto el rubio se marcha, y en su mente ya está pensando en lo que debe hacer para ayudarla a superar el colapso. Entra al escudo protector que Bruna mantiene. Sin resistirse a mojarse y recibir un chorro de agua que ni siquiera lo lastima, su propia magia le permite atravesar el escudo, llegando al centro de la cúpula acuática. La toma de los brazos, y en cuanto la siente, la sujeta con fuerza, abrazándola firmemente mientras murmura a su oído para calmarla.

-Estoy aquí, mi Princesa. Soy yo, Elisey. Estás segura, conmigo. Nadie va a lastimarte, no voy a dejar que nadie se acerque a ti -repite una y otra vez en un murmullo, hasta que siente cómo el agua que la rodea empieza a caer como una simple ducha de lluvia.

El escudo se deshace lentamente mientras los Seelies se van, y el Alfa se queda abrazándola, la Luna llora en sus brazos, sollozando su trauma, su ansiedad y su miedo. Elisey cierra los ojos, suspira aliviado mientras la envuelve entre sus brazos, permaneciendo en silencio en el centro del salón, mientras el sonido de las gotas de agua cayendo al suelo resuena en el lugar.

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