Capítulo 19
Las papilas gustativas de Bruna estaban encantadas con la gastronomía alemana. Murió placenteramente al disfrutar de los manjares, especialmente del bratwurst, aunque, con cierta pena, lo comió entre pan por pura glotonería, lo que sorprendió a dos de los cocineros de la casa: Melanie y Jhon, una pareja casada que llevaba casi cuarenta años sirviendo a la familia Zickerman; ambos eran licántropos.
—Si almorzamos y cenamos estos chorizos de vez en cuando, terminaré siendo más carnívora, ya te aviso —comentó entre bocados de su sándwich. El bratwurst, un chorizo alargado cocido a la sartén, estaba delicioso—. Aunque esta ensalada de papas con verduras está en su punto...
Elisey la observaba divertido, como si fuera una degustadora profesional.
—Algún día deberás llamarlo por su nombre, mi luna.
—Por ahora no me sale, siento que te hago pasar pena con mi mala pronunciación —admitió, sonrojándose—. Aunque me gustaría no darme cuenta de que me da más pena a mí que a ti, ¿sabes?
Luego de decir esto, Elisey le acarició la mejilla derecha con su pulgar, induciéndola a cerrar los ojos y sonreír con timidez.
—No podría sentir vergüenza al verte tan optimista y persistente. Aunque es una carencia notable, has puesto tanto esfuerzo que me haces sentir orgulloso y feliz de tenerte conmigo —la miró con una calidez y seguridad que hicieron que sus ojos se iluminaran.
«Podrán decir que los alemanes son rudos o apáticos, pero hasta el momento, siento que he derretido la fría capa de hielo que los rodea», pensó embobada.
—Espero que sigas teniendo la misma paciencia en los próximos meses, pero lucharé siempre para hacerte sentir orgulloso de mí —declaró con una sensación sublime burbujeando en su corazón.
Se aventuró a tomar la mano de Elisey con cariño incondicional. Elisey entrelazó sus dedos con seguridad, cariño y suavidad.
Después de comer el último bocado y tomar un poco de Coca-Cola, Bruna sintió que la molestia de migrañas y mareos había desaparecido. Sin embargo, la mirada cálida de Elisey se volvió turbia al mirar detrás de él, como si la capa de frialdad alfa tomara lugar en su persona.
Volvió la mirada curiosa y, mientras saboreaba la gaseosa, se quedó estancada en la garganta al ver que los padres y la supuesta prima de Elisey se acercaban buscando impacientemente explicaciones.
Los hombros de Elisey se cuadraron, y nuevamente la conversación en alemán invadió el comedor. Bruna intentó mantener su tranquilidad, enfocándose en digerir el delicioso sabor de la Coca-Cola, aunque no duró mucho ya que la bebió en cinco tragos.
Bajó el vaso y, con un sonido de reclamo en la garganta, preguntó:
—¿Eh? ¿Qué pasa?
—Perdona que no hayamos hablado en español, pero mis padres y mi prima parecen muy interesados en conocerte, mi luna —aclaró Elisey en español.
Bruna respiró profundo, tomó una postura erguida y segura, y cambió su aspecto tímido por uno más neutral. «No es momento de parecer débil, ahora es hora de volver a tener el caparazón», pensó, determinada a manejar la situación con responsabilidad y seriedad.
—Bien. ¿Hablan español o deberé...? —empezó a decir, pero fue interrumpida.
—Sé hablar perfectamente en español —dijo la prima con una voz femenina jocosa alemana, mirándola con astucia, aunque desde arriba—. ¿Me vas a reemplazar por una extranjera inútil?
La bofetada que siguió a esa última frase fue como echarle leña al fuego del espíritu de tigre hambriento de Bruna.
—Gamma Rose, achte auf deine Worte, sie ist deine Herrin, mehr Respekt —bramó Elisey con un tono serio, como si estuviera rumiando cada palabra.
«Como... si fuera una orden del propio alfa», pensó Bruna, reconociendo el tono de voz.
Aunque los vellos de sus antebrazos y nuca se erizaron, no entendió ni una palabra de lo que Elisey dijo. La expresión de desdén se evidenció rápidamente en el rostro de la pelirroja, y un sonrojo evidente apareció en sus mejillas.
—Ich werde sie weder als meine Herrin noch als die Herrin des Rudels anerkennen, sie ist nicht markiert, sie ist eine Frau, die unfähig ist, das Rudel zu führen, sieh sie dir an! Sie versteht kein einziges Wort von dem, was wir sagen. Wählt mich als Luna, ich bin viel mehr wert als sie —reclamó la prima con una mirada irrespetuosa hacia Bruna y encarando a Elisey como si...
«No tuviera respeto por la orden pasiva...» pensó Bruna, alterada y nerviosa.
Por reflejo, volteó la mirada hacia Elisey, y la calidez que lo caracterizaba se había desvanecido. Tragó saliva e instintivamente se levantó de la silla, anticipando la posible explosión de enojo.
«Ni loca estaré cerca de estos dos», se alteró.
La mujer de cabello rubio, piel trigueña y ojos celestes claros se acercó a Bruna, tratando de calmarla.
—Mi hijo no se descontrolará, confía en mis palabras, jovencita —dijo con una seguridad arrebatadora en un perfecto español.
Bruna la observó más de cerca. La señora tenía una silueta recta con un tronco ancho y sin cintura marcada. Su abdomen estaba ligeramente abultado, pero no lo suficiente como para pensar en un embarazo. La señora era unos veinte centímetros más baja que Bruna y tenía hombros anchos y caderas también anchas.
—No lo dudo. Es a la pelirroja a quien no conozco y lo que menos quiero es ser un impedimento para sus órdenes. Yo respeto, está claro que aquí falta eso —aclaró Bruna, tratando de calmar su corazón.
Elisey la miró de reojo, mientras la pelirroja empuñaba las manos ante la cercanía de ambas.
—Nimm es zurück, Gamma!, respektiere mich!, eine Markierung weist sie als meine Luna aus. Glaube nicht, dass sie es bald nicht haben wird, aber wenn du dich nicht zurückziehst, schwöre ich, dass die Strafe, die ich anordnen werde, nicht weit von einem Exil für dich entfernt sein wird —gruñó Elisey con un tono ronco.
—Elisey, du musst deine Cousine nicht ins Exil schicken. Ich werde es nicht zulassen, sie ist Teil der Familie. Außerdem hat sie recht, du hast sie noch nicht markiert, sie ist weder deine noch die Luna dieses Rudels —bramó el señor de estatura alta y robusta, con cabello oscuro.
La señora tembló y parecía estar en desacuerdo con lo que había dicho el señor. Bruna, cansada de no entender, tampoco estaba segura de si debía intervenir en la discusión.
—Perdónalos, por favor. No estábamos esperando que te encontrara en su viaje laboral. Ha sido una sorpresa para nosotros, jovencita —pidió la señora de cabello largo y rubio.
—Descuide. No apoyo demasiado las discusiones, pero estoy dando tiempo para que se calmen y poder intervenir con la propiedad que me confiere. No me gusta que hablen de mí en otro idioma... —dijo Bruna, respirando hondo y suspirando mientras se rascaba la nuca.
—Hablas de manera muy madura entre hombres lobo. ¿Por qué? —preguntó la señora con sorpresa e incredulidad.
Bruna sonrió ante el reconocimiento.
—Crecer con personas mayores tiene sus ventajas para toda situación. Pero mantengo la calma porque ya más o menos me imagino cómo es su naturaleza —respondió con respeto—. Me llamo Bruna, ¿y usted, señora?
La señora, sorprendida por la actitud de Bruna, se relamió los labios y decidió responder, dejando a un lado la discusión entre su hijo y su esposo, y centrándose en Bruna.
—Me encanta tu actitud, Bruna. Mi nombre es Anna, y no soy la Luna de la manada, pero gracias por el respeto con el que me tratas. Hace un buen tiempo que mi hijo está a cargo de la manada. Hace bastante tiempo que no soy la Alfa de esta manada —respondió con seguridad.
El asombro estaba claramente reflejado en su rostro. Incrédula y decidida, preguntó:
—Encantada de conocerla, pero... ¿Entonces el señor es su Luna?
—Así mismo. Y por eso mismo, no la juzgo a usted.
Ambas sonrieron al tutearse mutuamente.
«Bien, creo que tengo un visto bueno» pensó con optimismo. Respiró profundo y observó al rubio, quien estaba visiblemente molesto discutiendo con el señor y la pelirroja. Parecía que las cosas podrían volverse aún más tensas en cualquier momento.
—Creo que el tiempo ha sido suficiente —dijo con determinación.
La señora Anna enarcó una ceja al verla dar un paso firme hacia los tres.
—No finjas audacia, cuida tus acciones.
—No es audacia, es imprudencia —corrigió a la ex-Alfa Anna con una sonrisa nerviosa— Elisey, creo que ha sido suficiente debate.
Los tres se volvieron hacia ella, y el rubio, al escuchar su mención, pareció recobrar la conciencia del tiempo fuera de la discusión. Cuando sus miradas se conectaron y él la vio calmada, su mirada rojiza comenzó a suavizarse.
—Baja tus humos de superioridad, Humana —rumió la pelirroja en español.
Ella dio otro paso hacia ellos, situándose justo al lado de Elisey.
—Los respeté tanto como se pudo. Pero deben ser conscientes de que soy vuestra invitada, vosotros sois los anfitriones. Están ensuciando sus estatus de respeto y cordialidad. No pediré perdón porque no tengo culpa de lo que se discutió hace unos minutos entre ustedes. Hablar en un idioma que no manejo habla muy mal de vuestra imagen como personas —comentó tranquila, sin inmutarse ante el intento de insulto de la pelirroja.
—Perdóname mi Luna, no toleraré que...
—Perdóname tú a mí, por dejarte enfrentar esto solo por saber el idioma más que yo —expresó interrumpiendo la disculpa.
Ambos se miraron como si tuvieran que resolver pronto esta carencia, frustrados.
—Hablan como si no estuviéramos presentes. No eres un buen ejemplo si reprochas a otros por sus valores —replicó el señor de cabello corto y rubio, robusto, con un acento forzado en español.
—La diferencia entre ustedes y yo es que hablo con justicia. No estoy hablando en mi idioma nacional, estoy hablando en español y, por ética, ahora lo están haciendo ustedes. Si hablara en guaraní en estos momentos, sí les estaría faltando el respeto —aclaró con una seriedad que incluso para ella parecía excesiva para defenderse.
—Eso no...
—No, papá, ella tiene razón. No estamos en igualdad de condiciones —intervino Elisey, sintiendo cómo los brazos del rubio la rodeaban sutilmente, como si estuviera reclamándola.
—Tch, Elisey... ¿No puedes estar hablando en serio? —se quejó la pelirroja.
—Hablo en serio.
El ambiente se volvió tenso. Sabía que, si no hacía algo para solucionar la situación, su estadía en ese lugar no sería agradable.
«No es que me crea ser la Luna. Pero... ahora tengo el mismo derecho que todos a defenderme. No debería ser diferente el modo de llevar una conversación solo porque sean hombres lobo, ¿o sí?» pensó, algo insegura. Sabía que su reacción y conversación eran improvisadas, no porque tuviera un conocimiento exacto sobre el tema.
Escribir fantasía y sobre hombres lobo no la convertía en una experta en el estilo de vida real de los hombres lobo. Lo tenía claro: el conocimiento no era el mismo.
Similar, pero no igual.
—¿Quién eres y qué realmente quieres al estar con mi hijo? —preguntó el señor con disgusto en su voz, mientras su barba cuidadosamente delineada le daba un aire severo.
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